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Isabel María de Quiñones Bravo y Acuña

Biografía

Quiñones Bravo y Acuña, Isabel M.ª de. ?, c. 1590 – Carrizo (León), 1654. Monja cisterciense (OCist.), abadesa.

Ignoramos la fecha de su ingresó en Carrizo, en cuyo monasterio residían varias religiosas del mismo apellido, pertenecientes a familia noble. Precisamente, según el abadologio de la casa, la rigió como última abadesa perpetua —de 1585 a 1615— doña María Quiñones Pimentel, en cuyo tiempo debió ingresar Isabel, la cual resultó tan excelente religiosa, que no sólo sería muy útil a la propia comunidad, por haberla elegido como abadesa cinco trienios, el primero de 1625 a 1628, sino principalmente porque tiene en su haber un hecho que la honra en extremo: el servicio prestado a la comunidad de Gradefes. Al ser reelegida en Carrizo por segunda vez en 1631, debió interrumpir el trienio por una misión bien delicada que le confiaron, sobre la cual es necesario ambientar el hecho.

Tanto Carrizo como Gradefes dependían entonces de la jurisdicción de la abadesa de las Huelgas de Burgos, la cual solucionaba en las comunidades los problemas graves que iban surgiendo en ellas. Las religiosas de Gradefes, tenían el monasterio en estado lamentable, y careciendo de medios para restaurarlo, no se sabe cómo llegó a noticias de ellas unas promesas serias del Ayuntamiento de Medina de Rioseco, que les construirían un monasterio de nueva planta y a la vez les facilitarían medios necesarios para poder desarrollar su vida. Ilusionadas ante este reclamo prometedor, se fiaron fácilmente de tales promesas halagadoras y un buen día organizaron una recua de carruajes en los cuales cargaron todos los objetos más valiosos que tenían en casa, montaron en ellos y se trasladaron a la nueva villa que, al lado del pueblo de Gradefes suponía una capital, por ser morada del almirante de Castilla.

Mientras se construía el nuevo monasterio prometido, las hospedaron en un caserón bastante destartalado, donde encontraron mayores incomodidades que en el edificio viejo que dejaron en la ribera del Esla. Viendo que las promesas ofrecidas no se cumplían, y por otra parte las deudas se iban incrementando cada día, comenzó a reinar el descontento, que se hizo tan intenso, que la abadesa doña Catalina de Zúñiga —monja de santa Ana de Valladolid— que había sido la promotora del traslado, viendo la perspectiva triste que les aguardaba, fue la primera en descorazonarse, regresando a su Monasterio de Santa Ana, quedándose la comunidad falta de una superiora de agallas que se enfrentara con la situación. Entonces acudió la abadesa de las Huelgas, estudió el caso, y viendo que aquello iba de mal en peor, buscó una persona capaz de enfrentarse con la situación y tratara de poner remedio. La encontró en la abadesa de Carrizo. Esta fue doña Isabel María de Quiñones Bravo y Acuña, sobre la cual se ha escrito que “iba a ser el nuevo Moisés para las religiosas de Gradefes. Efectivamente, Debía tener un temple de acero y una virtud consumada”, que tomaría luego a su cargo el régimen de la comunidad. No era cosa fácil deshacer un entuerto tan peliagudo, sobre todo en comunidad extraña, pero ella se las arregló para salvar la situación de aquella comunidad hermana.

Al darse cuenta de las enormes calamidades que estaban pasando, que las deudas se aumentaban, y viendo la perspectiva triste que les aguardaba, una vez obtenidas las autorizaciones de la Nunciatura y del gobierno, se resolvió a actuar. Venciendo los grandes obstáculos que se oponían, hicieron los preparativos del regreso, presididas por el abad de Sacramenia y los confesores de las Huelgas, organizándose la comitiva hacia Gradefes, cuyo edificio se supone cómo lo encontrarías después de tres años de abandono, instalándose de nuevo en él a fines del año 1632. Tan acertado fue su gobierno que quedó escrito de ella: “Fue una insigne prelada, trabajando mucho por el bien de este Monasterio, adelantándole sus rentas más de doscientos ducados, después de haberle desempeñado en más de cuatro mil, de suerte que cuando acabó su trienio, después de los cuantiosos gastos ocasionados con el traslado y acondicionamiento del edificio, todavía dejó a la comunidad quince mil reales en dinero”. Después de haber prestado a la comunidad este servicio impagable, regresó a su monasterio de Carrizo el 10 de julio de 1635. La comunidad de este monasterio, dándose cuenta de los grandes valores de esta mujer, de su valentía en enfrentarse con el grave problema de Gradefes, hasta solucionarlo felizmente la fueron eligiendo varias veces, trabajando por la casa cuanto le fue posible hasta que su salud se resintió, por lo que su vida pierde protagonismo, por no haber ocurrido hechos llamativos como el intrépido que acabamos de referir, habiendo fallecido santamente en 1654, a mitad de su último trienio de abadesa.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de Oseira, Catálogo de las abadesas de este monasterio de Carrizo, ms. mecanografiado; Archivo de Gradefes.

A. Calvo, El Monasterio de Gradefes, Apuntes para su historia y la de algunos otros cenobios y pueblos del Concejo, León, Imprenta provincial, 1936-1944, págs. 267-70; D. Yáñez Neira, “El Monasterio de Santa María de Gradefes y sus abadesas”, en Tierras de León, n.º 8 (1968), pág. 50.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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