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Jesús Álvarez Álvarez

Biografía

Álvarez Álvarez, Jesús. Noceda (León), 14.III.1907 – San Isidro de Dueñas (Palencia), 10.III.1996. Monje cisterciense (OCist.) en Viaceli (Cantabria), abad del mismo monasterio y de San Pedro de Cardeña, primer consejero general de la orden, académico de la Institución Fernán González de Burgos, místico e historiador.

Se llamó Elías en el mundo, y al despuntar la niñez mostró deseos de una formación cultural superior a la que se impartía en los pueblos en la primera mitad del siglo pasado, por lo que dirigió sus pasos hacia la escuela apostólica que funcionaba en la abadía de Viaceli (Cantabria). Era la tónica de la época en esos pueblos subdesarrollados y pobres. Estos niños, al llegar los quince años, optaban por abrazar la vida de los monjes del Císter que los formaban, o bien volvían al mundo con un bagaje de conocimientos no despreciable que les facilitaba iniciar otras carreras. Elías optó por continuar en el monasterio por lo que inició el noviciado, y cambió su nombre por el de Jesús, según solía ser práctica en aquellos tiempos. Continuó los estudios con notable aprovechamiento, y obtuvo muy buenas notas en todas las asignaturas. Fuera de esto, su piedad iba acorde con el aprovechamiento en la cultura, porque tuvo la suerte de ser formado por el santo Pío Heredia, prior de la comunidad, con fama de santo, que coronó su vida con el martirio que le infringieron los enemigos de la fe en 1936.

Recién ordenado sacerdote, estalló la Guerra Civil, de funestas consecuencias para la Iglesia española, particularmente para las órdenes religiosas. Se quemaron iglesias, colegios, monasterios, y fusilaron a sacerdotes, religiosos y seglares comprometidos, fue una triste realidad que da pena recordar, pues España se distinguió siempre por su acendrada fe católica. La comunidad de Viaceli fue detenida y conducida a la cárcel de Santander, cerca de una veintena de religiosos.

Entre ellos estaba señalado fray Jesús Álvarez, pero el hecho de que en un pueblo de la comarca se hallara un hermano suyo de secretario que se interesó por él, hizo posible que fuera liberado. Una persona destacada se acercó al camión en el que iba detenido a Santander y mandó que le bajaran. Los demás fueron conducidos a la capital de la provincia y se dice que la mayor parte de ellos fueron arrojados al mar.

Fray Jesús Álvarez huyó como pudo a campo traviesa y, al fin, tras una odisea de leyenda pudo pasar al bando nacional por Reinosa y apareció en la abadía de San Isidro de Dueñas en el otoño de 1936. Al cabo de algún tiempo le destinaron como superior a Santa María de Huerta (Soria), reciente fundación de Viaceli.

Allí se hallaba en 1940, cuando falleció el abad de Viaceli, de origen francés, y los de la comunidad que se habían salvado del martirio, pusieron los ojos en fray Jesús Álvarez y le elevaron a la sede abacial.

Tres años estuvo al frente de la comunidad, al final de los cuales renunció el cargo y se trasladó a San Pedro de Cardeña. Allí se encontraba cuando la orden autorizó que los españoles pudieran tener en Roma un consejero del general, y el nombrado fue fray Jesús Álvarez. Se trasladó a Roma y permaneció allí varios años hasta que, deseosos los monjes de San Pedro de Cardeña de nombrar su primer abad, eligieron a fray Jesús Álvarez. Desarrolló una labor meritoria en todos los campos, de manera especial en la reconstrucción del monasterio. Se puede decir que durante su gobierno el padre Álvarez reconstruyó y embelleció el templo monástico y se celebró una fiesta muy concurrida para su inauguración en 1950. Con el fin de lograr una fuente de ingresos, necesaria para la vida de la comunidad, montó una fábrica de velas.

A él se debe la difusión de la fama de santidad de una religiosa cisterciense de Grottaferrata (Italia), muerta en olor de santidad. Los artículos titulados con su nombre, sor Gabriela —que en aquellos tiempos era totalmente desconocida en España y muy poco en Italia—, para muchos resultaban un tanto ingenuos, así como la obra sobre sor Gabriela, que obtuvo dos ediciones en poco tiempo. No lo fueron, ni mucho menos, pues el tiempo se encargó de confirmar con milagros la santidad de aquella alma, que fue beatificada por Juan Pablo II en 1983. Esta monja es la gran protagonista de la unidad de los cristianos, que ofreció la vida por este noble ideal, y Dios la aceptó. Es fama de que fueron los hermanos separados los primeros en reconocer su heroísmo, visitando su sepulcro muchos años antes de haber sido reconocidas sus virtudes heroicas.

