Sorozábal Mariezcurrena, Pablo. San Sebastián (Guipúzcoa), 18.IX.1897 – Madrid, 26.XII.1988. Compositor y director de orquesta.
Nació en la capital donostiarra donde su padre trabajaba en la construcción. Criado en un ambiente cercano a la marginalidad, se inscribió por azar en las clases gratuitas de solfeo de Manuel Cendoya en la Academia de Bellas Artes. Continuó su formación ingresando en el Orfeón Donostiarra y estudiando violín con Alfredo de Larrocha y piano con Germán Cendoya. Ya en esta etapa se encuentran claves que explican la dedicación de Sorozábal al género lírico. Así, resulta significativa la fascinación que le produjo participar en 1911, con el Orfeón Donostiarra, en el estreno en San Sebastián de la ópera Mendi-Mendiyan de Usandizaga, tras su estreno en Bilbao. En 1914 consiguió un puesto fijo como violinista de la orquesta del Gran Casino de San Sebastián. Dirigida por su maestro de violín Larrocha, esta orquesta de quince atriles crecía en la temporada de verano al rango de orquesta sinfónica con músicos de Madrid que hacían un buen agosto tocando para la alta sociedad veraneante y refugiada de la primera Gran Guerra bajo la prestigiosa batuta de Enrique Fernández Arbós.
En 1918, Sorozábal dejó la orquesta del Gran Casino y comenzó a trabajar como pianista del café del Norte. Fueron tiempos de rebeldía y de inconformismo en los que Sorozábal se involucró con un grupo de jóvenes con pretensiones artísticas autodenominado “Los independientes”. Esta etapa de bohemia se prolongó en 1919 cuando, después de un mes de servicio militar, Sorozábal se trasladó a vivir a Madrid donde ingresó como violinista en la Orquesta Filarmónica, tocaba con un trío en el Café Comercial, trasnochando mucho y malviviendo en pensiones. En el poco tiempo que le dejaba su disipada existencia, acabó de componer un cuarteto que se perdió durante la guerra y un Capricho español para orquesta que tenía la ilusión de estrenar en Madrid. No tuvo suerte y regresó a San Sebastián donde consiguió una beca del Ayuntamiento para estudiar en el extranjero y, aprovechando el cambio favorable que existía entonces entre la peseta y el marco alemán, se trasladó a Leipzig en octubre de 1920.
Alemania no era el destino normal de los españoles en el período de entreguerras. Por ello, frente a la abundante comunidad de estudiantes españoles que pululaba por París, en Leipzig, Sorozábal sólo se encontró con el pianista canario Víctor Doreste. Comenzó a estudiar contrapunto con Stephan Krehl, director del conservatorio que, entre otras cosas, le transmitió su pasión por la Carmen de Bizet. También en Leipzig, amplió estudios de violín con clases en casa del profesor Hans Sitt que le dio algunas lecciones de dirección de orquesta, suficientes para que se atreviera a enfrentarse por primera vez a una orquesta sinfónica desde la tarima de director. Eso ocurrió el 19 de abril de 1922 con la Gotrian Steinweg-Orchester de Leipzig y en el programa Sorozábal incluyó su Capricho español. En 1922 se trasladó a Berlín, donde estudió composición con Friedrich Koch, profesor de la Escuela Superior de Música que le encaminó por las sendas del contrapunto fuxiano, y prosiguió sus ensayos compositivos con la Suite vasca para coro y orquesta de 1923 inspirada en unas poesías de Emeterio Arrese. Después de 1923, su situación en Alemania cambió porque el cambio de divisa dejó de favorecerle y la vida se encareció extraordinariamente viéndose, a partir de entonces, forzado a complementar la beca con distintos trabajos, no todos musicales. A pesar de todo, su resistencia en la Alemania convulsa de los años veinte le dio cierta fama en San Sebastián, donde acudía a pasar los veranos. Secundino Esnaola, histórico director del Orfeón Donostiarra había estrenado con éxito alguno de los coros vascos que Sorozábal había ido componiendo, y un grupo de aficionados y profesionales formó una orquesta con el fin de ponérsela a su disposición para que se fogueara como director.
Con esta orquesta y con el Orfeón Donostiarra, Sorozábal pudo estrenar su Suite vasca.
