Beteta, Gonzalo de. ¿Soria?, p. m. s. xv – Roma (Italia), 27.III.1484. Diplomático, caballero de la Orden de Santiago, miembro del Consejo Real, maestresala de los Reyes Católicos, alcaide del castillo de Soria y corregidor de Úbeda.
Era miembro de la casa de los Castillos y Betetas, oriunda de Soria, donde tenían sus principales bienes, rentas y señoríos. Se casó con Inés de Ozes, dama de la reina Isabel la Católica, según se deduce de un documento, uno de los más tempranos en los que aparece el nombre de este embajador español, fechado el 20 de noviembre de 1477, en el que ordenaba que ella quedase en guarda, mientras él estuviese fuera, de la licencia que tenía, por su matrimonio y heredad, de poder pastar veinte acémilas así como de poder traer sin carga alguna pan, sal, vino, etc., para su propio aprovechamiento.
Antes de ser llamado al ejercicio de trabajos diplomáticos, tuvo oportunidad de hacerse notar en los principales escenarios que entonces servían para engrandecer a quienes con su valor y ambición deseaban figurar en lugares de primer orden. Diego Enríquez, autor de una de las crónicas del reinado de Enrique IV, afirma que “teniendo el corregimiento de Úbeda y con Martin de Auendaño y Yñigo de Molina, Alcayde de Quesada, con solo 220 de a cauallo y 900 peones rompieron y desuarataron a Muley Abadali, Rey de Granada que venia con 8000 ynfantes y 800 de a cauallo, de los quales mataron y prendieron muchos”. El reino de Granada y la contienda que en torno a él se había activado desde mediados del siglo xv se convirtió, pues, en el escenario donde más tempranamente se fraguó la personalidad de Gonzalo de Beteta así como la de aquellos miembros de la nobleza que hicieron de la fidelidad a la Corona y el servicio real uno de los principios rectores de sus vidas. La experiencia granadina resulta, de este modo, el componente de raigambre medieval que forma parte de la personalidad de muchos de estos nobles y cortesanos que en otros momentos de su existencia se hacen cargo de misiones diplomáticas dentro del más puro estilo moderno.
Gonzalo fue, por tanto, uno de aquellos caballeros aglutinados en torno a los Monarcas en los momentos iniciales de la construcción de los fundamentos históricos, políticos, sociales y culturales del reinado de los Reyes Católicos.
Fue, como se ha afirmado, comendador de la ciudad de Úbeda, cargo que casi con toda seguridad obtuvo a raíz de su participación en las campañas militares de esta última fase de la contienda granadina.
Era, además, miembro del Consejo Real y maestresala de los Reyes, sin olvidar el título de alcaide del castillo de Soria, el cual disfrutaba, sin duda, por sus vinculaciones familiares y la pertenencia a uno de los linajes más esclarecidos de aquella ciudad.
Desde 1480 hay constancia de su participación en misiones diplomáticas al servicio de los Reyes Católicos, tal y como se deduce de las innumerables credenciales, instrucciones y correspondencia que entre los Reyes y su embajador se conservan en la documentación de la época. Es ésta, sin duda, esencial para conocer la actuación de Gonzalo de Beteta al frente de la embajada en Roma, en la que fue el primero de los embajadores acreditados de forma permanente desde que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón iniciaron conjuntamente su proyecto de unificación dinástica y hegemónica. La obtención de beneficios eclesiásticos, así como la insistencia en la jurisdicción de los Reyes a la hora de nombrar a quienes habrían de detentar los principales cargos de la jerarquía del clero español, se convierten en los asuntos más frecuentes en las cartas que se cruzan entre los Monarcas y su embajador. A él también correspondió, no obstante, dar cumplimiento a una de las grandes aspiraciones del rey Fernando, es decir, su interés por dotar a la Inquisición aragonesa, aquella institución de origen medieval que desplegó a partir de esta época una gran actividad, de las mismas facultades que se habían conseguido para la del reino de Castilla.
Ocupó también un puesto destacado cerca de Alfonso de Paradinas, obispo de Ciudad Rodrigo, gobernador y responsable hasta su muerte de la iglesia de Santiago de los Españoles y de todos aquellos otros lugares vinculados a la numerosa e influyente colonia española en la Santa Sede.
Gonzalo de Beteta murió en marzo del año 1484, según reza en el epitafio de la tumba que él mismo encargó antes de su fallecimiento, considerada, a pesar de su sencilla fábrica, como uno de los primeros resultados de la recepción de los modelos italianos de tradición anticuaria y clasicista entre los españoles que encabezan y auspician una auténtica renovación artística y cultural sobre el paisaje de fondo de la política internacional de los Reyes Católicos en los albores mismos del mundo moderno.
Bibl.: M. Martel, De la fundación de Soria, del origen de los doze linajes y de las antigüedades desta ciudad, s. l. [1590] (ed. facs., Soria, 1995); D. Enríquez del Castillo, Crónica del Rey D. Enrique El Quarto de este nombre, Madrid, Imprenta de Antonio de Sancha, 1787 (2.ª ed.) (ed. facs., Oviedo, Pentalfa Microediciones, 1989; ed. crítica de A. Sánchez Martín, Valladolid, Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1994); A. Arduini, “L’ambasciata di Spagna presso la Santa Sede”, en L’Illustrazione Vaticana, I (1936), págs. 23-26; A. de la Torre y del Cerro, Documentos sobre relaciones internacionales de los Reyes Católicos, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Marcelino Menéndez Pelayo, 1951; J. Fernández Alonso, “Las Iglesias nacionales de España en Roma”, en Anthologica Annua, IV (1956), págs. 9-96; F. Zamora, “Gonzalo de Beteta, embajador en Roma”, en Celtiberia, 7 (1967), págs. 129-132; J. M. Martín García, Arte y diplomacia en el reinado de los Reyes Católicos, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2002.
Juan Manuel Martín García