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Pedro María Cardona y Prieto

Biografía

Cardona y Prieto, Pedro María. Mahón, Menorca (Islas Baleares) 25.IX.1872 – El Escorial (Madrid) 15.VIII.1936. Capitán de navío del Cuerpo General de la Armada, creador y organizador de la Aeronáu­tica Naval.

Nació en un ambiente familiar naval; su padre era Juan Cardona y Netto, brillante oficial de las luchas contra la piratería en el Apostadero de Filipinas, su madre era María Prieto. Ingresó en la Escuela Na­val flotante a bordo de la fragata Asturias en la ría de Ferrol, el 9 de enero de 1891 como aspirante de Ma­rina. El 10 de junio de 1893 fue promovido a guardia marina de 2.ª clase, embarcando en la corbeta Nautilus, y posteriormente en otros buques de la Es­cuadra de Instrucción. El 20 de julio de 1896 fue pro­movido a alférez de navío con el n.º 1 de su promo­ción, embarcando en el aviso Urania. En 1898, tras las pérdidas de las posesiones ultramarinas, la situa­ción en la Armada era de un pesimismo generalizado. El alférez de navío Cardona, fue quizás de los pocos que mantenían la ilusión, y que buscaron la solución a los males de dicha situación. Cesó en el Urania, y pasó destinado a la Escuela de Aplicación, a bordo del crucero Lepanto fondeado en Cartagena, para efectuar un curso de torpedos. Ya en estos primeros años de su carrera había dado pruebas de inteligencia y capaci­dad de trabajo, y lo más importante tener un tesón excepcional; por ello, no es de extrañar que al termi­nar el curso no sólo obtuvo el primer puesto y el pre­mio que le otorgó la reina regente María Cristina de Habsburgo Lorena sino que simultáneamente concu­rrió en Almería al certamen Naval convocado por la Sociedad Amigos del País, que pretendía preparar las bases para el futuro desarrollo del poder naval espa­ñol. El joven oficial Cardona, con su tesis titulada Paz y Trabajo, ganó el certamen, en competencia con prestigiosos analistas civiles y militares. En su trabajo Cardona quiso transmitir las ideas de aliento que hi­cieran posible contrarrestar el pesimismo citado y el desánimo en que España, a todos los niveles, se en­contraba inmersa. A partir de entonces su prestigio y consideración en la Armada fue en aumento, y por ello no es de extrañar que un año más tarde se le co­misionara para diseñar los planes de la Marina de gue­rra, que se tendrían que presentar en el Congreso Ma­rítimo Nacional. En el año de 1904 fue ascendido a teniente de navío y, tras cumplir sus condiciones de embarco, se le destinó a la Estación Torpedista de Mahón, donde se le ordena efectuar un estudio sobre torpedos, en relación con el material y su mejor em­pleo táctico. Con el trabajo que realizó, da pruebas nuevamente de sus conocimientos y capacidad. Su prestigio trascendió fuera del ámbito puramente naval cuando el ministro de Marina, almirante Ferrándiz, le ofreció formar parte de una comisión encargada de hacer una reorganización completa de la Marina de guerra, proyecto que pocos meses después fue presen­tado ante el Parlamento. Otro ministro, el almirante Miranda, también pensó en Cardona cuando quiere hacer realidad la nueva Ley de Bases Navales. Años más tarde, en 1916, cuando acababa de ascender a ca­pitán de corbeta, será él quien coloque la primera pie­dra de la nueva Base Naval de Mahón, que se levanta en los terrenos del viejo arsenal, con los criterios por él establecidos. Por sus actuaciones profesionales y su bien ganado prestigio Su Majestad el rey Alfonso XIII, lo nombró su ayudante honorario. En 1917, el Mi­nisterio de Marina formó una comisión para visitar el frente marítimo alemán, y como jefe de ella se nombró al teniente de navío Cardona, que fue acompa­ñado con los del mismo empleo Antonio Azarola, Francisco Moreno y Jesús Cornejo. Dicha comisión trabajó entre los meses de agosto y septiembre de 