Lóriga y Reguera, Domingo Antonio. El Grove (Pontevedra), 1782 – La Coruña, 9.IX.1855. Mariscal de campo de los Reales Ejércitos, caballero laureado de San Fernando, caballero de la Orden de Santiago, jefe de Estudios del Real Colegio de Artillería, capitán general interino de Galicia, diputado a Cortes.
Domingo Antonio Lóriga Reguera, era hermano de otro célebre artillero, Juan Lóriga y Reguera, cuya trayectoria en Perú, junto a Joaquín de la Pezuela y Sánchez Capay y José de la Serna e Hinojosa, también artilleros, virreyes y jefes del Ejército en el Nuevo Mundo durante la Guerra de la Independencia, está recogida en las Memorias para la Historia de las Armas Españolas en el Perú, que escribió el brigadier García Camba.
Figura de gran relevancia política y prestigio dentro del Cuerpo de Artillería, en enero de 1799 ingresó como caballero cadete en el Real Colegio de Artillería con sede en el Alcázar de Segovia. En 1802 ascendió a subteniente, y significativamente, en una relación de cadetes de este año se le califica como “de sobresaliente talento”. Brillante sin duda, pero de fuerte carácter, en 1803 el subteniente Lóriga solicitaba “avanzar cinco antigüedades” en su promoción que se restaron al salir del Colegio, según las actas del consejo escolar “por su genio disputado”. Ciertamente, la pérdida de puestos en aquel centro de enseñanza era frecuente por lo que genéricamente Loygorri denominó en un documento como “travesuras de cadete”.
Antonio Lóriga contrajo matrimonio en 1815 en La Coruña con Rosa Taboada y Mondragón, hija de María Nicolasa Reguera y de Francisco Taboada y Gil, dueño del pazo de Linares y del solar de Betanzos.
En 1804 ascendió a teniente, y su bautismo de guerra tuvo lugar en la Guerra de la Independencia, en la que participó destacadamente. Estuvo presente en la acción de Cabezón, junto al general Gregorio de la Cuesta, donde se sufrió un descalabro el 12 de junio de 1808. Asimismo, intervino en la acción y derrota de Medina de Rioseco, del 14 de julio del mismo año, siendo herido de gravedad al ser arrollado por un carruaje de artillería, mientras acompañaba a las fuerzas del general Blake. Más tarde, estuvo bajo las órdenes del marqués de La Romana y combatió en Asturias y Galicia. Por los méritos contraídos por estas últimas intervenciones recibió la Cruz de 1.ª Clase.
Ya en 1809 estuvo en las acciones que tuvieron lugar en diferentes puntos de Castilla la Vieja, dirigidas por el duque del Parque, como la de Tamames, que tuvo lugar el 18 de octubre, la de Medina del Campo, del 25 de noviembre, y la de Alba de Tormes, del 18 del último mes citado. Ascendió a capitán en 1810, grado que obtuvo como ayudante de profesor de la Academia de Caballeros y Cadetes. En ese mismo año participó —según se recoge en su Hoja de Servicios, que se conserva en el Archivo General Militar de Segovia— en “algunos encuentros de poca consideración” en las proximidades de Badajoz con el 5.º Ejército de Operaciones, mandado por el marqués de La Romana. En las campañas anteriormente citadas de los años 1809 y 1810, fue ayudante del comandante general de Artillería.
A pesar de haber renovado el empleo de 2.º ayudante de este cuerpo, cargo que le fue conferido el 9 de mayo de 1810, Lóriga Reguera fue ayudante de Estado Mayor en el 6.º Ejército de Operaciones en 1811. Ese año combatió bajo las órdenes de los generales José María Santacildes y Javier Abadías con el 6.º Ejército en las acciones de Órbigo, Molina de Seca y otras alrededor del frente de Astorga. De igual forma, en 1812 luchó junto al ejército aliado formado por españoles, ingleses y portugueses al mando del duque de Ciudad Rodrigo, en la retirada desde Rueda a la frontera de Portugal.
En plena Guerra de la Independencia, Domingo Antonio Lóriga Reguera firmó una instancia junto con otros compañeros del 6.º Distrito como José de Quijano, José López, Juan Horrén, Manuel Pilón o Cándido María de Bezaza dirigida al entonces director general de Artillería, Martín García Loygorri, el 15 de junio de 1812, pidiendo que se perpetuara la memoria ilustre de Daoíz y Velarde. A esta moción se unieron después todos los subinspectores y comandantes generales de Artillería de los Ejércitos de la Península y de Ultramar.
