Manglano Baldoví, Gonzalo. Marqués de Altamira de Puebla (III). Valencia, 10.III.1926 - 2016. Aventurero, submarinista, aviador, escritor, abogado, cónsul, caballero de honor y devoción de la Orden de San Juan y de la Real Hermandad del Santo Cáliz de Valencia.
Gonzalo Manglano fue bautizado en la parroquia de San Esteban de Valencia. Hijo de Joaquín Manglano y Cucaló de Montull, XVIII barón de Llaurí y XV barón de Cárcer, y de María Baldoví y Miquel.
Hermano de Joaquín (VII conde de Burgo de Lavezaro y XIX barón de Llaurí), Luis (XVI barón de Cárcer), Javier (III barón de Beniomer) y Vicente (XIV barón de Alcahalí y San Juan de Mosquera).
A los dieciséis años empezó la carrera de Derecho en la Universidad de Deusto (Bilbao), carrera que acabó en tres años, cuando contaba diecinueve. Al año siguiente, en 1946, se enroló como marinero en un barco de cabotaje que salía de Valencia y costeaba el litoral español hasta Marruecos, para bajar, cerca de tierra, hasta Ciudad del Cabo. Con la Segunda Guerra Mundial recién terminada, había que bajar a los puertos donde atracaban armado y en grupo.
Participó en la Primera Vuelta Aérea a España (tenía el título de piloto civil) que se disputó en 1950 y que fue la primera en la que participaron aviadores civiles, convirtiéndose en el antecedente de lo que luego fue la prueba deportiva aérea más importante.
En esos mismos años participó, con su hermano Javier, en alguno de los primeros rallys celebrados en España y en los que representó al Real Automóvil Club de Valencia.
Cuando empezaban a conocerse las escafandras autónomas en España, fue, junto Alberto Vázquez Figueroa y su hermano Vicente Manglano, uno de los tres primeros instructores que tuvo la primera escuela de buceo que hubo en España, a bordo del buque escuela Cruz del Sur (buque de tres palos, 90 tm de desplazamiento y 40 m de eslora), que dependía del recién creado Centro de Investigaciones y Actividades Subacuáticas. Formó parte del equipo del Cruz del Sur durante dos años (1957 y 1958), y durante ese tiempo instruyeron a miembros de la Marina, las Fuerzas Especiales, el Cuerpo de Bomberos, etc. Un año más tarde, en enero de 1959, se presentó voluntario, junto con sus compañeros del Cruz del Sur, para rescatar los cadáveres que había dejado la llamada “catástrofe de Ribadelago”, producida por la rotura de la presa de Vega de Tera que el día 9 de enero de 1959 inundó y arrasó el pueblo de Ribadelago. La inmersión fue muy peligrosa, en unas aguas heladas (con los trajes de goma de la época), sin visibilidad y tanteando entre el barro en busca de los cadáveres. En 1960 representó a España en el I Congreso Mundial de Actividades Subacuáticas que se celebró en Barcelona, junto con Vázquez Figueroa, Ametlla, Padrol e investigadores como Cousteau, Taillez, Dumas, Roggi, Romanosky y Conrad Limbaugh.
En 1965 se enroló como marinero en El Olatrane Sanlúcar, réplica de la carabela de Cristóbal Colón, La Niña, con la que el capitán Carlos Etayo trataba de demostrar sus teorías sobre arqueología naval. El Olatrane partió de Bayona (donde había sido construido) el 7 de agosto de 1965, para acabar saliendo de Tenerife el 4 de septiembre. El viaje tuvo graves problemas, ya que aparecieron las calmas y tormentas del “Pote Negro”, de las que hay numerosas narraciones de los marineros de la época, especulándose en España, con portadas de periódicos como la de ABC, sobre el hundimiento del barco de Etayo, dado el retraso producido por las adversas condiciones climatológicas y la incomunicación del barco al viajar con los medios de los descubridores. Por fin, el 9 de noviembre fondeó en Paramaribo. Costearon hasta que el 26 de enero llegó al puerto panameño de Colón.
Cruzaron por el canal de Panamá con destino a Acapulco. Debido a los vientos que soplaban, hubo que cambiar el aparejo e internarse en el Pacífico, para luego volver y alcanzar Acapulco, lo que supondría 9.000 millas de viaje. Entre otras muchas dificultades, en esta segunda parte de la travesía se presentó la llamada “broma”, molusco de nombre teredo navalis que se fija en el fondo de los buques de madera y taladra las tablas hasta agujerarlas. El Olatrane, como los buques de su época, sólo llevaba recubierto su casco de una capa de sebo y las vías de agua llevaron a tal punto que la tripulación tuvo que turnarse seis horas diarias para accionar la bomba y achicar el agua. El velamen empezó a acusar los esfuerzos de la travesía rifándose y hubo que recoser y parchear a diario. El 12 de abril la nave llegó a Puerto Triunfo, en El Salvador, tras 9.000 millas de navegación. Después, el barco navegó hasta Acapulco.
