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Domingo de Soraluce

Biografía

Soraluce, Domingo de. Vergara (Guipúzcoa), 1499 – Golfo de Panamá, c. 1537. Soldado de la hueste de Pizarro en el segundo viaje descubridor del Perú, uno de los Trece de la Fama, comerciante.

Soraluce era un joven hidalgo de Guipúzcoa que decidió hacer fortuna en las Indias. Hacia 1524 se encontraba en Panamá iniciándose en el oficio de comerciante con el apoyo del capitán Pascual de Andagoya. No pudo escapar a las tentadoras ofertas de Francisco Pizarro y se enganchó como soldado en su segundo viaje hacia Levante. Fue uno de los que decidió quedarse en la isla del Gallo y por eso es reconocido como uno de los Trece de la Fama.

Teniendo la certeza de haber encontrado tierras con grandes riquezas, Pizarro y sus incondicionales regresan a Panamá donde el futuro conquistador del Incario se embarca con destino a España en compañía de Pedro de Candía y de Domingo de Soraluce, quienes hicieron elocuente relación de Tumbes y otros pueblos aledaños. En la Capitulación de Toledo, Soraluce recibe el nombramiento de caballero de la Espuela Dorada y regidor de la aún no fundada ciudad de Tumbes.

De retorno a Tierrafirme, Soraluce obtiene licencia para llevar consigo dos esclavos de Guinea y se establece en Nombre de Dios. Sigue vinculado con Pizarro y Almagro pero ya no como mílite sino como comerciante, que parece siempre fue lo suyo. Por esta razón se convertirá en proveedor del tercer viaje, llevando en una carabela diversos alimentos y hasta algunos caballos. Dueño de su embarcación, Soraluce no sólo contó con el respaldo de Andagoya sino con el licenciado Antonio de la Gama, gobernador de Tierrafirme.

Estas amistades le serían utilísimas ya que en 1532 fue nombrado regidor de Panamá y, en 1533, alcalde de Nombre de Dios. Soraluce se preciaba de haber alojado en Nombre de Dios a Hernando Pizarro cuando éste partió de ese puerto con destino a España llevando al Emperador el quinto real, verdaderamente fabuloso, obtenido del rescate de Atahualpa.

Tantas riquezas, su amistad con los Pizarro, hicieron que Soraluce se alistara con ánimo de viajar al Perú. Culminaba los preparativos, cuando conoció en Panamá a una mujer nombrada Juana Ruiz, casada con un hombre que vivía en Nicaragua, lugar hacia donde tenía que ir. Los amores de Domingo de Soraluce y Juana Ruiz, ilícitos y pecaminosos, fueron motivo de la comidilla y la condena de toda la ciudad.

Los lances en que intervinieron los amantes pertenecen a una novela picaresca. Ni la autoridad civil, sobornada por el apasionado Soraluce, ni la intervención de varios sacerdotes, pudieron poner coto al escándalo.

La pareja vivía en concubinato y la astuta Juana Ruiz decía que enviarla a Nicaragua era condenarla a muerte, pues su esposo la mataría por haber infamado su honra. Finalmente se supo que la madre de la ardiente y conflictiva mujer vivía en La Española y luego de mil peripecias se pudo finalmente obligarla a reunirse con su progenitora.

Soraluce, sin duda por cálculos económicos, abandonó a los Pizarro y se convirtió en proveedor de Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala, que con un audaz golpe de mano pretendía nada menos que apoderarse del Cuzco. Como se sabe, no logró su empeño pero obtuvo una gran suma de dinero de Pizarro y Almagro para que desistiera de sus infundadas aunque peligrosas pretensiones. Los vecinos de Panamá, que reconocían los derechos de Pizarro sobre el Perú y condenaban la ambición de Alvarado, pusieron a Soraluce en riesgo de perder mucha mercancía cuyo destino era el Perú. Finalmente dejaron que dos de sus navíos, repletos de vituallas, fueran al Perú, teniendo como destinatario y seguro comprador a Francisco Pizarro.

A estas alturas aparece en la biografía de Soraluce su sobrino Juan Ortiz de Vergara, mozo que blasonaba de hidalgo aunque no honraba tal condición con sus actos. Se incorporó como ayudante de su tío y recorrieron juntos el Perú vendiendo variada mercancía de Castilla. Soraluce —en 1535— adoleció de achaques que fueron haciéndose cada vez más continuos y graves. Con el propósito de recobrar la salud, Domingo de Soraluce decidió viajar a España en el navío San Jerónimo. Es muy posible que se embarcara en el Callao, puerto de Lima, e iniciara la lenta e incómoda ruta en pos de Panamá. El 26 de diciembre de 1536, Domingo de Soraluce empeoró de un modo alarmante. Tuvo ánimo para dictar su testamento al escribano Juan de Espinosa. Hombre de gran fortuna, dejaba importantes montos de dinero a iglesias y monasterios de España, de Panamá y Nombre de Dios.

Sus albaceas fueron Pascual de Andagoya y el obispo de Panamá. Soraluce murió en el mar a la altura de la Isla de las Perlas y, por eso, su cadáver pudo ser llevado a enterrar a Panamá. Todo indica que el sobrino Juan Ortiz de Vergara, actuó de un modo deshonesto ocultando bienes de su tío para beneficiarse de ellos.

Según se dijo por entonces Soraluce había dejado una fortuna inmensa y el licenciado Pascual de Andagoya también se usufructuó personalmente de ella haciendo mal uso de su cargo de albacea. Lo último que se sabe de este comerciante y conquistador es que una prima hermana suya, María de Soraluce, residente en Vergara, reclamó una parte de los bienes de su pariente, parece que sin éxito.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla,) Secc. Patronato 150 - N.º 3 - Ramo 2, 28 – N.º 1 - Ramo 39; Secc. Justicia, N.º 363, N.º 364, N.º 365 y N.º 366.

C. A. Romero, Los héroes de la isla del Gallo, Lima, Imp. Miranda, 1944; D. de Trujillo, Relación del Descubrimiento del Reyno del Perú, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1948; G. de la Vega, Los Comentarios Reales de los Incas, Lima, Librería Internacional del Perú, 1960.

 

Héctor López Martínez