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Manuel Deschamps Martínez

Biografía

Deschamps Martínez, Manuel. La Coruña, 1853 – Canet del Mar (Barcelona), 1923. Capitán de la Marina mercante española.

Nació en La Coruña en 1853, durante el reinado de Isabel II. Cursó los estudios teóricos de Náutica, a cuyo término en 1868, año de la llamada Revolución Gloriosa, inició las prácticas de navegación. En 1872 alcanzó el grado de primer piloto y estuvo al mando de diferentes veleros con los que realizó un intenso tráfico comercial con América. En 1878 ingresó en la Compañía Trasatlántica Española, entonces llamada Compañía de Vapores Antonio López. Ascendió a capitán y continuó con el mando de buques de la citada compañía, adquiriendo singular notoriedad mandando el Montserrat que tan brillante papel habría de desempeñar durante la guerra con los Estados Unidos. Guerra naval si corta en tiempo y desafortunada en resultados no fue, sin embargo, cicatera en actitudes de sacrificio y heroísmo, y en la que la Marina mercante y sus hombres más destacados fueron eficaces colaboradores en las peripecias de la contienda suministrando material de guerra, víveres, correos y noticias, forzando bloqueos con extraordinaria pericia, e incluso coadyuvando muy directamente en situaciones críticas, como el caso del vapor Alicante, de la Compañía Trasatlántica, que al mando de su capitán Antonio Genís, surto en el puerto de Fort de France, en la Martinica francesa, no sólo proporcionó noticias directas de la situación al jefe de la flotilla de torpederos de la escuadra del almirante Cervera, sino que le ayudó a escapar de aquel puerto, contraviniendo la prohibición del gobernador, facilitándole luces desde sus propios botes, con el riesgo de quedar internado en el citado puerto caribeño.

Poco antes de la declaración de guerra entre Estados Unidos y España, el capitán Deschamps salió del puerto de Cádiz al mando del vapor Montserrat el 10 de abril de 1898 con material de guerra, carga general, pasaje y correspondencia, con destino inicial a las Islas Canarias para proseguir luego viaje a Cuba. Llevaba también a bordo quinientos soldados y numerosos jefes y oficiales. El viaje era sumamente arriesgado, iniciado en vísperas de guerra y cuando era esperada de un momento a otro la ruptura de hostilidades por lo que a la llegada a Canarias no pudo conocer nada concreto sobre la actitud de los Estados Unidos y se hizo a la mar rumbo a Martinica, siendo, por tanto, su misión muy delicada y sus responsabilidades inmensas, ya que la captura del Montserrat por la escuadra norteamericana no hubiese constituido un vulgar apresamiento o un acto de piratería, sino que habría significado una pérdida muy importante en los prolegómenos de una guerra que respondía esencialmente a un suma y sigue de desaciertos políticos.

El 22 de abril llegó el Montserrat a la Martinica y allí fue informado Deschamps de la declaración de guerra, por lo que aquella misma tarde salió para Cienfuegos navegando con tal pericia que burló la línea de bloqueo impuesta por los norteamericanos. Fondeó en Cienfuegos el 28 de abril y a los pocos momentos abrieron fuego sobre la plaza dos cañoneros yanquis con el fin de impedir el desembarque del material del Montserrat. Deschamps había salvado todos los obstáculos, reconociendo la costa occidental de la isla de Cuba, pasando por enfrente de Mariel y Bahía Honda y continuando por el norte de la provincia de Pinar del Río hasta dar la vuelta al cabo San Antonio y, siguiendo inverso camino por la parte sur de la Gran Antilla, dio el ancla en la bahía de Jagua, en la ciudad de Cienfuegos.

Llamado a La Habana por el capitán general Ramón Blanco, Deschamps recibió órdenes de regresar a la Península con pliegos de importancia para el Gobierno y de nuevo consiguió con habilidad burlar el bloqueo norteamericano. A última hora de la tarde del 6 de mayo salió el buque rumbo al sur, pasando entre los Caimanes y bancos del sur de Jamaica, de donde se derivó para cruzar entre Guadalupe y Montserrat poniendo rumbo a La Coruña, puerto al que arribó el 20 de mayo. Por estas meritorias acciones el capitán Deschamps fue condecorado con la Cruz Roja del Mérito Naval, siéndole regalada la condecoración por la reina regente doña María Cristina e imponiéndosela con toda solemnidad en el Ministerio de Marina el jefe de Estado Mayor de la Armada, el vicealmirante Butler.

