Ladrón de Navarra, Vela. Señor de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa. ?, p. t. s. xii – 1174. Noble, señor.
Fue el primer hijo del conde Ladrón Íñiguez, uno de los principales nobles de la frontera castellano-navarra durante la primera mitad del siglo xii, quien afianzó su poder sobre los territorios de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, gracias a su alternante fidelidad entre Castilla y Navarra; de este modo, también amplió sus dominios con “tenencias” riojanas (Haro, Viguera y Grañón) y navarras (Aibar y Leguín). Desde temprana edad, Vela participó en el fluctuante devenir político de su progenitor. En su primera aparición documental, fechada en 1135, él y su hermano Lope confirmaron, junto al conde Ladrón, documentos emanados de la Cancillería del rey navarro García Ramírez. A partir de enero de 1136, durante la guerra entre Navarra y Castilla, cuando su padre pasó al servicio del rey castellano Alfonso VII, Vela se situó al frente del patrimonio familiar en territorio navarro. Mientras su progenitor gobernó Vizcaya y Viguera en nombre del rey castellano, Vela Ladrón mantuvo su fidelidad a García Ramírez como señor de Aibar y Leguín desde 1138 y, en ocasiones, de Val de Araquil y Vizcaya (1138) y de Guipúzcoa (1140). Este doble juego de padre e hijo entre Castilla y Navarra, posible gracias a la inestable posición de García Ramírez en el trono navarro, permitió no sólo incrementar su patrimonio a ambos lados de la frontera, sino también garantizar el futuro de la familia fuera cual fuera el resultado de la guerra. Firmada la paz entre ambos reinos en 1140, el conde Ladrón se encargó de nuevo de sus dominios navarros, volviendo su vástago a un segundo plano.
No se documenta otra vez a Vela al frente de Leguín y Aibar hasta 1149 y 1151, respectivamente. Entonces, el ya anciano conde Ladrón delegó algunas responsabilidades políticas en su primogénito, facilitando la posterior transmisión hereditaria. Los dos confirmaron un privilegio castellano en 1151 y, dos años después, figuraban en Palencia junto a Sancha, hija de Alfonso VII y prometida del nuevo rey navarro, Sancho VI. Asimismo, le acompañó también en su última maniobra política. Cuando el conde Ladrón prestó vasallaje a Sancho III, rey de Castilla por delegación de su padre Alfonso VII, Vela siguió sus pasos (en junio de 1153 ya confirmó un documento del rey castellano); de ahí que Sancho VI reaccionase destituyéndoles de sus tenencias de Aibar y Leguín.
Tras el óbito de su padre en el verano de 1155, Vela Ladrón siguió al servicio de Sancho III de Castilla, cuyas cartas confirmó con regularidad desde el 18 de septiembre de ese mismo año con el título de “conde”; en muchas ocasiones recibía el apelativo “de Navarra” y, sólo en julio de 1158, el “de Álava”. Por las mismas fechas, también suscribió el tratado entre Sancho III y Ramón Berenguer IV, momento en el que además disfrutaba de Grañón, tenencia ya poseída por su difunto padre.
El 31 de agosto de 1158 falleció Sancho III, dejando en el trono a un niño, el futuro Alfonso VIII.
La complicada coyuntura de la Monarquía castellana motivó un nuevo acercamiento del conde Vela a Sancho VI de Navarra. Así, mientras solo confirmaba esporádicamente los documentos castellanos (cuatro entre 1158 y 1166), a partir de 1160 su firma era habitual en las suscripciones de los diplomas navarros, donde aparecía disfrutando de los señoríos de Álava, Guipúzcoa y, sólo una vez, de Vizcaya. Al igual que hizo el conde Ladrón con él, Vela Ladrón intentó ir familiarizando a sus hijos, Juan y Pedro, con sus quehaceres políticos. Su primogénito, Juan Vélaz, ya firmaba privilegios castellanos desde 1165 y figuraba al frente de Álava, en 1172, y de “Omorem”, un año más tarde; mientras, Pedro Vélaz (o Ladrón), su otro vástago, gobernó la fortaleza vizcaína de Malvecín (Duranguesado) en 1174.
La ofensiva de Sancho VI, que en 1163 recuperó la mayor parte de La Rioja y Bureba, parece confirmar el acierto de este nuevo giro en la trayectoria política familiar. No obstante, la recuperación castellana con la mayoría de edad de Alfonso VIII tampoco le pasó desapercibida. Por ello, sin abandonar a Sancho VI, retomó posiciones en la Corte castellana confirmando con asiduidad diplomas regios, desde noviembre de 1169, y poseyendo Ávila en abril de 1173. Se ignora cómo hubiera gestionado la reacción armada de Alfonso VIII contra Navarra, iniciada en 1173, pues falleció poco después; en concreto, su última suscripción documental data del 28 de agosto de 1174.
Lo que sí se conoce es la incapacidad de sus descendientes para mantener el equilibrio entre las Monarquías castellana y navarra, que tan hábilmente venía explotando la familia Ladrón. Ante el avance castellano, Juan Vélaz continuó al frente de Álava bajo Sancho VI hasta 1177 y, a la vez, confirmó privilegios castellanos; incluso, el 25 de agosto de 1176, suscribió entre los caballeros castellanos el acuerdo de recurrir al arbitraje de Enrique II de Inglaterra. Sin embargo, el 15 de abril de 1179, el tratado de paz definitivo entre Castilla y Navarra, aunque permitió a Juan Vélaz continuar con su vasallaje hacia Alfonso VIII y rendir a la vez cuentas a Sancho VI, supuso su desaparición de la documentación navarra y la pérdida de Álava, territorio bajo soberanía del monarca pamplonés. A partir de entonces, su presencia en Castilla también fue languideciendo: se limitó a suscribir el tratado de paz con Fernando II de León en 1181 y otro diploma de Alfonso VIII al año siguiente. Su hermano Pedro Ladrón permaneció al servicio de Sancho VI, ocupando hasta 1194 las tenencias de Sangüesa, Arlucea y Aitzorrotz. De este modo, terminó medio siglo de protagonismo de los Ladrón al frente de los territorios vascos y la frontera navarro-castellana.
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Tomás Sáenz de Haro