En 1927, tienen lugar dos acontecimientos fundamentales en la trayectoria sinfónica de Sorozábal: por una parte, concluyó sus Variaciones sinfónicas sobre un tema vasco, una obra excepcional del sinfonismo español de aquel tiempo; por otra, sus actuaciones en San Sebastián llamaron la atención del maestro Lasalle, quien le contrató para que dirigiera su orquesta en Madrid con un programa de música vasca. A pesar de estos aparentes triunfos, convencido de que el camino que había emprendido como compositor de música sinfónica y director de orquesta no le conducía a ninguna parte y consciente del éxito y la rentabilidad económica que obtuvo Jesús Guridi con El caserío en 1926, Sorozábal aprovechó su presentación en Madrid con la Orquesta Lasalle, en enero de 1928, para contactar con el ambiente teatral madrileño. Alfonso Peña, hijo del presidente del Orfeón Donostiarra, le puso en contacto con Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso que serían los autores del libreto de Katiuska, la primera pieza lírica de Sorozábal. Corría el año 1928 y González del Castillo era ya un autor reconocido en los teatros de la Villa y Corte; Manuel Martí, sin embargo, era un perfecto desconocido.
Sorozábal quería apartarse de obras como El caserío o La meiga (1928) que Guillermo Fernández- Shaw y Federico Romero habían escrito para Guridi y, advirtiendo la saturación de la escena nacional de zarzuelas de ambiente rural, los tres colaboradores optaron por un tema a la vez pintoresco y de actualidad: el éxodo de la aristocracia rusa que, con una dosis de cabaré parisino, podía constituir un buen argumento de opereta, un subgénero que se vislumbraba como alternativa a las formas tradicionales de zarzuela.
Sorozábal volvió a Leipzig con algunas ideas sobre Katiuska y los libretistas le fueron enviando con enfadosa lentitud los números cantables. Como consecuencia, pocas zarzuelas de esta época recibieron una dedicación tan dilatada y eso, necesariamente, se notó en la partitura que, en su estreno, en Barcelona el 27 de enero de 1931, obtuvo cierto éxito aunque se pusieron de manifiesto algunos problemas en su estructura que, gracias al tesón de Sorozábal, a la simpatía de González del Castillo y a la colaboración del barítono protagonista, Marcos Redondo, se subsanaron sobre la marcha. Así, tras una bien planificada gira por provincias y algunos retoques, la obra se presentó en Madrid el 11 de mayo de 1932 y público y crítica capitalinos celebraron la llegada a la lírica popular de un compositor como Sorozábal que unía a su bien aprendido oficio sinfónico una fina intuición para la música teatral.
Animado por el éxito que iba obteniendo Katiuska y aprovechando otra temporada en Leipzig, Sorozábal compuso y estrenó en 1931 La guitarra de Fígaro, comedia musical en un acto con libreto del periodista Ezequiel Enderiz y del actor Joaquín Fernández Roa, buen amigo del compositor. Esta obra, en la que incluyó su Capricho español, se estrenó en el Teatro Arriaga de Bilbao, pero no está documentada la fecha de estreno con mayor precisión y apenas interesó a Sorozábal. No obstante, el 2 de mayo de 1933, se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y, pocos días después, Sorozábal se casó con Enriqueta Serrano, la tiple cómica que estrenó Katiuska en Madrid.
Dedicado por completo a la lírica, en los dos meses inmediatamente anteriores a su matrimonio, había estrenado dos nuevas obras muy diferentes: La isla de las perlas en marzo y Adiós a la bohemia en abril. Sorozábal concibió La isla de las perlas para lucimiento de Enriqueta Serrano y escribió su música en gran medida en Leipzig. Como libretistas, reunió de nuevo a González del Castillo y Martí Alonso que le proporcionaron el texto de una nueva opereta cuyas líneas maestras replican las de Katiuska pero transportadas a una isla del Pacífico y a un conflicto más pintoresco y menos político como es el del enfrentamiento de la “cultura natural” con la “cultura occidental”.
La crítica manifestó enfoques y tendencias bien distintas: dura y cáustica, aunque respetuosa, fue la de Salazar en El Sol, y elogiosa la publicada en ABC, pero ambos críticos coincidieron en resaltar la abundancia de números ligeros, “de operetística frivolidad que acaso no se acomodan al tono y unidad de carácter del resto de la partitura, pero que se adaptan a la vivacidad y travesura de Enriqueta Serrano”, según el crítico de ABC (8 de marzo de 1933), que acertó de pleno en su valoración. Al final de su carrera, Sorozábal volvió sobre esta obra y reformó la estructura original.
