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Beata Ramona Fossas Románs

Biografía

Fossas Románs, Ramona. Ripoll (Gerona), 1.XI.1881 – Barcelona, 27.VII.1936. Religiosa dominica (OP) de la Anunciata, mártir, beata.

De familia cristiana, frecuentó el colegio de las carmelitas de la Caridad de su población natal y cuando tenía diecinueve años falleció su padre, por lo que entró a trabajar en un taller de confecciones para ayudar a la familia. Era servicial y sociable, apreciada por todos.

Deseosa de consagrarse al Señor, se dirigió a las hermanas dominicas de la Anunciata en su casa madre de Vic y fue admitida en 1903. Durante veinte años estuvo dedicada a la enseñanza y formación de las alumnas en varios colegios: Vic, Villanueva de Castellón, San Vicente de Castellet en Játiva, en Castell de Remei, Gerona y Pineda. Luego fue superiora en Canet de Mar durante tres años, en Montserrat seis, y en la casa de la calle Trafalgar de Barcelona desde 1935.

Era de carácter activo, diligente, sacrificada y muy recta de conciencia, cualidades que le granjearon el aprecio y estima de religiosas y alumnas de las distintas comunidades y colegios en que ejerció su ministerio.

Tenía una formación espiritual muy sólida. Murió a los cincuenta y cuatro años de edad.

Hasta el 24 de julio de 1936 las religiosas de la casacolegio de Barcelona vivieron con relativa tranquilidad.

Viendo, sin embargo, que la situación empeoraba, decidieron dispersarse entre familias amigas, quedando solamente diez de la veintena que eran.

Pero el lunes 27 de julio por la mañana tuvieron un registro por parte de los milicianos. Volvieron por la tarde, presentándose un gran número de hombres armados.

Una señora que iba con los milicianos señaló a la madre Fossas, y a las hermanas Adelfa Soro Bó, Teresa Prats Martí, Otilia Alonso González y Ramona Perramón Vila como religiosas, salvándose las cinco restantes, ya que dejaron a la hermana Filomena Puigdorca Santandreu, que estaba enferma, creyendo que era demente, y no descubrieron a las cuatro restantes, que estaban en otra parte de la casa.

Adelfa Soro Bó —Villanueva de Castellón (Valencia), 6.III.1987—, de cuarenta y nueve años, después de ser alumna de las religiosas dominicas de la Anunciata, había ingresado en la congregación en 1905 y profesado en 1907. Dotada para la música, impartió clases de Solfeo y Piano. Estuvo destinada en Sant Andreu de Palomar (Barcelona), Gerona, Salt (Gerona), Castell del Remei (Lérida) y Barcelona-Trafalgar.

Tenía un carácter optimista y procuraba alentar a sus hermanas más frágiles y temerosas.

Teresa Prats Martí —Ciutadilla (Lérida), 8.I.1895—, de cuarenta y un años. A los trece era ya hábil costurera y, para ayudar a la familia, se dedicó a coser y bordar.

Hija de María, formó parte del coro parroquial y del grupo de catequistas. Solía visitar enfermos y socorrer a los pobres. A los veintitrés años, las dominicas de la Anunciata le facilitaron incorporarse al taller de costura que dirigían en Montserrat. Ingresó en la congregación en 1920 y profesó en 1922. Vivió en las comunidades de Barcelona-Horta, Sant Viçens de Castellet, Vic y, al fin, en la de Barcelona-Trafalgar.

Fue profesora de labores.

Ramona Perramón Vila —Vic (Barcelona), 29.VIII.1898—, de treinta y siete años, había servido como auxiliar doméstica, trabajado en una fábrica textil. Frecuentó la escuela dominical de las dominicas de la Anunciata, en cuya congregación entró en 1920. En 1922 estaba ya en Barcelona-Trafalgar. Repetía que quería hacerse digna de lo que consideraba una gracia inmensa, un regalo de Dios: el martirio.

Otilia Alonso González —Enfistiella, Nembra, Aller (Asturias), 31.XII.1916—, de sólo diecinueve años.

Huérfana de madre a los dos años, fue acogida con cariño por la segunda esposa de su padre, y se educó con las dominicas de la Anunciata en Caborana. Entró en la congregación en Vic en 1932 y profesó en 1933. En 1935 fue destinada a Barcelona-Horta para que comenzara los estudios de Magisterio. En julio de 1936 pasó a la comunidad de Barcelona-Trafalgar en espera de poder buscar refugio en Asturias.

Sorprendidas en su convento y detenidas estas cinco religiosas, las sometieron a varios interrogatorios en los que se las proponía abandonar su estado religioso a cambio de su libertad. Ellas se opusieron en todo momento con firmeza. Entrada la noche las llevaron por la carretera de Vallvidriera y, en la curva denominada “Fero”, las mandaron bajar del camión, empezando por las más mayores. A medida que ponían el pie en el estribo, las disparaban a la cabeza y las mataban.

