Acebedo Muñoz, Juan Bautista de. Hoznayo (Cantabria), 1555 – Madrid, 8.VII.1608. Obispo, inquisidor general, presidente del Consejo de Castilla.
Hermano de Fernando de Acebedo Muñoz. Estudiaría Gramática en los jesuitas de León, obteniendo en la Universidad de Salamanca el bachillerato en Leyes y en Cánones. De vuelta a León sería ayo y maestro de los sobrinos de Andrés Santos de San Pedro, arzobispo de Zaragoza, quien le designará examinador de su diócesis. Al propio tiempo se licencia y doctora en la Universidad de Lérida.
Poco después de fallecer el arzobispo, el mayor de los Acebedo se traslada en 1586 a Madrid, donde entablará amistad con García de Loaisa, maestro del príncipe Felipe, y con Mateo Vázquez, secretario personal de Felipe II. Sus nuevos amigos le ponen en contacto con Francisco Gómez de Sandoval, marqués de Denia, quien queda impresionado por la personalidad de Acebedo, nombrándole ayo y maestro de su hijo Cristóbal de Sandoval, futuro duque de Uceda.
También Felipe II le concede la merced de su capellán. Al Rey le gustaba oír sus misas y cuando a causa de la gota se encontraba postrado en la cama, mandaba que entrase a decir misa. Le ofrecería el obispado de Galípoli, que no aceptó. El Monarca le nombraría administrador del recogimiento Santa Isabel, fundado en 1592 por Felipe II y destinado a albergar a niñas y huérfanos de padres pobres.
El año del fallecimiento de Felipe II, el obispo de León le otorgará una canonjía y el nuevo Rey, por intercesión del valido marqués de Denia, le concede otra en la catedral de Toledo y también el obispado de Tortosa, que no aceptó.
Cuando se traslada la Corte a Valladolid, se encuentra vacante el obispado de esa ciudad por fallecimiento de su primer titular, Bartolomé Pla, y el duque de Lerma, cumpliendo una orden real, envía a su favorito, Franqueza, a Toledo para transmitirle que acepte la mitra porque quiere tenerle cerca. En su consagración como obispo, celebrada el 17 de junio de 1601 en el monasterio de Nuestra Señora de Prado, perteneciente a los religiosos de la Orden de San Jerónimo, participaría el cardenal arzobispo de Sevilla, Fernando Niño de Guevara, y estuvo presente la Corte en pleno y el duque de Lerma le regaló, por mano de su otro favorito Rodrigo Calderón, un zafiro valorado en ochocientos ducados. El nuevo obispo visitaría personalmente todas las iglesias, ermitas y hospitales, encargándose de organizar las cofradías y de reformar el gobierno del Colegio Daza.
Al quedar vacante el puesto de inquisidor general por fallecimiento del obispo de Cartagena Juan de Zúñiga, el duque de Lerma comunicará verbalmente al montañés que el Rey le ha elegido para él. No obstante, el obispo opondrá resistencia a esta propuesta.
Felipe III ordenó a Pedro Franqueza que comunicara el nombramiento al Consejo de Inquisición, cuyos miembros, al conocer el hecho, fueron a casa de Acebedo y más tarde todos a Palacio, donde el Rey entregó a éste el breve conteniendo la merced.
Como inquisidor general acabaría con las plazas supernumerarias de los tribunales inquisitoriales, incrementó el sueldo de los inquisidores y fiscales, prohibiría que fuera familiar del Santo Oficio la persona con mandil y facilitó la promoción de cuatro consejeros de la Suprema a obispados así como de los parientes de otros inquisidores generales a consejeros de la Suprema.
Sucedería al conde de Miranda en julio de 1608 en la presidencia del Consejo de Castilla, cuya elevación se debió al valido Lerma. Su elección fue muy bien recibida en la Corte. Hombre recto y amante de la justicia, en cierta ocasión recriminaría a los jueces que dudaban a la hora de aplicar la justicia en un pleito en el que uno de los contendientes era su protector, el duque de Lerma. En los apenas tres meses que estuvo al frente del máximo tribunal del reino, se preocuparía sobremanera de erradicar el vicio y el juego, llegando a desterrar de Madrid a cuatrocientos cincuenta personas de conducta dudosa. Crearía la casa llamada La Galera, destinada a enderezar a las mujeres de mala nota, donde aprendían a hilar y coser. Especial cuidado pondría en que la capital del reino estuviera abastecida de los productos de primera necesidad, desterrando al juez encargado de las carnicerías y consiguiendo que bajara el precio de carne, aceite y vino.
Falleció el 8 de julio de 1608 de un cólico nefrítico, enfermedad que arrastraba desde poco tiempo después de su llegada al Consejo de Castilla, lo que no impidió que asistiera a sus reuniones y a las de los Consejos de la Inquisición y de la Cámara, que también presidía. Su muerte fue muy sentida y llorada en la Corte y a su entierro asistirían todos los consejeros del reino y los grandes de España que llevaron su cuerpo hasta la parroquia de San Martín, donde sería recibido por el Consejo de la Inquisición.
A finales de la segunda década del siglo xvii, su hermano menor, Fernando, que era presidente del Consejo de Castilla, dispondría el traslado de sus restos a la capilla del palacio-casona solariega, que acababa de construir en Hoznayo, término municipal de Entrembasaguas. Palacio que, por lo demás, fue declarado en 1979 Monumento Histórico-Artístico de carácter nacional.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, leg. 39; Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 6379.
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Ricardo Gómez Rivero