Durante la Guerra de la Independencia, en el Real Colegio de Artillería de Segovia, centro puntero de enseñanza científico-militar de la época, que contaba con una excepcional biblioteca, se decidió que se embalarían todos sus libros por si fuera necesario su traslado.
Los franceses, a su llegada al Alcázar respetaron únicamente la biblioteca, la sala de máquinas e instrumentos y la clase de química, pero es importante señalar que tras su visita a este centro de enseñanza desapareció la colección de ejemplares de la primera edición del Tratado de Artillería de Morla, al igual que su Arte de Fabricar Pólvora, razón por la que, cuando el Colegio de Artillería volvió a Segovia tras la Guerra y la estancia en Baleares, García Loygorri dispuso de manera inmediata que se reimprimiera el Tratado, pues ésta era una obra indispensable para la enseñanza de la ciencia artillera. De este modo, la biblioteca permaneció en el Alcázar mientras el Real Colegio inició un largo periplo por toda la geografía peninsular durante los años que duró la contienda con los franceses, ubicándose finalmente en Baleares.
Como consecuencia del respiro que supuso la victoria de Los Arapiles, por Real Orden de 23 de agosto de 1812, García Loygorri comisionó a Domingo Antonio Lóriga Reguera para ir a Segovia, ya que “en vista de que la suerte de las armas nos faborece y hay sobrados motivos para creer al Exercito aliado posesionado de Segovia” para que “pasando á Segovia y después á Madrid recovre sino todo al menos lo que haya de precioso depósito de máquinas, e instrumentos, y libros, y cuantos modelos se recivieron en el Museo Militar que estaba al cargo del Cuerpo”. García Loygorri envió, al mismo tiempo y en la misma comisión que a Lóriga Reguera, a Luis Beltrán y a un capitán de fragata, Felipe Bauza, interino director del Depósito de Hidrografía.
A este último se le dijo que fuera a Madrid por el camino de Extremadura y sacase también los papeles de la Secretaría de Estado del Despacho de Marina y los del Museo perteneciente a dicho Cuerpo.
Desde Cádiz Loygorri ponía de manifiesto la importancia de todo lo reunido en el Alcázar de Segovia, que había que salvar.
De hecho, fechado en Cádiz en 1812, García Loygorri habla de la importancia de lo reunido en el Alcázar de Segovia para salvar todo y “las planchas del Tratado de Artillería de Morla”. Domingo Antonio Lóriga Reguera fue el encargado de trasladar las obras que quedaron en el Alcázar de Segovia tras el paso de los franceses por aquel lugar. El inventario de los libros que trasladó a la isla es uno de los que aún hoy se conserva con su firma autógrafa en la Biblioteca de la Academia de Artillería de Segovia.
En 1814 regresó de su cautiverio, ya que fue hecho prisionero de guerra permaneciendo en Francia. De este percance probablemente se resintió físicamente, ya que en 1820 parece que su “salud se agrava”, según aclararon los médicos que le atendieron, el doctor Eugenio Arrieta y el médico cirujano José Menéndez.
Lóriga Reguera sufría una dolencia crónica de garganta, que se agravó considerablemente desde su estancia en Madrid en el año 1816. Debido a estos problemas, justificó su solicitud para pasar a Galicia, ya que ambos médicos acordaron recetarle las aguas termales de Caldas de Rey y los baños de mar.
El tratamiento surtió efecto, porque además del alivio sintomático se le comenzó a aclarar la voz. Los médicos, para asegurarse que no volvería a recaer, emitieron un certificado médico en el que decían querer una “cura radical” del enfermo, por lo que le recomendaban evitar el rígido clima de la capital, pedir prórrogas o pedir destino en Barcelona. Por esto, Lóriga Reguera pidió, el 6 de diciembre de 1820, quedar exonerado de su cargo de vocal de la Junta Superior Facultativa. Por Real Cédula de 23 de febrero de 1818 se le concedió la Cruz de San Hermenegildo.
