García Gómez, Emilio. Conde de los Alixares (I). Madrid, 4.VI.1905 – 31.V.1995. Arabista.
Nació en Madrid, aunque muchos le tenían por andaluz. Era castellano viejo por los cuatro costados; su madre y su abuelo materno moldearon sus innatas y sobresalientes facultades para desarrollar una exquisita sensibilidad artística en la que destacaron brillantes percepciones de colores y sonidos. Dibujaba muy bien y tenía un oído finísimo y una vista penetrante.
Su madre le matriculó con tres años en el colegio francés de Madrid y muy pronto asimiló el idioma galo como si fuera su lengua materna. Después prosiguió sus estudios en las Escuelas Pías de San Antón, obteniendo brillantes notas. Su abuelo materno le hizo socio del Ateneo cuando cumplió los quince años y desde muy niño iba con él al Teatro Real y a otros espectáculos para asistir a óperas, zarzuelas y conciertos. Igualmente, desde muy tierna edad, frecuentaba el Museo del Prado. En el curso 1920-1921, con quince años recién cumplidos, su madre acudió a Elías Tormo, entonces rector de la Universidad Central de Madrid, para solicitar dispensa para su hijo, que no cumplía la edad reglamentaria. Pudo simultanear los estudios de Derecho con los de Letras. A los dieciséis años, escribió en La Esfera sus impresiones personales sobre dos famosos cuadros del Museo del Prado. En el mismo año publicó unos versos suyos, “Canzonetas”, en la revista España. Fueron las primeras manifestaciones públicas de su sensibilidad artística, prólogo de otras brevísimas pinceladas sobre el sentimiento de la belleza física en la poesía árabe.
En el curso 1924-1925 obtuvo Premio Extraordinario de licenciatura (sección de Letras) y el Premio Rivadeneyra. Su preparación e interés por los estudios de literatura comparada explican que, a los veinte años de edad, en 1926, defendiese brillantemente su tesis de doctorado con Un cuento árabe, fuente común de Abentofáil y de Gracián, publicado el mismo año, y que causó sensación al dar solución a un problema que había preocupado a romanistas como Menéndez Pelayo y a orientalistas como L. Gauthier y Carra de Vaux. El príncipe de los arabistas rusos, Ignacio Kratchkovsky, elogió la tesis de Emilio García Gómez y le auguraba nuevos éxitos en el campo del arabismo.
En 1929 editó y tradujo un manuscrito árabe que contenía la leyenda de Alejandro. Esta leyenda, viva entre los moriscos españoles del siglo XV, tiene sus raíces en la versión original griega del Pseudo-Calístenes, aunque contaminada con versiones cristianas siríacas, coránicas y de la literatura islámica en general. Esta obra fue premiada por la Real Academia Española con el Premio Fastenrath en 1930. Atrajo también la atención de los principales investigadores de entonces con extensas y laudatorias reseñas. Por ello, Kratchkovsky, al referirse a Emilio García Gómez, llegó a decir: “Un rasgo característico que distingue a la escuela de los arabistas españoles de casi todos los arabistas de Europa es el saber escoger y dilucidar temas cardinales que sean de un valor igual desde el punto de vista del Oriente y del Occidente; temas que derraman una luz nueva sobre la historia íntima de la Europa medieval en general”.
Por Real Decreto de 15 de noviembre de 1926 se le asignaba la plaza de profesor auxiliar temporal en la Facultad de Filosofía y Letras. Simultaneó esta actividad académica con el servicio militar como soldado de cuota en la Brigada Obrera del Ministerio de la Guerra. Más de un académico recuerda su aparición en clase con su uniforme azul marino de botones dorados y su ros.
En 1927 fue pensionado a Egipto y Siria por la Junta para Ampliación de Estudios y por la generosidad del duque de Alba (1927-1928). El magnate egipcio Ahmed Zéki Pachá, amigo de Ribera y Asín y buen conocedor de España, le acogió muy cariñosamente.
García Gómez asistió asiduamente a una velada literaria que organizaba en su casa de Guiza, a orillas del Nilo y cerca de las pirámides. Este magnate fue quien le regaló un códice árabe del Libro de las banderas de los campeones de Ibn Sa‘īd de Alcalá la Real (muerto en 1286) y además le orientó en su interpretación.
