Pérez Barrionuevo, Domingo. Domingo de Santa Teresa. La Alberca (Salamanca), VI.1604 – Madrid, XI.1660. Carmelita descalzo (OCD), teólogo.
Todos los hijos del matrimonio de Sebastián y Juana, de La Alberca, fueron aficionados a los libros, y especialmente Domingo, a quien se le podía ver por el campo con el Arte de Nebrija. A los catorce años fue a Ávila a cursar Gramática y Retórica; y dos años más tarde ingresaba en el Colegio de los Descalzos allí mismo, pasando luego a hacer el noviciado en Valladolid, donde profesó en 1622. Estudió Filosofía en Segovia. Hacia 1628-1629 pasó a Salamanca al estudio de la Teología.
“El Cronista alaba por igual la formación filosófica y teológica del joven estudiante. Ninguno de sus compañeros penetró tan hondo en las raíces de la metafísica del Angélico; ninguno supo comprender como él la doctrina del Estagirita; ninguno tampoco dejará testimonios más fehacientes de su competencia y de su formación en la escuela de Santo Tomás” (E. Llamas).
En el Acta del capítulo provincial, celebrado en Palencia en 1633, se dice: “Este mismo día (18 de abril) el Definitorio hizo nombramiento del lector de Artes para el colegio de Segovia en el que actualmente lo era, el P. Fr. Domingo de Santa Teresa”. En 1635 se encontraba en Salamanca y aparece en la matrícula universitaria en los cursos 1635-1636, 1637-1638; en éste se le llama lector, lo mismo que en la matrícula del año 1648-1649. En 1656 salieron publicadas unas conclusiones sobre “la ciencia media”. Se hacía en ellas una crítica bastante cerrada de esa opinión. Algún jesuita pidió una explicación, y el padre Domingo, que era el patrocinador, si no el autor directo, de aquellas conclusiones, dio una explicación cumplida. Se le reconocía en Salamanca su saber teológico y se le conocía con el apelativo de doctor consumado. El padre Domingo fue el designado para proseguir el Cursus salmanticense, después del padre Antonio de la Madre de Dios.
Compuso Domingo los tomos tercero y cuarto del Cursus. El tomo tercero lo tenía ya terminado en 1643, y en enero de 1655 concluía el cuarto. La primera edición de este cuarto tomo salió a la luz en 1658. En febrero del año siguiente se inició un proceso inquisitorial contra el tomo. “Los delatores censuraban este tomo porque, a su juicio, contenía doctrinas escandalosas y frases ofensivas e injuriosas otros doctores y escritores graves y de gran reputación. Sobre todo, se combatía la doctrina de la disputa 15 —q. 81— sobre la extensión del pecado original quantum ad debitum illud contrahendi” (E. Llamas).
El padre Domingo compuso un Defensorio luminoso de las proposiciones delatadas y envió el Memorial a la Inquisición. No satisfizo el Defensorio y siguió rodando el proceso, de modo que el 1661, al redactar el suplemento del Índice expurgatorio de libros, se prohibió “el tomo IV del Colegio Salmanticense”.
Y más adelante en 1673 se volvió a la carga contra el Defensorio, mandando arrancar del tomo IV del Cursus toda la disputa 15. Después de veinte años de iniciado el proceso se reunió la Junta de Calificadores el 25 de agosto de 1679. Eran cinco, tres opinaban que toda la disputa 15 había de ser borrada. Dos, al contrario, creían que no había nada censurable en dicha disputa. Como venció la mayoría, tres contra dos, se volvió a repetir en el decreto final del 25 de octubre de 1681 que se prohibió toda la disputa 15 de dicho tomo IV. Cumpliendo la decisión del Consejo, los superiores generales ordenaron a los padres priores que arrancasen de los ejemplares del tomo cuarto toda la disputa 15. Y así se hizo. A distancia de siglos, se puede, con toda seguridad, afirmar que aquella condena fue injusta.
Al lado de sus conocimientos teológicos, podían admirar todos en Domingo de Santa Teresa su santidad de vida; y, como dice uno de sus amanuenses, lo que en él “edificaba a todos era ver entre tantas letras y aplausos, tanta humildad y apacibilidad, como si fuera sirvo de todos. A él acudían por consuelo los colegiales más afligidos de penas o de escrúpulos, y jamás se cansaba de oírlos y animarlos. Yo de mí digo, que en tres años que fui su escribiente, por más yerros que le hiciese y mentiras escribiese, o malas ortografías, jamás me dijo palabra desentonada ni me mostró mal semblante”.
En el capítulo general de 1658, al que asistía Domingo como segundo socio del rector de Salamanca, fue elegido definidor general. Tuvo que trasladarse a Madrid y, con el don de gobierno que tenía, fue de mucha utilidad en la solución de los problemas que se presentaban, a veces muy difíciles. Casi impensadamente murió en Madrid a primeros de noviembre de 1600. Su amanuense dejó escrito: “Perdió en él esta santa Provincia y toda la Religión un sujeto de todas maneras grande, cuando comenzaba a gobernarla”.
Obras de ~: Collegii Salmanticensis Fr. Discalceatorm B. Mariae de Monte Carmeli. Primitivae Observantiae, Cursus Theologicus, juxta miram A. D. D. Tom Doctrinam, TOMUS TERTIUS, ab initio primae secundae usque ad quaest. 70 complectens, Lugduni Sumpt. Laurentii Anisson et Soc. 1648; Collegii Salmanticensis Fr. Discalceatorm B. Mariae de Monte Carmeli. Primitivae Observantiae, Cursus Theologicus, juxta miram A. D. D. Tom Doctrinam, TOMUS QUARTUS, a quaestione 71 primae secundae usque ad 89 complectens, Lugduni Sumpt. Laurentii Anisson, et Ioan. Bapt. Devenet, 1658; Defensorio [de las proposiciones del tomo IV delatadas a al Inquisición] (en Archivo Histórico Nacional, Inqusición, leg. 4480, n.º 22).
Bibl.: M. del Niño Jesús (OCD), “Los Salmanticenses”, en El Monte Carmelo, 34 (1933), págs. 546-548; S. de Santa Teresa (OCD), Historia del Carmen descalzo en España, Portugal y América, t. IX, Burgos, El Monte Carmelo, 1940, págs. 46- 51; E. del Sagrado Corazón (E. Llamas), Los Salmanticenses: su vida y su obra, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1955, págs. 45-53 y 139-225.
José Vicente Rodríguez, OCD