Ayuda

Francisco de Miranda

Imagen
Biografía

Miranda, Francisco de. Caracas (Venezuela), 28.III.1750 – San Fernando (Cádiz), 14.VII.1816. Militar y precursor de la independencia de Hispanoamérica.

Era hijo del canario Sebastián de Miranda Ravelo, que hizo una gran fortuna en Caracas, y de la caraqueña Francisca Antonia Rodríguez de Espinoza. Su adolescencia estuvo marcada por la animadversión que los mantuanos tenían contra su padre por ser éste comerciante, ocupación que, según ellos, lo inhabilitaba para desempeñar el cargo de capitán del Batallón de Milicias de Blancos de Caracas.

En 1762 inició estudios de latinidad de menores y más tarde artes en el bachillerato de la Universidad de Caracas. Poco antes de cumplir veintiún años y, deseoso de servir en el Ejército Real, se embarcó para España el 25 de enero de 1771, y se alistó en el Ejército.

En Madrid se dedicó al estudio de las Matemáticas, la Geografía y de los idiomas Francés e Inglés.

En 1772, obtuvo del rey Carlos III una plaza de oficial en el Ejército con el grado de capitán, empezando así su carrera militar en el Regimiento de Infantería de la Princesa en fecha 7 de diciembre del mismo año.

El año siguiente se encontraba de guarnición en las posesiones españolas del Norte de África participando en la defensa de Melilla (1774-1775) contra las fuerzas del Sultán de Marruecos y en la expedición española contra Argel (1775).

Mientras tanto, y arriesgándose a la Inquisición, fue adquiriendo libros sobre el librepensamiento y la Ilustración, la mayoría de los cuales estaban prohibidos por el Santo Oficio. Regresó en ese mismo año de 1775 a la Península, pasando de Málaga a Cádiz, donde conoció al comerciante inglés John Turnbull que será su amigo toda la vida. Fue trasladado luego a Madrid, donde se le destina a las Antillas. En Cádiz se embarcó el 28 de abril de 1780 en la expedición que se dirigía a La Habana.

Nombrado capitán del Regimiento de Aragón y edecán del general Cagigal, a quien había conocido poco antes en España, en 1781 le acompañó con las tropas españolas que reforzaban el sitio del general Bernardo de Gálvez a la plaza de Pensacola, ocupada por los ingleses en la Florida occidental, todo ello en el transcurso de la nueva guerra entre España e Inglaterra comenzada en 1779. En 1780, la guerra de independencia de las trece colonias (Estados Unidos) contra Inglaterra, obligó a España a dejarse arrastrar por Francia, que combatía del lado de los americanos.

Miranda se alistó como voluntario y llegó a la Martinica entre unos diez mil soldados españoles, también voluntarios.

Su conducta en la toma y capitulación de Pensacola en mayo de 1781 le valió ser ascendido a teniente coronel.

Las acciones bélicas que emprendió durante la toma de Pensacola, le granjearon gran fama, a la vez que ayudaron a las tropas españolas en el control de los territorios que unían ambas Floridas. Fue precisamente aquí en Pensacola donde despuntó la personalidad de Miranda en la concepción de una gran patria libre a la que llamaría poco después Colombia o Colombeia.

Cagigal, nombrado ya gobernador de Cuba, lo envió a la colonia británica de Jamaica entre agosto y diciembre de 1781 para realizar un canje de prisioneros, cumpliendo su misión y actuando como espía obteniendo datos de naturaleza militar sobre el puerto, las fortificaciones y las milicias, además de levantar un plano. En abril de 1782 participó en la expedición naval española que partió de Cuba para conquistar las islas británicas de las Bahamas. En esta nueva victoriosa campaña, como edecán del general Cagigal negoció la capitulación de esas islas con el almirante inglés, el 8 de mayo del mismo año.

De manera sorpresiva, fue acusado en junio de 1781 de cierta connivencia con los ingleses, y en concreto con el general Campbell, a quien se dijo, le permitió observar las nuevas fortificaciones de La Habana. Fue arrestado, aunque finalmente Cagigal lo puso en libertad.

En La Habana fue acusado de contrabando y tuvo que partir hacia Estados Unidos para evitar la prisión, en fecha de 1 de junio de 1783. En esta nación que acababa de despojarse del dominio inglés obteniendo la independencia, se mantuvo durante dieciocho meses.