Sus Poemas arabigoandaluces se basarán en la traducción de fragmentos de este manuscrito.
El 20 de enero de 1930 presentó una instancia para ser admitido a las oposiciones en turno libre a la cátedra vacante de Lengua Árabe en la Universidad de Granada. Elías Tormo, entonces ministro de Instrucción Pública, resolvió el contencioso surgido por esa vacante a la que aspiraban arabistas y hebraístas. El 2 de junio de ese mismo año, cuando aún no había cumplido los veinticinco años, obtuvo brillantemente dicha cátedra. En su artículo “Mi Granada con Torres Balbás”, García Gómez evocaba con nostalgia y cariño su llegada a la ciudad andaluza el último domingo de septiembre y sus primeros contactos con la sociedad granadina gracias a unas cartas de presentación de unos tíos de Rafael Alberti. En Granada desarrolló una frenética actividad en atender simultáneamente a sus clases universitarias y en negociar con Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública, la creación de las Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada y de su revista Al-Andalus.
Pero García Gómez no se limitaba a corregir montones de pruebas de imprenta, sino que, de acuerdo con los autores, rehacía a veces artículos enteros, introducía palabras clave o titulillos, o daba un toque genial a la presentación de un libro, a la contestación de un discurso, a la redacción de un acta o a la publicación de una reseña. Sería muy interesante rastrear sus huellas en las publicaciones de sus maestros, colegas y discípulos. Era un perfecto corrector de estilo.
Su vida social en Granada también fue muy intensa. Asistía a tertulias en las que participaban Manuel de Falla, los hermanos García Lorca, el pintor Rodríguez-Acosta y Gallego Burín. Le entusiasmaban las corridas de toros y las zambras en las cuevas del Sacromonte. También recibía ilustres visitas a las que tenía que enseñar y explicar la Alhambra. En el mismo año 1930 publicó Poemas arabigoandaluces. García Gómez pasaba sus veladas en la casa del mecenas Zéki Pachá en la lectura de poemas arabigoandaluces y ya en su primera edición de la Editorial Plutarco evocaba esas “tardes de El Cairo y de Guiza, en las que al separarse del códice, mis ojos se fijaban en las aguas del Nilo que, como en los versos de Abusalt de Denia ‘estaba agitado por los vientos, como la espada en la diestra del combatiente”. Estas ediciones y otras publicaciones parciales causaron sensación y asombro en España, sobre todo en la Generación del 27, que acababa de celebrar el tercer centenario de la muerte de Góngora, pues logró de la crítica y del público una acogida que sorprendió gratamente al mismo autor. La vocación literaria con su aditamento arabístico encajaba perfectamente con la moda de aquellos años por un tipo de poesía barroca que recurría a toda clase de metáforas.
La influencia de los Poemas arabigoandaluces o de los extractos publicados anteriormente en los poetas de la Generación del 27 es evidente, sobre todo en Federico García Lorca; García Gómez lo demostró no hace muchos años. En “La casa del Chapiz”, de su Silla del Moro, evoca “los ratos dulces y amargos que allá hemos pasado, sobre todo en los comienzos”.
Él fue también quien organizó la revista Al-Andalus, a la que dio título, y que codirigió desde su primer número, en 1933, con Asín Palacios, y luego gobernó solo desde 1944 hasta el último número, en 1978, en que se cerró el tomo XLIII. La calidad y el prestigio de la revista Al-Andalus, mantenidos en todos los años de su existencia, señalan una brillante trayectoria, que ha sido el signo de una época marcada por su recia personalidad. Mientras tanto, multiplicó sus artículos y monografías, en los que evoca con viveza y brillantez insuperables, aspectos poco menos que ignorados del Islam español.