1917, recorriendo las defensas de costa de Flandes ocupadas por Alemania, la Flota de alta mar y los puertos de Brujas, Ostende, Heyst, Willhemshaven, Heligoland y Kiel. De ella redactó Cardona una ex­haustiva Memoria, en la cual resaltó e hizo hincapié, sobre todo, en las cuestiones de aerostación y de aviación; también se resaltó la eficiencia de las flotillas de torpederos y de submarinos, sin olvidar los aspectos técnicos referentes a la industria de armamento como la casa Krupp. Al regresar a España, el jefe de la comi­sión dio cuenta personalmente de la visita al ministro de Marina, contralmirante Flórez, y a Alfonso XIII. El viaje realizado por los oficiales españoles en Alemania y en los territorios ocupados de Flandes fue suma­mente importante por realizarse en un momento clave, ya que de por sí proporcionó una visión real de posibilidades y actuaciones que no pueden ser mejo­radas nunca en tiempo de paz. El nacimiento del arma submarina española en los meses anteriores a esta vi­sita fue indudablemente el principal objetivo, junto con el de defensa de costas y el logístico que llevaban en cartera los comisionados españoles. Independien­temente de todo ello, el tema aeronáutico tenía tam­bién su prioridad, pero lo que parece indudable como consecuencia posterior y por el entusiasmo que de­mostraba en sus notas el entonces teniente de navío Cardona sobre navegación aérea e hidronavegación, es que la concepción de la aviación naval española lo fue en este viaje, y pasó a ser, por ello, la primera con­secuencia y la más importante. Consecuentemente, el 15 de septiembre de 1917, en San Sebastián, el Rey firmaba un Real Decreto compuesto de cuatro artícu­los, en que, como resumen de ellos, quedaba creada en España la Aviación Naval íntimamente ligada con la Militar. La exposición de motivos presentada por el ministro de Marina Manuel de Flórez era la siguiente: “Nuestra nación no posee actualmente Aviación Na­val especializada. La experiencia de la guerra actual y los estudios hechos por otras naciones, demuestran, sin embargo que dicha organización es completa­mente indispensable a la defensa nacional; pues según la concepción moderna, los aeromóviles deben cons­tituir la primera línea defensiva de la costa y, como a tal les corresponde entre otros servicios, el de explora­ción sobre el mar, que no puede hacerse con fruto más que con personal que pertenezca a la Marina de guerra, o haya tenido, por lo menos, una instrucción especial; motivos complementarios son la convenien­cia de que pertenezcan a la Marina los aeromóviles llamados a operar en unión de las Escuadras o desde las bases navales, y la necesidad de aprender el manejo de los hidroaviones, implantar su fabricación y con­tribuir a su adelanto con la experiencia. Preciso es, por lo tanto, implantar en España la Aviación Naval con Escuela independiente y factoría propia de cons­trucción de hidroaviones [...] Por estas consideracio­nes, el Ministro que suscribe tiene el honor de some­ter a la aprobación de V.M. el siguiente proyecto de Real decreto”. Así nació la Aviación Naval en España, pero todavía esto era sólo papel y, más bien, mojado y con un silencio absoluto y total en el plano legislativo sobre la recién creada Aviación Naval, terminó el año 1917. Las circunstancias de encontrarse Europa en una cruenta guerra, no hacía posible ningún adelanto en el tema, y todavía habían de pasar unos años para que la máquina organizativa de Pedro Cardona se pu­siera en movimiento. Mientras tanto, Cardona conti­nuaba de jefe de la nueva Base Naval de Mahón, y el 4 de enero de 1918 se decretó que: “por el celo, inte­ligencia y amor al servicio con que desempeñó du­rante cinco años el destino de Jefe y 2.