En su nuevo destino forzado pudo estudiar el proceso de la revolución norteamericana, frecuentando a prominentes ciudadanos, entre ellos a George Washington, Alexander Hamilton, Henry Knox, Samuel Adams y Gilbert M. de la Lafayette. Estos encuentros y la acumulada práctica de lecturas sobre el proceso ideológico de la Ilustración, le llevaron a concebir por primera vez un gran proyecto sobre la Independencia del continente americano. En diciembre de 1784 se embarcó para Inglaterra con la idea de buscar apoyos con los que poner en práctica sus recientes ideas emancipadoras. Allí encontró cierto apoyo económico e institucional, especialmente porque Inglaterra estaba muy interesada en el desgrane del Imperio español en América.

Formó su personalidad metódica y disciplinadamente, en los más variados ramos del saber; desde un principio, él mismo explica su programa sobre el plan de su existencia: “Con este propio designio he cultivado de antemano con esmero los principales idiomas de la Europa que fueron la profesión en que desde mis tiernos años me colocó la suerte y mi nacimiento. Todos estos principios (que aún no son otra cosa), toda esta simiente, que con no pequeño afán y gastos se ha estado sembrando en mi entendimiento por espacio de 30 años que tengo de edad, quedaría desde luego sin fruto ni provecho por falta de cultura a tiempo: la experiencia y conocimiento que el hombre adquiere, visitando y examinado personalmente, con inteligencia prolija el gran libro del universo, las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen, sus leyes, gobierno, agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, artes, etc., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y completar en algún modo la obra magna de formar un hombre sólido”. Su innata capacidad para el aprendizaje y su voracidad con la lectura le llevaron a dominar media docena de lenguas y a convertirse en un gran erudito, especialmente en las ideas filosófico-políticas.

Entre los años 1785 y 1789, emprendió un largo viaje a través de Europa con la idea de ampliar conocimientos e impregnarse de la realidad política del Viejo Continente. Gracias al Diario que llevaba, dejó tal vez la más completa información sobre el Siglo de las Luces, hasta merecer ser considerado “el mejor memoralista de su tiempo”. Escribió un diario completo y minucioso de sus impresiones y de su empleo del tiempo durante esos cuatro años, anotando todo lo que había visto, oído y aprendido. Los mismos periódicos londinenses se referían a él como: “[...] un hombre ilustrado y amante de la libertad de Suramérica”.

Visitó parte de Holanda, Prusia, casi toda Italia y Grecia, recorriendo y conociendo numerosos sitios de interés histórico, religioso, artístico o social. Pasó posteriormente al Asia Menor y al Imperio Turco, donde se detuvo en Constantinopla. A finales de 1786, se desplazó a Rusia, donde hizo amistad con el príncipe Potemkin, favorito de la emperatriz Catalina, quien lo llegó a invitar a visitar Crimea con él.

En la ciudad de Kiev, el 14 de febrero de 1787, fue presentado a Catalina congeniando de tal forma que pronto obtuvo permiso para llevar el uniforme militar zarista. Visitó también Moscú y San Petersburgo y con cartas de presentación para los diplomáticos rusos en Viena, París, Londres, La Haya, Copenhague, Estocolmo, Berlín y Nápoles, salió de Rusia a mediados de 1787 para trasladarse a Finlandia. Allí se detuvo en la capital siendo recibido por el rey de Suecia Gustavo III en agosto de ese mismo año. Posteriormente continuó hacia Oslo y Copenhague.

Continuó su viaje por Hamburgo, Bremen y Holanda, donde se hizo llamar el señor Meroff, y luego a Bélgica, Alemania, Suiza, y el Norte de Italia. Durante todo este periplo, el Gobierno de Madrid, que lo mantenía vigilado, llegó incluso a plantearse su extradición, ya que lo consideraba, con razón, un grave peligro para la integridad del imperio. Para desvirtuar las persecuciones de la corona española, usaba en esa época el nombre de monsieur Meyrat. De Ginebra fue a Lyon y el 16 de febrero de 1789 se encontraba ya en Marsella. Recorrió el Centro y Norte de Francia, hasta París, y regresó a Inglaterra el 18 de junio del mismo año.

En Londres continuó sus conversaciones con el primer ministro William Pitt y lord Grenville sobre la proyectada emancipación de Hispanoamérica presentándoles planos y estudios de operaciones militares posibles en América. En 1791, todas las gestiones de Miranda ante el gabinete de Londres podían resumirse en esas pocas palabras que escribió al ministro William Pitt, el joven: “Mis miras han sido siempre y son hoy tan sólo las de promover la felicidad y la libertad de mi propia Patria [América del Sur] excesivamente oprimida; y al hacerlo, ofrecer también ventajas comerciales a la Gran Bretaña”.