El 7 de enero de 1936, y previo concurso de traslado, tomó posesión de la cátedra de Lengua Arábiga de la Universidad de Madrid y se incorporó a la Escuela Madrileña de Estudios Árabes. Dicha cátedra había quedado vacante porque Asín Palacios había cesado en su actividad docente al ser adscrito, no muy a su gusto, a trabajos de investigación en la Junta para Ampliación de Estudios. En la Universidad de Madrid desarrolló su actividad docente hasta su jubilación reglamentaria en 1975 con tres interrupciones: la Guerra Civil (1936-1939), una brevísima “sanción académica” en febrero de 1946 y once años de actividad diplomática como embajador de España (1958-1969) en Iraq, Líbano y Turquía.
En 1942 editó y tradujo el códice de Ibn Sa‘īd titulado El libro de las banderas de los campeones, que le había proporcionado el mecenas egipcio Ahmed Zéki Pachá.
El 12 de junio de 1942 fue elegido académico numerario de la Real Academia de la Historia para ocupar la vacante de Antonio Prieto Vives, “especialista en numismática árabe”. Tomó posesión el 3 de febrero con un discurso sobre Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra, al que le contestó Miguel Asín Palacios, quien en aquella solemne sesión decía, entre otras cosas, que Emilio García Gómez “posee esa maestría sugeridora, porque a las dotes de erudito y filólogo de la Providencia ha unido en su espíritu, con mixtura de excepción, las calidades de poeta”. Y es que sus traducciones no tienen tan sólo un valor documental o histórico, sino que están recreadas poéticamente y viven con propia vida estética y literaria. Se han incorporado a la literatura española contemporánea, como se incorporó a la inglesa la versión de Umar Jayyān por Fikz Gerald.
García Gómez retomó este mismo tema en 1985, cuando ya tenía ochenta años, con Poemas árabes en las paredes y fuentes de la Alhambra. Y tres años más tarde, en 1988, publicó Foco de antigua luz sobre la Alhambra desde un texto de Ibn al-Jaţīb en 1362, llena de sugerencias, galardonada con el Premio Nacional de Historia y muy discutida. Para celebrar los cincuenta años de su ingreso en la Real Academia de la Historia se le ofreció un homenaje el 10 de febrero de 1993. La solemnísima sesión pública, que Sus Majestades los Reyes quisieron honrar con su presencia, quedó recogida en el Boletín de la Real Academia de la Historia. El Homenaje a D. Emilio García Gómez, que contiene la colaboración de treinta y dos académicos.
El 10 de enero de 1992, García Gómez deleitó a la Academia en su intervención científica de una difícil pero deliciosa descripción del palacio de los Alijares y acompañada de pertinentes comentarios; un estudio en el que estaba trabajando y acopiando datos históricos, literarios y arqueológicos y que no llegó a publicar; quien esto suscribe discrepaba en alguna interpretación importante, al suponer que los Alixares habían sido construidos en 1362.
El 22 de junio de 1945 ingresó en la Real Academia Española con el discurso Un eclipse de la poesía en Sevilla. La época almorávide. Había sido elegido el 25 de enero del mismo año, ocupando la Medalla de Miguel Echegaray, quien murió en 1927. La Real Academia Española eligió para sucederle al poeta Antonio Machado, a quien la muerte en 1939 impidió ocuparla; y dice García Gómez al comienzo de su discurso: “Aunque por ello no estaría reglamentariamente obligado a hacer su elogio, no quiero dejar de dedicarle breves palabras, como muestra del orgullo —y, al par, de la confusión— con que veo figurar mi modesto nombre bajo el muy glorioso en la ejecutoria del sillón letra V. Es sin disputa Don Antonio Machado uno de los mayores poetas de nuestra lengua, en toda la amplitud temporal de ésta [...]”. Contestó a García Gómez, Ángel González Palencia, también arabista, quien define el discurso como “un capítulo más en la historia de la poesía arabigoespañola, con la manera fina y analítica que suele emplear su autor”.
Un año antes, había contraído matrimonio con María Luisa Fuertes Grasa, funcionaria del Cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos. A los cuarenta años, pues, Emilio García Gómez había alcanzado todos los objetivos a los que podía aspirar un universitario.
