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Alfonso Torres Fernández

Biografía

Torres Fernández, Alfonso. Zurgena (Almería), 27.VIII.1879 – Granada, 29.IX.1946. Predicador jesuita (SI), consejero y orientador espiritual.

Fue duodécimo hijo de Antonio Torres y Catalina Fernández, una familia humilde. Pudo comenzar sus estudios de humanidades en el seminario de Almería, gracias a la ayuda económica de un clérigo (1892). Sin acabar aún el curso de filosofía (1899), marchó al noviciado de los jesuitas de Granada, de donde lo reclamó su padre. Tras un año de Teología y gracias a la generosidad de su bienhechor, se fue al Colegio español de Roma, donde se doctoró en Filosofía y en Teología por la Universidad Gregoriana y logró el título de bachiller por la Academia de Santo Tomás. Ordenado sacerdote (1903), volvió a España, obtuvo una canonjía en Cádiz y empezó a actuar en la diócesis como predicador (1905). Un tiempo después, durante un retiro sacerdotal en Málaga con el jesuita José M. Aicardo, decidió ingresar en la Compañía de Jesús (1908). Tras emitir sus votos y repasar Filosofía y Teología en Granada y Murcia, fue destinado a la Casa Profesa de Madrid (1912).

Allí desarrolló una gran actividad de predicador y consejero, debido a su elocuencia y prudencia pastoral. Supo unir la exégesis bíblica tradicional con la espiritualidad ignaciana, marcada por la teología radical de la cruz y el toque abierto a la mística teresiana, en sus Lecciones sacras. Varias de éstas serían publicadas por El Siglo futuro, periódico integrista que las consideró muy cercanas a su propia ideología. Fueron también muy apreciadas sus conferencias cuaresmales y eficaces sus proyectos apostólicos, como el apoyo a la erección del monumento al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles de Getafe (1919). Al siguiente curso completó su formación con el año de retiro en Manresa y, de nuevo en Madrid, fundó la Congregación de Caballeros del Pilar (1920), cuyas ayudas fueron decisivas para la construcción de una parroquia del mismo nombre, entonces en los suburbios. A poco de incorporarse definitivamente a su Orden (1921), la Casa Real le pidió la oración fúnebre tras el magnicidio del presidente Eduardo Dato. Entre 1921 y 1925, realizó dos viajes de estudio por Palestina, y otro, de predicación y ejercicios espirituales, muy bien aceptados, por Argentina y Chile.

Al separarse jurídicamente las provincias jesuíticas central y sur de España (1924), Torres siguió en Madrid y fue superior de la Casa Profesa (1927). Desde allí apoyó las fundaciones de varios monasterios femeninos descalzos de sentido reformista, iniciados por María Maravillas Pidal (1891-1974), canonizada en el año 2003. En la Semana Santa de 1931 realizó un sermón que resultó premonitorio. Aún no se había cumplido el mes de la Segunda República, cuando fue incendiada la Casa Profesa ante la indefensión de la policía. Torres y su comunidad debieron huir para salvar la vida, siendo testigos de la destrucción del edificio, la desaparición de valiosas reliquias tanto de la Orden como de la biblioteca y de los propios enseres. Recién mudados a otra casa, la Compañía de Jesús fue expulsada de España (1932) y debieron dispersarse por domicilios de amigos. El superior, con todo, averiguó que la policía lo buscaba y marchó precipitadamente en un viaje muy accidentado, primero a Portugal y de allí a Roma. En su nueva residencia, atendió a la colonia española y a los exiliados, entre ellos al rey Alfonso XIII; profundizó sus estudios bíblicos, predicó en italiano y dio los ejercicios espirituales a varias congregaciones religiosas, también en Francia y Bélgica. A los pocos meses de comenzada la Guerra Civil, volvió a Sevilla (1937), donde fue nombrado superior de la residencia local (1938-1940). Luego regresó a Madrid (1942-1943), para restaurar la Congregación del Pilar. Al debilitarse su salud, volvió a Sevilla (1944) con su actividad pastoral limitada. Sin embargo, aceptó impartir cursos de predicación muy marcados por la teología paulina en la Facultad Teológica de Granada. Allí murió de perforación intestinal, cuando se disponía a impartir el segundo curso (1946). Sus restos fueron llevados (1970), del cementerio de su casa, al templo del monasterio carmelita en el Cerro de los Ángeles.

Alfonso Torres dejó recuerdo de un hombre espiritual y de orador insigne. Su doctrina exigente, siempre bajo formas delicadas, fue apreciada por muchos. Aunque al final de su vida sufrió por las críticas de ciertos sectores, su influjo fue reconocido en gran parte de España y de la Compañía de Jesús de su época.

                             

Obras de ~: A la memoria del [...] Sr. D. Eduardo Dato e Iradier, Presidente del Consejo de Ministros: oración fúnebre pronunciada en los funerales el día 14 de marzo de 1921, en la Iglesia de San Francisco el Grande, Madrid, Tall. Instituto Geográfico y Estadístico, 1921; Obras completas, ed. de C. Carrillo de Albornoz, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 1967-1973, 9 vols.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Provincia Bética (Granada), Correspondencia y documentación, caja 62.

M. Ruiz Jurado, [“Torres, Alfonso”], en M. Viller et al., Dictionnaire de spìritualité ascétique et mystique, t. XV, Paris, Beauchesne, 1932-1995, págs. 1059-1062; C. Montoto de Sedas, Un orador ascético: el padre Alfonso Torres, Cádiz, Escelicer, 1954; J. L. Gutiérrez, Los caminos de Dios. Doctrina espiritual del P. Alfonso Torres, Madrid, BAC, 1977; Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús: biográfico temático, t. IV, Roma-Madrid, Instituto Histórico de la Compañía de Jesús-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 3825-3826.

 

Manuel Alcalá, SI