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Juan de Castañiza

Biografía

Castañiza, Juan de. Villadiego (Burgos), c. 1555 – Salamanca, 18.X.1599. Benedictino (OSB), predicador, hagiógrafo y cronista.

Había nacido en el seno de una familia cristiana y noble, que le educaría convenientemente. Tomó el hábito benedictino en el célebre monasterio burgalés de San Salvador de Oña, el 2 de septiembre de 1572.

Pasó a estudiar Filosofía a Irache (Navarra) y teología al Colegio de San Vicente de Salamanca, en cuya universidad se doctoraría en Teología en 1592.

Comenzó sus trabajos histórico-hagiográficos benedictinos estando en Salamanca, gracias a fray Antonio de Sea, abad de aquel monasterio (1580-1583), que le animó a ello y propició la publicación de su primera obra: La Vida Sanctíssima y grandes milagros de Nuestro Padre Gloriosíssimo San Benito, patriarcha de las Religiones, que Sant Gregorio Magno y monge nuestro dexó escrita en latín, que tuvo cinco ediciones (Salamanca, 1583; Valladolid, 1599, y Barcelona, 1627, 1633 y 1700), donde en apéndice incluye un Catálogo de los príncipes, doctores y santos que han ilustrado la Orden de San Benito, la Aprobación de la Regla y Orden y las Vidas de San Mauro y San Plácido.

Publicó también Historia de San Romualdo, padre y fundador de la Orden Camaldulense (Madrid, 1597), para hacer propaganda de su Orden, que quería fundar en España, la cual mereció ser traducida al francés y al italiano. Suya es, asimismo, la biografía del venerable Ludovico Blosio, que precede a la traducción castellana de sus obras, hecha por el benedictino fray Gregorio de Alfaro, que tuvo una veintena de ediciones, así como Declaración del Padrenuestro, que se publicó póstumamente (1604). Y venciendo la oposición del Consejo Real y de la Universidad de Alcalá de Henares, publicó Insinuationem divinae pietatis et acta sanctae Gertrudis (Madrid, 1599), que fue la primera edición de las obras de la santa que se hizo en España. Dejó manuscritos una Vida de San Bruno, un volumen de Sermones —que antiguamente se guardaban en Oña— y un centón de textos de diversos autores. Se le atribuyó el Combate espiritual del padre Scupoli, que apareció repetidamente publicado con su nombre; sin embargo, después de una polémica habida con el monje silense fray Mateo del Álamo, que defendía su autoría, la cuestión quedó zanjada definitivamente en su contra por la mayoría de los estudiosos, que aseguran que Castañiza sólo fue el traductor, aunque algunos dudan de si se le han de atribuir los siete últimos capítulos de la obra.

Fue secretario del abad general fray Antonio de Prado (1586-1589) y había comenzado ya a escribir su crónica de la Orden de San Benito cuando el Capítulo General celebrado en 1592 le concedió cien ducados para “que pueda comprar los libros que le fueren necesarios para la obra que hace y crónica de nuestra Orden, y que después de su muerte se pongan en la librería de San Vicente de Salamanca”. No se sabe empero si su crónica se refería en sentido restrictivo a los monasterios de la Congregación de Valladolid o al ámbito peninsular. Fue el primer cronista oficial de la Congregación de San Benito de Valladolid y por serlo el mismo Capítulo le conservó el título y los honores de maestro, a pesar de haber privado de ellos a los monjes que se habían graduado sin licencia del Capítulo General, como al parecer era su caso. Fue lector de Prima de Teología del Colegio de San Vicente de Salamanca (1592-1595) y además excelente predicador, de manera que las actas de los Capítulos Generales dicen que predicó “con tanto aplauso, que no huvo en España quien le hiziese ventaja [...] porque el espíritu y elegancia con que predicava era tan aficaz y penetrante en los corazones de los oyentes, que le veneraban mucho, porque a sus letras y palabras acompañava una vida muy penitente”. Asistiendo al Capítulo General de 1595, en calidad de procurador del monasterio de Nuestra Señora de Obona (Asturias), fue elegido predicador de San Martín de Madrid y definidor general (1595-1598), y además se le otorgó voto activo y pasivo en todos los Capítulos Generales, con título de procurador del monasterio de Sant Feliu de Guíxols, “para que su religión, prudencia y letras ayudasen a la buena dirección de todas las cosas que en el capítulo se tratassen”, pero como en su humildad se resistía a aceptar este honor, le obligaron “con precepto y çensura que lo acceptasse y assí, obedesçió”.

