Torres Morales, Genoveva. Santa Genoveva. Almenara (Castellón) 3.I.1870 – Zaragoza, 5.I.1956.
Religiosa, fundadora de la Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón y de los Santos Ángeles (las “Angélicas”), santa. Sería conocida más tarde como “consuelo en la soledad”, experimenta desde muy niña esta soledad, unida a grandes desgracias. De su humilde hogar desaparecen pronto sus padres y buena parte de sus hermanos. Ella queda con el mayor, José, y cuando sólo cuenta trece años, víctima de un tumor incurable, le tienen que amputar una pierna sin anestesia y en medio de terribles dolores. Fueron aquellos años para ella “años de tragedia, dolor y soledad”.
Mutilada y sin apenas recursos, su hermano hace que en 1886 la reciban en la Casa de Misericordia de Valencia, donde lleva una vida intensa de piedad y de caridad con los más necesitados. Saldría de ella convertida en una mujer “fuerte, decidida y confiada, con entusiasmo, alegría y optimismo”, dispuesta a prestar ayuda a un sector de la sociedad desatendida, de los que viven solos y desamparados.
A los veintitrés años se une a unas compañeras, que participan de su mismo ideal —una viuda, Isabel Fuster, con su hija de once años; y otra señorita, soltera, llamada Amparo Rives— y bajo el lema de que “no dejemos a Dios que ame Él sólo”, inicia en la misma Valencia en 1894 su obra en favor de las mujeres solas o desamparadas, que a los pocos años se convertirá en la nueva Congregación de las Hermanas del Sagrado Corazón y de los Santos Ángeles, vulgarmente conocida como de “las Angélicas”.
Que ella supiera, ninguna otra Congregación religiosa tenía esta finalidad entre sus objetivos principales, en la que ella pensaba era algo especial, no para atender a personas “distinguidas”, ni a las que por extrema necesidad podrían ser admitidas en centros especializados, como el de las Hermanitas de los Pobres; sino a esa clase intermedia, que no por tener algunos medios económicos andaba menos necesitada. Es decir, dedicarse al cuidado solícito y amoroso de señoras y señoritas retiradas, que se encontraban solas, o cuya coexistencia con familiares u otras personas se les hacía, si no difícil, al menos dificultoso. Ellas y sus compañeras las atenderían, les servirían de consuelo en su soledad y les ayudarían para que siguieran, lejos del desaliento y de la triste amargura, una vida auténticamente cristiana y religiosa.
En la misma Valencia estableció la primera casa en 1911. El 27 de diciembre del año siguiente, en solemne ceremonia, vistieron el hábito propio y como distintivo la medalla también propia de la Sociedad. En los ejercicios espirituales que hizo Genoveva a finales de 1913, ella misma impone a su Obra el nombre de “Sociedad Angélica del Sagrado Corazón de Jesús”. Surgieron después casas en distintas ciudades españolas: en 19l2 en Zaragoza; en 19l4, en Madrid; luego Bilbao, Santander, Pamplona... Este mismo año se dio a la imprenta en Zaragoza el Reglamento de la Sociedad Angélica del Sagrado Corazón para Señoras Retiradas. En 1922, la madre fundadora y superiora general dirigió a sus hijas la primera Carta Circular; les dirigió otras en diversas ocasiones, siendo la última la que firma el 9 de abril de 1950. En la primera, ella misma les hace un breve recuento de la Obra: “Todas sabéis el origen humildísimo de nuestra Sociedad; pues quiso el Señor servirse para su fundación de los medios más despreciables e ineptos, que por ventura pudo encontrar para ejecutar sus soberanos designios”.
“Salida de las clases más humildes de la sociedad; pobre y sin medio alguno de fortuna; desprovista de toda formación literaria e intelectual; privada de otras cualidades que nacen de talento y del conocimiento del mundo; mutilada en los miembros más preciosos para la vida activa e inutilizada por tanto para el trabajo; agobiada con grandes enfermedades y flaca siempre de salud; sin más recursos que nuestra pobre voluntad [...] acometimos la empresa de fundar la Sociedad Angélica del Sagrado Corazón para Señoras retiradas [...]” Con todo, terminó diciéndoles: “Es la hora de las congratulaciones”. El nuevo Instituto estaría llamado a desempeñar un papel muy importante en nuestros tiempos, en que la tercera edad desarrolla un claro protagonismo.
En 1925 se dio a la casa de Zaragoza carácter diocesano, y con el Decretum Laudis de Roma de 1953, queda aprobada y de derecho universal la nueva Congregación.
Apenas cumplidos los ochenta y seis años, murió en Zaragoza el 5 de enero de 1956. Fue beatificada el 29 de enero de 1995 y canonizada recientemente por el mismo papa Juan Pablo II, el 4 de mayo de 2003.
Bibl.: B. Llorca, SI, Ángel de la soledad, Zaragoza, Religiosas Angélicas, 1982; R. Cué, SI, Un desafío de Dios: dos muletas gloriosas, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1987; F. Martín Hernández, Genoveva Torres Morales. Consuelo en la soledad, Zaragoza, Religiosas Angélicas, 1994.
Francisco Martín Hernández