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Carlos María de la Torre y Navacerrada

Biografía

Torre y Navacerrada, Carlos María de la. Sevilla, 27.VII.1809 – Madrid, 8.XII.1879. Teniente general, primer gobernador general de Filipinas tras la Revolución septembrina de 1868.

Perteneciente a una familia acaudalada, sus padres fueron Jorge María González de la Torre y Urrutia, coronel de Infantería y caballero de la Orden de Santiago, y María Luisa Navacerrada y Salazar. En 1816 ingresa como cadete en el Regimiento de Infantería de Galicia, por gracia especial dados los méritos contraídos por su padre en las negociaciones del casamiento de Fernando VII con María Isabel de Braganza. Simultáneamente con los servicios castrenses prosigue sus estudios, y ascendido a teniente (1826) se incorpora al Primer Regimiento de la Guardia Real (Segovia).

Tras la muerte de Fernando VII (1833) es destinado al Ejército del Norte en operaciones contra los carlistas alzados en armas (Primera Guerra Carlista, 1833-1839) e interviene en los hechos de armas de Olazagoitia, Ururzun, venta del Perdón, Bilbao, Amurrio y Mendigorría. En esta última batalla fue herido, por lo cual se le confiere el empleo de comandante de Infantería por méritos de guerra. Destinado al ejército de reserva de Andalucía toma parte en las campañas por Castilla la Nueva (zona derecha del Tajo y el valle del Tiétar) y más tarde, pasa al Ejército del Centro y asiste a los ataques de Cortés y Segura, por cuyos méritos contraídos se le concede la Cruz de San Fernando.

Durante los años 1843 y 1844, ya como coronel, participa bajo las órdenes del duque de Ahumada en la organización de la Guardia Civil como secretario de la Dirección y Organización de dicho cuerpo. Constituida la Inspección General, entra a formar parte de la plantilla de jefes y oficiales de dicho cuerpo. Ocupando destino en la Guardia Civil participó en las operaciones contra la sublevación militar ocurrida en Madrid el 26 de marzo de 1848. Ésta se encuadra dentro de las revoluciones de ámbito europeo de 1848, que en España tiene poca incidencia y se traducen como reacción al Gobierno de los moderados (1844-1854). Por esta última acción fue promovido al empleo de brigadier de Infantería y es destinado voluntariamente a Cuenca.

Liberal de convicción y progresista que militaba en las filas de Sagasta, a partir de estas fechas estaría implicado en la mayoría de levantamientos revolucionarios preparados dentro y fuera de España. En 1857 se ordena su traslado forzoso de Cuenca a Vitoria acusado de haber alentado los movimientos revolucionarios de Quintana y Toboso, por lo que permanece en esta capital hasta que se le concede licencia para fijar su residencia en Francia.

 En 1859, desencadenado el conflicto armado entre España y Marruecos (Guerra de África, 1859-1860), por influencia de Prim fue designado para mandar y organizar la División de los Tercios Vascongados con el fin de reforzar al Ejército de África. Tras un año de preparación y adiestramiento, De la Torre y sus fuerzas llegan a Tetuán en febrero de 1860 y toman parte en la batalla de Wad-Ras. Posteriormente regresa a la Península en expectación de destino tras ser disuelta su división.

A finales de enero de 1866, mientras residía en Lisboa, solicita licencia para trasladarse a Granada; es detenido en Badajoz acusado de haber colaborado en la sublevación de Prim en Villarejo (enero de 1866). Esta conspiración junto con la de los artilleros del cuartel de San Gil, forman la cadena revolucionaria organizada desde Francia y Portugal por militantes demócratas, progresistas y republicanos. En el mismo año de 1866 se le permite fijar su residencia en Pozorrubio (Cuenca), desde donde se trasladaría a Francia.

Un año después, comprobada su colaboración con Prim y Sagasta en París, desde el Gobierno de González Bravo, se emite una orden de búsqueda a través del embajador francés en Madrid y el cónsul de Burdeos, lo que causa, tras seguir en paradero desconocido, su baja en el Ejército. Posteriormente, a causa del manifiesto emitido desde Bruselas, y por sus artículos subversivos publicados en periódicos franceses, se le instruye sumaria.

Con el triunfo de la Revolución de septiembre de 1868 se incorpora a las filas del Ejército, y ascendido primero a teniente general es nombrado gobernador y capitán general de Filipinas. Toma el mando, en junio de 1869 ante una gran expectación de los diferentes sectores de la sociedad filipina por tratarse del primer dirigente enviado por el Gobierno provisional de la Revolución democrática. Para congraciarse con el pueblo y a la vez descongestionar las cárceles, concede un indulto general, que es muy mal recibido por los sectores más conservadores.