En este mismo año de 1592 redactó las primeras Constituciones de los benedictinos recoletos, que luego modificaría el abad general fray Alonso de Corral en 1601. Siendo predicador de San Martín de Madrid, en 1594 asistió a la muerte del arzobispo de Toledo, cardenal Gaspar de Quiroga, de quien fue confesor, testamentario y ejecutor de sus últimas voluntades, e hizo la oración fúnebre panegírica del venerable fray Sebastián de Villoslada, abad de San Martín de Madrid (1597). Felipe II le nombró su predicador, capellán y limosnero, además de censor teólogo y consultor de la Inquisición, aunque en cierta ocasión el mismo monarca le ofreció el arzobispado de Mesina para acallar su posición a imponer una exacción de tributo, pero el padre Castañiza rehusó aceptar aquel arzobispado y todas las sedes episcopales que el Rey le ofreció en diversas ocasiones.

En 1598, el Capítulo General le confió el examen de una bula de Gregorio XIII y le reeligió predicador de San Martín de Madrid, pero enfermó ese mismo año. Felipe II le apreciaba tanto que mandó fuera atendido por sus médicos y farmacia reales, pues también le tenían como director espiritual muchos nobles de la Corte. Mas viendo él que no mejoraba, renunció a su cargo de predicador y retirose a San Vicente de Salamanca, donde murió con fama de santidad, en brazos del abad de aquel monasterio, fray Antonio de Yepes, que sería su sucesor como cronista general de la congregación y que dejó escrito de él: “La muerte de este insigne monge fue santa y digna de embidiarse como su vida. Siendo de mediana edad, los estudios y penitencias le quebrantaron y combatido de varias enfermedades y penosas, acabó con gran conformidad con la voluntad de Dios y singular paciencia. Fue devotíssimo de nuestro padre San Gregorio; rogóme le enterrasse enfrente del altar consagrado a este santo, como se hizo. [...] Tengo muchas razones para acordarme de él, no tanto por nuestra estrecha amistad y por haver muerto en mis manos en Salamanca, quanto por la mucha religión que siempre conocí en él y las muchas letras que tenía [...] de que no tengo que hacer yo mucho encarecimiento, pues por este título de predicador era conocido en toda España y en todos los mejores puestos della dura y durará su nombre y fama eternamente. [...] Era tan gran siervo de Dios, como todo el mundo sabe, y perpetua oración, continuo exercicio del púlpito; el trato de las personas principales que le comunicavan para aquietar sus conciencias y el nunca dexar la pluma de la mano le quebrantaron y consumieron, de manera que siendo no de mucha edad le llevó Nuestro Señor al cielo, sin dexar maduros ni sazonados los frutos que se esperavan de un tan grande ingenio y juizio”.

Sobre su tumba pusieron este elogioso epitafio: “Venerabili Magistro Fr. Ioannes de Castañiza, benedictino, sermone aureo, ore facundo, in dicendi suavi, in persuadendo miro, apostolo Paulo predicatione simillimo ob amabilem vitae suae sanctitatem honori et decori omnibus, post oblatas sibi a Philippo praeclaras dignitates ac magnifice spretas, charissimi sui D. M. Oldefonso Curiel petitione, prope ipsum tumulato. Obiit XVIII. Octo. Anno MDLXXXXVIIII”. También le elogia el cardenal José Sáenz de Aguirre, diciendo: “Salmanticae ingentem sui admirationem commovit et vel ferrea peccatorum corda emolivit ad penitentiamque reduxit, tandem que in collegio nostrae sanctae obiit venerabilis sapientissimusque M. Fr. Ioannes de Castañiza, sacra Evangelii tuba, doctrinae solidae e divinioris aerarium, non mollis, illecebrosae et inutilis qualem hodie innumeri ex concionatoribus venditant”. Además de gran predicador, fue también excelente traductor, escritor ascético y hagiográfico e historiador. Con todo, sobresalió más como piadoso escritor de vidas de santos y traductor de obras que como historiador, puesto que a diferencia de su sucesor, el padre Yepes, apenas manejaba la crítica histórica, de modo que se parecía más a un recopilador y divulgador que a un historiador. Su crónica de la Orden quedó manuscrita e inconclusa y parece que el ámbito de la misma era principalmente recoger los testimonios de santidad de la Orden benedictina.

De todo este material se aprovechó luego el padre Yepes para su Corónica General de la Orden de San Benito.

