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Luis Antonio Pizarro y Ramírez

Biografía

Pizarro y Ramírez, Luis Antonio. Conde consorte de las Navas (II). Medina del Campo (Valladolid), 24.IX.1788 – Madrid, 19.III.1855. Militar, político y publicista.

Hijo de Juan Antonio Pizarro, natural de Béjar, descendiente por línea directa del conquistador, y de María Rita Ramírez, de Medina del Campo. Realizó sus estudios en el seminario de Nobles de Madrid, donde finalizó el 15 de septiembre de 1804, para después incorporarse al ejército. Durante la guerra de la Independencia, contra los invasores franceses, intervino en la batalla de Talavera de la Reina, siendo distinguido con una cruz con la divisa Talavera de 28 de julio de 1809.

Retirado del ejército con el grado de teniente del Real Cuerpo de Guardia de Corps, se casó el 29 de marzo de 1812 con la lucentina Juana Ramona Ramírez, II condesa de las Navas, ella poseedora del título y pariente de la rama de Lucena de los Ramírez oriundos de Salamanca.

El 12 de mayo de 1814, Luis Antonio Pizarro, personalidad militar clave de la ciudad cordobesa en ese momento, mandaba un piquete de carabineros reales que recorría las calles y plazas con el retrato de Fernando VII, para que el pueblo prestase juramento de fidelidad ante esta representación iconográfica del monarca, en un acto de exaltación absolutista. Hay que tener en cuenta que, en septiembre de 1813, había sido purificado, si bien por unanimidad, de la acusación de afrancesamiento —muy frecuente y propia de aquella posguerra tan mezquina— por el Consejo de Guerra de Oficiales Generales de la Provincia. A partir de entonces, la evolución política e ideológica del conde de las Navas parece clara. Hacia 1822 ya era miembro de las Sociedades Patrióticas de Lucena y Cabra, de clara finalidad política, y en octubre de 1823 se reincorporaba al ejército como capitán y ayudante de campo del mariscal Antonio Burriel. Habiéndole concedido por entonces el gobierno una gran cruz, hizo trenzar la banda a la cola de su caballo para pasear así por el Prado, provocando su destierro de modo fulminante. Durante todo el decenio absolutista permaneció exiliado en Marsella.

A la vuelta del exilio se sumaba a la sociedad secreta La Isabelina, al frente de la cual se encontraba Aviraneta, y conspiró para proclamar la Constitución de 1812, junto con Oliver, Calvo Rozas y el gran demócrata José María Orense, marqués de Albaida, que por este motivo fue apresado en la antigua cárcel de Madrid, junto con otros conspiradores. Como era propio de los liberales de la época, el conde de las Navas perteneció a la masonería española y algún autor lo incluye entre los dirigentes del Gran Oriente en España. Junto con su yerno, el conde del Donadío, también destacado masón, declaró virtualmente la guerra a los gobiernos liberales de Martínez de la Rosa, el conde de Toreno y Mendizábal, a los que se opuso enérgicamente porque entendía que desvirtuaban la índole democrática y doceañista del liberalismo español, contribuyendo de esta manera a la caída de los dos primeros y pactando con el último con objeto de enfrentarse a la amenaza de los carlistas, de quienes eran enemigos comunes. Además de conspirar activamente, formó parte de las cortes llamadas del Estatuto Real, texto seudo-constitucional promovido por el gobierno de Martínez de la Rosa, completamente ajeno al espíritu democrático de la constitución gaditana. Como convencido político demócrata y liberal, se opuso firmemente, desde el principio, a dicha especie de carta otorgada, anticipando durante este período algunos aspectos doctrinales del movimiento demócrata, que nacería como Partido Demócrata en 1849. A su modo de ver, el liberalismo puro debía ser defendido de las mixtificaciones doctrinarias de los moderados que vaciaban su contenido político esencial.

