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Francisco Gough Flecher

Biografía

Gough Flecher, Francisco. Francisco de Jerez. Jerez de la Frontera (Cádiz), 1613 – Madrid, 1684. Capuchino (OFMCap.), predicador real.

Su familia tenía origen nobiliario. A los diecinueve años era maestro en Filosofía y debía contar con una buena formación humanística. Cumplidos los veinte, el 16 de febrero de 1633, ingresó en los capuchinos de Sevilla, profesando un año más tarde en manos del padre Agustín de Granada que, en aquel momento, era comisario general. Los años siguientes los dedicó al estudio de Teología y Cánones. En el Capítulo Provincial celebrado en Granada en 1642, aparece ya como lector. Los superiores lo orientaron hacia el ministerio de la predicación, por el que pronto empezó a ser conocido, y obtuvo gran fama, lo que hizo que Felipe IV lo nombrara predicador.

En 1646, cuando contaba treinta y tres años, fue nombrado guardián del convento de Málaga y, a partir de este momento, ocupó siempre cargos de gobierno en el seno de su Orden. Concluido dicho nombramiento, se trasladó al convento de Sevilla para desempeñar idéntica responsabilidad. En 1654 fue elegido provincial, por lo que dos años más tarde tuvo que viajar a Roma para asistir al Capítulo General, donde claramente sobresalió por sus dotes. En 1660 fue nuevamente reelegido ministro provincial y, un año más tarde, confirmado para un tercer mandato. Fue en este momento cuando promovió la fundación del convento de Jerez, valiéndose para ello de sus buenas relaciones en el contexto local. En el Capítulo General de 1662 obtuvo un significativo número de votos para definidor. Concluida esta etapa de gobierno se trasladó a Jerez para impulsar la fundación del convento.

Posteriormente fue nuevamente nombrado guardián de Sevilla, donde labró una estrecha amistad con el pintor Bartolomé Esteban Murillo, a quien encomendó las pinturas para el altar mayor de la iglesia del convento hispalense. Fue precisamente el padre Jerez quien propuso al pintor la idea de san Leandro entregando a san Buenaventura el convento de Sevilla para los capuchinos. El mismo Murillo llegó a pintar un retrato del religioso, lo que confirma la relación e importancia de éste.

Nuevamente en el Capítulo Provincial de 1667 fue elegido ministro provincial, con la intención de poner fin a ciertas tensiones existentes, pero esto duró poco tiempo, ya que ese mismo año hubo de trasladarse al Capítulo General a Roma, en el que fue nombrado definidor general, por un período de cuatro años, que se extendió por otro mandato en el Capítulo de 1671, en el que fue propuesto como ministro general y también como procurador general. Fue precisamente él quien promovió la residencia de los definidores generales en Roma, ayudando de esta manera a un gobierno más estable y organizado.

Desde su llegada a Roma gozó siempre de excelentes relaciones con diversos cardenales, así como con diversas congregaciones, al mismo tiempo que mantenía una estrecha relación y colaboración con el embajador de España. En 1676 tuvo lugar la convocatoria del cónclave, por la muerte del papa Clemente X.

Los cronistas cuentan que el padre Jerez tuvo cinco votos en el primer escrutinio. Al margen de que el hecho pudiera ser verdad, sí da cuenta del reconocimiento y ascendencia que su figura iba tomando en la ciudad del Tíber en diversas instituciones, tanto eclesiales como capuchinas, hecho que provocó envidias, que se pusieron especialmente de manifiesto en el Capítulo General de 1678, en el que un grupo significativo de religiosos, con el apoyo del embajador de España, promovieron la candidatura del padre Jerez, a fin de que constara con suficientes méritos para posteriormente ser elevado al cardenalato.

La estrategia de los opositores consistió en acusar a su familia de haber estado vinculada con la herejía inglesa, lo que le hizo perder votos y retirarse a su provincia de Andalucía. Pero el embajador puso el caso en conocimiento del Consejo, de tal suerte que se hiciera pagar a aquellos españoles que no habían colaborado en la elección, entre los que se encontraba el padre Martín de Torrecilla, siendo éstos desterrados de los reinos españoles. La estrategia había sido una perfecta maniobra para que saliera elegido general el padre Esteban de Cesena, vasallo de las legaciones de la Iglesia, amén de candidato del cardenal F. Borromeo, que dirigió la elección hacia el provincial de Bolonia, para lo que visitó cuatro días seguidos a los capitulares.