º Jefe de la Es­tación Torpedista de Mahón y encargado de la habilitación de aquella Base Naval [...]”, se le conce­diera al capitán de corbeta Pedro María Cardona y Prieto, por Real Decreto de 31 de marzo, la Cruz del Mérito Naval con distintivo blanco, pensionada con el diez por ciento del sueldo de su empleo. Esta recompensa parece que iba a cerrar una etapa en la vida de Cardona, como así fue, pues en el mes de abril de dicho año de 1918, fue llamado telegráficamente a Madrid, para que comenzara los estudios e hiciera su­gerencias al Estado Mayor Central de la Armada, so­bre el futuro de la Aviación Naval en España. Más tarde, en el mes de agosto, con nuevas instrucciones del Estado Mayor de la Armada, visitó los puertos de Tarragona, Barcelona y Palma de Mallorca, para exa­minar sus respectivos puertos a fin de instalar en al­guno de ellos la Escuela y Base de Hidroaviones de modo provisional. A principios de 1919 se le nombró auxiliar de la 2.ª sección del Estado Mayor Central de la Armada, continuando al mismo tiempo —en co­misión— de jefe de la Base Naval de Mahón. En 1920 Pedro Cardona organizó varias comisiones para estudiar el posible material, y tomar la decisión para la ubicación de la primera base aeronaval. A mediados de dicho año de 1920, Cardona, acompañado de los ingenieros navales de la Armada Juan Antonio Suan­ces Fernández y Nicolás Franco Bahamonde, se tras­ladaron a Inglaterra, Francia e Italia, para informar sobre cuanto fuese conveniente adoptar en España para los servicios de la Aviación Naval. Posterior­mente se dispuso que Cardona hiciese los estudios para encargarse de la organización de la Escuela de Aviación Naval en San Javier, cuyos terrenos se ha­bían expropiado forzosamente por Real Orden del 2 de diciembre y, posteriormente, se encargase de la di­rección de la misma. A finales de septiembre se dis­puso que el negociado séptimo de la sección del Es­tado Mayor se denominase de “Aeronáutica” en lugar de “Aviación”. Como el tiempo apremiaba y la futura Escuela del Mar Menor requería tiempo y dinero, se decidió la instalación de la Escuela en Barcelona. In­dudablemente gracias a su tesón y grandes dotes de organizador y capacidad de decisión, la Aeronáutica Naval despegó el vuelo al poco tiempo. Cardona no sólo se dedicó a la selección de pilotos y mecánicos y a la elección de aviones e hidros, sino que, sintiéndose seriamente preocupado por la lamentable situación de la industria nacional, propició la fabricación en Es­paña de motores de aviación y, más tarde, la de los propios aviones. No fueron pocas las dificultades políticas, militares, administrativas con que se encontró para llevar a cabo la labor encomendada sobre la Ae­ronáutica; baste decir que sólo para su instalación en terrenos del Prat de Llobregat, hubo que erradicar previamente el paludismo que afectaba seriamente la zona. Gracias a su determinación y a la del médico de la Armada, doctor Figueras, se consiguió eliminar di­cha enfermedad. Además de su anterior cometido se le encargó otra misión fundamental e importantísima, la creación del primer buque portaaviones español, el primer Dédalo. Decide para ello transformar un vapor alemán incautado por el Gobierno español a la termi­nación de la Primera Guerra Mundial, el Newfenfels, rebautizado como España n.º 6, poniendo toda su energía y entusiasmo de forma que en mayo de 1922 las obras llevadas a cabo en los Talleres Vulcano de la Ciudad Condal, era una realidad y quedaba atracado en el muelle de poniente de Barcelona, recibiendo Cardona una vez más la felicitación del ministro de Marina. Este mismo año de 1922 se constituye la Di­visión Naval de Aeronáutica compuesta por el Dé­dalo, el Río de la Plata, el Audaz, y cinco lanchas tipo H, siendo nombrado jefe de dicha división, arbolando su insignia en el Río de la Plata y con ella toma parte en la campaña de Marruecos. Por su actuación es feli­citado por el alto comisario y el comandante general de la Escuadra, concediéndosele