Giménez García, Isidoro. Valladolid, 8.IV.1899 – Madrid, 30.XII.1987. Aviador militar.
Este piloto permaneció con las Fuerzas Aéreas de la República en la Guerra Civil Española, desempeñando una notable actuación al frente de diferentes unidades y escuelas; había ingresado, en 1918, en el Ejército como soldado voluntario en el Regimiento de Ferrocarriles; al año siguiente, ascendió a cabo y en 1920 fue promovido a sargento cuando prestó servicios como maquinista al ser movilizado su regimiento con motivo de las huelgas de ferrocarriles.
En 1925 solicitó, y obtuvo, asistir al curso de especialistas como ametrallador-bombardero, que realizó en el aeródromo de Los Alcázares, en la Escuela de Tiro y Bombardeo. Se le confiere el título en agosto de ese año y pasa a prestar sus servicios en Melilla, en la Escuadrilla de Aviones Base de Mar Chica, con la cual intervino en operaciones de bombardeo y reconocimiento, hasta 1928 en que fue llamado a realizar el curso de piloto de tropa, formando parte de la novena promoción y ascendiendo a continuación al empleo de suboficial.
Destinado al Grupo 31 de Getafe, permanece en dicho aeródromo realizando vuelos de entrenamiento en aviones de caza hasta el mes de marzo de 1933, en el cual pasó a Cuatro Vientos para realizar el curso de mecánicos, título que adquirió en el mes de diciembre, consiguiendo en ese momento el derecho a cubrir vacantes que se produjeran en unidades de caza. Se puede ver la progresión que le hace ir perfeccionando su carrera ascendente a base de realizar todo curso o práctica que puede estar a su alcance. En julio de 1934 es ascendido a subteniente del Servicio de Aviación, continuando en su anterior destino del Grupo 31 con aviones Breguet XIX. En diciembre asciende a alférez.
La Guerra Civil le sorprende en su destino de Getafe, en el cual permanece prestando sus servicios desde los primeros reconocimientos en las entradas a Madrid, carreteras de acceso desde el Norte, volando hasta Burgos y observando los movimientos de las tropas sublevadas. Presta servicios en los frentes de las sierras de Guadarrama y Somosierra, atacando en diferentes ocasiones en misiones de bombardeo las tropas nacionales que resistían en el Alcázar de Toledo.
En el mes de agosto, al organizarse la Escuadrilla Alas Rojas, unidad mixta formada por Nieuport N 52 y Breguet XIX, se le nombra jefe de ella y da comienzo a sus intervenciones en el frente de Aragón desde el campo de Sariñena. En noviembre de 1936 es ascendido a capitán y como profesor y acompañante de ciento noventa alumnos marcha a Rusia en diciembre, con el mayor Manuel Cascón y los capitanes Aurelio Villimar, Gumersindo Areán y José González Montero, a la Escuela de Kirovabad en Azerbaiyán, donde se han de realizar los cursos de pilotos con material ruso, del que se iban a dotar las unidades gubernamentales.
Fue un hombre que llegó a ser un símbolo para todos sus compañeros aviadores republicanos que lo habían tratado, tanto en el aspecto profesional como en el personal. Uno de sus compañeros escribió de él: “Si somos capaces de imitarle por su integridad, pues a pesar de las presiones mantuvo la línea marcada por su conciencia; disciplina porque supo cumplir con su deber; buen hacer porque fue magnífico profesional; modestia porque jamás admitió que se le distinguiera y por su compañerismo y cariño hacia sus compañeros, estaremos honrando su memoria como se merece”. Según un jefe de mecánicos, ya en 1928, Isidoro era en Getafe muy popular entre sus colegas siempre, por lo que fue nombrado presidente del pabellón que los suboficiales organizaron entre ellos.
De Rusia vuelve en julio de 1937, participando activamente en la batalla de Brunete volando aviones Polikarpov RZ Natacha desde los aeródromos de Salamanca del Jarama y Santa Cruz de la Zarza. Había sido nombrado jefe de una escuadrilla de bombardeo ligero dotada con estos aviones soviéticos, con la cual interviene en aquella batalla, pasando a continuación con su unidad a Villar del Arzobispo y Barcelona.
En octubre de 1937 es nombrado profesor de la Escuela de Alta Velocidad de El Carmolí en Murcia, donde al poco tiempo sucede a Félix Sampil como jefe de ella. Ascendido a mayor (comandante) por méritos en campaña en junio de 1938, se le nombra en agosto jefe de la Escuadra de Caza, con la que interviene, con una destacada actuación, en la batalla del Ebro y en la defensa de Cataluña al iniciarse esta campaña por los nacionales. Según sus compañeros en la escuela, “como jefe hacía que todo funcionara a la perfección, tanto en lo técnico como en la vida diaria. El comandante Giménez era querido y respetado por todos los componentes de la unidad, desde los profesores hasta el último soldado. Y es que poseía dos cualidades que es muy raro encontrar juntas en un mismo jefe militar; la firmeza para hacer cumplir la disciplina y la bondad y el buen sentido para aplicarla sin excesos de rigor”.
Pasó de nuevo a El Carmolí en Murcia, donde le sorprende el final de la guerra, quedando prisionero de las fuerzas nacionales. Sometido a Consejo de Guerra y sentenciado el 22 de junio de 1943, fue condenado a prisión y se le dio de baja en los escalafones del Ejército. Después de durísimos años de prisiones y sinsabores, fue uno de los primeros fundadores y directivos de la Asociación de Aviadores de la República, colaborando durante años con todos sus amigos y camaradas para formar ese ambiente de solidaridad y auténtico compañerismo que ha caracterizado la convivencia entre los antiguos aviadores republicanos; ése ha sido su mejor y único patrimonio por muchas décadas.
Al cumplir su condena, fijó su residencia en España, donde vivió en la ciudad de Madrid hasta su fallecimiento.
Bibl.: J. Goma Orduña, La guerra en el aire: Vista, suerte y al toro, Barcelona, AHR, 1958; VV. AA., Historia de la aviación española, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Aérea, 1988; R. de Madariaga, “Las Escuelas de Caza de la República: La Ribera, Kirovadab, El Carmolí, Lorca”, en Aeroplano (Instituto de Historia y Cultura Aeronáutica), n.º 12 (1992); J. S alas Larrazábal, Guerra aérea, 1936-1939, Madrid, Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire, 1998-2003, 4 vols.
Rafael de Madariaga Fernández