En septiembre de 1869 preside la jura de la Constitución en el palacio de Santa Potenciana de Manila; la apertura de libertades es festejada por una minoría de filipinos ilustrados y liberales españoles, aunque no por la mayoría del pueblo, poco acostumbrado a eventos políticos de estas características. En el programa de festejos y como acto simbólico de la caída de la Monarquía, De la Torre ordena la demolición de la estatua de Isabel II; tras negarse los empleados municipales a cumplir dicha orden, la Junta municipal, como propietaria, reclama el busto que finalmente queda depositado en el ayuntamiento. Puede que este acto de insubordinación, conocido por el Gobierno de Madrid, llevara a éste a emitir un decreto por el cual quedaban cesados todos los funcionarios de la Administración filipina. Aunque en sus Memorias De la Torre considera que ésta fue una medida impopular para su mandato, la puso, sin embargo, en vigor a pesar de las protestas de los funcionarios cesantes que se vieron suplantados por peninsulares.

Durante su gobierno, de las medidas emitidas por el Ministerio de Ultramar, las del ministro Moret fueron las más controvertidas, especialmente el decreto por el que la Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás, pasaba a llamarse Universidad de Filipinas, con todos los cambios que conllevaba la nueva situación en perjuicio de la Orden dominicana fundadora de dicho centro. El proyecto, como otros muchos, no fue adelante pero sí dio lugar a un gran enfrentamiento entre el gobernador y el clero regular que se puso de parte de los dominicos.

Una decisión tomada, un tanto extravagante, durante su gestión fue la creación de los “Guías de la Torre”, banda de forajidos convertidos en guardianes de los caminos. En sus inicios, la banda dirigida por Camarino, defendía a los campesinos subyugados, pero finalmente se convirtieron en un grave problema para los responsables del orden público; no obstante, De la Torre quiso darles una oportunidad y convirtió a Camarino y sus hombres en un cuerpo de seguridad y vigilancia que apoyaría a la Guardia Civil. Como era de esperar, la reinserción de los bandidos no fue todo lo satisfactoria que el gobernador esperaba, por lo que se vio obligado a declarar el estado de excepción en la provincia donde actuaban Camarino y sus hombres.

El balance de su gobierno (junio de 1869-abril de 1871) no puede calificarse precisamente de acertado, sino todo lo contrario. La política implantada por este “liberal probado y radical sincero” (en palabras de Larra) dejó a las islas en un crítico estado de desconcierto político que se saldaría con los sucesos de Cavite de 1872, ocurridos bajo el mando de su sucesor Rafael Izquierdo.

Entre sus condecoraciones, poseía las Grandes Cruces de San Hermenegildo (1855) e Isabel la Católica (1860), y la Cruz de San Fernando de 1ª clase, ganada en la primera guerra civil. Fue diputado por Cuenca y por Toledo.

 

Obras de ~: Manifiesto al País sobre los sucesos de Cavite, Madrid, Imprenta de Gregorio Hernando, 1872.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Hoja de Servicios del teniente general C. M.ª de la Torre y Navacerrada.

J. Montero Vidal, Historia general de Filipinas, t. III, Madrid, Establecimiento Tipográfico de la Viuda e Hijos de Tello, 1895; A. Pirala, Historia Contemporánea, Guerra Civil, Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Alfonso XII, t. VI, Madrid, Felipe González Rojas, 1895; R. Labra, La política colonial y la Revolución española de 1868, Madrid, Tipografía del Sindicato de Publicidad, 1915; J. M.ª Jover, El siglo XIX en España: doce estudios, Barcelona, Planeta, 1974; V. Palacio Atard, La España del siglo XIX, Madrid, Espasa-Calpe, 1981; J. Rebanal y Ras, El gobernador de Filipinas Carlos María de la Torre y Navacerrada, Madrid, Raycar, 1981; L. Cabrero, “Filipinas y el Pacífico español”, en La era isabelina y el sexenio democrático (1834-1874), pról. de J. M.ª Jover Zamora, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, t. XXXIV, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pág. 994; A. Molina, Historia de Filipinas, t. II, Madrid, Mapfre, 1985; R. Carr, España, 1808-1975, Barcelona, Ariel, 1985; A. Ubieto, J. Reglá, J. M. Jover y C. Seco, Introducción a la Historia de España, Barcelona, Teide, 1986; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de historia de España, Barcelona, Alianza, 1986; J. Celdrán, Instituciones hispanofilipinas del Siglo XIX, Madrid, Mapfre, 1994; A. Castellanos, Filipinas de la Insurrección a la intervención de EE.UU., Madrid, Sílex, 1998.

 

Alicia Castellanos Escudier

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