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Gaspar Juan Pérez de Guzmán el Bueno

Biografía

Pérez de Guzmán el Bueno, Gaspar Juan. Duque de Medina Sidonia (X), conde de Niebla (XIII). Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 1630 – Sevilla, 10.II.1667. Noble.

La biografía de Gaspar Juan Pérez de Guzmán, hijo del IX duque de Medina Sidonia, Gaspar Pérez, y de su primera mujer, Ana de Guzmán (1607-1637), es tan oscura para la historiografía como trascendental para la estrategia familiar de su padre, pese a que el caprichoso destino biológico acabase vaciando de contenido y resultados los planes que en torno a él se construyeron.

Gaspar Juan fue el único de los dos descendientes de esta unión que llegó a la edad adulta. La endogamia familiar en el matrimonio de sus progenitores hizo que su madre fuese al mismo tiempo su tía-abuela, toda vez que era hermana de su abuelo, el duque Manuel Alonso y, por tanto, tía paterna de su padre. Con seis años, a la muerte de su abuelo, Gaspar Juan Pérez de Guzmán recibió el título de conde de Niebla, que siempre habían ostentado los herederos de la casa de Medina Sidonia, lo cual significaba estar destinado a la sucesión de la más poderosa dinastía señorial castellana.

Sin embargo, el futuro X duque no fue en modo alguno protagonista del acontecimiento que iba a marcar de una manera irreversible su destino y el de todo su linaje: la conjura descubierta en el verano de 1641, encabezada por su padre y por el marqués de Ayamonte. Las consecuencias a largo plazo de aquel fracaso se debieron al fuerte castigo que, en dos momentos sucesivos, aplicó Felipe IV a la casa ducal. Es importante señalar que el modo escogido por el Rey para castigar la deslealtad de su más poderoso vasallo no fue personal —por ejemplo, mediante penas corporales, como sí acabó sucediendo con el marqués, ajusticiado en Segovia en 1648—, sino que éste optó por castigar las bases de poder del señorío de un modo tal que el resultado a medio plazo sería la pérdida de la preeminencia en la cúspide social castellana hasta entonces ostentada por los Medina Sidonia.

El castigo, en cuanto que expresión más concreta del disfavor, vino a agravar de cualquier modo una complicada situación de crisis más general que estaba afectando a toda la baja Andalucía y produciendo un considerable descenso en las fuentes de riqueza de la casa. Este castigo se materializaría en tres elementos: en la condena al destierro de Andalucía para el duque y su segunda esposa, Juana Fernández de Córdoba; en la obligación de servir al Rey con importantes sumas de dinero destinadas al sostenimiento de tropas en Flandes; y, sobre todo, en la pérdida del señorío de Sanlúcar de Barrameda, hasta entonces la principal fuente de riqueza e influencia de los Medina Sidonia y su primer y más simbólico dominio señorial.

La biografía política que se fue tejiendo en torno a Gaspar Juan Pérez de Guzmán, en consecuencia, fue una constante, angustiosa y no del todo infructuosa búsqueda de la recuperación del favor regio. Se pueden señalar varios momentos en los que la presencia del futuro X duque de Medina Sidonia, aún conde de Niebla, fue importante. En primer lugar, en los años en los que el proceso contra su padre aún estaba abierto, momento en que compareció en Madrid junto a su madrastra y los hijos de ésta en un aparatoso despliegue de todos los medios de influencia de los Pérez de Guzmán en la Corte con el objeto de amortiguar, en la medida de lo posible, el golpe que la ira de Felipe IV les tuviera reservado. En este sentido no se encontraban desasistidos, contando con apoyos claros como el de Alonso Pérez de Guzmán, patriarca de las Indias, arzobispo de Tiro y limosnero mayor de Su Majestad, hermano del difunto VIII duque de Medina Sidonia. No hay que olvidar de cualquier forma que a la espera de un castigo, perdido sin duda el favor regio y en un momento crítico en el propio poder de la casa, las circunstancias no eran las más adecuadas para recabar grandes muestras de apoyo y fidelidad de otros cortesanos. Aun así, el modesto fruto de aquella estancia en Madrid fue el acuerdo alcanzado con la Corona en 1645 para dar apariencia de cesión voluntaria del duque a Su Majestad del señorío de Sanlúcar por medio del cual, por lo demás, se cerraba el proceso, renunciando el fiscal a agotar la vía jurídica contra el duque por el delito de lesa majestad.

