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Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza

Biografía

Suárez de Figueroa y Mendoza, Lorenzo. ¿Badajoz?, c. 1450 – Venecia (Italia), 2.V.1506. Embajador de los Reyes Católicos.

Fueron sus padres Pedro Suárez de Figueroa, nieto del famoso maestre de Santiago Lorenzo Suárez de Figueroa, y Blanca de Sotomayor, señora de Los Arcos.

Ninguna acción específica de Lorenzo Suárez es mencionada en relación con la guerra sucesoria de Castilla.

Se citan incursiones de Lorenzo Suárez en Portugal, se le atribuye el hecho de arrebatar el botín a los portugueses, que lo habían tomado, a su vez, en Castilla, la defensa de puestos fronterizos, etc. En cuanto a las guerras de Granada, se menciona en términos muy elogiosos la actuación de Lorenzo Suárez de Figueroa en el cerco de Málaga (mayo-agosto de 1487).

Aquellas dos guerras, la sucesoria y la de Granada, tuvieron a los reyes castellanos en contacto estrecho y permanente con la generación más joven y ambiciosa de la alta sociedad que se estaba creando. Ello le permitió a don Fernando elegir cuidadosamente, y con gran éxito, sus equipos de colaboradores, uno de los cuales fue el dedicado a la diplomacia. Las décadas de los ochenta y de los noventa del siglo xv pueden considerarse en Castilla como las que corresponden a la creación de la diplomacia del Renacimiento, con embajadores no itinerantes sino residentes.

Lorenzo Suárez de Figueroa figura como miembro de esta primera y esencial promoción de una nueva diplomacia, emprendedora y activa. En Venecia, que fue su puesto original de embajador, permaneció entre 1494 y 1499. Su misión allí consistió en hacer realidad el proyecto del rey Fernando de una Liga Santa, que agrupaba a buena parte de los reinos y potencias de Europa —el Imperio, la Santa Sede, Milán, y Venecia— frente a las ambiciones de Francia. Venecia fue el centro organizador de la Liga Santa. No fue éste el menor de los méritos de Lorenzo Suárez de Figueroa, que efectuará sus tareas en la Señoría con tal reserva y tacto que ni siquiera el embajador francés allí, el célebre Philippe de Commynes, supo nada hasta que la coalición había sido suscrita, el 31 de marzo de 1495.

Correspondió después a Suárez de Figueroa el seguimiento y ayuda a la primera campaña militar, en buena parte española, contra la invasión de Carlos VIII en Italia (1495-1498), guerra en la que el Gran Capitán ganó su renombre internacional y los reyes Isabel y Fernando, asimismo, el título de Reyes Católicos, mediante bula papal de Alejandro VI. No quedó todo en títulos gloriosos. La paz de aquella guerra aseguró a los Reyes Católicos el Rosellón y la Cerdaña y una parte muy considerable de Nápoles.

En 1498 Lorenzo Suárez de Figueroa solicitó licencia, con la que regresó a Castilla, no sin antes, en aquel último año, intervenir como árbitro entre Venecia y Pisa por encargo de la propia Señoría. Añádase que la mujer de Suárez de Figueroa venía reclamando el regreso de su marido y escribió sobre ello a la reina Isabel.

No duró demasiado su descanso en la patria. Los Reyes no olvidaban a un embajador tan versado en asuntos italianos. En 1499 Lorenzo Suárez de Figueroa fue nombrado embajador ante la Santa Sede y el 1 de diciembre de ese año desembarcaba en Génova, para cumplir su nueva misión. No fueron tiempos fáciles para él. El Pontífice y su familia ilegítima tenían la peor reputación ante los Reyes Católicos.

Los embajadores anteriores a Suárez de Figueroa habían llegado al punto de ver rechazada su solicitud de audiencia ante el Papa. Por otra parte, la Santa Sede era en aquellos años un hervidero de asuntos que afectaban a Castilla.

Algunas anécdotas dan cuentan de los distintos gestos que Suárez de Figueroa empleó con el Papado. En 1500 había aumentado la gravedad del peligro turco.

En público consistorio, Alejandro VI solicitó de todos los reyes cristianos la constitución de una liga para la defensa de la Cristiandad. Sólo el embajador castellano respondió, ofreciendo la flota de Gonzalo Fernández de Córdoba. Otro caso, también en 1500, fue el pacto entre Portugal y Castilla del matrimonio entre el rey viudo portugués y María, hija de los Reyes Católicos.

Por razones de parentesco, era necesaria la dispensa pontificia. Lorenzo Suárez de Figueroa y el cardenal Carvajal, que le acompañaba, entregaron al Papa un documento en el que le prometían ser siempre leales y obedientes súbditos de Su Santidad y, más importante aún, Luis Borja, uno de los hijos de Alejandro VI, sustituía a su hermano César como arzobispo de Valencia.