Pocas veces en la historia de la lírica española, una obra maestra pasó tan desapercibida como Adiós a la bohemia que se estrenó el 21 de noviembre de 1933, en el teatro Calderón. Sorozábal había puesto todo su empeño en la composición, realizada entre 1931 y 1932, y había conseguido arrimar al terreno de la lírica a un autor del relieve de Pío Baroja que puso un gran interés en la realización del libreto. Entrambos dieron lugar a una obra singular y a un nuevo género que bautizaron ingeniosamente como “ópera chica”.
Desafortunadamente, este comienzo de colaboración, que apuntaba tan alto, se vio truncado por el estallido de la Guerra Civil y no pudo tener continuidad.
Obra de un neocasticismo completamente original, redonda en todos sus planteamientos, la estructura de Adiós a la bohemia tiene algo de tonadilla y algo de esperpento resultante de la distorsión del género dieciochesco visto desde la óptica del género chico decimonónico que se había convertido en uno de los referentes de Sorozábal. En esta misma dirección tonadillesca, pero mucho menos matizada y sin alcanzar la categoría magistral de Adiós a la bohemia, esta otra obra lírica estrenada por Sorozábal al final de 1933: El alguacil Rebolledo con libreto de Arturo Cuyás.
El 4 de mayo de 1934, Sorozábal estrenó en el Teatro Astoria de Madrid una obra que apenas llamó la atención del público: Sol en la cumbre, zarzuela en dos actos con libreto de Anselmo Cuadrado Carreño en la que el músico introdujo un interludio orquestal sobre un tema castellano que fue lo que más gustó. Sorozábal se había ganado el respeto y el interés de la crítica y público, pero vivía básicamente de las rentas de Katiuska.
Esta situación cambió radicalmente a finales de 1934 cuando, con un excepcional libreto de Cuadrado Carreño y Francisco Ramos de Castro, estrenó La del manojo de rosas inaugurando un género que se podría denominar “sainete grande”. Aunque pueden citarse algunos precedentes y algunos modelos para La del manojo de rosas, esta obra se puede considerar como el origen y la culminación del género, así como una de las principales zarzuelas de todos los tiempos.
Tres días después de estrenar La del manojo de rosas, Sorozábal dio a conocer en el Teatro de la Zarzuela, el 16 de noviembre de 1934, su adaptación de la opereta alemana de Heinrich Berté Das Dreimäderlhaus (1916) bajo el título de La casa de las tres doncellas con un libreto arreglado por José Tallaeche y Manuel Góngora. Tanto en la adaptación del texto como en la música, los autores y el compositor pusieron mucho de su parte, de tal manera que Sorozábal contaba esta pieza como una más de su catálogo.
Sorozábal alcanzó la cumbre del libretismo zarzuelero en 1935, cuando Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw le proporcionaron el libreto de una comedia lírica titulada No me olvides. A pesar de estar llena de situaciones musicales interesantes y ser libreto cortado a la medida de Sorozábal, la obra no resultó. Poco tiempo después, el músico se hizo con otro libreto que Romero y Fernández Shaw habían escrito para Guridi: La tabernera del puerto, la primera zarzuela en tres actos que iba a poner en música Sorozábal y otro de sus éxitos, que se estrenó en el teatro Tívoli de Barcelona pocos días antes del levantamiento militar. La guerra truncó la carrera de Sorozábal que, en los últimos meses de la República, no sólo había conseguido colocar en la cartelera un nuevo éxito en un género que le confirmaba ya como el mejor valor de la lírica española, sino que tenía proyectos interesantes en Berlín para llevar al cine Katiuska y poner música a una película titulada Camaradas, y había obtenido un puesto oficial como director de la Banda Municipal de Madrid.
La actividad fundamental de Sorozábal durante los años de guerra fue la dirección de la Banda Municipal, cargo con connotaciones políticas que él asumió con perfecta consciencia, sobre todo en los últimos momentos del conflicto, cuando el Ayuntamiento de Madrid se trasladó a Valencia y la banda emprendió una gira por Levante para recaudar fondos destinados al abastecimiento del pueblo sitiado de Madrid.