Al no encontrar un apoyo decidido por parte del Gobierno inglés, se trasladó a Francia nuevamente, entonces en pleno proceso revolucionario y agitación.

Llegó a París el 23 de marzo de 1792, entablando enseguida estrecha amistad con el alcalde de la ciudad Jerónimo Petión, y los diputados girondinos Juan Brissot, Armando Gensonné y Víctor Massenet para quienes tenía carta de recomendación. El ministro de Guerra, José Servan, le ofreció un alto grado en el Ejército Revolucionario, aceptando finalmente el 25 de agosto de 1792 el rango de mariscal de campo.

Poco después fue ascendido a segundo jefe del Ejército del Norte cuyo jefe era el general Carlos Dumouriez.

Al mando de una división, Miranda obligó a retroceder el 12 de septiembre de 1792, en las acciones de Morthomme y de Briquenay, a los batallones prusianos. En octubre es ascendido a general de los Ejércitos de la República Francesa. Aprovechando la coyuntura, el Gobierno de París se propuso por aquel entonces, enviarlo a Saint Domingue, con la idea de someter a los esclavos y mulatos que luchaban por su libertad y la de su patria, pero Miranda rechazó esa misión. Dumouriez le confíó entonces la jefatura del ejército del Norte. Ocupó Amberes y tomó el mando del ejército en Bélgica, viéndose obligado a levantar el sitio de la ciudad de Maastricht. Pero la derrota de Neerwinden le obligó a retirarse apresuradamente.

Los acontecimientos se precipitaron abruptamente al ser acusado de traición después de esta derrota, y se le ordenó presentarse en París de inmediato. El 28 de marzo de 1793 llegó, listo para comparecer ante la Convención y denunciar al traidor Dumouriez, quien planeaba pasarse a los enemigos austríacos. Pero las rivalidades entre jacobinos y girondinos lo llevaron ante el tribunal revolucionario cuyo acusador público era Antonio Fouquier-Tinville, quien dictó auto de detención contra Miranda. Empezó en ese momento su largo calvario en las prisiones de París: primero la Conserjería, y luego La Force, Les Magdelonettes. Defendido por el abogado Claudio Chauveau-Lagarde, recobró la libertad el 13 de enero de 1795.

Inmediatamente reanudó su vida social llegando a conocer al, en aquel entonces, joven general Napoleón Bonaparte, de quien dirá “[...] ese Quijote, que no está loco, tiene fuego sagrado en el alma [...]”. Perseguido de nuevo por la Convención y el Directorio, vivió en la clandestinidad. El 22 de diciembre de 1797 firmó con José del Pozo y Sucre y Manuel José de Salas, “comisarios de la Junta de diputados de las provincias de la América Meridional” el Acta de París que planteaba las gestiones encaminadas a lograr la independencia de Hispanoamérica buscando el apoyo de Inglaterra y Estados Unidos. Regresó a Londres el 15 de enero de 1798 para continuar sus gestiones con el primer ministro Pitt y el gabinete británico, así como ante las autoridades norteamericanas para lograr la ayuda indispensable a la ejecución de su plan de operaciones militares para su empresa hispanoamericana.

A finales de ese año y primeros meses de 1799, Miranda aprovechó el regreso a América de Bernardo O’Higgins para difundir el ideario de la emancipación.

Hizo imprimir en francés la Carta a los españoles americanos del jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán. Aun sin recibir ningún apoyo de Inglaterra ni de Estados Unidos, pensó en viajar a la isla Trinidad con el propósito de promover desde allí la lucha emancipadora, aprovechando la dominación británica de la isla desde 1797. Pero el Gobierno inglés le negó el pasaporte, mientras es traicionado por su secretario francés Luis Duperon. Recibió carta de Manuel Gual, desde Trinidad, quien lo llamaba a ser “el salvador de la Patria”. Asimismo sabe por su ex jefe el general Cagigal la noticia de que, en el juicio que se le seguía en España desde hacía casi veinte años, se le ha exonerado de toda culpabilidad.

