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Arturo Saco del Valle y Flores

Biografía

Saco del Valle y Flores, Arturo. Gerona, 2.II.1869 – Madrid, 3.XI.1932. Compositor y director de orquesta.

De padre catalán y madre castellana, a los pocos meses de su nacimiento la familia se afincó en Madrid, donde el progenitor había establecido una editora musical. A los seis años, huérfano de madre, comenzó a recibir las primeras lecciones de Piano de la segunda esposa de su padre, lo que, unido al continuado contacto con lo musical a través del negocio familiar, despertó su vocación. Realizados los estudios primarios, se matriculó en el Conservatorio, donde cursó la carrera con primeros premios, para ampliar luego los conocimientos de Composición con Arrieta, Chapí y el italiano Luigi Mancinelli, cuyo magisterio fue de capital importancia para su trayectoria posterior.

Concluida la formación musical, al tiempo que tocaba el piano en el madrileño Café del Siglo junto al violinista José del Hierro, empezó a componer obras religiosas (varios motetes, dos glorias, Salve y Ave María) y sinfónicas (Serenata española, Fiesta de aldea, las dos de 1888), así como diversas piezas vocales e instrumentales y la ópera Excelsior, que, escrita en 1901 para el fracasado Teatro Lírico Español impulsado por Chapí, quedó inédita. Pero, sobre todo, alentado por el propio Chapí, compuso zarzuelas, que, escritas en un número no menor del medio centenar a lo largo de diez años, fueron llevadas a escena con fortuna diversa, pero obteniendo siempre elogios la parte musical, pese a lo cual y a que se representaron en diversas provincias y en algunos lugares de Sudamérica, pocas trascenderían a su tiempo. Entre otras, merecen ser mencionadas: La Indiana (1893), El traje misterioso y La flor de la montaña (ambas de 1894), Los besugos (1899), La tierruca (1900), El túnel (1904), El dinero y el trabajo (1905), La bella Lucerito (1907), Tropa ligera (1909), Maese Elí y La corza blanca (de 1910), Mari-Nieves y El capataz (de 1911) y A fuerza de puños (1912), así como dos zarzuelas infantiles: La bella condesita y La soberbia humillada, ambas de hacia 1893.

En esta misma etapa de compositor, prolongada hasta 1912, ya realizó sus primeras incursiones en el terreno directoral al obtener, por oposición, el puesto de músico mayor de la banda del 2.º Regimiento de Zapadores Minadores del Ejército, que desempeñó durante casi siete años (1897-1904) y bajo cuya batuta elevó de modo sustancial el nivel artístico de la agrupación; a estos años corresponde la composición de varias piezas para banda (Recepción, El zapador, Villalobos y Bailén). Después, en 1906, reorganizó la Banda Municipal de San Sebastián.

Asimismo, el gusto por la ópera, su wagnerismo practicante y el estudio constante de las líricas italiana, alemana y francesa le abrieron las puertas como director de la temporada de 1909 en el madrileño Teatro Price. Asiduo asistente a los ensayos y representaciones del Teatro Real, encontró su verdadera consagración el 22 de febrero de 1911 al ponerse al frente de la orquesta del mismo, sin ensayo previo, con el Tristán wagneriano, cuando, por enfermedad de Marinuzzi, que acababa de estrenar la obra en España, no fue posible encontrar director alguno que se atreviera a sustituirle.

Desde entonces, desempeñó la dirección titular en todas las temporadas, dirigiendo unas cuarenta óperas, varias de ellas compuestas por autores españoles, hasta que le cupo el triste honor de volver a dirigir La Bohéme, última ópera con que, en 1925, se cerraría el antiguo coliseo durante largos años.

Desde 1914, tras el fallecimiento del anterior titular, Valentín de Zubiaurre, pasó a ocupar el puesto de maestro mayor de la Capilla de Música de Palacio, a la que infructuosamente trató de mejorar, incluso ya en tiempos de la Segunda República, en que le fue encomendada la conservación del rico instrumental existente en el Palacio Real. A su archivo incorporó unas veinte composiciones propias, que, junto a las escritas con anterioridad, forman un apreciable, aunque poco conocido, conjunto de música religiosa (tres misas, doce motetes y otras varias piezas). Durante esta etapa, y a instancias del rey Alfonso XIII, compuso la conocida marcha Legionarios y Regulares (1926), que posibilitaba el desfile conjunto de ambas unidades militares. También en 1914 accedió a la Cátedra de Conjunto Instrumental del Real Conservatorio, en la que sucedió al mismo Zubiaurre y desde la que, pese a la escasa vitalidad del centro, ejerció el magisterio con total responsabilidad.

Consagrado como director, compatibilizó el trabajo en el Teatro Real con diferentes temporadas de ópera en los más notables teatros de España y Portugal, como el Liceo de Barcelona, Principal de Valencia, Victoria Eugenia y Príncipe de San Sebastián, Arriaga y Buenos Aires de Bilbao, Rosalía de Castro de La Coruña, Tamberlick de Vigo, San Fernando de Sevilla, Calderón de Valladolid, San Carlos de Lisboa y San Juan de Oporto. También dirigió en numerosos conciertos a reputadas orquestas, como la Filarmónica y Sinfónica de Madrid, Santa Cecilia de Pamplona, Sinfónica de Valencia o las de los Casinos de Santander y San Sebastián. Al cerrar el Real, también participó en los ciclos operísticos celebrados en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Todo ello situó su nombre entre los más afamados directores del momento.

