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Antonio de Padilla

Biografía

Padilla, Antonio de. ?, 1557 – Valladolid, 29.XI.1611. Jesuita (SI), maestro en Teología, adelantado mayor de Castilla.

Cuando Antonio de Padilla entró en la Compañía de Jesús en la Casa Profesa de Valladolid el 8 de marzo de 1572, con quince años, era adelantado mayor de Castilla, conde de Santa Gadea y heredero del condado de Buendía. Fue su tío, el entonces conde de Buendía, el que decidió examinar con detalle la vocación religiosa de su sobrino. Para este fin constituyó una “comisión” de tres religiosos de diversas órdenes. Los tres examinaron los deseos de Antonio de Padilla delante de su madre y de su tío. A pesar de sus empeños, le convencieron para que marchase a Toledo con su tío Pedro Manrique, canónigo de la Catedral Primada, para comunicarle sus intenciones. Antonio se lo expuso en un amplio escrito que fue también examinado por el canónigo magistral, doctor Velázquez. Sin embargo, su tío el canónigo Manrique (que después profesó en la Compañía) lo consideró un escrito más propio de un religioso letrado y así se lo comunicó a su sobrino. A pesar de la insistencia de Antonio de Padilla, no logró convencer a los dos canónigos toledanos de que aquellas razones no se las había dictado nadie. Fue definitivamente a Toledo, donde su tío le intentó convencer y alejar de la Casa Profesa de aquella ciudad. No obstante, Antonio de Padilla se refugió en la casa de los jesuitas e hizo voto de no salir de allí hasta no ser recibido dentro de ella.

El provincial de Toledo, Manuel López, convenció al joven conde para que volviese a Valladolid a comunicárselo a su madre y que se diese por admitido en Toledo, ya que su Provincia de Castilla no lo hacía. Regresó a Valladolid y, mientras le confeccionaban su nuevo hábito, permaneció en casa de su madre y su abuela hasta el 8 de marzo de 1572, cuando acompañado de su tío Gómez Manrique, ingresó y fue recibido por fin en la Casa Profesa de Valladolid por el padre Jerónimo Ripalda, por orden del superior general Francisco de Borja. Su madre, la condesa de Buendía, María de Acuña, veía cómo se iba su único hijo y heredero varón. Sus tres hijas también quisieron profesar en religión y así lo hicieron, salvo Luisa de Padilla, que se vio obligada a casar con el tío, Martín de Padilla, para que no se perdiesen los títulos. Cuando enviudó, profesó como carmelita en Talavera y después como priora en el Convento de la villa ducal de Lerma, su consuegro.

En el noviciado de la Compañía, el hermano Antonio estuvo bajo la dirección espiritual y formativa de Baltasar Álvarez. Los que después le vieron como jesuita y se admiraron —dentro del mundo de sensaciones del momento— de las mortificaciones y penitencias que ejercitaba en sus tiempos de novicio de la Compañía, se acordaban de su anterior aspecto aristocrático, “muy gallardo en su caballo, con mucho acompañamiento de criados entre otros señores”. Sin embargo, la publicística de los noviciados jesuitas exigía estos recursos didácticos. Tras su entrada en religión, Antonio Padilla vestía pobremente, como si llevase un saco, yendo con otros compañeros para comprar carne en el rastro, aquel que era mercado de lo menudo.

Mostró buenas cualidades en sus estudios de Metafísica y Teología. Leyó casos de Conciencia o Teología Moral en el colegio de Ávila, sin contar con la salud suficiente para encargarse del de Artes. Recaló en San Ambrosio de Valladolid como maestro de Teología escolástica a petición de su madre, que deseaba tenerle cerca en Valladolid. Allí se vio muy implicado en la controversia de auxiliis o de la gracia contra los dominicos, siendo uno de los jesuitas más beligerantes, frente a la línea cordial de Luis de La Puente, con quien trocó los oficios de rector y maestro de aquel de San Ambrosio. Fue también rector del Colegio de Salamanca.

Imitó a su maestro Baltasar Álvarez en el método de oración y en la práctica de los ejercicios espirituales. Comunmente marchaba al noviciado de Villagarcía durante ocho o quince días para acudir a las pláticas de los novicios en el período de Navidad, Semana Santa y Pascua de Espíritu Santo. Destacó como predicador y fue defensor de las proposiciones de la obra del padre Luis de Molina (en extremo controversista), renunciando a su promoción como arzobispo de Burgos. En su oficio de gobierno manifestó un rigor extremo, que también demostró en sus últimos momentos, cuando murió en el Colegio de San Ambrosio.

 

Bibl.: B. Alcázar, Chrono-Historia de la provincia de Toledo y elogios de sus varones ilustres, fundadores, bienhechores, fautores e hijos espirituales, vol. II, Madrid, Juan García Infanzón, 1710, págs. 414-415.

 

Javier Burrieza Sánchez

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