A comienzos de 1800 se encontraba aún en Londres con su ama de llaves, Sarah Andrews, que le dará dos hijos: Leandro y Francisco. Escribió cartas a Napoleón, quien le concedió permiso tácito para que fuese a París, donde se encontraba el 28 de noviembre de 1800. Poco después José Fouché, ministro de la Policía, ordenaba que fuera expulsado por “maniobras e intrigas contrarias a los intereses del gobierno francés y de sus aliados”. De regreso a Londres, en 1801, continuó sus gestiones en pro de la independencia de Hispanoamérica, esta vez con el ministro Nicolás Vansittart, quien se convertirá en uno de sus más constantes apoyos.

Acto seguido, preparó un programa de gobierno provisional, un reglamento militar y una proclama A los pueblos del continente Colombiano alias Hispanoamérica.

En 1802 se trasladó a la que iba a convertirse en su residencia definitiva en Londres, la casa número 27 de Grafton Way. En 1803, a pesar de las promesas de ayuda del gabinete británico, no pudo realizar la expedición que quería dirigir hacia Trinidad como base de sus operaciones en América. En los primeros meses de 1805 hizo sus preparativos para marcharse y redactó su testamento nombrando por albaceas a sus amigos John Turnbull y Nicolás Vansittart.

Acompañado por su secretario Tomás Molini, se embarcó con destino a Nueva York el 2 de septiembre de 1805. En Estados Unidos visitó al presidente Thomas Jefferson y al secretario de Estado James Madison, quienes lo recibieron cordialmente pero sin comprometerse en la expedición que él preparaba.

Miranda, con la ayuda de algunos amigos, logró armar al bergantín Leander, al que puso el mismo nombre de uno de sus hijos, y zarpó de Nueva York hacia Jacmel (Haití) el 2 de febrero de 1806. En el puerto haitiano se unieron al Leander las goletas Bee y Bacchus.

El 12 de marzo es creada por Miranda la bandera tricolor (amarillo, azul y rojo) que ondeaba en el mástil del Leander anclado en la bahía de Jacmel.

El 24, todos los expedicionarios prestaron juramento de ser fieles y leales: “[...] al pueblo libre de SurAmérica, independiente de España [...]”.

La expedición se dirigió al puerto de Ocumare (Venezuela) vía Aruba. Luego de un combate naval trabado frente a Ocumare el 28 de abril de 1806 con barcos españoles cuyo poder de fuego era muy superior, el Leander tuvo que retirarse mientras que las goletas Bee y Bacchus caían en manos de los españoles, que tomaron sesenta prisioneros. Diez de ellos serían condenados más tarde a muerte y ahorcados en Puerto Cabello. Miranda reorganizó sus fuerzas en Barbados y Trinidad y desembarcó en La Vela de Coro el 3 de agosto de 1806, tomando el fortín. Entró en la ciudad de Coro, antes de amanecer el día 4, y allí también izaba el pabellón de la patria naciente, pero muchos habitantes, evitando comprometerse, prefirieron huir de la ciudad, que es evacuada por las tropas realistas. El 13 se reembarcaba Miranda, dirigiéndose a Aruba, Granada, Barbados y Trinidad donde pasó más de un año aguardando nuevos auxilios que no llegaron.

El 31 de diciembre de 1807 estaba de nuevo desembarcando en Inglaterra. Allí comenzó las gestiones ante el gabinete británico durante los primeros meses de 1808 logrando éxito al conseguir un apoyo real a sus pretensiones. Una expedición militar, al mando del general Arthur Wellesley (posteriormente duque de Wellington) se preparó para ir a Suramérica en apoyo del movimiento revolucionario. La invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 creó en las colonias americanas una situación de desconcierto y vacío de poder, que los independentistas aprovecharon para lanzar su revolución con más garantías de éxito. Miranda aprovechó la coyuntura contraria a España para fundar el periódico El Colombiano, desde el cual coordinó los movimientos revolucionarios que estallaron simultáneamente y con características semejantes en toda Hispanoamérica en 1810. Todos los movimientos que había realizado iban tendentes a conseguir el apoyo militar inglés para su causa, que ciertamente consiguió, pero finalmente la expedición inglesa que iba a acompañar a Miranda a América fue dirigida entonces a la Península para luchar junto con los españoles contra los franceses. Desde Londres, Miranda escribió a los Cabildos y a personajes criollos de Caracas, Buenos Aires y otras poblaciones incitándoles a formar juntas de gobierno independientes.