Cuando en 1938 el Gobierno de la República puso en marcha la iniciativa de crear una Orquesta Nacional que se presentó en Barcelona ese mismo año, descontento por la marcha de varios profesores de la banda a la recién creada formación, Sorozábal dimitió y, tras un último concierto en Madrid, se trasladó a Valencia donde su familia residía desde hacía algún tiempo. Reanudó entonces la composición de zarzuelas con La Rosario o La Rambla de fin de siglo, libreto que Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw le mandaron desde Barcelona. La idea era crear un sainete catalán pero, sobre la calidad del libro, surgieron discrepancias entre Romero, que lo consideraba digno de La verbena de la Paloma, y Sorozábal, que lo juzgó fallido. No obstante, el músico completó su trabajo y La Rosario se estrenó en el teatro Apolo de Valencia el 9 de diciembre de 1939 y, poco tiempo después, en Barcelona, completando el programa con otro sainete, éste de ambiente típicamente madrileño, que le escribieron también Romero y Fernández Shaw: Cuidado con la pintura. A petición del propio Federico Romero, La Rosario no se llegó a presentar nunca en Madrid, según Sorozábal, por miedo a la censura ya que había una escena en la que se caricaturizaba a dos policías que ya tuvo que suprimirse durante las representaciones en Barcelona. Cuidado con la pintura sí se representó en la capital y, con esa ocasión, Sorozábal experimentó la presión de los nuevos poderes que le prohibieron dirigir en público y boicotearon el estreno de La tabernera del puerto en el teatro de la Zarzuela.
A pesar de la vinculación que tuvo Sorozábal con el Gobierno constitucional a través de la Banda Municipal y aunque sus inquietudes políticas tendieron siempre a la izquierda, mantuvo una actitud de relativa independencia que, unida a sus influencias y a su popularidad, le permitió sobrevivir. Incluso, pudo seguir trabajando, no sin antes padecer un proceso de depuración en el que le inhabilitaron para desempeñar algunos cargos. Él se tomó la inhabilitación como un premio y vivió con dignidad en la España de la posguerra, dedicado al teatro lírico y asumiendo el riesgo de tener compañía propia, a pesar de que, entre sus enemigos, siempre contó a personas como Jacinto Guerrero y Federico Moreno Torroba.
Tras esta fase de colaboración con Romero y Fernández Shaw, Sorozábal volvió al terreno de la opereta, desde una óptica más bien seria, de un humor, por lo tanto, poco convencional, con un libretista como Francisco Serrano Anguita extraño, como Baroja, a los ambientes de la lírica popular. El resultado fue Black, el payaso, una composición grande en todos los sentidos, con vuelos de ópera, que se dio a conocer en el Teatro Coliseum de Barcelona el 22 de abril de 1942.
En el estreno madrileño de esta obra, verificado en diciembre de 1942, Sorozábal desafió a las autoridades dirigiendo la orquesta. Aunque se trata de una obra más ambiciosa, Black, el payaso obtuvo menos éxito que Don Manolito, la siguiente zarzuela de Sorozábal con la que vuelve al humor amable del sainete grande e inaugura una colaboración que se prolongará durante bastante tiempo con el libretista Luis Fernández de Sevilla que, junto a Anselmo Cuadrado Carreño, firmó el libreto. Don Manolito quiso ser una secuela de La del manojo de rosas adaptada a los nuevos tiempos, pero no alcanza la frescura ni la espontaneidad de aquella obra maestra. Para los mismos cantantes que habían defendido Don Manolito en su presentación barcelonesa en enero de 1944, con un libreto de Luis Fernández de Sevilla en solitario, Sorozábal compuso su último gran éxito lírico: el sainete en dos actos La eterna canción estrenado en el Teatro Principal Palace de Barcelona el 27 de enero de 1945 con el que Sorozábal se acerca más que nunca a su sueño de crear una obra que actualizase La verbena de la Paloma.
El año 1945, se puede considerar como un punto de inflexión en la persecución y marginación de que había sido objeto Sorozábal a lo largo del último lustro.
Fue nombrado titular de la Orquesta Filarmónica de Madrid en sucesión de Bartolomé Pérez Casas que se había hecho cargo de la Orquesta Nacional y fue contratado para realizar una temporada de zarzuela con todas sus obras en el teatro Avenida de Buenos Aires. De nuevo en España, tras la exitosa campaña americana de la temporada 1946-1947, Sorozábal volvió a hacerse cargo de la Orquesta Filarmónica.