En la mañana del 15 de julio, Deschamps y su buque se hacían nuevamente a la mar conduciendo víveres y material de guerra, en un ambiente más propenso a la desolación que al optimismo. Ya se conocían las noticias del desastre naval de Santiago y la aniquilación de la escuadra de Cervera y se barruntaba el desenlace de un final inevitable. Pero las tropas resistían en Cuba y la asistencia logística seguía siendo necesaria. Deschamps prefirió la ruta del norte con el fin de entrar en Cuba por el Canal Nuevo de Bahamas y así navegó hasta el día 27 en que, correspondiéndole la recalada al amanecer de dicho día, paró máquinas durante ocho horas para esperar al anochecer y no hacerse visible en los canales. Limpió los hornos y navegó toda la noche del 27 por los canales de Providencia y Nuevo Bahamas hasta las dos de la tarde del día siguiente, cuando fondeó en el banco del Lago Sal para ocultarse allí en la noche. Al comenzar el nuevo día puso rumbo a la costa sur de Cuba hacia un punto a quince millas de Matanzas, evitando ir directamente a la boca de ese puerto. Casi a media noche se encontraba a una distancia de dos cables de la costa cubana pero a las once horas quince minutos avistaron por el través de babor un buque enemigo que, habiendo divisado al Montserrat, abrió fuego de cañón. Era extremadamente difícil la situación del buque perseguido, que tenía la costa por estribor, a menos de dos millas de distancia, y al buque enemigo por babor, lo que le impedía la huida hacia mar adentro por lo que se encontraba apresado en un estrecho paso en el que las sombras de la noche y la dificultad de apreciar la distancia a la costa lo ponían en peligro de varar en ella si procuraba alejarse del enemigo, o de caer en su poder si arrumbaba a mar abierta.

El capitán Deschamps escogió quizás la solución más arriesgada pero más práctica: forzó la máquina a máxima presión y continuó a toda velocidad hacia la boca del puerto de Matanzas, perseguido por el buque americano hasta la misma boca, y temiendo que si hacía a los vigías las señales convenidas para ser reconocido, pudieran éstas servir de blanco a los cañones enemigos por lo que entró “a pecho descubierto”, asumiendo el riesgo de ser víctima de las baterías avanzadas españolas. A media noche fondeó en la bahía de Matanzas que, en la mañana del 29, quedó bloqueada por un acorazado y varios cruceros yanquis. Pero si el Montserrat no fue la presa apetecida de los mandos navales norteamericanos, que comenzaban a estimarlo ya como buque legendario.

La heroica acción de Deschamps encontró de inmediato el justo reconocimiento. La ciudad de Cienfuegos le hizo entrega de un reloj de oro con el escudo de la ciudad, y en Matanzas también fue homenajeado con otra medalla con expresiva dedicatoria: “Al experto y valiente capitán del vapor Montserrat don Manuel Deschamps en conmemoración de su segundo viaje a Cuba burlando el bloqueo americano”, pudiendo leerse en su reverso: “El Ejército y voluntarios de Matanzas —28 de julio de 1898—”.

La popularidad que de inmediato alcanzó Manuel Deschamps fue extraordinaria y se prolongó en el tiempo y en los sucesivos mandos que el marino desempeñó, entre ellos el del trasatlántico Alfonso XII, en el que la infanta doña Isabel de Borbón hizo el viaje a Buenos Aires con motivo de la conmemoración de la independencia argentina. En aquella ocasión, ochenta capitanes de la Marina mercante de varias naciones le rindieron un homenaje de admiración y el Centro Gallego de la ciudad porteña le dedicó un expresivo diploma con motivo de sus bodas de oro con la Marina (1910). Su último mando fue el del trasatlántico Infanta Isabel de Borbón, que ejerció desde 1913 a 1919.

En el Museo Naval de Madrid se conserva un óleo de Deschamps, acompañado de la infanta en el puente del trasatlántico durante el citado viaje y en el Museo Marítimo de Barcelona se guardan igualmente la placa que le ofreció la colonia española en Buenos Aires en abril de 1907 con motivo de su viaje n.º 150; otro pergamino ofrecido por la guarnición de Matanzas, agradecida a los auxilios que recibió tras el forzamiento del bloqueo de la escuadra norteamericana, y el sextante que utilizó en sus principales viajes. También existe en dicho museo una pintura al pastel del vapor Monserrat, ofrecida al capitán Deschamps por la dirección de la Compañía Trasatlántica con motivo de sus bodas de oro con el mar, mientras que la famosa revista La Ilustración Española y Americana, la de mayor prestigio y tirada de la época, le rendía también su homenaje de admiración y afecto.

Agotado por sus muchos servicios, pero ágil de memoria y mente, el capitán Deschamps falleció en Canet de Mar (Barcelona) en 1923. La Armada le rindió su postrer homenaje disponiendo que sus restos fueran trasladados al Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando, sentando un precedente hasta la fecha inédito. La solemne ceremonia de la inhumación se celebró el 2 de diciembre de 1998, con asistencia de las más altas autoridades de la Armada y rindiéndosele honores de capitán general. Todo un símbolo.

 

Bibl.: V. Concas Palau, La escuadra del almirante Cervera, Madrid, Editorial Crítica, 1989; J. Cervera Pery, El Panteón de Marinos Iustres. Trayectoria histórica. Reseña Biográfica, Madrid, Ministerio de Defensa, 2005.

 

José Cervera Pery

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