Como era habitual entre los herederos de las grandes casas señoriales, Gaspar Juan Pérez de Guzmán no empezó a cobrar verdadero protagonismo, sin embargo, hasta que se le puso casa propia y contrajo matrimonio. La búsqueda de esposa estuvo animada de la misma voluntad que presidía toda la acción política del duque, su padre, desde la conjura, que no era otra que la recuperación del favor real. En este sentido, la candidata que más podía acercar al duque al círculo más íntimo del Rey por medio del lazo familiar era la hija de Luis Méndez de Haro, Antonia de Haro y Guzmán, hija mayor del valido. La celebración de aquel matrimonio en 1657 fue interpretada en los mentideros de la Corte como un síntoma evidente de la recuperación del favor del Rey por parte del IX duque, al que incluso algunos veían ya en Madrid ocupando el cargo de mayordomo mayor de Felipe IV. Sin embargo, es más probable que aquella unión, eminentemente política, deba ser interpretada, por parte del valido, como una forma de incorporar activamente de nuevo a la casa de Medina Sidonia en la política regia que entonces cifraba sus esperanzas en la recuperación de Portugal bajo el mando de Haro, en un momento en el que se empezaba a tratar de la paz con Francia. Si en esta paz se alcanzaba una solución honrosa —como de hecho sucedió—, todo el esfuerzo bélico de la maltrecha Monarquía hispánica podría concentrarse en el gran objetivo de los últimos años del reinado de Felipe IV: la recuperación de Portugal. Para la consecución de ese objetivo, el concurso de la no menos maltrecha casa de Medina Sidonia podía ser útil en un doble plano. De una parte, simbolizaba la repudia de la alianza matrimonial que en 1632 sellase el difunto duque de Medina Sidonia con la casa de Bragança, ahora aupada al Trono portugués. De otra, en la medida en la que Medina Sidonia, aunque desterrado, pudiese seguir movilizando clientelas en sus extensos dominios andaluces —muchos de ellos fronterizos con Portugal—, contar con él podía favorecer la causa de la recuperación del Reino perdido.

Sea como fuere, esta alianza marcó un relajamiento del castigo al duque y a su casa. Tras la boda, se permitió al conde de Niebla —Gaspar Juan— fijar su residencia en Madrid, y fue nombrado gentilhombre de Su Majestad. A partir de entonces, se abrieron unos años en los que las esperanzas de los Pérez de Guzmán estaban puestas en el éxito político que acompañase a las campañas de Luis de Haro. En primer lugar, en 1658, el logro de la paz con Francia generó enormes expectativas de que la merced que Felipe IV presumiblemente iba a hacer a su valido por tan señalado servicio alcanzase a Gaspar Juan Pérez por medio de un nombramiento honroso, a ser posible en Andalucía.

La Paz de los Pirineos no trajo, sin embargo, la ansiada ocupación del conde en el servicio del Rey, aunque sí el simbólico besamanos del duque a Su Majestad en Valladolid, a la vuelta del Rey de la frontera del Bidasoa camino de Madrid. Como el nombramiento se demoraba, el X duque de Medina Sidonia comenzó a rehabilitar el viejo palacio levantado por su abuelo y ocupado en su día por su padre —cuando aún era conde de Niebla— en Huelva, amagando con la inminencia de una jornada que le alejaría de Madrid, como modo de forzar tanto a Antonia de Haro y Guzmán como al propio Haro a encontrar un oficio para él.

Como tampoco se alcanzaba así el objetivo, las esperanzas del conde de Niebla y de su padre se centraron entonces en una victoria militar de Haro en sus campañas en Portugal —1659 y 1660—, que, por el contrario, sólo conocieron el fracaso. La muerte al año siguiente de Luis de Haro frustró toda posibilidad de hacer fructificar políticamente la alianza con el valido, a lo que se unió la propia esterilidad del matrimonio, haciendo oscura la presencia del conde de Niebla incluso en la documentación que se conserva de la época. Se sabe que, gracias al levantamiento de la prohibición a los Medina Sidonia de regresar a Andalucía, Gaspar Juan Pérez de Guzmán y su mujer, Antonia de Haro, residieron largas temporadas en Huelva, lo que vino a representar de forma notable el fracaso de la estrategia matrimonial de recuperación del favor. Cuando el X duque de Medina Sidonia heredó este ducado, en 1664, se encontraba en Huelva y no parece que acudiese a Madrid en los escasos cuatro años que ostentó el título. Su muerte repentina y sin descendencia en Sevilla, en 1667, situó al hijo mayor del segundo matrimonio de su padre en el trono ducal, lo que implicó una mudanza notable de alianzas y estrategias, toda vez que la duquesa viuda, madre del nuevo duque, era una Fernández de Córdoba, hija de los marqueses de Priego y duques de Feria.

 

Bibl.: A. Domínguez Ortiz, “La incorporación a la Corona de Sanlúcar de Barrameda”, en Archivo Hispalense, 147-152 (1968), págs. 215-231; L. Salas Almela, Medina Sidonia: el poder de la aristocracia: 1580-1670, Madrid, Marcial Pons, 2008.

 

Luis Salas Almela