Dávila y Zúñiga, Pedro. Marqués de Las Navas (I), conde del Risco (III). Ávila, c. 1500 – Las Navas del Marqués (Ávila), 18.IX.1567. Aristócrata, cortesano y humanista.
Los señores de Villafranca y Las Navas descienden de Esteban Domingo Dávila, origen de uno de los linajes más antiguos y arraigados en Ávila, en cuyo gobierno se destacaron algunos miembros, en tanto que otros participaron en empresas de mayor alcance, cual es el caso de Esteban Dávila el Viejo, que participó en las vistas entre los reyes de Castilla y Aragón en el lugar del Campillo y en las sentencias que se dieron sobre las pretensiones del rey de Aragón al reino de Murcia.
Su hijo Gonzalo González Dávila fue partidario del infante don Juan en sus pretensiones a la tutoría durante la menor edad de Alfonso XI, y el primogénito de Gonzalo, llamado Esteban Domingo como su abuelo, desempeñó el cargo de alcaide del alcázar de Maqueda, donde estuvo preso y fue ejecutado Juan Núñez de Prado, maestre de Calatrava, por orden de Pedro I.
El hijo de este último, Gonzalo González Dávila, fue partidario de don Pedro y como tal participó en el enfrentamiento de Montiel, donde fue preso juntamente con otros caballeros. Tras huir a Aragón, se pasó en 1372 a la obediencia de don Enrique, quien le concedió el señorío de Villafranca de la Sierra y Las Navas de Pinares. El señorío comprendía, además de estos dos lugares, las aldeas de Navalperal de Pinares y Valmaqueda. Eran bienes amayorazgados, a los que Pedro Dávila, IV señor, agregó en 1468 las propiedades que poseía en las aldeas de Urraca Miguel, Ojos Albos, Valle Blascosanchuelo, Cerromino, El Lomo, Navalmoral, Navasante, Navacarros, Domingo Peláez y Escalonilla, más la casa y torre que estaba construyendo en Ávila.
Sus sucesores participaron en algunos hechos de la reconquista y desempeñaron el oficio de regidor de Ávila. Es el caso de Diego Dávila, tercer señor de Villafranca y Las Navas, que participó en la tala de la Vega de Granada, llevada a cabo por Juan II. El quinto señor, Pedro Dávila y Bracamonte, fue agraciado por los Reyes Católicos, en 1475, con la dignidad de conde del Risco.
Pedro Dávila y Zúñiga, III conde del Risco, VII señor de Villafranca y de Las Navas y III conde del Risco, era hijo de Esteban Dávila y Toledo, II conde del Risco, y de Elvira Zúñiga. Al morir su abuelo, Pedro Dávila, y su padre, en 1504, heredó el mayorazgo bajo la protección de su madre y su tío, Fernán Álvarez Dávila, quienes no dudaron en enfrentarse con el señor de Villatoro y Navamorcuende, Hernán Gómez Dávila, en una lucha de bandos que sólo finalizó hacia 1507, por causa de la mediación de la reina Juana de Castilla.
Educado en la Corte de su abuelo, el duque de Béjar, allí aprehendió los parámetros culturales humanísticos, que fueron puestos en práctica por Pedro Dávila y su hermano Luis en las siguientes décadas.
Tras el conflicto de las Comunidades, en el que se mantuvo fiel a las disposiciones de la Regencia, casó con María Enríquez de Córdoba, hija de Fernando de Córdoba, señor de Aguilar y I marqués de Priego (1525).
Por provisión imperial, Pedro Dávila y Zúñiga accedió al marquesado de Las Navas en 1533 y siendo al año siguiente se le encargó de los actos de recibimiento del emperador Carlos en Ávila. En las Cortes de Toledo de 1538 se constituyó uno de los más importantes partícipes. Gozando siempre del favor de Carlos I, entre 1548 y 1556 fue mayordomo de la Casa de Borgoña del príncipe Felipe al que, acompañó en su viaje a Alemania (en la ciudad germánica de Augsburgo conoció a los Leoni, quienes pudieron encargarse de la realización de su lauda funeraria), Flandes e Italia.
