Martínez Carlón y Teruel, Diego. Lorca (Murcia), 6.IX.1768 – Águilas (Murcia), 25.VIII.1836. Obispo de Teruel y de Jaén, chantre de la Catedral de Almería.
Fue bautizado dos días después de su nacimiento en la parroquia de San Mateo de su ciudad natal. Tanto su padre, Antonio Martínez Carlón, hijo de Andrés Martínez Carlón e Isabel de Segura, como su madre, María Antonia Teruel, hija de Juan José Teruel y Juana María Navarro, eran naturales de Lorca.
En su juventud se trasladó a Murcia, donde estudió, desde 1781, tres años de filosofía en el Seminario de San Fulgencio, mediante una beca de gracia que recibió. Concluyó sus estudios en la Universidad de Orihuela con el doctorado en Cánones y Teología. En 1798, Diego Martínez Carlón regresó al seminario para ejercer como catedrático durante dos años.
El 16 de noviembre de 1799 fue nombrado canónigo magistral de la catedral de Almería, aunque no tomó posesión del oficio hasta el mes de febrero del año siguiente. En esos momentos, aún no era sacerdote, lo que le impedía ejercer el cargo, por lo que el rey, Carlos IV, tuvo que solicitar al obispo de la localidad andaluza una dispensa para que Diego Martínez Carlón fuera ordenado en el plazo de un año desde el momento en que tomase posesión.
Diego Martínez Carlón tuvo que realizar, aunque de manera ocasional, las funciones de pro-secretario en las sesiones del cabildo de Almería debido a la ausencia del secretario, Diego Cienfuegos, a partir del 26 de julio de 1800.
Durante su estancia en la provincia almeriense, tuvo lugar su actividad parlamentaria en las Cortes de Cádiz, en las que participó en la legislatura de 1813-1814. El 19 de abril de 1813 fue elegido diputado suplente por la provincia de Granada gracias a los votos de 18 de los 29 electores y, cinco días más tarde, adquirió los poderes. No fue hasta el 30 de abril de 1814 cuando fue dado de alta, debido a la muerte de Francisco Chacón y Manrique de Lara, conde de Mollina. Juró el cargo el 1 de mayo, aunque su labor parlamentaria fue muy limitada, ya que el 10 de mayo se le dio de baja, tras el Decreto de 4 de mayo por el que Fernando VII anulaba todo lo legislado en las Cortes gaditanas.
Apenas dos años más tarde, el 24 de junio de 1815, obtuvo la dignidad de chantre de la catedral de Almería, que mantuvo hasta 1828, y poco después consiguió el cargo de inquisidor honorario de Murcia.
Su apoyo a la figura de Fernando VII le ayudó a obtener el obispado de Teruel, para cuyo cargo lo promovió el propio monarca tras la muerte de Jacinto Rodríguez Rico. El 25 de junio de 1827, fue preconizado en Roma por el papa León XII y el 30 de septiembre fue consagrado obispo por el patriarca de las Indias Occidentales, Antonio Allué Sesé, en la Iglesia-Oratorio de San Felipe Neri de Madrid. Finalmente, tomó posesión el 8 de octubre de ese mismo año, aunque poco se sabe de su actuación en la diócesis turolense aparte de una donación que realizó tras saber que se había producido un robo en la catedral antes de su llegada.
El propio Fernando VII le propuso para hacerse cargo del obispado de Jaén el 24 de octubre de 1831, en sustitución del fallecido Andrés Esteban y Gómez. El sumo pontífice, Gregorio XVI, lo promovió para el traslado de sede el 24 de febrero del año siguiente.
Su actividad en la diócesis jienense estuvo mediatizada por la muerte del monarca el 29 de septiembre de 1833. La llegada al poder de las fuerzas liberales provocó la actitud hostil de algunos eclesiásticos, entre ellos Diego Martínez Carlón, que se mostraron contrarios a poner en práctica las medidas que se proponían desde las instancias del gobierno. Tales ideas ya las venía desarrollando desde su experiencia en Almería, donde se mostró abiertamente contrario a las tendencias liberales que habían surgido a raíz de la Revolución Francesa.
Durante su gobierno en Jaén, apoyó la conspiración carlista, destituyó a curas significados con la causa liberal, les envió a otros lugares o se negó a permitir a los vecinos de Baeza que accedieran al agua de su palacio en una época de grave sequía en la zona. Todo ello provocó un gran malestar entre los ciudadanos y en varias instituciones, como el ayuntamiento de Baeza, que elevó una queja a la regente María Cristina por los excesos del obispo.
La difícil relación del metropolitano con el gobierno de Espartero tuvo su momento culminante tras la exigencia del gobernador civil de Jaén al obispo para que “tomase providencias” respecto a las comunidades de prelados regulares. El eclesiástico se negó a tales exigencias, alegando que esos clérigos no dependían de él y que estaban sujetos a sus propias normas ante las que no podía interceder. Esto provocó que el ministro de Gracia y Justicia, Álvaro Gómez Becerra, ordenara su destierro a Águilas el 9 de octubre de 1835.
Murió a la edad de sesenta y siete años en la ciudad a la que fue desterrado y fue enterrado en su cementerio. En 1853 sus restos fueron trasladados a la iglesia de San José de Águilas y aún hoy reposan en dicho templo. Tras su muerte, se produjo un vacío en la diócesis de Jaén con dos obispos intrusos, Antonio Martínez de Velasco y Manuel Ventura Gómez Lechuga, que terminó con la llegada, en 1848, de José Escolano y Fenoy, obispo elegido por el papa tras la normalización de relaciones entre España y la Santa Sede.
Diego Martínez Carlón y Teruel fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica.
Obras de ~: Oración que en la solemne acción de gracias celebrada en la Santa Apostólica iglesia Catedral de Almería, en el día 3 de abril de este año de 1804, por los dos ilustrísimos cabildos eclesiástico y secular, con motivo de no haberse experimentado desgracia alguna por el terremoto del día 13 de enero del mismo año, ni otros que le siguieron, V. Gómez Góngora y A. Doucet de los Ríos Sarzosa (comp.), Granada, Imprenta de Moreno, 1804.
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Paris González-Albo Manglano