La mala estrella parece que le perseguía por doquier, porque no podía gobernar la comunidad por mucho tiempo, ya que le acechaba una prueba muy dura.

En 1954, fue invitado oficialmente a tomar parte en la coronación canónica de la Virgen del Canto, de Toro; acudió la víspera del acto con otro monje de San Isidro. Les señalaron para pernoctar el seminario menor de la ciudad. Sucedió que antes de amanecer, el monje compañero se levantó temprano y se dirigió al cuarto de aseo, con tan mala suerte que al abrir la puerta cayó al vacío y quedó muerto en el acto. Se trataba de la puerta del montacargas, contigua a la del baño. No mucho tiempo después, se levantó fray Jesús Álvarez, se dirigió igualmente al mismo cuarto de aseo, vio aquella puerta abierta, echó el pie y se precipitó en el vacío, quedó inutilizado para toda la vida a causa del magullamiento en las vértebras sufrido en la caída. Se vio obligado a permanecer mucho tiempo en reposo, y ya no logró la curación total, por lo que se vio obligado a presentar la renuncia de la abadía.

Su actividad cultural —que fue considerable— comenzó a desplegarse en los primeros años de hallarse al frente de la abadía de Cardeña, se distinguió por su actividad en tres campos: histórico, hagiográfico y espiritual. Su interés en ahondar y difundir la figura del Cid Campeador —tan vinculado a San Pedro de Cardeña, así como a los hijos ilustres de este monasterio— junto con otros trabajos, merecieron que la Academia Fernán-González le nombrara académico numerario de la misma. Difundió la hagiografía, particularmente la cisterciense, pero su preferencia era el campo de la espiritualidad, habiendo sido colaborador asiduo de varias revistas de pensamiento católico y de espiritualidad tradicional. La época posconciliar (desde 1965) se caracterizó por una proliferación de doctrinas disidentes por parte de varios autores que cobraron fama de progresistas; desde el momento en el que un escritor se mostraba en desacuerdo con las enseñanzas luminosas de Roma, para fray Jesús ya no contaba su doctrina y la dejaba a un lado, por mucha fama que tuviera dicho autor. En más de una ocasión trató de desvanecer errores manifiestos de escritores que no sentían, ni pensaban con la Iglesia.

A sus obras hay que añadir diversas colaboraciones que aparecen diseminadas en revistas como Collectanea Ordinis Cisterciensis, publicada por los padres cistercienses de la Estrecha Observancia, Amor de Dios y otras revistas nacionales y extranjeras.

Desde el accidente de Toro, al quedar con una dolencia crónica, se retiró a la abadía de San Isidro de Dueñas, quizá porque tiene una enfermería más cómoda, con preciosas vistas a la vega del Pisuerga, y desde allí trabajaba lo que podía, sobre todo en el campo de la espiritualidad, dirigiendo almas, entre las cuales se cuentan algunas que murieron en olor de santidad. La vida pacífica y los cuidados que se le prodigaban hicieron que llegara a una vejez respetable, llevándole el Señor para darle el premio de sus trabajos.

 

Obras de ~: Almas selectas, Madrid, Imprenta Hijos de Santiago Rodríguez, 1951; Estampas Cistercienses, Burgos, Hijos de S. Rodríguez, 1952; Proyecto de una Bibliografía Cidiana, Burgos, 1952; Senda Blanca (biografía de Sor Rocío), Burgos, 1953; El Cid y Cardeña, Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez [¿1953?]; Cardeña y sus hijos, pról. V. Castañeda y Alcocer, Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez [¿1953?]; Historia de un castellano, discurso de recepción en la Institución Fernán- González el día 14 de noviembre de 1953 y contestación de Martínez Burgos, Burgos, Publicaciones de la Institución Fernán- González [1953]; Pío Heredia, Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1954; Reina y Santa (Las tres hermanas), Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1954; Sor Rocío de Jesús: Aromas de una flor [Zamora, El Correo de Zamora, 1960]; Reina y fundadora (Semblanza de doña Urraca, fundadora de Vileña), s. l., s. f.

 

Bibl.: I. Astorga Arroyo, De la paz del Claustro al martirio, Cóbreces, Abadía Cisterciense de Viaceli, 1948; D. Yáñez Neira, “Un ilustre berciano, fray Jesús Alvarez”, en Bierzo (1996), págs. 45-53.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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