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José de Nájera

Biografía

Nájera, José de. Nájera (La Rioja), 1621 – Araure (Venezuela), 1684. Capuchino (OFMCap.), misionero, fundador de San Antonio de Araure y escritor.

En 1658, un emisario del rey de Arda se desplazó a Madrid para solicitar al Rey católico misioneros para aquel reino. El Monarca destinó a dicho ministerio a los capuchinos de Castilla, de los cuales el provincial escogió a doce, entre los que se encontraba el padre Nájera. Mientras se preparaba la expedición, el misionero comenzó la labor filológica, ayudado por el embajador de Arda y un criado suyo, publicando “una cartilla y un catecismo de la lengua de Arda, para que los missioneros llevassen esto adelantado”. Dicho opúsculo, que constaba sólo de veintiséis páginas, estaba pensado como un primer acercamiento para los neófitos negros, pero el religioso había tenido la habilidad de disponerlo de tal manera que pudiera servir, al mismo tiempo, de vocabulario para el castellano y el ardo.

Se hicieron a la mar el 25 de noviembre de 1659, llegando al puerto de Arda el 14 de enero de 1660. Enseguida comenzaron con la evangelización de los cortesanos, aunque sus prácticas idolátricas y el concubinato, crearon fuerte tensión con los naturales. Después de un año, en el que sólo se les permitía enseñar a leer y escribir a los hijos de los dirigentes, decidieron pasar a otro lugar donde su ministerio obtuviera mejores frutos. Fue entonces cuando, aprovechando dos bajeles de negreros holandeses, se trasladaron a las Indias Occidentales tres de los seis misioneros que quedaban con vida.

En septiembre de 1661 el padre Nájera se encontraba ya trabajando en la misión de Cumaná, donde permaneció hasta 1670, fundando en compañía de otros misioneros la población de Nuestra Señora del Pilar, que llegaría a contar con seiscientos naturales. Por razones de salud se vio constreñido a regresar a España, donde aprovecharía para escribir su Espejo místico, en el que da también claras muestras de su hacer como autor espiritual, exponiendo la vida de oración en sus varios grados, deteniéndose, en particular, en la oración de ‘recogimiento’ y la contemplación activa y pasiva, en la que ocupa un lugar especial Cristo como Hombre-Dios crucificado. Siguiendo la tradición de los místicos franciscanos españoles, presenta el alma en unión con María, que se colocan místicamente bajo la cruz, en mutua contemplación uniéndose al crucificado por fuerza de compasión y amor. Curiosamente, esta misma obra se convirtió en un elemento esencial para el conocimiento de la misión de Arda, así como de las costumbres de los negros de aquel lugar, y los avatares que habían sufrido los misioneros hasta llegar a América. Sus palabras resultan especialmente elocuentes: “Excuso el referir penalidades, trabajos y miserias, que en la embarcación padecimos, como también los que padecimos en Arda, siendo lo menor el haber muerto en pocos días los seis de los doce que fuimos, y los demás haber estado más de un año gravemente enfermos y moribundos, y el salir desterrados, violentos y arrastrados de aquel reino, pues todo es menos que el desconsuelo del mal logro que nos ocasionó la obstinación de aquel bárbaro, cuando supo que para ser cristiano había de dejar primero la muchedumbre de mujeres y las hechicerías. Después de once meses de calamitosa embarcación, que pudiera ser de solo tres, por la contrariedad de los temporales, faltos de todo lo necesario y sólo socorridos lo más del tiempo con un poco de cebada cocida sin sal, y entre herejes, ya sentenciados de ellos a ser su alimento, por sólo ser tres católicos y decir que por nosotros padecían los infortunios de los temporales” (fols. 9-10).

En 1673, aunque su salud era quebradiza, viéndose nuevamente con fuerzas y concluida la publicación de su obra, regresó a América, en esta ocasión a la misión de los Llanos de Caracas en razón de sus conocimientos filológicos, para “reducir a forma el lenguaje de los indios”, lo que hizo componiendo un vocabulario en lengua chaima o cora, al mismo tiempo que se dedicaba a otros oficios propios de su ministerio, como la fundación del pueblo de San Antonio de Araure, donde falleció a los 63 años.

 

Obras de ~: Doctrina Cristiana y explicación de sus misterios, en nuestro idioma español, y en lengua arda. Conságrase a la Concepción Purísima de María Santísima Señora nuestra los primeros misioneros de aquel Reyno, Madrid, 1658; Atajo para ir al cielo, Madrid, 1658; Espejo místico en el que el hombre interior se mira prácticamente ilustrado, Madrid, 1672.

 

Bibl.: Vida y virtudes del capuchino español, el venerable siervo de Dios Fray Francisco de Pamplona, religioso lego de la sagrada Orden de Menores Capuchinos. Llamado en el siglo D. Tiburcio de Redín, caballero de la orden de Santiago, señor de la ilustrísima casa de Redín y barón de Viguezal en el reino de Navarra, Madrid, Lorenzo García, 1704, págs. 236-241; B. a. Bononia, Bibliotheca scriptorum Ordinis Minorum S. Francisci Capuccinorum, Venetiis, Sebastianum Coleti, 1747, pág. 157; H. Labouret y P. Rivet, Le royaume d’Arda et son évangelisation au XVIIe siècle, Paris, 1929; B. de Carrocera, “Trabajos lingüísticos de los misioneros capuchinos españoles”, en España misionera, 3 (1946), págs. 235-249; M. de Pobladura, Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla. Bosquejo Histórico (1606-1945), Madrid, El Mensajero Seráfico, 1946; Historia Generalis Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum. Pars secunda (1619-1761), vol. I, Romae, Institutum Historicum Ord. Fratrum Minorum Capuccinorum, 1948, págs. 401-402; B. de Carrocera, “Misión Capuchina en el reino de Arda”, en Missionalia Hispánica, 6 (1949), págs. 523-546; M. da Nembro, Quattrocento scrittori spirituali, Roma, Laurentianum, 1972.

 

Miguel Anxo Pena González, OFMCap.