Se dedicó entonces a la edición de documentos propagandísticos a favor de la independencia y del periódico El Colombiano, redactado en español, que se publicaba en Londres de marzo a mayo de 1810. En una circular dirigida a personas e instituciones de Europa y del Nuevo Mundo declaraba que su casa londinense “es y será siempre el punto fijo para la Independencia y Libertades del Continente Colombiano”. El 14 de julio de 1810 llegaron a Londres los comisionados de la Junta Suprema de Gobierno de Caracas, Simón Bolívar, Luis López Méndez y Andrés Bello con lo que tuvo noticias de primera mano del inicio del proceso independizador en el área de Venezuela. En Londres, Miranda se convirtió en el consejero, el introductor y compañero de los comisionados. Se propuso entonces partir hacia América, cosa que pudo lograr el 10 de octubre.

El final del año 1810 fue especialmente importante para recoger los frutos de tantos años de esfuerzo. El 10 de diciembre, después de hacer escala en Curazao, llegaba a La Guaira, donde fue recibido con entusiasmo por la población y por Bolívar, designado a este efecto por la Junta de Gobierno. Es nombrado teniente general de los Ejércitos de Venezuela el 31 de diciembre de 1810. Impulsó la instalación de la Sociedad Patriótica y en 1811 se incorporó al Congreso Constituyente como diputado por El Pao (provincia de Barcelona). Defendió la necesidad de declarar la Independencia definitiva, lo que se realizó el 5 de julio de 1811 y pocos días después se adoptaba como bandera nacional la traída por Miranda en 1806.

Miranda dio a Venezuela la bandera, estampó su firma en el Acta de la Independencia e inspiró con su ideario la más bella estrofa del Himno Nacional: “Unida con lazos que el cielo formó la América toda existe en Nación”. En julio de 1811 los realistas de la ciudad de Valencia se levantaron en armas contra la independencia y el Ejecutivo designó a Miranda jefe del Ejército, ocupando la ciudad después de violentos combates. Reorganizó su Ejército e introdujo una severa disciplina que será motivo de críticas en la misma esfera del gobierno. En diciembre de 1811, como diputado, suscribió la Constitución Federal, aunque expresando reservas porque la consideraba poco adecuada a las circunstancias de una República naciente.

A raíz del terremoto del 26 de marzo de 1812 que destruyó a Caracas y ante la amenaza de varias insurrecciones, el Poder Ejecutivo Federal lo nombró, en Valencia, general en jefe de Tierra y Mar de la Confederación de Venezuela y delegó en él facultades ordinarias y extraordinarias.

Miranda ascendió a Bolívar comandante militar de Puerto Cabello, mientras que él se hacía con poderes dictatoriales para salvar a la República. Sin embargo, la pérdida de Puerto Cabello, en manos de Bolívar, hizo desaparecer toda perspectiva de triunfo. El 12 de julio, después de una junta celebrada en La Victoria, Miranda decidió proponer a Monteverde un armisticio y subsiguiente capitulación. Después de varios días de negociaciones, Miranda aprobó en La Victoria, el 25 de julio, el convenio de capitulación que el día anterior habían acordado en Maracay su comisionado Antonio Fernández de León y el jefe realista Domingo de Monteverde. Miranda le encomendó finiquitar los detalles de la capitulación a José de Sata y Bussy, quien el mismo día 25 de julio de 1812 la firmaba en San Mateo con Monteverde.

El 26, Miranda se dirigió a Caracas y después de pasar órdenes a su edecán y secretario Pedro Antonio Leleux para embarcar su archivo y libros con destino a Curazao, salió el 30 de julio de Caracas hacia La Guaira, donde llegaba por la tarde. Durante la noche del 30 al 31 de julio, un grupo de militares y civiles, entre los cuales se encontraban Bolívar y Miguel Peña, arrestaron a Miranda, a quien reprocharon la capitulación con Monteverde: “Bochinche, bochinche...” es la exclamación del precursor en el momento de ser detenido y encerrado en el castillo de San Carlos.

Quienes participaron en la penosa confusión de estos acontecimientos podían estar movidos por diversos propósitos. Algunos, como era el caso de Bolívar, aspiraban a desconocer la capitulación y a proseguir la lucha, lo cual no resultó posible. Si las circunstancias los condujeron a enfrentarse en 1812 con Miranda, el reconocimiento de lo que éste representaba en la historia de América quedó expresado diáfanamente en 1826, con el juicio definitivo de Simón Bolívar, ya Libertador, que consagra a Miranda calificándolo de “el más ilustre colombiano”.