En 1822 fue jefe superior político interino de las cuatro provincias que componían el reino de Galicia y, el 1 de octubre del siguiente año ascendió a teniente coronel gracias a los méritos obtenidos por los servicios prestados durante la Guerra de la Independencia y se le nombró jefe político de Villafranca.
En 1826 fue purificado por la “Real Junta de Purificaciones de Generales, Brigadieres y Coroneles”.
Desempeñó cargos políticos, mandos de tropas, destinos de industrias.
La etapa en la que estuvo destinado en la Fábrica de Armas de Oviedo fue muy fructífera, ya que consiguió, en el año 1828, que aumentara considerablemente su producción.
Con posterioridad, Lóriga Reguera fue ayudante de profesor en el Colegio de Artillería durante los años que aquel centro permaneció en Alcalá de Henares y bajo la dirección del insigne artillero Joaquín Navarro Sangrán, entre el 7 de agosto de 1830 y el 13 de agosto de 1833 y al poco tiempo ascendió a profesor primero, cargo equivalente al de jefe de estudios. En 1832 se le comisionó de Alcalá a Madrid pero realizó una solicitud para que se le eximiera del nuevo destino que le había asignado la Junta Superior Facultativa del Cuerpo de Artillería por motivos de salud y “por no estar instruido para redactar un Tratado de Artillería” para la Academia de Caballeros Cadetes. En 1833 ascendió a coronel “por las gracias del Augusto enlace del Señor Rey D. Fernando VII con la Reyna Amalia” y se le concedió, por Real Orden de 4 de julio de 1833 la Cruz Supernumeraria de Carlos III por méritos como profesor primero de la Academia de Caballeros Cadetes. Al año siguiente fue gobernador civil y subdelegado de Fomento de La Coruña.
Lóriga Reguera fue director de la Fábrica de Municiones de Hierro Colado de Sargadelos. En 1838 pasó de allí a la Fábrica de Oviedo y en 1839 a la de Trubia.
Fue diputado a Cortes por dos veces por La Coruña, para las elecciones del 22 de septiembre de 1837 y del 19 de enero de 1840. El 27 de enero de 1842, Lóriga Reguera ascendió a comandante general del distrito y fue jefe de escuela por elección. En ese mismo año disfrutó de un permiso de cuatro meses para poder usar los baños minerales de Arteijo (La Coruña) con su sueldo pagado, para mejorar su garganta y pasó la revista de Inspección al 8.º Distrito (Extremadura), haciendo lo mismo en 1849 en Asturias y Galicia.
Asumió el cargo de coronel director entre el 8 de octubre de 1843 y el 30 de enero de 1846, momento en el que ascendió a mariscal de campo.
Desde septiembre de 1847 fue capitán general interino de Galicia. También tuvo el empleo de comandante general de la provincia de La Coruña en dos ocasiones. Recibió muchas recompensas entre las que es importante destacar que fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Le dieron, además, la Cruz de 1.ª Clase de San Fernando, la Gran Cruz de Isabel la Católica por Real Resolución de 14 de junio de 1846, por haber contribuido a sofocar la sublevación militar ocurrida en abril de 1846 en Galicia. Además, por Real Orden de 8 de agosto de 1847, recibió una mención honorífica por la intervención que realizó en Portugal. Domingo Antonio Lóriga fue, además, presidente de la Academia de Bellas Artes de La Coruña por Real Nombramiento de 1850.
Bibl.: J. Pérez de Guzmán, El Dos de Mayo de 1808 en Madrid, Madrid, Est. Tipográfico Sucesores de Ribadeneyra, 1908; J. Vigón: Un personaje español del siglo XIX (el Cuerpo de Artillería), Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1930; Historia de la Artillería Española, Madrid, 1947; F. Fernández Bastarreche, El ejército español en el siglo XIX, Madrid, Siglo XXI, 1978; G. S. Payne, Los militares y la política en la España Contemporánea, Madrid, Sarpe, 1986; M. D. Herrero Fernández-Quesada, La enseñanza militar ilustrada. El Real Colegio de Artillería de Segovia, Segovia, Academia de Artillería, 1990; Cañones y probetas en el alcázar. Un siglo en la historia del Real Colegio (1764-1862), Segovia, PAS, 1993; “La artillería en la Guerra de la Independencia”, en Al pie de los cañones. La artillería española, Madrid, Tabapress, Ministerio de Defensa, 1994.
María Dolores Herrero Fernández-Quesada