Salazar, Diego. ?, 1536 – 1618. Jurista español activo en el gobierno de Lombardía durante los reinados de Felipe II y Felipe III.
Regente español por Milán en el Consejo de Italia, tomó posesión el 29 de agosto de 1590, y permaneció en ese puesto hasta 1592, en que fue nombrado gran canciller de Milán tras consulta efectuada el 3 de agosto de dicho año. En 1613, solicitó licencia para jubilarse atendiendo a que ya con setenta y siete años se encontraba anciano y lleno de achaques, no pudiendo, con la carga y responsabilidad del oficio, acudir a las vistas ni llevar a cabo las rutinas de su cargo. Pese a que el Consejo era de parecer favorable y que el propio Rey consideró justa la petición, la falta de acuerdo entre el Consejo de Italia y el gobernador de Milán para nombrar su sucesor hicieron casi imposible que su deseo se realizase. La solicitud llegó en un momento complicado, de lucha por hacerse con el control entre el conde de Chinchón y el regente Cannizzaro, provocó la caída del regente Lanz, cesado con deshonor y procesado por malversación de fondos (pero se trató de una venganza personal del conde, según señaló Cabrera de Córdoba). Cabe pensar que la vacante del cargo de gran canciller hubiera supuesto una salida honrosa para el viejo consejero. Pero había más. Quizá aprovechando el relieve que la nunciatura adquiría en la política madrileña, era preciso que el Consejo se adaptase a la nueva situación. El nuncio se estaba reuniendo con los regentes de Italia para estudiar una fórmula de concordia entre el cardenal Borromeo y el Senado de Milán, a su juicio el regente Caimi era la persona indicada para resolver el asunto, primero porque era tradición que las soluciones a los problemas de un territorio fuera estudiado y dictaminado por sus letrados y luego pasado al Consejo para su consulta. La importancia de Caimi para llevar la negociación en términos satisfactorios para la Curia no sólo sacó de nuevo a un primer plano el relevo del gran canciller sino que dio lugar a un intenso tira y afloja entre Madrid y Milán. A comienzos de 1616 aún no se había atendido la petición de Salazar, que refrescó la memoria de sus colegas en el Supremo de Italia reiterando su solicitud de licencia. En la consulta del Consejo de Italia se señalaba la conveniencia de darle lo que pedía atendiendo a su edad, que “es el mas antiguo criado que VMd. Tiene en Italia” y que se le podría honrar “con uno de los feudos inferiores de aquel Estado como lo es el de Cilaveña”. Justo cuando se discutía su relevo, que implicaba que un regente milanés regresase para ocupar el cargo (y sólo estaba Caimi en esa situación), comenzaron a llegar denuncias desde Lombardía cuyo objeto sin duda era precipitar su salida sin dilación. Así, el doctor Ercole Malaspina le acusó de la venta ilícita de la investidura del marquesado de Malgrate. Salazar concertó la boda de su hija con un nieto del marqués, aceptó unos vasos de oro valorados en 4000 ducados y 2000 ducados en efectivo para su secretario Alonso de Vargas. Todo para obtener la investidura. El 14 de mayo el Consejo elevó esta información a consulta. Salió en defensa de Salazar el propio gobernador de Milán, el marqués de Villafranca, que trató de explicar el asunto, el 18 de diciembre de 1615 había solicitado autorización para proceder a la venta por la penuria de la Hacienda del Estado, necesitando liquidez para pagar la reparación del castillo de Milán y las vituallas del Ejército, su decisión fue ratificada por los oficiales del fisco milanés que la entendieron correcta y ajustada a derecho, no así el Senado y esto parece responder a un propósito de desatar una nueva visita.
La provisión de la plaza de gran canciller se enconó. Presuponiendo que el regente Caimi ocuparía la plaza de Salazar, el 20 de febrero de 1616 el gobernador envió no la nómina para la vacante de gran canciller sino... la de regente milanés. Pero en agosto, sin pedir opinión al Consejo, el Rey resolvió que Caimi no abandonase la Corte. En septiembre el Consejo pidió nómina al gobernador para cubrir el puesto de gran canciller, elaborando una nueva propuesta en diciembre.
Parece que las negociaciones con la nunciatura podrían explicar algo tan anómalo y el interés tan desusado por retenerlo o separarlo.
El tira y afloja para que Caimi se quedase o se fuese tenía que ver con la Concordia, que acabó concertándose con resultado adverso a las posiciones regalistas. Mientras tanto, Salazar había dejado ya de ejercer el cargo, pero el bloqueo para nombrar un sustituto duró tanto tiempo que se pensó en llamarlo de nuevo. Él mismo solicitaba ahora el puesto vacante, pues carecía de ingresos debido a los pleitos acumulados en su contra por la venta de Malgrate y porque el “rey de Bohemia” se negaba a sancionar las investiduras de su feudo. En un tono cansado, que manifestaba irritación ante la situación creada, el gobernador Villafranca recordó que el oficio de gran canciller era indispensable cubrirlo para gobernar Lombardía. Pero su petición quedó en el vacío. Así las cosas, el anciano Salazar ocupó de nuevo el cargo. Habían transcurrido cinco años desde que pidió la jubilación por decrepitud. La Real Orden que lo reponía se emitió el 14 de febrero de 1618. Pocos meses después volvía a abrirse la discusión para cubrir la plaza. Había fallecido.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, lib. 634, fol. 114 (regente por Milán en el Consejo: 29 de agosto de 1590); Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 1888, (nombramiento gran canciller de Milán, 3 de agosto de 1592); leg. 1965 (Sobre su licencia para jubilarse y su sustitución “Consultas sobre la vacante de Salazar como gran canciller”).
C. Cantú, La Lombardia nel secolo XVII, Milano, Volpeto e comp., 1854; M. Rivero Rodríguez, Felipe II y el gobierno de Italia, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998.
Manuel Rivero Rodríguez