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Germán Díez Martínez

Biografía

Díez Martínez, Germán. San Pantaleón del Páramo (Burgos), 19.I.1909 – Monasterio de Oseira (Orense), 27.X.1992. Cisterciense (OCist.), prior del monasterio de Oseira (1972-1975), capellán de diversos monasterios de religiosas de la Orden, muerto en fama de santidad.

A mediados del siglo pasado, apareció en los escaparates de las librerías una obra del padre Raimond, monje norteamericano que adquirió gran popularidad en el mundo, con el título: La familia que alcanzó a Cristo, de estilo un tanto novelesco, pero de fondo rigurosamente histórico. Se trata de la familia de san Bernardo de Claraval, caso tal vez único o poco frecuente en la historia: seis hermanos ingresaron en el Císter, y la única hermana que tuvieron lo haría entre las religiosas benedictinas de July, no haciéndose cisterciense porque todavía no se había fundado la rama femenina de la Orden. Lo más llamativo fue que el padre de ellos, Tescelín, caballero distinguido en la Borgoña, al morir su esposa Alicia, acudió a Claraval a ponerse bajo el cayado de su hijo Bernardo, que había sido fundador de la abadía.

Algo parecido sucedió con la familia de Germán Díez Martínez, aunque se trata de una familia menos numerosa. Se llamaba Germán, nacido en San Pantaleón del Páramo en la fecha indicada, fue el menor de tres hermanos. Ángel, el mayor, ingresó en el oblatado —escuela apostólica de San Isidro de Dueñas (Palencia)— como hermano lego o converso. Prestó muy buenos servicios a la casa como sastre y portero, estuvo en la Casa Generalicia de Roma, y por fin le destinaron a Oseira, donde falleció en 1961. Más tarde le siguió Andrés, el segundo de los hermanos, que cambiaría el nombre por el de Francisco, quien fue submaestro del hermano Rafael Arnáiz Barón —hoy en los altares—, luego maestro de novicios, habiendo fallecido de accidente en Toro en 1954, al caer por un montacargas.

Quedó sólo en casa Germán, junto con sus padres.

En esos primeros años de su infancia, murió su madre y quedaron solos en casa él con su padre. Éste, lejos de pasar a segundas nupcias, a pesar de su juventud, lo pensó seriamente y se decidió a servir a un señor que no puede morir, como hizo san Francisco de Borja. Cuando Germán cumplió once años, los dos se fueron a la abadía de Dueñas para solicitar el ingreso, el padre en calidad de hermano converso y el niño en la escuela apostólica para formarse bien en la piedad y en la cultura. Los tres hermanos con su padre se juntaron en la misma casa de Dios y perseveraron en la vocación religiosa. El padre hasta quiso remedar en algo el gesto de Tescelín, el padre de san Bernardo, tomando en el claustro ese mismo nombre que lograría honrarle con sus virtudes. Un detalle elocuente es que el cáliz de plata sobredorada con una empuñadura artística de San Isidro de Dueñas se encargó al artista Granda con la herencia de esta familia, que la vendió toda en 1928-1930 para darle este destino. Fue en este último año cuando Germán, siguiendo los distintos grados que tiene la vida monástica, se ordenó sacerdote. Por la casi totalidad de las comunidades de religiosas de España por las que pasó en calidad de capellán o dirigiendo ejercicios espirituales durante muchos años difundió el buen olor de Cristo, porque fue muy dado a la contemplación y a trabajar con empeño en vivir y enseñar a vivir la vocación contemplativa.

En 1965 le destinaron al monasterio de Oseira, donde fijará su estabilidad y desarrollará una labor oculta pero muy eficaz, por haber sido el padre espiritual de casi todos los miembros de la comunidad, ayudando con su palabra y, sobre todo, con la fuerza persuasiva del ejemplo. En 1972 se le nombró superior de la comunidad, trabajando por ella todo cuanto estuvo de su parte, manteniéndose en activo hasta una semana antes de su muerte en que le halló trabajando de manera normal.

El 27 de septiembre marcó un hito destacado en la historia del Císter español por haber culminado en él la beatificación de uno de sus hijos más preclaros, el hermano Rafael Arnáiz Barón —hoy san Rafael—.

Ese mismo día falleció el padre Germán Díez Martínez, monje de Oseira, coetáneo del hermano Rafael, con el cual trató más de una vez. A pesar de que había sufrido dos infartos, la fidelidad en seguir el régimen que le impusieron los médicos, logró que pudiera vivir hasta cerca de los ochenta y tres años, y siempre trabajando en pluriempleo, pues fue sacristán, confesor de los fieles, encuadernador, encargado de la licorería y ayudaba a vender en la portería al turismo... La estela de santidad que dejó tras de sí —dentro y fuera de casa— es un hecho patente que todos reconocen, pues fue toda su vida muy amante de su vocación, tratando de vivirla con la mayor intensidad. Dejó varias colaboraciones en distintas revistas así como una traducción del latín al español de diversos tomos de los primeros padres cistercienses, publicados por la Abadía de Azul en Argentina.

 

Obras de ~: “Folleto destinado al discernimiento personal de la vocación en los/las jóvenes”, en G. Díez Martínez, Descubriendo un secreto, Navarra, 1955, pág. 45.

 

Bibl.: D. Yáñez Neira, “Tres monjes en Oseira, Honorio Arce, Germán Díez Martínez y Juan María Vázquez”, en Cistercium, XLV (1993), págs. 363-369; Continuación de la Historia de Fray Tomás de Peralta, Santiago de Compostela, Consejería de Cultura y Comunicación Social, 1997, págs. 160-161; “Germán Díez Martínez”, en Museo de Pontevedra, LVII (2003), págs. 148-151.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

 

 

 

 

 

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