Numerosas instituciones nacionales y extranjeras reconocieron su figura. Por citar los últimos galardones, en 1988 recibió el Premio Menéndez Pelayo de Historia y la Junta de Andalucía le nombró Hijo Predilecto de Andalucía el 28 de febrero; en 1989, el Premio Nacional de Historia. Fue elegido director de la Real Academia de la Historia el 15 de diciembre de 1989, y reelegido en diciembre de 1991. En este último año recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. El 10 de febrero de 1993, Su Majestad el Rey le impuso la Gran Cruz de Alfonso X, concedida por el Ministerio de Educación y Ciencia y en 1994 le concedió el título de conde de los Alixares.
Emilio García Gómez falleció en su casa de la Residencia de Profesores de la Ciudad Universitaria de Madrid el miércoles, 31 de mayo de 1995, a las siete de la tarde. Cuatro días después, el domingo, 4 de junio, habría cumplido noventa años. Quedó instalada la capilla ardiente a la que acudieron Su Majestad la Reina, para dar el pésame a su esposa, María Luisa, y familiares, académicos, autoridades, discípulos y amigos. A mediodía del jueves, 1 de junio, fue trasladado el cadáver a la Casa del Chapiz, sede de la Escuela de Estudios Árabes, de la que García Gómez fuera su fundador y primer director en 1932. Tras celebrarse el funeral corpore insepulto en Santa María de la Alhambra, recibió cristiana sepultura el viernes, 2 de junio, al mediodía en el cementerio de San José, sobre las ruinas del palacio árabe de los Alixares y muy cerca del Generalife y de la Silla del Moro. El Ayuntamiento granadino ya le había concedido, el 15 de abril de 1994, la Medalla de Oro de la ciudad de Granada, “reconocimiento a su dedicación y amor a Granada”.
En cuanto a su obra, en “En el ochenta cumpleaños de Don Emilio García Gómez” (J. Vallvé Bermejo, 1985) se recoge una relación no exhaustiva, con trescientos treinta y cinco títulos, sin contar más de doscientos dieciocho artículos firmados en ABC desde 1946 hasta 1985. En esa relación se registran treinta libros, importantes introducciones a la España musulmana de Lévi-Provençal, traducido al castellano por él mismo en los tomos IV y V de La Historia de España dirigida por Menéndez Pidal. Además, se incluían unos ciento cuarenta artículos, muchos de ellos reveladores y de gran novedad, prólogos, homenajes y necrologías, discursos y un centenar muy largo de reseñas.
En el artículo de Lola Beccaría, “Bibliografía de Don Emilio García Gómez” (Beccaría, 1999) —con el apéndice “Addenda incompleta” (J. Vallvé Bermejo, 1999)—, se registran desde 1922 hasta 1986 seiscientos cuarenta y seis títulos más setenta y cuatro en estudios, homenajes, entrevistas y sección iconográfica dedicados a él por otros autores.
Con singular maestría, García Gómez tocó todos los campos del arabismo y en su haber tan considerable cabe añadir su fecunda colaboración con el arabista francés Lévi-Provençal, casi única en el arabismo internacional.
Obras de ~: “El retrato de la Emperatriz Isabel”, en La Esfera, n.º 443 (1922), h. 15; “Retrato del Príncipe Baltasar Carlos”, en La Esfera, n.º 453 (1922), h. 15; “Canzonetas”, en España, n.º 326 (1922), pág. 6, y n.º 330, pág. 11; Un cuento árabe, fuente común de Abentofáil y de Gracián, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1926; Un texto árabe occidental de la leyenda de Alejandro, según el manuscrito árabe XXVII de la Biblioteca de la Junta de Ampliación de Estudios, ed., trad. esp. y est. prel. de ~, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1929; Poemas arabigoandaluces, Madrid, Plutarco, 1930; Ibn Sa‘īd al-Magrībī, El Libro de las banderas de los campeones de Ibn Sa‘īd al-Magrībī, antología de poemas arabigoandaluces, editados por primera vez y traducidos, con intr., notas e índices de ~, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1942; Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra, Discurso leído el día 3 de febrero de 1943 en la recepción pública de don ~ y contestación por el excelentísimo señor don Miguel Asín, Madrid, Imprenta de la Viuda de Estanislao Maestre, Real Academia de la Historia, 1943; Antología árabe para principiantes, textos árabes sin vocalizar seleccionados y reeditados con un glosario, Madrid, Espasa Calpe, 1944 (7.