Agustí y Siscar, Antoni. Fraga (Huesca), s. m. s. xv – ?, 28.III.1523. Consejero del Consejo de Castilla, vicecanciller del Consejo y Cancillería de Aragón.
Natural de Fraga (Aragón). Poco se sabe de sus primeros pasos, pero parece que en 1487 comenzó su carrera como colaborador de la nueva Inquisición de Aragón creada por Fernando el Católico. Tal vez su ascenso posterior fuera ligado al del grupo rigorista que, en torno al inquisidor Deza, ocupó las máximas responsabilidades de gobierno tras la muerte de Isabel la Católica. En 1503 asesoró a la embajada enviada a Francia para negociar los asuntos pendientes con aquella Corona, sobre todo en lo tocante a Italia y a la articulación de una política común respecto a la Santa Sede. En 1506 fue nombrado regente de la Cancillería de Aragón y, al año siguiente, acompañó al vicecanciller Jerónimo de Vic en su embajada a Roma (cuyo objeto era desbloquear las reservas pontificias con respecto al Santo Oficio y también resolver el problema de la infeudación de Nápoles). Pariente del tesorero Luis de Santángel, contrajo matrimonio con Aldonza Albanell (hija de Jerónimo Albanell, letrado catalán, regente de la Cancillería y del Consejo de Aragón), de quien tuvo un hijo que con el tiempo le eclipsaría, siendo hoy más conocido como padre del erudito e historiador Antonio Agustín que por sus propios méritos. Su matrimonio muestra la fortaleza del núcleo de servidores conversos aragoneses que dirigieron la política de Fernando el Católico, que consolidaron la solidaridad de grupo por medio de lazos de parentesco. Nombrado vicecanciller de la Corona de Aragón en 1508, tras la muerte de Malferit, presidió con éxito las Cortes Generales de 1510, considerándose como logro personal suyo el que los reinos se aviniesen a conceder un servicio de cincuenta mil sueldos. A partir de ese momento tuvo un raudo ascenso, que se produjo al mismo tiempo que los castellanos comenzaron a quejarse al ver cómo el gobierno de la Corona de Castilla era copado por los aragoneses durante la segunda regencia de Fernando el Católico.
Coincidiendo con esto, fue nombrado consejero del Real de Castilla en enero de 1515.
Su ascenso no estuvo exento de problemas, pues le llevó a rivalizar en la cumbre con los privados del Rey, ganándose la enemistad del secretario Almazán, del arzobispo Alfonso de Aragón y aun del mismo Cisneros.
Por eso, en el momento en el que parecía haber alcanzado el cénit de su carrera, se produjo su inmediata caída, siendo detenido por orden del Rey y encerrado en el castillo de Simancas el 13 de agosto la reina Germana de Foix, aunque en realidad todo parece indicar que su delito fue el de mantener relaciones secretas con la Corte flamenca y, siguiendo sus directrices, obstaculizar el servicio que había demandado el Rey a las Cortes Generales de la Corona de Aragón. Fue el fracaso en la obtención del servicio lo que permitió al arzobispo de Zaragoza y la facción del conde de Aranda acusarlo de traición. Más tarde, según parece, el propio acusado dio su versión de los hechos, indicando que el bastardo del Rey Católico le apartó del poder porque obstaculizaba su intriga para que doña Juana no fuera reconocida sucesora y dejar el trono vacante, que “era tanto como dar el Reyno a otro nuebo Rey”. Las acusaciones, pese a partir de informaciones de su enemigo don Alfonso, tenían un fondo de verdad. No es casual que, cuando se tuvo noticia de la muerte de Fernando el Católico, Cisneros diera orden de sacarle de la prisión —justificándolo por cumplimiento de lo que le demandaba el soberano desde Flandes—. Desde Simancas tomó directamente camino a Bruselas, llamado para aconsejar a la Corte en lo concerniente a la Corona de Aragón. Sin embargo, no llegó a los Países Bajos hasta el mes de julio de 1516, sufriendo todo tipo de avatares, incluido un oscuro intento de asesinato del que se salvó el 26 de abril en Aranda de Duero. Una vez en la Corte, fue rehabilitado y confirmado en su cargo de vicecanciller.
A pesar de ello, permanecieron ocultos los cargos que hubo contra él y el Rey no quiso publicar su “arrepentimiento” por “haberse persuadido de ligero ser verdad lo que apasionadamente le informaron”. Protegido por Chièvres, fue el instigador de la política de bloqueo de la regencia de Alfonso de Aragón, y su protagonismo para liquidar a sus antiguos rivales cortesanos le colocó en una posición muy difícil durante la celebración de las Cortes de Zaragoza de 1518, sufriendo un atentado del que también salió con vida el 4 de agosto.
La hostilidad que despertaba hizo que fuera apartado de las negociaciones previas a la celebración de las Cortes catalanas en 1519. No obstante, Chièvres y Adriano de Utrecht siguieron confiando en sus consejos para ir articulando la política del Emperador en la Corona de Aragón. En febrero de 1520 acompañó al cardenal Adriano a Valencia para negociar la toma de posesión del reino sin que el Rey estuviese presente.
Junto con su colaborador, el regente Garcés, dio asidero legal a las Germanías para dotar de fuerza al brazo real y forzar al brazo noble y eclesiástico a aceptar jurar al Rey por procuradores. El 21 de febrero de 1520 presidió el desfile de los oficios valencianos junto a Adriano de Utrecht, dando inicio inconscientemente a la revuelta de las Germanías. Después de aquellos hechos quedó postergado en la política aragonesa, en parte por la muerte de Chièvres y la disolución de su clientela, no pudiendo contar con el cardenal Adriano, que había ascendido al trono papal, y en parte porque a la cabeza de los asuntos de la Corona se situó el gran canciller Gattinara, disconforme con la forma en que se había llevado todo lo tocante a las Germanías de Valencia. Asimismo, en su postergación no hay que descartar su mucha edad y la carga de los años. Murió el 28 de marzo de 1523.
Fuentes y bibl.: Biblioteca Nacional de España, ms. 8369, fol. 53 (Origen y descendencia de los Agustines de Fraga, Albalá de la Reina, Valladolid, 2 de enero de 1515); Archivo General de Simancas, Quitaciones de Corte, 7 NC, 1519- 1523.
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Manuel Rivero Rodríguez