Carriazo y Arroquia, Juan de Mata. Jódar (Jaén), 13.V.1899 – Sevilla, 20.VI.1989. Historiador y arqueólogo.
Aunque nacido en Jódar, toda su infancia transcurrió en Quesada (Jaén). Hijo de abogado y nieto de médico, tuvo acceso a una cuidada educación. Cursó por libre los estudios de bachillerato, salvo el último año, que realizó como alumno oficial en el Instituto General y Técnico de Jaén. Sus inquietudes literarias le llevaron a publicar, entre 1914 y 1918, una treintena de artículos en distintos periódicos de Jaén, a los que acompañaron más tarde otros trabajos en la revista Don Lope de Sosa, dirigida por Alfredo Cazabán. Con este bagaje y no poco empeño llegó Carriazo a la Universidad de Granada. Realizó en la Facultad de Filosofía y Letras los dos cursos comunes. Al no existir sección de Historia en la Facultad de Granada, decidió trasladar su expediente a Madrid, donde se licenció en Filosofía y Letras, Sección de Historia, en 1921.
Mientras Carriazo realizaba el doctorado, murió su madre en Quesada. La lectura de la tesis doctoral, sobre Las ideas sociales de Juan Luis Vives, tardó apenas año y medio (1923). Durante el curso 1923-1924 colaboró como “auxiliar interino gratuito” en la Facultad, pero fue en otras dos instituciones madrileñas donde el joven Carriazo completó su formación: el Instituto-Escuela (1920-1927) y el Centro de Estudios Históricos (1922-1927). En el primero se formó como docente, en un contexto pedagógico innovador. En el segundo se incorporó a la sección de Arqueología dirigida por Manuel Gómez-Moreno, al que siempre recordó como su maestro. Son los años decisivos para su formación como investigador. Publica sus primeros artículos en el Archivo Español de Arte y Arqueología y prepara su edición de la Crónica de los Reyes Católicos de Valera; estudios arqueológicos e historiográficos que, desde entonces, se irán entrelazando en constante y bien avenido matrimonio en la tarea cotidiana del historiador. En 1924 Carriazo realiza sus primeras excavaciones: la villa romana de Bruñel y la sepultura argárica del Corral de Quiñones, ambas en las proximidades de Quesada. En 1927, tras algunos años sin convocarse oposiciones, tiene la oportunidad de opositar a cátedra. Gana la plaza en julio, en agosto muere su padre y, fines de septiembre, ya está en su destino: Sevilla.
Durante su primer curso sevillano proyecta, junto a Ramón Carande, la edición del Tumbo de los Reyes Católicos del Archivo Municipal. En 1929 conoce a María Providencia Ramírez, con la que contrae matrimonio antes de terminar el año. Sus hijos, Diego y Juan, nacerán, respectivamente, en 1930 y 1932. En esta última fecha, Carriazo es nombrado director del Instituto-Escuela de Sevilla y de las excavaciones de Itálica; tareas que añade a las propias de su cátedra en la Universidad. Hasta 1936 compaginará sus ocupaciones en estos tres frentes, e incluso asume un nuevo proyecto: la edición de la Colección de crónicas españolas. No en vano, Espasa Calpe había contactado con Carriazo por indicación expresa de Ortega y Gasset. En 1933 participa en el célebre Crucero Universitario por el Mediterráneo, en compañía de Gómez-Moreno.
La Guerra Civil sorprendió a la familia en Madrid, trabajando Juan de Mata en las Crónicas. En noviembre de 1936, con notables dificultades, se trasladan a Valencia. Allí Carriazo se incorpora a la universidad, donde coincide con un plantel excepcional de profesores: Dámaso Alonso, Emilio García Gómez, Antonio García Bellido, Agustín Millares Carlo, Emilio Alarcos García y José Gaos, entre otros. A finales de mayo de 1937, la familia deja su domicilio en la capital para hospedarse en la localidad de Alfara de Algimia. Algunos meses más tarde volverá a Valencia. Carriazo forma parte también de la Junta del Tesoro Artístico, lo que le obliga a intervenir en el rescate de piezas perdidas en aquellos dramáticos momentos. Avanzado el año 1938 se desplaza a Quesada, donde salva de la destrucción el Archivo Municipal. Allí permanecerá hasta el final de la guerra. Mientras tanto, en Sevilla se desconoce su paradero, y se le busca. El proceso de “depuración” ya estaba en marcha. Durante nueve meses hubo de aguardar, encarcelado en la prisión provincial de Sevilla, el juicio que le devolviera la libertad. Pese a todo, continuó preparando sus ediciones de las Crónicas españolas. Nunca quiso Carriazo recordar aquellos días, y nunca escribió sobre ello. Prefirió enterrar aquella experiencia atroz que marcó a varias generaciones de españoles.
