Coll y Oliva, Jeroni des. Barcelona, ú. t. s. xv – ?, 1552. Jurista, lugarteniente general de Mallorca, regente del Consejo Colateral de Nápoles, vicecanciller del Consejo de Aragón Nació en Barcelona en el último tercio del siglo xv.
Fue ciutadà honrat de esta ciudad y doctor en Derecho, comenzó su larga carrera política en 1503 al ser elegido abogado de la Generalitat de Cataluña. En 1504 tiene documentados tres viajes a Mallorca junto con un notario para proceder a una investigación. Llegó a la capital mallorquina el 21 de febrero de 1504, y fue designado por Fernando el Católico, simultáneamente, lugarteniente general y regente de la Cancillería, es decir, se le revistió de los máximos poderes políticos y judiciales. Su estancia en la isla fue, no obstante, muy breve, sólo de unos siete meses, entre febrero y octubre de 1504, tras la suspensión de Joan d’Aymeric y la primera interinidad de su hermano Jordi Miquel. Su mandato fue corto, pero durante el mismo los jurados vertieron sobre él opiniones laudatorias, al mismo tiempo que expresaron su temor al retorno a situaciones y parcialidades anteriores no deseadas tras su relevo, y comparaban su forma de gobernar con la del lugarteniente anterior, al que criticaban con dureza. Coll, el 9 de octubre, dejó, sin embargo, la lugartenencia a Jordi Miquel Aymerich que la regía antes que él, y partió hacia Italia. El 7 de marzo de 1505 ingresó en el tribunal de la Rota en Roma. En 1510 pasó a formar parte de la matrícula de ciutadans honrats de la ciudad de Barcelona. En 1507 fue nombrado miembro del Sacro Regio Consiglio de Nápoles y, en octubre del año siguiente, pasó al Colateral.
Durante casi cuarenta años ejerció el cargo de regente o vocal del Consejo Colateral de Nápoles, el más importante de aquel reino, a pesar de que Fernando el Católico había dispuesto que sólo los naturales del reino pudieran ejercer dicho oficio. Allí fue un eficaz colaborador de los virreyes, en especial del poderoso Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, por lo que recibió diferentes compensaciones, sobre todo propiedades territoriales en el reino de Nápoles. Éstas eran confiscadas a la nobleza local pro-angevina que se adhirió a la rebelión de 1528, que coincidió con la invasión francesa.
Un hijo de Coll y Oliva, Gianotto, fue gobernador de Capua y otro, Bernat, nacido precisamente en Nápoles, ingresó en la Orden de San Juan de Jerusalén. Pedro de Toledo consiguió para Jeroni des Coll el cargo de viceprotonotario del reino de Nápoles, para el que fue nombrado el 18 de febrero de 1542. Desde Nápoles ejerció un eficaz mecenazgo, que tuvo gran influencia en la difusión del arte del Renacimiento italiano en Cataluña.
Así, por ejemplo, en 1516 encargó el portal de la antigua iglesia de San Miguel; en 1536, su sepulcro esculpido en Nápoles es otra excelente muestra del arte renacentista; en 1537 envió desde la capital italiana un grupo de la Dormición de la Virgen y, en 1545, encargó una nueva escultura para la misma iglesia de San Miguel.
En 1547, tras la muerte de Miquel Mai, fue nombrado vicecanciller del Consejo de Aragón, cargo del que tardó más de un año en tomar posesión y que desempeñó hasta su muerte en 1552. Fue el tercer catalán que consecutivamente ocupó este puesto. Tanto sus memoriales como las recomendaciones del virrey de Nápoles hacen referencia a sus largos años de servicio en la Cancillería napolitana “ha 40 años que sirve [...] el más antiguo regente que hay en todos los reinos de Aragón y Nápoles”.
Esto indica que se concebía, como miembros de un mismo espacio o servicio, tanto a los regentes de la Corte y a los del reino napolitano. Había codiciado el cargo de vicecanciller en anteriores oportunidades: en 1523, a la muerte de Antoni Agustí y Siscar, y en 1532, a la muerte de Joan Sunyer. Ya viudo quiso ingresar en el estamento eclesiástico y aspiró al obispado de Barcelona. El virrey Toledo apoyó sus deseos ante el Rey en 1547: “La provisión que Vuestra Majestad de él hiciere será muy sancta y muy justamente proveída [...] —y siempre dará informes positivos de su persona— Micer Col es buen letrado y muy onrado y provechoso [...] el regente micer Colle es buen servidor de V. M. y sirve con mucha afición”.
Dejó también, sin duda, un buen recuerdo en el príncipe Felipe, regente de la Monarquía, ya que al dar cuenta a su padre de la muerte del vicecanciller, le recomendaba mercedes para su familia, que progresó en la jerarquía nobiliaria: “El vicecanciller micer Coll fallesció pocos días ha. Perdió en él Vuestra Magestad un buen ministro. Sus hijos envían a suplicar a Vuestra Magestad la merced que por otra —carta— escribí.
Todo lo que Vuestra Magestad les hiciese será bien empleado y los servicios de su padre de tantos años los merecen”.
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Josep Juan Vidal