Asimismo, a Dávila y Zúñiga se le consideró un hábil negociador en los asuntos hispánicos, por lo que en 1553 pasó a Inglaterra como enviado especial del príncipe Felipe para concertar la boda entre éste y la reina María Tudor, y en 1555 asistió en Bruselas a la abdicación de Carlos V.
Retirado a sus posesiones abulenses, fue de nuevo requerido como miembro de la Casa borgoñona de Felipe II en los fastos concebidos para la entrada de la reina Isabel de Valois en Toledo, viaje en el cual quedó patente el progresivo aumento de poderes concedidos a su hijo segundogénito Pedro Dávila y Córdoba, quien, tras la muerte del primogénito en 1567, le sucedió en sus títulos y mayorazgo. Es preciso evitar confusiones precisamente con su hijo Pedro Dávila, que fue embajador de Felipe II en Roma y con el que en ocasiones se ha confundido; se trata de un error repetido desde 1607, fecha de la publicación de la obra de fray Luis Ariz, quien confunde al padre con el hijo. Cotejando las fuentes escritas de la época sí se puede observar las diferencias entre uno y otro.
Por otra parte, como ya se ha indicado, Pedro Dávila y Zúñiga fue un destacado humanista; mantuvo cierta amistad con personajes como Accursio, Calvete de Estrella, Pompeo y Leone Leoni, e incluso pudo haber tratado en su juventud con Gonzalo de Ayora, quien le menciona en su Epilogo [...] de la ciudad de Auila (Salamanca, por Lorenço de Liom Dedei, 1519); asimismo erigió un palacio renacentista sobre una antigua fortificación medieval en Las Navas, decorado con inscripciones romanas de Mérida y Cáparra y otras de nuevo cuño, pinturas al fresco con motivos guerreros y retratos de los marqueses, muy similares a las de la sala de Batallas de El Escorial, y varios lienzos de Tiziano Vecellio. Otras construcciones sufragadas por el marqués de Las Navas fueron un convento de dominicos en la villa de Las Navas, y capillas y palacetes en Ávila, Valdemaqueda y Las Navas.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Contaduría de Mercedes, leg. 97, fol. 75; Archivo Histórico Nacional, Sección Nobleza, Parcent, caja 123, doc. 30; Real Academia de la Historia, ms. 11/8544 (“Libro de Cossas Varias y Curiosas”, de Luis Pacheco de Espinosa).
L. Ariz, Historia de las grandezas de la ciudad de Ávila, Alcalá de Henares, Luis Martínez Grande, 1607 (ed. facs., Ávila, Obra Cultural de la caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1978); L. de Salazar y Castro, Historia genealógica de la casa de Lara, t. I, Madrid, Mateo de Llanos y Guzmán, 1694-1697; A. de Santa Cruz, Crónica del emperador Carlos V, Madrid, 1920-1925; A. Merino Álvarez, La sociedad abulense durante el siglo XVI. La nobleza, discurso de recepción en la Real Academia de la Historia, Madrid, Real Academia de la Historia, 1926; F. Pérez Mínguez, “El castillo de los Marqueses de Las Navas”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 97 (1930), págs. 745-816; E. Cooper, Castillos señoriales de Castilla de los siglos XV y XVI, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980; I. Moreno Núñez, Ávila y su tierra en la Baja Edad Media, Ávila, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 1992; L. Fernández y Fernández de Retana, España en tiempos de Felipe II, en J. M.ª Jover Zamora, Historia de España Menéndez Pidal, t. XXII, Madrid, Espasa Calpe, 1999; J. Martínez Millán y C. de Carlos Morales (coords.), La Corte de Carlos V, IV. Los servidores de las Casas Reales, tercera parte, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, pág. 140; M. I. López Fernández, Guía de la Arquitectura civil del siglo XVI en Ávila, Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 2002; M. A. Ochoa Brun, Historia de la Diplomacia Española, La diplomacia de Felipe II, t. VI, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 2003; A. Alonso de Cadenas y López y V. de Cadenas y Vicent, Elenco de grandezas y títulos nobiliarios, Madrid, Instituto Salazar y Castro, Revista Hidalguía, 2005.
José Ignacio Moreno Núñez y Roberto Quirós Rosado