En 1970, junto a Alberto Vázquez Figueroa, el cámara sueco Michel Bibin y Joaquín Galindo, piloto de los misioneros españoles de la Amazonía ecuatoriana, participó en una expedición a los Andes ecuatorianos en busca de un valle con más de cuarenta y ocho pirámides precolombinas que había fotografiado Galindo desde el aire. La expedición descubrió el valle de pirámides, encontró restos arqueológicos y filmó un documental sobre el descubrimiento. De regreso, visitaron el hotel ideado por el doctor Mansilla y el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, construido en mitad de la Amazonía, a orillas del río Napo, frente al territorio de los indios aucas, y al que sólo se podía llegar en un viaje muy duro en todoterreno o en avioneta y luego en canoa por el Napo.
Una vez allí, descendieron en canoa por el río Napo y llevaron al lugar donde se ubicaba el hotel cientos de orquídeas. También anduvieron tras la pista del jaguar y buscaron oro en el propio río Napo.
En 1971 volvió a enrolarse con el capitán Etayo, esta vez en un carabelón de nombre Algarve y que también había sido construido según las investigaciones arqueológicas del capitán Etayo, con una eslora máxima de 7 m, manga máxima de 2’30 m, puntal en cuaderna maestra de 0’7 m, un mástil en candela con una vela latina y un pequeño bauprés con un foque, tres bancadas y seis remos. La travesía llevaría de San Sebastián a Santiago de Compostela. El buque salió de San Sebastián el 21 de julio y rindió viaje en Ribadesella el día 22. La tripulación estaba formada por el capitán Etayo y por los hermanos Gonzalo y Vicente Manglano. Los vientos fueron desfavorables y hubo que soportar varias galernas y recurrir al remo durante 22 millas.
Gonzalo Manglano casó en San Sebastián (24 de septiembre de 1970) con Sylvia de Garay Rodríguez-Bauzá y tuvo dos hijos: Gonzalo y Pablo.
Como escritor, publicó una novela, Doña Clotilde, y es autor de diversos poemas.
Sucedió a su padre, Joaquín Manglano y Cucaló de Montull, barón de Llaurí, como marqués de Altamira de Puebla, por carta de sucesión de 6 de diciembre de 1957, previa cesión de su padre. Fue caballero de honor y devoción de la Soberana Orden Militar de Malta y de la Real Hermandad del Santo Cáliz, cuerpo de la nobleza valenciana. También fue cónsul honorario de Portugal en Valencia.
Obras de ~: Doña Clotilde, Valencia, Editorial Aitana, 1958.
Fuentes y bibl.: Archivo del Barón de Llaurí (Valencia); Archivo personal del marqués de Altamira de Puebla (Valencia).
Menéndez Chacón, “Retablo pintoresco de la vuelta aérea a España”, en ABC, 28 de octubre de 1950; A. Rivera, Mi reino bajo el mar, Barcelona, Editorial Vicens Vives, 1964; A. Vázquez-Figueroa, Viaje al fin del mundo: Galápagos, Barcelona, Plaza y Janés, 1972; C. Etayo Elizondo, 14.000 millas en carabela por las rutas de Colón, Madrid, Editora Nacional, 1974; A. Vázquez-Figueroa, Anaconda, Barcelona, Plaza & Janés, 1975; A. R. Rodríguez González, En la estela de Colón. Carabelas y singladuras del Capitán Etayo, adaptación sobre textos de Carlos Etayo Elizondo, Madrid, Fundación Hernando de Larramendi, Fundación Mapfre Guanartene y Fundación Carabela Niña III, 1998; V. de Cadenas y López y V. Cadenas y Vicent (compils.), Elenco de Grandezas y Títulos Nobiliarios Españoles, Madrid, Instituto Salazar y Castro- Ediciones de la Revista Hidalguía, 2003; F. de Alós y Merry del Val y E. García-Menacho y Osset, “Los Manglano”, en Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía (Madrid), vol. IX (2005-2006); A. Vázquez-Figueroa, Siete vidas y media, Barcelona, Ediciones B, 2009.
Alberto Vázquez Figueroa