Quedaban las hermanas más jóvenes: la hermana Otilia y la hermana Ramona Perramón. Una miliciana dijo: “A las jóvenes no hay que tirarlas a la cabeza, sino al vientre, para que sepan lo que es sufrir”.

Así lo hicieron, con cartuchos de perdigones de escopeta y no con balas, como comprobó el personal sanitario del hospital de sangre, donde las llevaron moribundas.

La hermana Otilia, de diecinueve años, sobrevivió un par de horas, habló muy poco, pero lo suficiente para afirmar que se entregaba en manos de Dios y para dar al médico que la atendió la dirección de sus familiares en Asturias. La hermana Perramón murió al día siguiente en el hospital de la Cruz Roja al que había sido trasladada. Fue la que contó los detalles del prendimiento, los interrogatorios que les habían hecho y la escena final de los asesinatos. Es la que pudo hablar más, y habló en catalán, dando la impresión a sus buenos samaritanos de ser persona llana, franca y sencilla.

Se manifestó contenta de su suerte. Cuando se refería a sus sufrimientos, pedía que no lo tomaran nunca en el sentido de ofender o perjudicar a nadie, sino como motivo de gloria a Dios, y repetía que quería hacerse digna de lo que ella consideraba una gracia de Dios.

Daba la impresión como si encontrase demasiado elevado para ella la grandeza del martirio. Una persona que la asistió recordaba, pasados los años, su serenidad y alegría, que transmitía paz y alegría al interior. En el hospital, rezaron varios rosarios para acompañar con su oración a la hermana moribunda. Tuvieron tiempo para dar a entender que los milicianos les habían hecho proposiciones de abusar de ellas, insistiendo durante el tiempo en que estuvieron detenidas, vejándolas y maltratándolas; las invitaban igualmente a apostatar de la fe, prometiéndoles, en cambio, la libertad, a todo lo cual se negaron en cuantas ocasiones se presentó, manteniéndose fieles a su estado religioso.

En el lugar del asesinato —hoy llamado la curva de “les Monges”— sus hermanas de congregación les levantaron un monumento en 1958.

Otras dos religiosas dominicas de la Anunciata, las hermanas Reginalda Picas Planas y Rosa Jutglar Gallart, ambas del colegio de Manresa, fueron asesinadas en 1936.

Reginalda Picas Planas —Borredá (Barcelona), 25.V.1895—, de cuarenta y un años. Acudió para su primera formación a la escuela nacional y al colegio de las dominicas de la Anunciata de su pueblo.

Ingresó en esta congregación en 1919 y profesó en 1920. Muy probada por la enfermedad, vivió en casas de Asturias, dedicada a diferentes labores y clases en grados elementales: Boo (Aller), Oviedo, Ablaña (Mieres), Sama de Langreo y Gijón. Pasó luego al colegio de Manresa (Barcelona). A comienzos de 1936 comentaba a otra religiosa que Dios no le había permitido ser mártir en Asturias, pero presentía que lo iba a ser en Cataluña.

Rosa Jutglar Gallart —Sabassona (Barcelona), 25.I.1900—, de treinta y seis años, realizó estudios primarios con las dominicas de la Anunciata de Folgarolas (Barcelona). Fue trabajadora en una fábrica, e ingresó en la congregación de la Anunciata en 1920. Profesó en 1921. Su único destino fue el colegio de Manresa. Se ocupaba de la sección de párvulos y era muy querida por ellos. Era jovial, sencilla y candorosa.

El 26 de julio de 1936, un grupo de milicianos registró el domicilio de Manresa donde se hallaba refugiada la hermana Rosa Jutglar. Fue objeto de burlas y propuestas deshonestas, pero ella se mostró firme en su fe y dispuesta al martirio. Al día siguiente, 27 de julio, fueron en busca de la hermana Rosa a otra casa en que se había refugiado, y allí estaba también la hermana Reginalda, que no quiso separarse de su hermana.

Las apresaron y dieron muerte en el término de Castellgalí (Barcelona), en la zona denominada “dels Torrents”.

Todas estas religiosas dominicas de la Anunciata han sido beatificadas en Roma el 28 de octubre de 2007.

 

Bibl.: J. Sanabre Sanromá, Martirologio de la Iglesia en la Diócesis de Barcelona durante la persecución religiosa 1936- 1939, Barcelona, 1943, pág. 262; G. Rodríguez Fernández, El hábito y la cruz, Madrid, Edibesa, 2006, págs. 218-227; M.ª E. González Rodríguez (ed.), Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo xx en España, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 62-65; ~ Hablar hoy de martirio y de santidad, Madrid, Conferencia Episcopal Española, Edice, 2007, págs. 145-206; Confer, 28 de octubre de 2007. Beatificación de 462 Religiosos y Religiosas Mártires de España, “Vosotros sois la luz del mundo”, “Folletos Con Él. Testimonio y Testigos”, n.º 282 (octubre de 2007); J. A. Martínez Puche (coord.), Mártires Dominicos españoles.1936, Madrid, Edibesa, 2007, págs. 219-233.

 

María Encarnación González Rodríguez 

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