Respaldado por su acrisolada experiencia y privado del continuado trabajo en el Real, en octubre de 1929 dirigió el primer concierto de la Orquesta Clásica de Madrid, agrupación por él creada y de la que estuvo al frente hasta su fallecimiento. A medio camino entre la gran orquesta y la de cámara, con sus treinta y tres miembros y a lo largo de setenta conciertos, acogió en su repertorio composiciones de autores clásicos que no requerían gran número de instrumentos (Haydn, Mozart, Bach, Beethoven...), así como otras encuadradas ya en la modernidad (Debussy, Bartok, Honegger...), que encontraban su principal vehículo de expresión en una orquesta menor. También dio a conocer varias obras escritas expresamente para la agrupación por los entonces jóvenes artistas españoles (Rodolfo Halffter, Conrado del Campo, Julio Gómez, Joaquín Turina...), así como algunas piezas de autores extranjeros que se escucharon por vez primera en España. La Orquesta Clásica ofreció casi todos sus conciertos en Madrid, pero también realizó numerosas giras por la geografía española, sobresaliendo su actuación en el Palau de la Música de Barcelona en febrero de 1931, en la que se dieron a conocer en Cataluña las creaciones de los músicos madrileños de la Generación del 27 (Pittaluga, Bacarisse, los Halffter).

Defensor acérrimo de la dignificación de la profesión, formó parte, como miembro nato o de honor, de numerosas entidades culturales y benéficas, destacando su activa colaboración en la creación de la Sociedad de Autores y de la Asociación Wagneriana; su pertenencia a la Junta Directiva del Círculo de Bellas Artes y, entre otras, a la Asociación de Escritores y Artistas y a la Sociedad Artístico-Musical de Socorros Mutuos. En 1924, fue distinguido con la encomienda de la Orden Civil de Alfonso XII y entre 1926 y 1930 ejerció el cargo de consejero de Instrucción Pública, habiendo asistido, como delegado oficial de la Dirección General de Bellas Artes, al Festival Internacional de Música de Fráncfort en el verano de 1927.

Ya en tiempos de la Segunda República y hasta su muerte en 1932 tras una rápida dolencia de hígado, formó parte de la Junta Nacional de la Música y Teatro Líricos. A su fallecimiento, recibió el homenaje de sus compañeros de profesión, como Joaquín Turina, quien afirmó que “hubiera deseado saber lo que Saco del Valle sabía y expresarlo como sabía expresarlo”; Amadeo Vives, que lo calificó de “gran talento musical ignorado”; o Conrado del Campo, para quien fue “el más sincero de los compositores”.

 

Obras de ~: Zarzuelas: La Indiana, 1893; El traje misterioso, 1894; El túnel, 1904; Tropa ligera, 1909; La corza blanca, 1910; Mari Nieves, 1911. Óperas: Excelsior, 1901. Religiosas: Cuatro motetes al Santísimo Sacramento, 1915; Misa en Mi bemol, 1922. Sinfónicas: Fiesta de aldea, 1888. Militares: Legionarios y Regulares, 1926. Vocales e instrumentales: Romanza en Re mayor, 1888.

 

Bibl.: A. Sagardía, “Cincuentenario. El maestro gerundense Arturo Saco del Valle”, en Monsalvat, 93 (abril de 1982), págs. 231-238; J. Peris (dir.), Catálogo del Archivo de Música del Palacio Real de Madrid, Madrid, Patrimonio Nacional (1993), págs. 376, 386 y 489-494; M.ª D. Oviedo Saco del Valle, “La Real Capilla Música de Palacio: Saco del Valle, el último maestro director”, en Reales Sitios, 149 (2001), págs. 50-58; “Legionarios y Regulares. En los 75 años de la gestación de la famosa composición de Saco del Valle”, en Militaria, 15 (2001), págs. 143-148; E. Casares Rodicio, “Saco del Valle y Flores, Arturo”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, t. IX, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 2002, págs. 523-524; E. Casares Rodicio (dir.), Diccionario de la zarzuela. España e Hispanoamérica, t. II, Madrid, Instituto Complutense de Ciencia Musicales, 2003, págs. 688- 689; M.ª D. Oviedo Saco del Valle, “En el bicentenario de la creación del Regimiento Real de Zapadores Minadores: Saco del Valle, Músico Mayor de la Banda del 2.º Regimiento (1897-1904)”, en Militaria, 18 (2004), págs. 255-271; “Arturo Saco del Valle y la Orquesta Clásica de Madrid (1929- 1932)”, en Madrid. Revista de Arte, Geografía e Historia, n.º 6 (2004), págs. 325-368; “El maestro Saco del Valle y Valencia”, en Archivo de Arte Valenciano, LXXXVI (2005), págs. 99-106.

 

María Dolores Oviedo Saco del Valle

 

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