Roncali y Ceruti, Joaquín. Marqués de Roncali (I). Cádiz, 30.X.1811 – Madrid, 6.II.1875. Político, ministro.
De familia noble y hermano del que fuera presidente del consejo de ministros durante la etapa final de la década moderada, después de los primeros estudios en su ciudad natal, cursó brillantemente la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, siendo becario del célebre Colegio Mayor de San Bartolomé y doctorándose en los inicios de 1833. Tras un corto período de ejercicio libre en la capital de la nación en el ocaso del absolutismo fernandino, sería alcalde mayor interino de Villalón (1834), magistrado de las Audiencias de Cáceres (1843) y Valencia (1844), presidente de Sala en la Audiencia iruñesa, regente de las Audiencias ovetense y granadina y, finalmente en este dilatado cursus honorum, magistrado del Tribunal Supremo en los días del bienio progresista.
Al término de éste y de acuerdo con sus convicciones políticas, reanudó una actividad pública incidida en 1847 como miembro del Congreso de los Diputados, siendo nombrado senador vitalicio en 1863. Protegido por el general Narváez y bienquisto en Palacio, el Espadón de Loja reclamaría sus servicios para el desempeño de una cartera especialmente difícil en la postrera coyuntura del isabelismo, azotada tanto por el vendaval político como el doctrinal.
Al frente del Ministerio de Gracia y Justicia entre el 27 de junio de 1867 y abril del siguiente año, a la muerte del militar granadino, su sucesor, Luis González Bravo, le designó —primero a título interino: entre abril y junio de 1868— responsable de la cartera de Estado, ocupándola hasta el desencadenamiento de la Septembrina. Antes de inaugurarse el ciclo de “La Gloriosa”, dentro de una amplia operación propagandística llevada a cabo por la Corona a fin de reforzar sus lazos con la elite moderantista que descubriera mayor fidelidad a la dinastía, la Reina le otorgó la Grandeza de España como marqués de Roncali (concedido por Real Decreto de 14 de mayo de 1867). Pese a ello, algunos reputados estudiosos a la manera del marqués de Lema, arrojan alguna sombra acerca de dicha devoción en las horas finales del reinado, cuando Roncali era justamente el ministro de jornada en las vacaciones estivales de la Soberana.
En ningún momento de dichos días su posición reforzó las de las posturas más numantinas de resistir a toda costa, llegándose incluso a acusarle de un cierto maquiavelismo en la tramitación de la crisis a fin de que el traspaso de poderes transcurriera del modo más perentorio. No obstante, de ser cierta tal imputación, cabría también analizar su conducta a la luz de un sincero patriotismo, enemigo del derramamiento de sangre una vez sobrevenida la derrota militar de la causa isabelina en la batalla del Puente de Alcolea (Córdoba). Corroboraría, empero, la primera tesis el hecho del marginamiento de Roncali en los preparativos de la Restauración, en los que sus conocimientos y experiencias hubieran sido de interés.
Fuente y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 25 n.º 9, 29 n.º 13, 32 n.º 6, 35 n.º 8 y 41 n.º 48; Archivo del Senado, Exps. personales, HIS-0392-05.
M. de Lema, De la Revolución a la Restauración, Madrid, Editorial Voluntad, 1927, 2 vols.; J. F. Lasso Gaite, El Ministerio de Justicia. Su imagen histórica (1714-1981), Madrid, Imprenta Sáez, 1984, págs. 118-119; J. L. Comellas, Isabel II. Una reina y un reinado, Barcelona, Editorial Ariel, 1999; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1999; G. Rueda Hernanz, Isabel II, Madrid, Arlanza Ediciones, 2001.
José Manuel Cuenca Toribio