Durante el verano de 1835, a la caída de Martínez de la Rosa, gobernando el conde de Toreno, al grito de “¡Mueran los frailes!”, estallaba una feroz revuelta de carácter anticlerical en gran parte de España, de la que trataron de aprovecharse los llamados “exaltados” que intentaron proclamar la constitución de 1812. Entre estos, que componían el elemento democrático del liberalismo, se contaba el conde de las Navas. Durante estos sucesos revolucionarios, el conde de las Navas, junto con otros diputados como Joaquín María López y Fermín Caballero, fue perseguido, pero huyó burlando a sus perseguidores y, más tarde, se levantó contra el Gobierno, que ayudaría a derribar.

Es en relación con el llamado movimiento insurreccional juntero, donde la figura del conde de las Navas alcanza su máxima significación política. A ello se refiere repetidamente Galdós en el episodio “Mendizábal”. En septiembre de 1835, el conde de las Navas, con la ayuda generosa de José de Salamanca (quien andando el tiempo sería célebre banquero y marqués), había reunido un ejército de cuatro mil hombres en los llanos de La Mancha. Con fecha 20 de septiembre de 1835, el conde firmaba en Santa Cruz de Mudela un manifiesto dirigido a los madrileños y otro el 27 de septiembre en Manzanares, donde estaban acantonadas las tropas de la Junta revolucionaria de Andalucía que tenían previsto avanzar hacia Madrid. En ellos exhorta a madrileños y españoles al pronunciamiento e insurrección contra el Gobierno y propugna unas cortes constituyentes como base del trono de Isabel II, para concluir “con las miserables hordas de carlinos que la afligen. […] una horda de desdichados que vieron cambiar su suerte por obra de un hombre que con una boina y unas alpargatas llegó a unirse a los sublevados”.                

Era el conde oposición pura, pues se opuso a Mendizábal en el parlamento durante su gobierno, y poco después, en la votación de censura contra el gobierno de Istúriz, el 21 de mayo de 1836, el conde de las Navas, por descontado, votó a favor. En el duelo entre Istúriz y Mendizábal, del que se ocupa Galdós, en el episodio “De Oñate a la Granja”, Pizarro apadrinó a Istúriz. Pizarro actuaría como diputado a Cortes durante las legislaturas de 1834 y 1836 (por Córdoba), 1837, 1841 y 1843 (por Salamanca) y 1854 (por Sevilla). Son muy numerosas e interesantes las intervenciones parlamentarias de Pizarro, que se caracterizaban por poner siempre el dedo en la llaga.

Pronto se desengañó Pizarro de la monarquía encarnada por la regente María Cristina y comenzó a trabajar a favor de una república que pudiera traer la democracia. Así, en 1840, tras el alzamiento liberal del primero de septiembre se organizó un embrión de partido republicano, que se unificó en torno al periódico El Huracán y a una Junta integrada por Méndez Vigo, el conde de las Navas y Espronceda, entre otros. Su misión era coordinar las acciones dirigidas a construir un nuevo sistema político democrático. En dicho levantamiento, Luis Antonio Pizarro fue el capitán de la compañía de cazadores del octavo batallón de la Milicia Nacional. A sus órdenes figuran Espronceda como teniente primero, González Bravo como teniente segundo, y José Salamanca. También durante la revolución de julio de 1854, el ya viejo conde de las Navas luchó en las barricadas dirigiendo a los más jóvenes. Además, durante estos días presidió el recién fundado Círculo de la Unión que habían fundado los demócratas.

La figura del conde de las Navas no se detuvo en la vida política y militar. También fue un publicista apreciable en el terreno literario. Formó parte de la célebre tertulia del Parnasillo en el mítico Café del Príncipe de Madrid y colaboró con diversos periódicos, entre otros, con El Panorama. Periódico de literatura y artes, donde publicó un divertido y castizo artículo titulado “Un progreso”. Además, fue uno de los primeros en reconocer la importancia de la obra crítica de Larra en un comunicado que publicó en el periódico El Español poco después del entierro de Fígaro.

