Septimio Severo. Lucius Septimius Severus. Lepcis Magna (Al Khums, Libia [Tripolitania]), 11.IV.146 – Eboracum (York, Britannia), 4.II.211.Emperador.
Emperador de Roma desde el 3 de junio de 193 hasta el 6 de febrero de 211. Su año de nacimiento no está claro, ya que Dión Cassio (77, 17, 4) afirma que Severo vivió durante sesenta y cinco años, nueve meses y veinticinco días, lo que nos llevaría a abril del año 145 y, además, precisa que fue el día 11, mientras que Elio Esparciano (Scriptores Historiae Augustae [SHA], Severo, 1, 3) afirma que nació el 6 de los idus de abril durante el segundo consulado de Erucius Clarus y el sexto de Severus, es decir, el 146. Procedía de una familia de rango ecuestre de origen norteafricano y fue hijo de Publius Septimius Geta y del Fulvia Pia; según Chausson, fue nieto de Fulvius Macer y bisnieto de Fulvius Pius. Los primeros familiares que habían alcanzado el estamento senatorial habían sido los pertenecientes a la generación anterior a la de Severo.
Aunque no se conocen datos de la carrera profesional de su padre, se sabe que dos tíos suyos fueron cónsules, Publius Septimius Aper, cónsul sufecto en el 153, y otro Septimius Severus. Pero fue un tercer familiar, tío o primo, Caius Septimius Severus, cónsul en el 160, quien más influyó en su carrera pues, además de impulsar su entrada en el Senado, cuando era procónsul de África en el 174 tuvo al futuro emperador como legado.
Su carrera administrativa comenzó como cuestor (quaestor) de la provincia hispana de la Baetica para el año administrativo 170-171 a las órdenes del gobernador Publius Cornelius Anullinus, quien tendría años después un importante papel en la victoria sobre las tropas de Pescennius Niger. En la Baetica estuvo muy poco tiempo, porque estaba siendo saqueada por los Mauri (SHA, Severo, 2, 3-4), por lo que se le envió a Sardinia (Cerdeña) (pro baetica Sardinia ei atributa est, quod Baeticam Mauri populabantur). Después de ser legado senatorial en África (173-174), fue nombrado tribuno de la plebe (tribunus plebis) en el 175, año en que contrajo matrimonio con su primera mujer, Paccia Marciana. Antes de que ella muriera prematuramente, tuvo dos hijas. Severo fue pretor en el año 178, ocupando entre los años 178-181 un puesto en Hispania como legado jurídico para Asturia y Callaecia (legatus Augusti iuridicus Asturiae et Callaecia; SHA, Severo, 3, 4-5). En el año 182 ó 183 estuvo al mando de la legión IX Scythica en Syria, donde conoció y desposó a Iulia Domna, de origen sirio e hija del gran sacerdote del Dios del Sol de Emesa (Homs, Syria). Con ella tendría a sus dos hijos varones, Caracalla y Geta. Después gobernó sucesivamente la Gallia Lugdunensis (Lugdunum = Lyon) entre 186 y 189, y Sicilia (189-190), para alcanzar su primer consulado como sufecto el año 190. Finalmente, pasaría a gobernar entre 191 y 193 la provincia danubiana de Pannonia Superior, donde tendría el mando de tres legiones. Esto le permitió llevar a cabo la sublevación en Carnuntum (Bad Deutsch-Altenburg, Austria), que le daría el gobierno del imperio.
La llegada al poder de Septimio Severo no fue fácil, pues tuvo que superar diversos conflictos bélicos durante cuatro años. Después del asesinato de Pertinax, ocurrido en Roma el 28 de marzo del 193 d. C. y de que Didius Iulianus fuera nombrado emperador, Septimio Severo fue proclamado emperador el 9 de abril por las legiones de Pannonia. Aunque al mismo tiempo se había sublevado en Antioquia el legado de Siria, Caius Pescennius Niger, Septimio Severo se dirigió inmediatamente a Roma, entrando en la ciudad con su ejército cuando ya Didius Iulianus había sido asesinado (SHA, Severo, 7, 1-6). El Senado confirmó a Severo como imperator y rindió honores a la memoria de Pertinax (Dión Cassio 74, 17, 4-5; 75, 4, 1 y ss.) y añadía su nombre a su propia titulatura, aunque sólo lo mantuvo algunos años (SHA, Severo, 7, 6-9).
Cuando se había asegurado el apoyo de todas las legiones de Occidente, por medio de una alianza con el legado de Britannia, Clodius Albinus, al que nombró César y, por tanto, sucesor (Dión Cassio 74, 15, 1-2), se dirigió con sus legiones hacia Oriente para sofocar la rebelión de Niger. Las tropas de Severo se enfrentaron a las de Niger en Cízico, Nicea y, finalmente, en Isos, donde el ejército de Severo consiguió una aplastante victoria. Aunque Niger buscó asilo en territorio de los Partos, que eran sus aliados (Herodiano 3, 1, 2 y ss.), fue asesinado en noviembre de 194 y su cabeza enviada a Roma. Por estas campañas militares, Severo obtuvo los títulos de Parthicus, Arabicus y Adiabenicus (195).