El trabajo en la Universidad era intenso, aunque circunscrito al plano docente. Fiel a sus principios, declinó cualquier responsabilidad que no fuese exclusivamente científica. Entre 1950 y 1954 colaboró con la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, organismo sevillano del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). La segunda mitad de la década de los cincuenta será pródiga en honores y distinciones. Ahora bien, el nombramiento que habría de marcar la mayor parte de su madurez científica es el que le convirtió en delegado de zona del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas, cargo que desempeña desde 1956 hasta su jubilación en 1969. Como delegado de zona, vuelve a quedar bajo su supervisión el yacimiento de Itálica. Y como tal, acude a inspeccionar el hallazgo de los materiales aparecidos en septiembre de 1958 en el cerro de El Carambolo. Desde entonces el nombre de Carriazo ha quedado ligado al estudio de Tartesos. La importancia del yacimiento, así como los trabajos realizados en Ébora (Sanlúcar de Barrameda) y el descubrimiento del “Bronce Carriazo”, explican tal circunstancia.
En mayo de 1969, al alcanzar los setenta años, recibe la jubilación. Meses más tarde muere su esposa. No obstante, la década de los setenta fue fructífera en trabajos y distinciones. En 1971 su Protohistoria de Sevilla recibía el Premio Ciudad de Sevilla. En 1973 veía publicado por fin su Tartesos y el Carambolo. El 16 de enero de 1976 fue elegido como numerario en la Real Academia de la Historia para ocupar la medalla número 5, y tomó posesión de su plaza el 8 de mayo de 1977. Publicados ya los resultados de sus investigaciones sobre la cultura tartésica, Carriazo vuelve de lleno a los quehaceres historiográficos. La enfermedad y la muerte, el 20 de junio de 1989, le impedirán concluir la edición de la Crónica de Juan II de Castilla, de Alvar García de Santa María. La década de los ochenta fue para Juan de Mata la de las grandes demostraciones públicas de reconocimiento. En 1986 es nombrado hijo adoptivo de Sevilla, y en 1987, hijo predilecto de Andalucía.
Obras de ~: Crónica de los Reyes Católicos, ed. de D. de Valera. Madrid, 1927; Colección de Crónicas Españolas, Madrid, 1940-1946, 9 vols.; Crónica de los Reyes Católicos, ed. de A. de Santa Cruz, Sevilla, 1951, 2 vols.; con M. Gómez-Moreno, Memorias del reinado de los Reyes Católicos, ed. de A. Bernáldez, Madrid, 1962; “Historia de la guerra de Granada”, en Historia de España de R. Menéndez Pidal, t. XVII/1, Madrid, 1969, págs. 385-914; con R. Carande, El Tumbo de los Reyes Católicos del concejo de Sevilla, Sevilla, 1929-1971, 5 vols.; En la frontera de Granada, Sevilla, 1971; Tartesos y El Carambolo. Investigaciones arqueológicas sobre la Protohistoria de la Baja Andalucía, Madrid, 1973; Colección diplomática de Quesada, Jaén, 1975; El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo, discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, Sevilla, 1977; El Carambolo, Sevilla, 1978; Protohistoria de Sevilla. En el vértice de Tartesos, Sevilla, 1980; Los relieves de la guerra de Granada en la sillería del coro de la catedral de Toledo, Granada, 1985; La boda del Emperador, Sevilla, 1998; Paseos por la historia de Sevilla, Sevilla, 1999.
Bibl.: E. Benito Ruano (coord.), Homenaje y Memoria (I) (1999-2000), Madrid, Real Academia de la Historia, 2003, págs. 131-167; J. L. Carriazo Rubio (ed.), Juan de Mata Carriazo y Arroquia. Perfiles de un centenario (1899-1999), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2001; A. Mederos Martín, “Una trayectoria rota. Juan de Mata Carriazo, catedrático de Prehistoria e Historia de España Antigua y Media de la Universidad de Sevilla”, en SPAL, 19 (2010), págs. 61-96.
Juan Luis Carriazo Rubio