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Alfonso de Méndez de Sotomayor Mendoza

Biografía

Méndez de Sotomayor y Mendoza, Alfonso de. Alfonso de Mendoza. Castillo de Garcimuñoz (Cuenca), 1556 – Salamanca, 20.XII.1596. Religioso agustino (OSA), catedrático, teólogo, escritor.

Fueron sus padres Ildefonso Méndez de Sotomayor y Melchora de Mendoza, moradores de la villa de Castillo de Garcimuñoz. A edad muy temprana ingresó en la orden de San Agustín, aunque no se sabe dónde lo hizo, puesto que hay autores que lo consideran hijo del Convento de Toledo y otros del de Salamanca, e incluso podría haber sido en el de su misma villa natal, el real Convento de San Agustín, que había sido fundado por el infante Don Juan Manuel y su esposa Constanza, en 1326, en sus propias casas palaciegas.

No hay duda de que su brillante carrera, como alumno y catedrático, la hizo en la ciudad del Tormes.

En su Universidad tuvo, entre otros grandes profesores, a sus hermanos de hábito fray Luis de León y fray Juan de Guevara, moradores como él del célebre Convento de San Agustín. Su nombre aparece oficialmente por primera vez en 1576, cuando, terminados ya los estudios, ejercía su derecho a votar en las oposiciones del agustino fray Juan de Guevara a la Cátedra de Prima.

En ese mismo año, con apenas veinte de edad, aparece ya regentando una cátedra; la noticia viene consignada en el Registro del padre general de la orden de San Agustín, en el cual se lee que en 1591 ya llevaba quince años ocupando cátedra en la Universidad.

Después vendrían sus oposiciones a las diversas cátedras. La primera fue la de Escoto, que ganó superando a su coopositor, el trinitario fray Marcos de Sepúlveda; tomó posesión de ella el 2 de marzo de 1585. El 24 de diciembre de 1586 consiguió el grado de licenciado en Teología y el de maestro el 10 de mayo del siguiente año, tras “pasar por Santa Bárbara”.

Fue su padrino fray Juan de Guevara. En 1589, sin tener que hacer una nueva oposición continuó regentando la misma cátedra. En 1591 ascendió a la sustitución de la de Vísperas, de la que era propietario el antes citado Juan de Guevara, que había llegado a la jubilación.

Por cierto que el expediente de esta sustitución se conserva en el Archivo de la Universidad de Salamanca en un cuaderno en folio de 43 hojas. En el folio 37 se encuentran el resultado de la votación y la sentencia del tribunal. El padre Mendoza obtuvo 233 votos personales que hacían 1458 cursos y medio, y su coopositor, el dominico padre Alonso de Luna, 209 votos personales que montaban 1.196 cursos y medio. Vistos, pues, los autos del proceso, el tribunal pronunció la siguiente sentencia: “Hallamos la intención del dicho pe. mº. Fr. alonso de mendoza bien y cumplidamente probada y por tal la pronunciamos y declaramos por quanto excedió al dicho opositor en votos personales, cursos y calidades, como arriba está declarado. Por lo qual le hacemos prouisión y colación y canónica institución de la dicha sustitución por imposición de un bonete que el pe. maestro fr. Juan de Guevara le puso en la cabeza y por tiempo y espacio de quatro años primeros siguientes, como catedrático jubilado que es de la dicha cátedra, a quien incumbe hazer la colación de ella por los estatutos desta Vniuersidad”. La toma de posesión se llevó a efecto el mismo día 18 de mayo de 1591; y cuatro años más tarde le fue provista de nuevo sin que hubiese oposición alguna.

A la docencia en la Universidad y a los múltiples asuntos del ámbito universitario en que hubo de intervenir hay que añadir la redacción de sus escritos, tenidos en alto concepto por sus contemporáneos. Tareas y ocupaciones que, bien se puede decir, sólo se interrumpieron en vísperas de su prematura muerte, que le sorprendió, precisamente, cuando trabajaba en una magna obra que, según él mismo, llevaba el título de Magnum volumen in secundam secundae D. Thomae.

Se ignora qué fue o dónde fue a parar lo que de ella tuviese escrito.

Nicolás Antonio traza de él una magnífica semblanza que el padre Manuel Vidal inserta en su obra Agustinos de Salamanca, no sin antes decir que “de tan gran Teólogo como el M. Mendoza, si yo huviera de escribir ‘pro dignitate’, ocuparía muchas páginas; pero determino hablar conciso y por compendio. Por tanto, y también porque lo que dixera no se atribuyese a hipérbole, forjado a violencias del cariño, o mío o de los míos, pondré solamente lo que dejó escrito el erudito D. Nicolás Antonio en su Bibliotheca, traduciendo a lengua vulgar lo que allí dice con muy buen latín”. Éstos son, pues, algunos de los términos de la semblanza hecha por el autor de la Bibliotheca Hispana, en la castiza traducción del padre M. Vidal: “Fray Alfonso de Mendoza Augustiniano, estudiando en su Convento de Salamanca, debajo de la disciplina de Luis de León —teólogo claríssimo no sólo entre los de su Orden, sino entre todos los de su tiempo— aprovechó tanto en tan pocos años, que aun sin salir de su juvenil edad, no tuvo quien le aventajasse en una y otra Teología Expositiva y Escolástica, siendo raríssimo en aquel siglo el Sujeto de quien con verdad se pudiesse decir que siquiera le igualaba. Trató la Theología, no como muchos suelen, con un estilo desaliñado y aun intolerable, sino con el conveniente a una Facultad reconocida por reina de todas las demás.