Varios años de trabajo precario con esta orquesta, se fueron al traste en 1952 cuando el Gobierno suspendió un concierto en cuya preparación Sorozábal había puesto mucho trabajo y grandes esperanzas. En consecuencia, dimitió y comenzó un nuevo peíodo de marginación. La rehabilitación de Sorozábal en la vida musical madrileña había durado poco y ahora, derrotado y con menos fuerzas para combatir, comenzó a retirarse. Hasta ese momento, había compaginado la dirección con la composición de dos nuevas obras líricas: Los burladores sobre un libreto de los hermanos Álvarez Quintero cuyo proyecto ya se había llevado Sorozábal en su viaje a América pero no pudo concluir hasta 1948, cuando ya habían fallecido los dos libretistas, y Entre Sevilla y Triana, un nuevo sainete, en este caso de ambiente andaluz, con libro de Luis Fernández de Sevilla y Luis Tejedor. Tanto en el estreno de Los burladores en el Teatro Calderón de Madrid el 10 de diciembre de 1948, como en el de Entre Sevilla y Triana, el 8 de abril de 1950 en el Teatro Price madrileño, sobresalió la interpretación de Enriqueta Serrano, pero la crisis del teatro lírico estaba llegando a un momento terminal y ya no había lugar para éxitos con la resonancia de los que se produjeron en los años treinta.
Después de su dimisión como director de la Orquesta Filarmónica, Sorozábal compuso algunas piezas líricas originales como La ópera del mogollón, una zarzuela bufa, parodia de la ópera italiana con libreto de Ramón Peña Ruiz, que se estrenó, pasando muy desapercibida, en el Teatro Fuencarral de Madrid en diciembre de 1954, y Brindis, su única incursión en el terreno de la revista, realizada con un libreto de Fernández de Sevilla y Tejedor, y estrenada el 14 de diciembre de 1955 en el Teatro Lope de Vega de Madrid con éxito protagonizado, una vez más, por Enriqueta Serrano. Ese mismo año, en colaboración con su hijo, Pablo Sorozábal Serrano, puso música a Marcelino pan y vino de Ladislao Vajda, una de las películas de cine español que más éxito tuvieron de aquellos años y comenzó la composición de sus dos últimas creaciones líricas originales: la zarzuela en tres actos Las de Caín sobre un texto dramático de los hermanos Álvarez Quintero que él mismo adaptó a la lírica escribiendo todos los cantables, y la ópera Juan José, sobre un libreto suyo basado en la obra de Joaquín Dicenta. Las de Caín, firmadas en colaboración con su hijo, fueron un éxito y se estrenaron en el teatro de la Zarzuela de Madrid el 23 de diciembre de 1958 protagonizadas por Lola Rodríguez de Aragón. En el mes de noviembre de ese mismo año había fallecido Enriqueta Serrano, y Sorozábal se quedó solo, concentrado en la finalización de su ópera y en la conversión en ópera de Pepita Jiménez de Isaac Albéniz por encargo de Lola Rodríguez de Aragón a cuya petición, el músico hizo un arreglo de Pan y toros de Barbieri.
Sorozábal concluyó su última gran obra lírica —la ópera Juan José— en 1968 y, en 1978, libró su última batalla con el fin de poder estrenarla en una Temporada Lírica que tendría lugar en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1979 y en la que, además de Juan José, se interpretaría Doña Francisquita y Marina.
Aunque la política española había cambiado, Sorozábal volvió a toparse, con un inmovilista ambiente musical que impidió el estreno de una composición en la que él había depositado tantas ilusiones como en La del manojo de rosas o Adiós a la bohemia. Eran él y sus principios contra la Dirección General de Música y sus intereses. El resultado favoreció a la institución y Sorozábal falleció diez años más tarde sin haber visto en escena Juan José.