 

Obras de ~: Insinuationem divinae pietatis et acta sanctae Gertrudis, trad. de ~, Madrid, Herederos de Juan Íñiguez de Lequerica, 1559 (Madrid, Ldo. Vázquez de Castro, 1599); La Vida Sanctíssima y grandes milagros de Nuestro Padre Gloriosíssimo San Benito, patriarcha de las Religiones, que Sant Gregorio Magno y monge nuestro dexó escrita en latín, con las vidas de Sant Mauro y Sant Plácido, Salamanca, Juan de Junta, 1583 [Valladolid, Juan de Millis, 1599; Barcelona, Lorenzo Déu, 1627 y 1633, y R. Figueró, 1700 (la primera y tercera en la ed. del Fasciculus Benedictinus y la segunda en el Compendio de ejercicios espirituales, de fray Pedro de Burgos y Valle, abad de Montserrat); incluye un Catálogo de los príncipes, doctores y santos que han ilustrado la Orden de San Benito, la Aprobación de la Regla y Orden del Gloriosíssimo Padre San Benito y las Vidas de San Mauro y San Plácido (que pueden verse en las eds.

de 1583 y 1599)]; Historia de San Romualdo, padre y fundador de la Orden Camaldulense, Madrid, Ldo. Castro, 1597 (trad. al fr., Lyon, 1615; trad. al it., Venecia, 1605; Florencia, 1671; Nápoles, 1685); S. de Villoslada, abad de San Martín de Madrid, Oración fúnebre panegírica, trad. de ~, 1597; Obras de Ludovico del V. P. Blosio, trad. cast. de fray Gregorio de Alfaro, OSB, Sevilla, 1598; Declaración del Padrenuestro, Madrid, 1604; Vida de San Bruno; P. Scupoli, Combate espiritual, o tratado de la perfección christiana, trad. de ~ (inéd.) (trad. cast. de D. González del Cueto, Madrid, Librería de Ángel Calleja, 1856); Sermones, s. f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Congregación de San Benito de Valladolid (abadía de Silos), Actas de los Capítulos Generales, I, fols. 404v., 405v., 406v., 410v., 411r., 412v., 413bisr., 420v. y 428v.

A. de Yepes, Corónica general de la Orden de San Benito, vol. I, Irache, 1609, fol. 3v.; vol. V, Valladolid, 1615, fols. 337r.-v.; y vol. VI, Valladolid, 1617, fol. 346r.; J. Sáenz de Aguirre, Ludi Salmanticenses seu theologia florulenta, vol. I, Salamanca, 1668, págs. CXXXVI-CXXXVII; G. Argaiz, La soledad laureada por San Benito y sus hijos, vol. VI, Madrid, por Francisco García Fernández, a costa de Gabriel de León, 1675, pág. 504; La Perla de Cataluña. Historia de Nuestra Señora de Montserrat, Madrid, 1677, pág. 449; A. de Heredia, Vidas de santos, bienaventurados y personas venerables de la Sagrada Religión de N. P. San Benito, vol. IV, Madrid, Francisco Sanz, 1686, pág. 112; J. Pérez de Úrbel, Semblanzas benedictinas, vol. II, Madrid, Voluntad, 1925, págs. 250-251; M. del Álamo, “Castañiza (Jean)”, en M. Villers (dir.), Dictionnaire de Spiritualité, t. 2, Paris, Beauchesne, 1932-1995, cols. 277-278 [y en A. Braudillart, A. de Meyer y R. Aubert (dirs.), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques, t. 11, Paris, Letouzey et Ané, 1993, cols. 1414-1415]; M. Muñoz, El libro “Becerro” del monasterio de San Juan de Burgos, Burgos, 1950, pág. 178; B. Mas, “La atribución del ‘Combate espiritual’ a Juan de Castañiza OSB (muerto en 1599)”, en Juan Flors (ed.), Corrientes espirituales en la España del siglo XVI: trabajos del II Congreso de Espiritualidad, t. 1, Barcelona, Universidad Pontificia de Salamanca-Centro de Estudios de Espiritualidad, 1963, págs. 165-176; R. Álvarez, Varones insignes de la Congregación de Valladolid, Pontevedra, Museo Provincial, 1967, págs. 87-89; E. Zaragoza Pascual, Los Generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, Burgos, Aldecoa, 1973, vol. II, pág. 464; vol. III, 1980, págs. 350-351; y vol. IV, 1982, págs. 416-417; “Primera fundación de la Orden Camaldulense en España (1597-1602)”, en Studia monastica, 28 (1986), págs. 359-392; “Cronistas generales de la Congregación de San Benito de Valladolid”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. 189 (1992), págs. 96-100.

 

Ernesto Zaragoza Pascual

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