la Cruz del Mérito Naval con distintivo rojo. La Aeronáutica Naval par­ticipa en los años 1924 y 1925 en la campaña final de Marruecos y en el desembarco de Alhucemas, con una participación muy distinguida, recibiendo su bau­tismo de sangre con la baja del alférez de navío Vara Morlán y la primera Medalla Naval individual otor­gada al alférez de navío Díaz Domínguez. Al finalizar la guerra de África y casi coincidiendo con su término en la dirección de la Escuela de Aeronáutica Naval, interviene Cardona en un ciclo de conferencias técni­cas que se desarrollan en la Escuela de Guerra Naval. En el año 1926 se crea el Consejo Superior de Aero­náutica, dirigido por el presidente del Consejo de mi­nistros, del que Cardona forma parte como secretario técnico. A finales del año 1928, cuando se inician las obras de la Base Aeronaval de San Javier, pasa a la si­tuación de excedente por cumplir la edad reglamenta­ria. Esto marca un giro importante en su carrera al sólo poder optar a destinos de tierra. El 23 de no­viembre de 1928 es ascendido a capitán de navío, y después de pasar como jefe de la sección de desarme de buques incautados, es nombrado por su gran pres­tigio aeronáutico delegado del Gobierno en la pri­mera compañía de líneas aéreas comerciales que posee España, denominada Líneas Aéreas Subvencionadas S.A. (CLSSA). En 1931, tras la proclamación de la República, por ser ayudante honorario del Rey, soli­cita el retiro. Entonces ocupaba importantes cargos como el de presidente de la Liga Naval Española y de la Junta de Navieros del Norte de España. En 1936 cuando su obra estaba en el cenit, la Aeronáutica Na­val contaba con ciento nueve aparatos entre dirigibles, hidros de exploración y bombardeo, aviones de caza y torpederos, autogiros y una Base Aeronaval principal de San Javier, el orgullo de la Marina, que había sido inaugurada oficialmente en 1932, y que es hoy Aca­demia General del Aire, y cuatro bases secundarias, Barcelona, Mahón, Cádiz y Marín. Al comienzo de la Guerra Civil, cuando se encontraba veraneando en El Escorial, fue detenido el 13 de agosto por mi­licianos del Frente Popular; al siguiente día compa­reció ante un comité que le ofreció el mando de la Escuadra roja, y ante su tajante negativa, fue asesi­nado el 15 de dicho mes de agosto en una carretera comarcal de El Escorial. Su cadáver fue enterrado en el cementerio de La Almudena de Madrid. Cardona fue una víctima más del holocausto que eliminó al setenta y cinco por ciento de los aviadores navales en activo, y para los que no quedó, como dice el capi­tán de navío don Rafael de la Guardia: “Tierra, pa­red o mamparo que recordara su memoria”. Éste fue el primer paso para destruir la Aeronáutica Naval; los siguientes son de sobra conocidos en la Armada y como dijo el almirante Saturnino Suanzes de la Hidalga, su sucesor en la creación del Arma Aérea: “hoy están olvidados”. Pedro María Cardona estuvo casado con María Rodríguez y tuvo dos hijos, oficia­les de Marina, llamados Pedro y Antonio, y el me­nor, oficial de artillería, de Ejército, llamado Juan; al enviudar contrajo matrimonio con Felisa Marugán Cristóbal. El paso del tiempo ha hecho justicia a Pe­dro María Cardona y Prieto y, por propuesta de la Armada, sus restos mortales descansan hoy en el panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, adonde fueron trasladados con todos los honores el 19 de septiembre del año 2000.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Central de la Armada (Ma­drid), Hoja de servicios de don Pedro María Cardona y Prieto.

R. de la Guardia Pascual de Pobil, “Traslado de los res­tos mortales del capitán de navío don Pedro María Cardona al Panteón de Marinos Ilustres”, en Revista General de Marina (noviembre de 2000); Crónica de la Aeronáutica Naval Espa­ñola (1917-1939), Madrid, 2002.

 

Hermenegildo Franco Castañón