Al año siguiente de la revolución, que propició la llegada de un nuevo bienio liberal y el retorno del general Espartero, en 1855, el mismo año en el que nacía su bisnieto Juan Gualberto López-Valdemoro, V conde de las Navas, quien no se parecería casi en nada a su bisabuelo, murió en Madrid Luis Antonio Pizarro, uno de los liberales más sobresalientes del siglo XIX.

 

Bibl.: E. Benot, “José María Orense”, en El Liberal y El Nuevo Régimen (1895); J. Espronceda y Delgado, “Orense, José María”, en VV. AA., Enciclopedia Ilustrada Europeo Americana, vol. XXII, Madrid, Espasa Calpe, 1924, pág. 367; E. Gómez de Baquero, “Obras incompletas. Los dos condes”, en La Voz, 15 de abril de 1929; I. Burdiel, La política de los notables, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim - Institució Valenciana D’Estudis i Investigació, 1987, pág. 88; J. Tomás Villarroya, “El proceso constitucional”, en J. M. Jover Zamora (dir.), Historia de España Menéndez Pidal, t. XXXIV, La era isabelina y el sexenio democrático (1834-1874), Madrid, Espasa-Calpe, 2000, pág. 20; J. Fontana Lázaro, La revolución liberal. Política y Hacienda. 1833-1835, Madrid, Ministerio de Hacienda. Instituto de Estudios Fiscales, 2001 (2.ª ed.), pág. 68; J. M. Caballero Bonald, José Espronceda, Barcelona, Ediciones Omega, 2002, pág. 98; F. Peyrou, El republicanismo popular en España, Cádiz, Servicio de Publicaciones Universidad de Cádiz, 2002, pág. 52; P. Anguera, El general prim. Biografía de un conspirador, Barcelona, Edhesa, 2003, pág. 88; J. Miranda Valdés, Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (1816-1894), Madrid, Real Academia de la Historia, 2005, pág. 62; R. Sánchez García, Alcalá Galiano y el liberalismo español, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005; J. Valera Suanzes-Carpegna, El conde de Toreno. Biografía de un liberal (1786-1843), Madrid, Marcial Pons Historia, 2005, pág. 164; “Propiedad, ciudadanía y sufragio en el constitucionalismo español (1810-1845)”, en Revista Electrónica de Historia Constitucional, 6 (septiembre de 2005), pág. 7; R. Sánchez, Románticos españoles. Protagonistas de una época, Madrid, Editorial Síntesis, 2005, págs. 46-47; M. Rolandi Sánchez-Solís, “Aportación a la historia del republicanismo y el federalismo español del siglo XIX: desde sus orígenes hasta el final del reinado de Isabel II”, en Cuadernos republicanos, 59 (2005), págs. 51-100; D. Martínez Torrón, José de Espronceda. Obras completas, Madrid, Ediciones Cátedra, 2006, págs. 1.304-1.307 y 1.457 (nota 45); R. M. González, José María Orense. Treinta años de gobierno representativo en España, ed. con est. prelim., Santander, Servicio de Publicaciones Universidad de Cantabria, 2006 (col. Cantabria, 4 estaciones, vol. 32), pág. 13; L. F. Palma Robles, Feminismo y acción social en el condado de Las Navas (conferencia pronunciada el 23 de marzo de 2007 en el homenaje a la condesa Carmen Pizarro y Ramírez), Lucena, Ayuntamiento, 2007 (inéd.); J. P. Demidowicz y J. M. Aguilar Ortiz, “Galdós y los condes de las Navas” (conferencia en dos partes […]), en Galdós con los creadores. Literatura, crítica y traducción (congreso celebrado del 22 al 24 de noviembre de 2007), Madrid, Ateneo Científico y Literario, 2007 (inéd.).

 

José María Aguilar Ortiz