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Santos Ladrón de Cegama

Biografía

Ladrón de Cegama, Santos. Lumbier (Navarra), 13.XI.1784 – Pamplona (Navarra), 14.X.1833. General carlista.

Vástago de una de las principales familias de Navarra, sus padres le enviaron a estudiar Latinidades a Sangüesa, de donde pasó a Huesca, ciudad en la que curso tres años de Filosofía y otros tres o cuatro de Leyes. Al producirse la invasión francesa de 1808, Santos se alistó en el Ejército, de cuyas filas lograron sacarle temporalmente sus padres, pero sin poder impedir que el 12 de octubre de 1809 tuviera lugar su incorporación definitiva como soldado distinguido.

Participó después en múltiples combates, por los que el 5 de junio de 1811 recibió el despacho de capitán.

Tras convalecer de una grave herida se incorporó al 1.º de Navarra, distinguiéndose en la toma de Huesca y otras acciones, por lo que el 21 de diciembre de 1812 fue ascendido a teniente coronel y comandante, continuando la campaña hasta que las tropas españolas penetraron en Francia. El 1 de agosto de 1815 fue destinado al Regimiento del Príncipe, con el encargo de reorganizar su 3.er batallón.

En su hoja de servicios de 1820 puede leerse: “Valor acreditado, aplicación muy buena, capacidad ídem., conducta muy buena, estado soltero”. El 11 de diciembre de 1821, hallándose en Lumbier con licencia indefinida, se alzó en armas contra el sistema constitucional, aunque a mediados de enero se vio obligado a cruzar la frontera francesa. Regresó el 22 de junio de 1822 como jefe de Estado Mayor de Quesada y combatió en numerosas acciones. Fue ascendido a coronel el 16 de septiembre de 1822 y a brigadier el 24 de febrero de 1823. A principios de 1823 sustituyó a O’Donnell al frente de las tropas navarras. Alterando la táctica de guerrillas de su predecesor, pronto presentó combate formal en Muniain, y, si bien tuvo que retirarse por falta de municiones, no quedó descontento del comportamiento de sus tropas. Una sorpresa sobre Huesca le proporcionó los pertrechos de que carecía, y el 26 de marzo de 1823 cayó sobre una columna constitucional en Larrasoaña, infligiéndola una dura derrota y obligando a sus restos a refugiarse en Pamplona, cuyo bloqueo inició poco más tarde. Al producirse la intervención francesa unió sus tropas a las del general Monitor, formando su vanguardia, y haciendo con él casi toda la campaña, lo que no le impidió batir en mayo a tropas constitucionales muy superiores en Tamarite (Huesca). En su expediente personal se conservan las alabanzas que sobre él hizo el conde de Bourmont en 1824.

Terminada la guerra, fue designado gobernador militar de Pamplona, donde aún se encontraba el 18 de octubre de 1830, en que fue nombrado mariscal de campo y 2.º cabo de Navarra. En 1831 fue destinado a Cartagena, de cuyo mando no tardó en ser cesado por sospechoso de carlismo. Destinado de cuartel a Valladolid, el 11 de septiembre de 1832 pidió se le permitiera marchar a Lodosa, aunque sin resultado.

Por estas fechas debió de entrar en contacto con el coronel Eraso y con la trama conspiratoria creada por la junta de Madrid, siendo designado jefe de la sublevación que debía estallar en Navarra a la muerte de Fernando VII.

Cuando supo la muerte del Rey, abandonó Valladolid y se dirigió hacia Navarra, produciéndose a su paso la sublevación de La Rioja, en cuyos preparativos trabajaba desde hacía tiempo Basilio García. Al frente de dos batallones bisoños compuestos por los voluntarios que se presentaron a servir a sus órdenes, Santos penetró en Navarra, donde aún no había comenzado el alzamiento, y no dudó en marchar al encuentro de la columna mandada por el brigadier Lorenzo, fuera porque pensase, como apunta Zaratiegui, que era de ideas realistas y podía pasarse a sus filas, fuera porque, acostumbrado en la campaña anticonstitucional a triunfar en condiciones adversas, no dudaba de su capacidad para volver a hacerlo. La batalla tuvo lugar en Los Arcos el 11 de octubre y fue una completa derrota de los carlistas, en la que cayeron prisioneros Santos y doscientos de sus seguidores. El 12 fue llevado a Pamplona, y esa misma noche la Junta de Guerra decretó que fuese fusilado por la espalda, decisión en la que se mostró firme a pesar de la petición de Santos de ser fusilado de frente, y no como traidor. Al final, viendo que todo era inútil, se limitó a afirmar: “Moriré como Vds. quieran. No empañará el lustre de mi nombre el baldón de traidor: Santos Ladrón siempre ha sido caballero”. Aunque según algunas fuentes su fusilamiento produjo en Navarra general indignación e hizo marchar a las filas carlistas a centenares de mozos, otras, tal vez más realistas, consideran que su fracaso ralentizó el alzamiento.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), exp. personal.

J. Gómez Colón, Galería Militar Contemporánea. Campañas del Norte, t. II, Madrid, Establecimiento tipográfico de D. Benito Hortelano, 1846, págs. 3-10.

 

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

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