La astucia del cardenal llevó a que cuando le ponían reparos, él respondía a los cismontanos que los ultramontanos les quitarían el gobierno, y a éstos, que era necesario elegir a uno de Italia para diversos inconvenientes si salía elegido el padre Jerez. Por otra parte, el mismo Esteban de Cesena utilizó para su nombramiento procedimientos antiespañoles, valiéndose de su amistad con los franceses. Como se puede suponer, la situación fue una herida abierta que se convirtió en duelo y que tuvo como consecuencia un abandono definitivo del padre Jerez hacia los contextos generales de su Orden, aunque sí recurrió a dirigir diversos memoriales al Rey para presentar quejas por cómo había sido tratado él y los intereses del Rey Católico.

Ante tal situación, el padre Jerez se refugió en su ciudad natal, y aunque la peste mantenía el sitio sobre la ciudad, el Ayuntamiento le permitió la entrada, por considerarle hijo ilustre de la misma. Dos años más tarde, en febrero de 1680, se trasladó a Sevilla, siendo invitado a predicar en la catedral todos los lunes durante la cuaresma, lo que llevaría en años sucesivos a que el primer lunes de cuaresma predicase en la catedral hispalense un fraile capuchino del convento de aquella ciudad. El padre Jerez, desde aquel momento, retomó el ministerio de la predicación, llegando a predicar en momentos y lugares singulares de la geografía de Andalucía.

Consecuencia de su oratoria fue también que el Cabildo decretase que el sermón de la pasión fuese siempre predicado por un capuchino. Toda esta labor itinerante no lo incapacitaba para seguir de cerca los trabajos de conclusión del convento de Jerez.

En 1684, Carlos II lo llamó para formar parte de la Junta de Teólogos, que había convocado para la solución de casos, al tiempo que lo llamaba como predicador en la capilla real. Comenzó a ejercer su nuevo ministerio, mostrando siempre en sus dictámenes gran equilibrio y sabiduría necesaria. Quizá como consecuencia de este arduo trabajo, así como por su edad avanzada, falleció en el convento de San Antonio del Prado de Madrid, a los setenta y un años de edad.

 

Obras de ~: Concio de SS. Eucaristía, Malacae, 1647; Oración panegírica en la festividad del culto glorioso de offizio y missa [...] Clemente X ha conçedido al Santo rey Fernando, Roma, 1671.

 

Bibl.: B. Bononia, Bibliotheca scriptorum Ordinis Minorum S. Francisci Capuccinorum, Venetiis, Sebastianum Coleti, 1747, pág. 102; Bullarium Ordinis FF. Minorum Capuccinorum, vol. V/1, Romae, 1748, págs. 374-375; A. de Valencina, Reseña histórica de la Provincia Capuchina de Andalucía, vol. IV, Sevilla, Imprenta de la Divina Pastora, 1908, págs. 191-198; F. da Mareto, Tavole dei Capitoli Generali dell’Ordine dei FF. MM. Cappuccini, con molte notizie illustrative, Parma, Libreria Editrice Frate Francesco, 1940; “Franciscus a Jerez”, en Lexicon Capuccinum, Romae, 1951, cols. 625-626; T. de Azcona, “Las cosas de los capuchinos en el siglo xvii. El gobierno del P. Esteban de Cesena (1671-1678)”, en Laurentianum, 27 (1986), págs. 217-311; “Catálogo de documentos sobre las cosas de los capuchinos en el siglo xvii (1671-1682)”, en Estudios Franciscanos, 89 (1988), págs. 301-405; “Las cosas de los capuchinos en el siglo xvii. Tres informes concatenados y globales (1675-1680)”, en Laurentianum, 30 (1989), págs. 128-173.

 

Miguel Anxo Pena González, OFMCap.

 

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