Naval Ayerbe, Antonio. Olvena (Huesca), 16.I.1857 – Madrid, 13.I.1939. Religioso claretiano (CMF), predicador, vicesuperior general.
Tras cursar el bachillerato en el colegio de los escolapios de Barbastro, en 1874 ingresó en el seminario diocesano de la misma ciudad; en 1881 concluyó allí sus estudios eclesiásticos; un año antes había recibido ya la ordenación sacerdotal. Durante sólo un año ejerció el ministerio sacerdotal en su diócesis, atendiendo especialmente a los presos de Barbastro. Influido por su hermano Francisco, estudiante claretiano en Thuir (Francia), por las cartas de su tío Alejandro, misionero jesuita en Filipinas, y por el conocimiento directo de los claretianos de Barbastro, optó por la vida religiosa claretiana, ingresando en el noviciado de Gracia (Barcelona) en 1882. En 1883 emitió sus votos religiosos. Al año siguiente fue destinado a Roma para formar parte de la primera comunidad claretiana que allí se establecía con el cometido de desempeñar más fácilmente la procuraduría general de la Congregación (gestiones ante la Santa Sede) y de atender pedagógica y espiritualmente a los seminaristas del recién fundado Colegio Español de la urbe. El padre Antonio iba en segundo lugar, como ayudante del procurador padre Jerónimo Batlló, pero sus cualidades le hicieron descollar rápidamente por encima de su superior. En estos años romanos el padre Antonio se distinguió como hábil “agente de preces” no sólo a favor de la Congregación claretiana, sino de muchas otras congregaciones religiosas y diócesis, y muy especialmente como confesor y director espiritual. Entabló contacto con las más altas jerarquías de la Iglesia y colaboró en la elaboración del decreto Sacra Tridentina Synodus, por el que se daba luz verde a la comunión frecuente.
En el capítulo general de los claretianos celebrado en 1906, el padre Antonio resultó elegido vicesuperior general, lo que le obligó a cambiar su residencia romana por la de Aranda de Duero (Burgos); en 1914 fijó su domicilio definitivamente en Madrid, con el resto del gobierno general. Desde 1906 hasta 1934 formó parte de dicho gobierno, ya como simple consejero, ya como vicesuperior general; en 1922, por fallecimiento repentino del padre Martín Alsina, le tocó ejercer como superior general y convocar y presidir Capítulo, en el que desempeñó un papel decisivo en el principal cometido de aquella asamblea: la adecuación de las Constituciones al Código de Derecho Canónico, promulgado cinco años antes.
En sus largos años de permanencia en Madrid, Antonio Naval se distinguió como confesor y director espiritual, principalmente desde la iglesia del Corazón de María de la calle Buen Suceso. Dirigidos suyos fueron el nuncio Federico Tedeschini, el obispo auxiliar de Madrid José María García Lahiguera, el padre Juan Postíus, claretiano, y los ministros Arias de Miranda y Martínez de Velasco. Su proverbial perspicacia en este campo hizo que el célebre padre José María Rubio, jesuita (canonizado en 2003), le remitiese los casos más difíciles de discernir. También el padre Juan G. Arintero, dominico, le pidió varias veces consejo y orientación.
Hombre de amplísima erudición eclesiástica, fue parco en el uso de la pluma. Su obra se reduce a unos cuantos artículos sobre liturgia y espiritualidad, aparecidos en la revista El Iris de Paz y en la publicación interna de los claretianos Annales Congregationis, en la que se encuentra su estudio de mayor envergadura: La Ascética y Mística consideradas como Ciencia (1898).
Ya octogenario, le tocó sufrir la Guerra Civil (gran parte de sus hermanos de comunidad fueron fusilados); tras breve estancia en la comisaría de la Inclusa y en la Dirección General de Seguridad, vivió los años de la guerra refugiado en diversas casas de amigos madrileños, hasta su fallecimiento en enero de 1939.
Obras de ~: Varios artículos, en El Iris de Paz, s. f.; “La Ascética y Mística consideradas como Ciencia”, en Annales Congregationis (1898).
Bibl.: T. Torres, Vida del M. R. P. Antonio Naval, Madrid, Coculsa, 1955.
Severiano Blanco Pacheco, CMF