Obras de ~: Capricho español (orquesta), 1920; Cuarteto en fa mayor para cuerda, 1920; Dos lieder, 1920; Kuku bat badut (coro), 1920; Arrosa lilia (coro), 1923; Suite vasca (coro y orquesta), 1923; Buba nina (coro), 1924; Eresi (violín y piano), 1924; Inguruko (violín y piano), 1924; Nere maite polita (coro), 1924; Dos apuntes vascos (orquesta), 1925; Gabiltzan kalez kale (coro y txistus), 1925; Nahi zuya yin (coro), 1925; Txori abestiak (violín, violoncello y piano), 1925; Ume malkoak (violín, violoncello y piano), 1925; Baserritarra (coro), 1926; Baserritarra (coro y txistus), 1926; Bigarren kalez kale (coro y txistus), 1926; Variaciones sinfónicas (orquesta), 1927; Gernikako arbola, arreglo de una canción de Iparraguirre (coro y orquesta), 1928; Donostia (txistus), 1929; Siete lieder, 1929; Katiuska (opereta en dos actos), 1931; La guitarra de Fígaro (comedia lírica), 1931; La isla de las perlas (opereta), 1933; Adiós a la bohemia (ópera chica), 1933; El alguacil Rebolledo (tonadilla), 1934; Sol en la cumbre (zarzuela), 1934; La del manojo de rosas (sainete lírico), 1934; No me olvides (opereta), 1935; La casa de las tres muchachas (opereta), 1935; La tabernera del puerto (romance marinero), 1936; La Rosario (sainete lírico catalán), 1940; Celos de la pura brisa (canción-habanera), 1941; Cuidado con la pintura (sainete madrileño), 1941; Estampa catalana (coro y acordeón), 1941; Maite (coro), 1941; Black el payaso (opereta), 1942; Estampa madrileña (voces graves, acordeón y guitarra), 1942; Don Manolito (sainete madrileño), 1943; Fabordón (coro), 1943; Villancico (soprano, alto y piano), 1943; La eterna canción (sainete lírico), 1945; Me caso en la mar salada (pasodoble torero y acuático), 1947; Bentara noa (coro), 1948; Los Burladores (zarzuela), 1943; Entre Sevilla y Triana (sainete lírico), 1950; Victoriana (orquesta), 1951; Begi urdin (coro), 1952; Binbilin bonbolon (coro), 1952; Chantons, mes chers amis (coro), 1952; Izar ederra (coro), 1952; Kanta berri (coro), 1952; Neskatxena (coro), 1952; Txiki txikitik (coro), 1952; Urzo luma (coro), 1952; Maite, eguzki eder (coro y orquesta), 1954; La ópera del mogollón (zarzuela bufa), 1954; Brindis (revista), 1955; Paso a cuatro (ballet), 1955; Las de Caín (comedia musical), 1958; Comedieta (ballet), 1960; Ay nere kabilla (coro), 1961; Loa-loa (coro), 1961; Zuregatik (coro), 1961; Euskalerria-¡Ay tierra vasca!, (coro y orquesta), 1963; Marcha de Deva: Hirugarren kalez kale (txistus, trompas, panderetas y tambores), 1963; Zortziko de las Bateleras (txistus y tambores), 1965; Gernika, marcha fúnebre vasca (txistus y trompas), 1966; Ocho canciones (dos voces y guitarra), 1966; Juan José (drama lírico popular), 1968; Ya se ha muerto el burro (coro), 1971; Gernika (coro y orquesta), 1976; Lili pollit bat (coro), 1978; Vino, solera y salero (ballet español), 1979; Dos danzas (txistus y tambores), 1980; Oración de la madre del torero (piano), 1982; Urrundik (voz y piano), 1982; Ara nun diran (coro y piano), 1983.
Escritos: Mi vida y mi obra, Madrid, Fundación Banco Exterior, 1986.
Bibl.: M. Gómez Santos, Españoles en órbita, Madrid, Afrodisio Aguado, 1964; M. Redondo, Un hombre que se va..., Barcelona, Planeta, 1973; J. A. Arana Martija, Música vasca, Bilbao, Caja de Ahorros Vizcaína, 1987; J. Suárez-Pajares, “Pablo Sorozábal en la lírica española de los años 30”, en Cuadernos de Música iberoamericana, vol. 4 (1997), págs. 105-143; J. L. Ansorena Miranda, Pablo Sorozábal. Catálogo, Madrid, Fundación Autor, 1998; R. Alier, “La del manojo de rosas”, en Programa de la producción del teatro de la Zarzuela, temporada 1998-99, págs. 23-28; J. Suárez-Pajares, “Reflexiones sobre el tiempo, el género y el estreno de La del manojo de rosas”, en Programa de la producción del teatro de la Zarzuela, temporada 1998-99, págs. 9-22; “La del manojo de rosas, una instantánea de España en 1934”, en Programa de la producción de la X Temporada Festival de Teatro Lírico Español de Asturias, 2003, págs. 9-14; A. Gorosabel Garai, “Sorozábal Mariezcurrena”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol 10, Madrid, Sociedad General de Autores, 2002, págs. 22-29; E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Zarzuela. España e Hispanoamérica, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2002-2003, 2 vols.
Javier Suárez-Pajares