Cuando comenzó a dar al público sus Comentarios Theológicos tomó por empeño inducir con arte y suavidad a sus lectores a que no se contentassen con la lección de los Modernos sin consultarla bien con los antiguos Theólogos [...] / Fue también excelente y ameno poeta. Muéstralo bien en los versos latinos que compuso de aquel claríssimo Varón, Fr. Alonso de Orozco, y en la recomendación de su Exposición sobre los Sacros Cantares y su elegancia convence que en esta parte (Nuestro Mendoza) se elevó sobre sí propio y que las Musas en él no eran sola diversión de los más serios y nerviosos escritos sino espíritu y talento superior [...]”.

Intervino también el padre Mendoza en la censura de la Concordia del padre Molina, formando parte de las juntas de teólogos de la Universidad. De la importancia del informe que habían de dar sobre la obra él y el maestro Curiel, puede juzgarse por el hecho de hacer constar que el uno de enero de 1595 no se había podido celebrar la reunión por estar ambos enfermos. Lo que no se sabe es por quiénes —jesuitas o dominicos— se inclinaba el padre Mendoza.

Su temprana e inesperada muerte —añade el citado Nicolás Antonio— “ocasionó un gran perjuicio a la Teología, y tal que en mi sentir, nunca habrá lágrimas bastantes para llorarle”; palabras estas últimas que, aunque suenen a hipérbole, expresan el sentimiento que invadió no sólo a sus hermanos agustinos, sino a todo el mundo intelectual de la época, tal era el prestigio de que gozaba. Falleció el padre Alfonso de Mendoza el viernes 20 de diciembre de 1596, y fue enterrado en el claustro principal del convento.

En cuanto a la noticia, recogida no sólo por Nicolás Antonio sino por varios otros autores, de que estaba propuesto “para Arzobispo de Granada”, hay que decir que difícilmente podía ser para la sede de la ciudad andaluza, ya que desde 1590 hasta 1696 nunca estuvo vacante.

 

Obras de ~: Quaestiones quodlibeticae et relectio theologica de Chriti regno ac dominio, Salamanca, 1588; Quaestio an tota Magorum historia tredecim tanto a natali Chrito diebus absoluta fuerit, Salamanca, 1589; Commentaria in quemdam psalmum et de genealogia D. Nostri Jesuchristi, s. l., s. f.; Actus gallicus ad magistrum Franciscum Sanctium, en Biblioteca Colombina, A2- 141-4; Traducción de algunos salmos en verso castellano, s. l., s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, Libros de Claustros, a. 1591-1596.

M. Vidal, Agustinos de Salamanca, vol. I, Salamanca, 1751, págs. 412-413; N. Antonio, Biblioteca Hispana Nova, vol. I, Matriti, Apud Joachimum de Ibarra-Apud viduam et heredes Joachimi de Ibarra, 1783, pág. 36 (trad. de G. de Andrés y M. Matilla Martínez, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1999); B. Moral, “Catálogo de Escritores Agustinos Españoles, Portugueses y Americanos”, en La Ciudad de Dios (CD), 11 y 12 (1886), págs. 449-450 y pág. 62, respect.; E. Esperabé de Arteaga, Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca, vol. II, Salamanca, Francisco Núñez Izquierdo, 1914, pág. 374; A. Huarte, “El P. Maestro Báñez y Fr. Alfonso de Mendoza”, en Archivo Agustiniano, 7 (1917), págs. 248-258; G. de Santiago Vela, Biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, vol. V, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1920, págs. 397-419; E. Cuevas, “Fr. Alfonso de Mendoza, agustino, primer tratadista de Cristo Rey” y U. Domínguez Carretero, “La predestinación y reprobación en Francisco de Cristo y Alfonso de Mendoza”, en CD, 154 (1942), págs. 333- 362 y págs. 293-317, respect.; E. Domínguez Carretero, “La Escuela Teológica Agustiniana de Salamanca”, en CD, 169 (1956), págs. 661-663; E. D. Carretero, “Mendoza, Alfonso de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 1468; S. Álvarez Turienzo, “Alfonso de Mendoza, expositor del nombre de Jesús. Relaciones con la sabiduría hermética y la Cábala”, en CD, 208 (1995), págs. 467-475.

 

Teófilo Viñas Román, OSA

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