En 1502 Suárez de Figueroa es designado nuevamente embajador en Venecia, después de un breve paréntesis, durante el mismo año en que figura como embajador en Saboya. Su incorporación a Venecia la hizo solo, a caballo, con su valija de viaje. Ello revela la urgencia del traslado y la óptima situación, física y psicológica, de Suárez de Figueroa, dado que lo revuelto de los tiempos desaconsejaba aquel viaje en solitario.

Se planteaba nuevamente una situación parecida a la de 1494, con los preparativos de Luis XII para una invasión italiana, y se quería restablecer otra Liga Santa, proyecto que no tuvo éxito. Es conocida, en cambio, la eficaz atención que Suárez de Figueroa prestó al ejército del Gran Capitán en Nápoles: facilitó y pagó 2500 lansquenetes alemanes para reforzar dicho ejército; mantuvo una colérica entrevista con el dux de la Señoría en la que le solicitaba provisiones para la Armada española de Sicilia, y envió al rey Fernando un correo especial para comunicarle el triunfo de Ceriñola (28 de abril de 1503), que fue la primera noticia que los Reyes Católicos tuvieron de aquella decisiva batalla.

Esta actuación diplomática puede completarse con una de sus más conocidas anécdotas, que se refiere a la batalla antes mencionada. Había recibido Suárez de Figueroa un mensaje del general francés De la Tremouille en el que le decía que entregaría 20.000 ducados por encontrarse con el Gran Capitán en Viterbo.

Lorenzo Suárez de Figueroa le replicó que mucho más habría dado el duque de Nemours por no encontrar al Gran Capitán en Ceriñola. En aquella batalla había perecido el duque de Nemours.

En 1504 Suárez de Figueroa se vio afligido por problemas de salud y solicitó a Fernando el Católico su relevo, que le llegó dos años después, el mismo día en el que se celebraban sus funerales en Venecia. Murió allí el 2 de mayo de 1506.

Durante su permiso en Castilla, en 1499, se había preocupado por fundar en la Catedral de Badajoz una capilla, la de la Encarnación, cuyo retablo y elementos decorativos envió desde Venecia. Igualmente enviaría para esa capilla el monumento fúnebre para su esposa, Isabel de Aguilar, y para él mismo. Cuando los sepulcros fueron abiertos, en 1885, no contenían restos. El cuerpo de Lorenzo Suárez de Figueroa pudo naufragar en el obligado viaje marítimo, o quizás nunca salió de la sepultura provisional que se le adjudicara en Venecia. En cuanto a Isabel de Aguilar, ésta había dejado escrito en su testamento de 1519: “dentro de la capilla en que yo estuviere no se entierre otra persona sino la mía, pues es justo que quien tan sola fue en la vida no tenga compañía en la muerte”.

La espléndida lauda en bronce que Suárez de Figueroa envió para el sepulcro se atribuye a Alejandro Leopardi, escultor que trabajaba entonces en los mástiles de bronce de la plaza de San Marcos. En ella el embajador aparece representado en relieve, de cuerpo entero, en actitud noble y reposada. El epitafio que mandó escribir en la lauda reza así: “sepulcro de Lorenzo Suárez de Figueroa y de Mendoza con Isabel de Aguilar su mujer. Este en la juventud hizo según la edad, y en las armas usó lo que convenía. Fue hecho después del consejo de sus altezas, y enviado embajador diversas veces. Así conformó el ejercicio con los años, y deja para después esta memoria. Lo que de él más sucediere, dígalo su sucesor”. Esta lauda, con su delicado bronce de greguescos y el expresivo retrato de Suárez de Figueroa, del siglo xvi, se contrapone y funde con el carácter lapidario del epitafio, del siglo xv. El conjunto resulta una obra maestra.

 

Bibl.: J. B. Egnatius Veneti, Funebris oratio in Laurentii Hispaniarum Regis ad fenatum Venetum legati clarissimi funere habita, Venecia, Impresor Jacobus Leucius, 1506; M. Lafuente, Historia general de España, t. VII, Barcelona, Montaner y Simón, 1922; A. del Bosque, Artistes italiens en Espagne du xve siècle aux Rois Catholiques, Paris, Temps, 1965; A. de Figueroa y Melgar, “Los Suárez de Figueroa, de Feria y Zafra”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. CLXXII, cuad. I (enero-abril, 1975), págs. 147-188; L. Suárez Fernández, “Historia de los Reyes Católicos”, en La España de los Reyes Católicos, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XVII, Madrid, Espasa Calpe, 1983; M. A. Ochoa Brun, Historia de la diplomacia española, t. IV, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, Biblioteca Diplomática Española, 1995.

 

Antonio Serrano de Haro