Poco después de su arresto, las avanzadas realistas al mando de Francisco Javier Cervériz, entraron en La Guaira y se apoderaron de Miranda, a quien encadenaron en las bóvedas. De allí es enviado al castillo de San Felipe, en Puerto Cabello. A principios de 1813, desde la mazmorra porteña, escribió un memorial a la Real Audiencia de Caracas en el cual exigía el cumplimiento de la capitulación de San Mateo. El 4 de junio es trasladado a la fortaleza de El Morro, en Puerto Rico, y a fines de 1813 un bergantín español lo llevaba preso a España.

A principios de enero de 1814, estuvo encerrado en un calabozo del fuerte de las Cuatro Torres, en el arsenal de La Carraca, cerca de Cádiz. Aislado del mundo exterior, sólo recibía noticias diáfanamente y alguna pequeña ayuda de sus viejos amigos los Turnbull.

Pensó en evadirse y pasar a Gibraltar, pero un ataque de apoplejía, desde el 25 de marzo, lo paralizó en la cama. Asistido sólo por su criado Pedro José Morán, murió, después de una larga agonía, en la madrugada del 14 de julio de 1816.

Sus restos mortales fueron sepultados en una fosa común.

 

Obras de ~: Diario desde Nueva York hacia Albany, Saratoga, Viaje a La Habana-New Jersey, Viaje de Portsmuth a New Hamshire, Viaje por Italia y Viaje por Rusia, ediciones digitales a partir de Diario de viajes y escritos políticos, Madrid, Editora Nacional, 1977, págs. 43-128, 129-171, 172-188 y 191-254, respect. (www.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=34); Escritos, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999; Diario de Moscú y San Petersburgo, present. y selec. de textos por Ó. Rodríguez Ortiz sobre la ed. de Colombia por J. Rodríguez Alonso, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001; América espera, selec., pról. y títulos de J. L. Salcedo-Bastardo, cronología de M. Pérez Vila y J. Rodríguez de Alonso, Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002.

 

Bibl.: J. Nucete-Sardi, Aventura y tragedia de don Francisco de Miranda, Buenos Aires, s. f.; M. Gálvez, Don Francisco de Miranda, el más universal de los americanos, Buenos Aires, Emecé Editores, 1946; J. Edsall, Memorias de un recluta de la expedición Mirandina, trad. de J. Nucete Sardi, Caracas, Ediciones Garrido, 1954; A. Grisanti, Miranda juzgado por los Funcionarios Españoles de su Tiempo, Caracas, Ediciones Jesús E. Grisanti, 1954; L. García, Francisco de Miranda y el antiguo régimen español, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1961; J. E. Ezel, The new democracy in America: travels of Francisco de Miranda in the United States, Norman, University of Oklahoma, 1963; C. Parra Pérez, Miranda y la Revolución Francesa, vols. I y II, Caracas, Ediciones Culturales del Banco del Caribe, 1966; M. N. Tisnes Jiménez, Dos precursores, don Francisco de Miranda, don Pedro Fermín de Vargas, Caracas, Ediciones del Instituto de Estudios Históricos Mirandino, 1970; J. G. Latvrsky, Miranda: la vida del ilustre Precursor de la Independencia de América Latina, Caracas, Ediciones de la Contraloría, 1974; W. S. Robertson, La vida de Miranda, Caracas, Banco Industrial de Venezuela, 1982; M. Alperovich, Francisco de Miranda y Rusia, Moscú, Progreso, 1989; M. Lucena Giraldo, Francisco de Miranda: el precursor de la independencia de Venezuela, Madrid, Anaya Sociedad Estatal para la Ejecución de Programas del Quinto Centenario, 1989; M. Hernández González, Familia y etnicidad canaria en Francisco de Miranda, Caracas, 1991; C. Varela, Francisco de Miranda y sus libros. De España a Jamaica: 1771-1783, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1997; VV. AA., Diccionario de historia de Venezuela, t. III, Caracas, Fundación Polar, 1997; E. Fernández Nadal, Revolución y utopía: Francisco de Miranda y la independencia hispanoamericana, Mendoza, Ediunc, 2001; M. Zeuske, Francisco de Miranda y la modernidad en América, Madrid, Fundación Mapfre Tavera, 2004; X. Reyes Matheus, Más liberal que libertador, Madrid, Gota a Gota, 2010.

 

José Manuel Serrano Álvarez