Una vez controlado el flanco oriental, Severo decidió romper su alianza con Clodius Albinus. El 15 de diciembre de 195, le declaró enemigo público y se dirigió con sus legiones al encuentro de Albinus, quien sería proclamado emperador por sus tropas en enero de 196. Clodius Albinus instaló su base de operaciones en Lugdunum (Lyon) y consiguió que el legado de Hispania Citerior, Lucius Novius Rufus (vid. biografía), le diera su apoyo. El 19 de febrero de 197, los ejércitos sublevados fueron derrotados cerca de Lugdunum (Dión Cassio 76, 6, 1 y ss.). Albinus fue ejecutado y su cabeza enviada a Roma (Herodiano, III, 7, 7 y ss.). Los senadores que habían seguido a Albinus, entre ellos muchos hispanos, fueron asesinados (SHA, Severo, 12,1) y Roma vivió un período de terror (Herodiano 3, 8, 6 y ss.). Septimio Severo había logrado recuperar, después de años de enfrentamientos militares, la unidad del imperio romano.
En una alocución ante el Senado, Severo se vincularía a la memoria de los Antoninos, mostrándose como hijo de Marco Aurelio y hermano de Cómodo, defendiendo la actuación política de éste (Dión Cassio 76, 8, 1 y ss.). Esta vinculación aparecería de modo explícito en numerosas inscripciones por todo el imperio.
Pocos meses después de la victoria de Lugdunum, Severo partió con su familia de nuevo hacia Oriente, para consolidar la estabilidad de la región. Se inició la segunda guerra pártica (197-198), que culminó con el saqueo de la capital de los Partos, Ctesifonte (Dión Cassio 76, 9, 3-5). Severo obtuvo, por estas campañas, el título de Parthicus Maximus (198). Durante estos años, perfiló el proyecto dinástico, designando a sus dos hijos como sucesores. Al mayor, Caracalla, le nombró Augustus y, a Geta, Caesar. Esta política dinástica se extendió a todos los miembros de la familia imperial y, concretamente, a las mujeres, que ganaron mucho peso en la vida política romana, lo que se plasmó en numerosas inscripciones, monumentos y monedas. El periodo de gobierno de Septimio Severo marca, además, una clara tendencia a la consideración del monarca como un dios. La fórmula domus divina para referirse a la familia imperial se vuelve frecuente, vinculando la naturaleza sagrada de la función imperial no sólo al emperador, sino a toda su familia, lo que reforzaba el carácter hereditario de la Monarquía. Los Juegos Seculares, celebrados en 204, después de que el emperador pasara largos períodos de viaje por Oriente y África, fueron un momento culminante para la difusión de los nuevos modelos de expresión de la casa imperial y de la lujosa vida cortesana, puesto que entre los años 204 y 208 la familia imperial pasó su más larga temporada en Roma.
El gobierno de Septimio Severo mostró una fuerte concentración de poderes en manos del emperador y de sus colaboradores, en mayor medida que en la época de los Antoninos, y mantuvo una constante tensión con el Senado. Dejando a un lado su preferencia por los ambientes castrenses, su implacable depuración de senadores que habían apoyado las causas de Pescennius Niger y Clodius Albinus, pudo crear una insalvable enemistad con la institución senatorial desde los primeros años de su gobierno. El poder de los nuevos senadores, muchos de ellos de origen africano u oriental y sin prestigiosa tradición familiar, que provenían de puestos ecuestres, no dejaba de crecer.
Por otra parte, el peso que los caballeros tenían en la administración imperial (se crearon cincuenta nuevos puestos de procuradores entre los años 193 y 211) era cada vez mayor, lo que provocaba un progresivo deterioro del poder y el prestigio de numerosos senadores de larga carrera y, en definitiva, de la institución senatorial.
En el año 208, el emperador encabezaría la expedición a Britannia (Dión Cassio 77, 11, 1 y ss.), ante las continuas incursiones de los pueblos indígenas a través de la frontera. El campamento se estableció en Eboracum (York), pero las campañas eran dirigidas por Caracalla, ya que el emperador estaba enfermo de gota. La muerte le llegó el 9 de febrero del 211, poco tiempo después de que hubiera recibido el título de Britannicus Maximus. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas introducidas en una urna, para ser transportadas a Roma. A propuesta de sus hijos, fue divinizado por el Senado.
En la Península Ibérica existen numerosos ejemplos de la fidelidad de las comunidades hispanas hacia el emperador. Un ejemplo es la estatua de plata de diez libras de peso que se erigió el año 194 en Norba Caesarina (Cáceres) en honor de Severo por decreto decurional (CIL II, 693). También conocemos votos hechos a los dioses por la salud del emperador y su familia, como el de Olisipo (Lisboa. CIL II, 259). Pero son más abundantes las inscripciones honoríficas dedicadas a Severo, como las realizadas por los decuriones de Mirobriga (Ciudad Rodrigo, Salamanca. CIL II, 863), de Salteras (Sevilla. CIL II, 1254), Malaca (CIL II, 1969), Isturgi (Andújar, Jaén. CIL II²/7, 60 = II 2124), Acci (Guadix, Granada. CIL II, 3400), Tarraco (Tarragona. CIL II, 4101) o la hallada cerca de Baeza (Jaén. CIL II, 3343). También hay registrados monumentos epigráficos en honor de su esposa Iulia Domna, como el ofrecido por los decuriones de Capera (Caparra, Cáceres. CIL II, 810) o de su hijo Caracalla efectuados en vida de su padre, como el realizado en 210-211 d. C. por la comunidad de Regina (Casas de Reina, Badajoz. CIL II, 1037), el de Tucci (Martos, Jaén. CIL II²/5, 74-75 = II 1669- 1670) o el hallado en Alcalá la Real (Jaén. CIL II²/5, 216 = II 1644). Septimio Severo mandó reconstruir el templo de Augusto en Tarraco (SHA, Severo, 3, 4).
Finalmente, también conocemos miliarios que hacen referencia a él por la construcción o reparación de calzadas hispanas (CIL II, 4655).
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Juan Carlos Olivares