ª ed., 1979); Un eclipse de la poesía en Sevilla: La época almorávide, discurso leído el día 22 de noviembre de 1945 en su recepción pública [...] y contestación del excelentísimo señor don Ángel González Palencia, Madrid, Real Academia Española, 1945; Silla del Moro y Nuevas escenas andaluzas, Madrid, Revista de Occidente, 1948; con E. Lèvi-Provençal, Sevilla a comienzos del siglo XII. El Tratado de Ibn ‘Abdūn, Madrid, Moneda y Crédito, 1948; Una crónica anónima de ‘Abd al-Raűmān III al-Nāşir, ed. por primera vez y trad., con intr., notas e índices de ~ y E. Lèvi-Provençal, Madrid-Granada, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Miguel Asín, 1950; “La trayectoria omeya y la civilización de córdoba”, intr. en E. Lèvi-Provençal, España musulmana hasta la caída del califato de córdoba (711-1031 de J.C.), trad. de ~, en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, Espasa Calpe, 1950, págs. IX-XXXVI; Ibn Ḥazm de Córdoba, El Collar de la Paloma. Tratado sobre el amor y los amantes, trad. y est. intr. de ~, pról. de J. Ortega y Gasset, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1952; Tawfīq al-Ḥakīm, Diario de un Fiscal rural, trad. de ~, Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1955; Las Jarchas romances de la serie árabe en su marco, ed. en caracteres latinos, versión española en calco rítmico y estudio de cuarenta y tres moaxajas andaluzas, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1965; ‘Isā ibn Aḥmad al-Rāzi, El Califato de Córdoba en el “Muqtabis” de Ibn ayyān. Anales Palatinos del Califa de Córdoba al-Ḥakam II, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1967; “Hacia un refranero arábigo-andaluz”, cinco artículos publicados en Al-Andalus, años 1970-1972; Todo Ben Quzmān, editado, interpretado, medido y explicado, Madrid, Gredos, 1972, 3 vols.; “Métrica de la moaxaja y métrica española. Aplicación de un nuevo método de medición completa al-Ųaiš at-Tawšiű de Ben al-Jaţīb”, en Al-Andalus, XXXIX (1974), págs. 3-256; El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de ‘Abd Allāh, último rey zīrī de Granada, destronado por los almorávides (1090), Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1980; Poemas árabes en las paredes y fuentes de la Alhambra, ed. y trad. en verso, Madrid, Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, 1985; Foco de antigua luz sobre la Alhambra: desde un texto de Ibn al-Jaţīb en 1362, Madrid, Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1988; “Mi Granada con Torres Balbás”, en Cuadernos de la Alhambra (Granada), 25 (1989), págs. 13-21.
Bibl.: I. Kratchkovsky, Litteria, n.º 3, vol. VI (diciembre de 1929), págs. 199-204; M. Asín Palacios, “Contestación al discurso leído el día 3 de febrero de 1943”, en Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra, op. cit.; J. Vallvé Bermejo, “En el ochenta cumpleaños de Don Emilio García Gómez”, en al-Qanţara, VI (1985), págs. 12-13; “Cosas que pasaron en el reino de Granada en 1448”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), CLXXXIX (1992), págs. 251-260; VV. AA., Homenaje Académico de Don Emilio García Gómez, Madrid, Real Academia de la Historia, 1993; J. Vallvé Bermejo, “Don Emilio García Gómez, Conde de los Alixares. In memorian”, en BRAH, CXCII (1995), págs. 185-202; L. Beccaría, “Bibliografía de Don Emilio García Gómez”, en BRAH, CXCVI (1999), págs. 211-259 y 449-551; J. Vallvé Bermejo, “Apéndice a la ‘Bibliografía de Don Emilio García Gómez’ de Lola Beccaría”, en BRAH, CXCVI (1999), págs. 552-555; “Egipto hace setenta años: tres cartas de Don Emilio García Gómez”, en Philología Hispalensis, Homenaje a la Profesora Eugenia Gálvez Vázquez (Sevilla, Universidad, Facultad de Filología), XIV (2000), págs. 387-393.
Joaquín Vallvé Bermejo