Jovellar y Soler, Tomasa Cristina. Roda de Isábena (Huesca), 18.IX.1834 – Madrid, 19.XI.1908.
Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl (HC), superiora provincial y local en varias comunidades.
Nació en el seno de una familia acomodada, su padre era militar y su único hermano, Joaquín, destacó también en la carrera de las armas. Fue capitán general de Cuba, general jefe del Ejército del Centro, en España, ministro de la Guerra en dos ocasiones, y, durante un breve tiempo, desempeñó las funciones de presidente del Gobierno (1875). Cristina perdió a sus padres siendo muy niña y fue confiada, lo mismo que su hermano Joaquín, a una tía suya. De excelentes cualidades y carácter emprendedor, no se arredró ante ningún obstáculo.
Ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad el 18 de septiembre de 1834 y después de un tiempo de formación en el Real Noviciado salió destinada al Asilo de San Blas, en Madrid, al servicio de niñas y jóvenes huérfanas. Fue pasando por sucesivos destinos: Hospital Clínico de San Carlos (1860), Beneficencia de Tarragona, como superiora local, cargo que siguió manteniendo en los sucesivos destinos, Casa de Huérfanos de Barcelona (1868), Casa de Beneficencia de Valencia (1874), Hospicio de Madrid (1878), Hospital de la Venerable Orden Tercera en Madrid (1881). Con su cariño, dedicación y agudeza, logró que los acogidos encontraran la alegría de ser escuchados, comprendidos, educados cristianamente y defendidos en sus derechos.
Su nombramiento de ecónoma de la Casa Central la alejó por un tiempo del Hospicio de Madrid, al que regresó de nuevo una vez cumplido el tiempo del cargo de ecónoma (1888). Nombrada superiora provincial el 13 de mayo de 1894, fue recibida por sus hermanas con grandes muestras de júbilo. Estos años fueron duros para España; años de guerras en Cuba, Filipinas y Puerto Rico, que luchaban por su independencia. Sor Cristina desplegó toda su actividad para proporcionar alivio a los soldados enfermos y heridos que se encontraban en los horrores de la guerra. Les enviaba ayudas materiales, pero sobre todo ofreció a todas las Hijas de la Caridad de su provincia para el socorro de estos soldados heridos y enfermos. Existía ya desde 1854 el servicio de las Hijas de la Caridad en los hospitales militares de las colonias de ultramar. La guerra obligó a multiplicar estos hospitales. Sor Cristina, consciente de la situación, envió una expedición de veinte Hijas de la Caridad con los primeros batallones y al mismo tiempo se presentó al ministro de la Guerra para decirle: “Excelencia, si tiene necesidad de más Hermanas, pida, V. E., que todas estamos dispuestas a ir a la guerra”. No en vano corría por sus venas sangre militar.
Nuevas expediciones de Hijas de la Caridad fueron saliendo en barcos abarrotados de soldados a los que acompañaban y atendían en los campos de batalla, en el servicio de ambulancias y en los hospitales que rebosaban de heridos y enfermos. Fueron también las Hijas de la Caridad las que acompañaron en los barcos de repatriados a los soldados enfermos, muchos de ellos graves, y no pocos murieron en el mar. Las peripecias de estas travesías se conservan en cartas escritas por las hermanas a sor Cristina que, como visitadora, impulsaba y organizaba todos estos servicios y las animaba y estimulaba en las dificultades y peligros que corrían. Fue ésta una etapa heroica y de las más gloriosas de las Hijas de la Caridad en España.
Durante los años que fue superiora provincial sor Cristina Jovellar (1894-1900) proliferaron las obras de las Hijas de la Caridad (ochenta y cinco nuevas fundaciones), entre ellas los hospitales militares de Madrid, Carabanchel (1896) y Barcelona (1898), numerosos hospitales civiles, escuelas en zonas rurales y en barrios marginados de las ciudades, asilos de niños desamparados, de ancianos y de mendicantes, hospicios, sanatorios de Cruz Roja, cocinas económicas, colonias agrícolas para el aprendizaje del cultivo de la vid y preparación de vinos, etc.
Otra preocupación que desveló a sor Cristina en su etapa de superiora provincial fue la situación de los enfermos en las cárceles. A ellas fue enviando Hijas de la Caridad para humanizar las enfermerías y hacerse cargo de la ropería: cárcel correccional de Barcelona (1895), cárcel de mujeres de Carabanchel (1900), cárcel de Bilbao (1900).
Al terminar su mandato de superiora provincial, a pesar de tener ya sesenta y seis años, fue enviada con el cargo de superiora local al Hospicio de La Coruña, donde permaneció dos años. Allí tuvo que hacer frente a situaciones injustas, siempre buscando el cumplimiento fiel de su deber y la defensa de los derechos de los acogidos.
Toda su vida fue de abnegación y sacrificio a favor de los más abandonados. Después de pasar unos años en la casa de Convalecientes de San Diego en Valdemoro (1902-1906), volvió a la Casa Central de Madrid, donde falleció a los setenta y cuatro años.
Obras de ~: “Carta a la Respetable Madre Lamartinie”, en Anales Españoles de la Congregación de la Misión (AECM) (Madrid), t. VI (1898), págs. 406-407; “Lettre a la T. H. Mere Lamartinie”, en Annales de la Congregation de la Mision (ACM), t. LXIII (1898), págs. 447-449.
Bibl.: F. Vicente, “Vapor Santo Domingo. Carta a Sor Cristina Jovellar, Visitadora”, T. de J. y M. Mora, “Carta a Sor Cristina Jovellar. Visitadora”, F. Vicente, “Carta a Sor Cristina Jovellar, Visitadora”, D. Clariana, “Carta a Sor Cristina Jovellar, Visitadora”, y T. de J. Mora, “Carta a Sor Cristina Jovellar, Visitadora de España”, en AECM, t. V (1897), págs. 157-160, págs. 160- 162, págs. 163-165, págs. 165-166 y págs. 352-354, respect.; H. Laquidain, “Lettre a la Soeur C. Jovellar, visitatrice à Madrid”, en ACM, t. LXIII (1898), págs. 449-450; P. Vargas, “Superioras y Visitadoras del Noviciado de las Hijas de la Caridad. Sor Cristina Jovellar”, en AECM, t. XLI (1933), págs. 20-21; N. Mas, Fundación de las Hijas de la Caridad en España, Madrid, 1976, págs. 67-68; P. Vargas, Historia de las Hijas de la Caridad de la Provincia Española, Madrid, 1996 (ed. restringida), págs. 765-782; M. Á. Infante Barrera, Sor Justa Domínguez de Vidaurreta e Idoy, Salamanca, Ceme, 2004, pág. 92.
María Socorro Martín Vicente, HC