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José Vicente Díaz-Bravo

Biografía

Díaz-Bravo, José Vicente. Tudela (Navarra), 27.III.1708 ant. – Alta Mar (Océano Atlántico), 24.IV.1772. Religioso Carmelita (OCarm.), calificador del Santo Oficio, obispo de Durango en Nueva Vizcaya.

Sus padres fueron Juan Gabriel Díaz-Bravo, natural de Penches y Catalina Sáinz de Trápaga, natural de Puente de Arenas, ambos pueblos pertenecientes el arzobispado de Burgos.

José Vicente tomó el hábito del Carmen observante en el convento de Tudela. Obtuvo en su religión relevantes oficios: doctor en Teología y maestro en la misma disciplina. Catedrático de Prima en el colegio carmelitano de Pamplona. Regente de estudios del convento de Tudela y prior del mismo. Examinador sinodal del arzobispado de Zaragoza y diversos obispados, como el de Tarazona y Barbastro y calificador del Santo Oficio. Residió una gran parte de su vida religiosa en el convento tudelano.

En 1769, fue elevado Díaz-Bravo a la dignidad episcopal.

Carlos III le nombró obispo de Durango en Nueva Vizcaya. La noticia de su nombramiento causó la natural alegría en Tudela.

El día 22 de diciembre de 1769, salió Díaz-Bravo de la Corte con dirección a Cádiz, con intención de embarcarse para América, según comunica al Ayuntamiento tudelano en carta fechada en Madrid el día 15 de dicho mes.

Cuando partió de España no había recibido la consagración episcopal, acto que se celebró en Puebla de los Ángeles, en las Pascuas de Pentecostés, el 3 de junio de 1770.

La impresión que le causó la situación de la diócesis no fue precisamente halagüeña. El 9 de septiembre de 1770 escribía desde Durango: “Esto lo he encontrado un bosque sin Norte en cosa alguna, sin tribunal Eclesiástico, sin respeto ni veneración al Templo, y unas costumbres tan estragadas en todos los estados, que esta República era otra Babylonia. Dios por su infinita bondad me ilumine, para que todo se ordene a mayor obsequio suyo y servicio de nuestro Rey y Señor”.

Trató de suavizar las diferencias existentes entre el deán y el cabildo.

El IV Concilio Mexicano, convocado por el entonces arzobispo de México y después de Toledo, Francisco Antonio de Lorenzana, se inauguró el 13 de enero de 1771. Asistió al mismo Díaz-Bravo. De su actuación en el mismo hay un testimonio de Rivadeneira, quien el 23 de octubre del mismo año, 1771, escribía: “El M. Rdo. Obispo de Durango, mientras asistió al Santo Concilio, se portó con una aplicación y trabajo, cual corresponde a la dignidad de su carácter, manifestando en todos sus votos una sabia instrucción, y un celo verdaderamente recomendable a todos los objetos deseados por V.ª Majestad, principalmente respectivos a las Regalías y patronato de V. M.”.

Parece ser que hubo discusiones ásperas en el Concilio, por ejemplo, sobre la vida común de las monjas en la que se plegaron los participantes al parecer del presidente, no así el obispo Díaz-Bravo.

Lo que sí es cierto es que Díaz-Bravo cayó en desgracia de la Corona y durante el Concilio fue llamado a España. La causa de esta caída en desgracia sigue todavía hoy envuelta un poco en el misterio. Ya en la lejana fecha de 1939 intentó desvelarla Jiménez Fernández.

Afirma que “el motivo capital de la destitución del obispo, fue la disputa que sostuvo con el gobernador de Nueva Galicia, Don Joseph Carlos de Agüero, sobre la percepción de las rentas en las Capellanías vacantes. En este contexto habría que situar la llamada a España de Díaz-Bravo, quien se había enemistado con Lorenzana y con el P. Confesor, que favorecía a Lorenzana”.

El historiador Porras Muñoz en 1964 volvió sobre el tema, sin que lograra aclararlo totalmente. “El hecho es que se despacharon órdenes duras para que viniera directamente a España, después del Concilio, sin regresar a Durango. Embarcó hacia España en el navío La Begoña, en que viajaba el virrey, marqués de Croix, con su familia. A los dieciséis días de haber zarpado, entre las doce y una de la noche del 23 al 24 abril de 1772, murió de repente”.

Porras Muñoz advierte que podría pensarse que no era muy hábil por lo que se refiere a la administración económica de la diócesis. El misterio sigue, si bien el mismo autor afirma que “a la vista de los documentos existentes fue un obispo fiel y celoso”.

Giménez Fernández fue más lejos cuando dice: “Es lo cierto que por perturbar inconscientemente los manejos de Lorenzana, Fabián y Alcalde, y no imitar la callada, aunque desairada actitud del Prelado de Oaxaca, Álvarez de Abreu, Díaz Bravo se vió llevado a España, bajo partida de registro, impidiéndole la muerte seguir riñendo la batalla, momentáneamente perdida. Puede no obstante decirse que semejante a Vivar, la ganó después de muerto, no sólo porque sus amigos y familiares influyeron en el P. Eleta, haciéndole enjuiciar desfavorablemente del Concilio, y porque él personalmente había igualmente prevenido en Roma contra aquél, sino porque la existencia en las Actas del Concilio de un intento de justificar el desafuero contra el obispo de Durango cometido, impidió fueran enviadas a España, para su remisión a Roma”.

Lamentablemente, desde la historia de la Orden del Carmen no se puede tampoco aclarar el enigma, pero sí existe un aspecto económico oscuro en la vida de Díaz-Bravo que causó serios disgustos a la Orden y que da fuerza a la afirmación de Porras respecto a que no era experto en asuntos económicos.

El problema lo estudió el padre Smet Díaz-Bravo en 1769 estando en Madrid y antes de salir “había contraído una deuda de 120.000 pesos fuertes”.

Salió fiador de esta deuda, asumiéndola, el general de la Orden, Juan Alberto Jiménez, quien coincidió con él en el Carmen de Madrid. Pertenecían ambos a la misma Provincia carmelita de Aragón y Valencia.

Las dificultades que tuvo la Orden para hacer frente a esta deuda fueron arduas y las describe el padre Smet con todo lujo de pormenores. El general Jiménez murió sin haberla saldado y hubo de hacer frente a la misma su sucesor, Andrés Audrás. ¿Pudo tener relación esta deuda con el problema de la caída en desgracia de Díaz-Bravo? No parece, porque en esta deuda intervinieron Roma y Madrid, mientras que fue en México donde cayó en desgracia. Se aporta, no obstante, este extremo en relación con la economía, por si pudiera contribuir a esclarecer lo que también pudo haber sucedido en la administración de su diócesis.

 

Obras de ~: El confesor instruido en lo que toca a su cómplice en el pecado torpe contra el sexto precepto del decálogo, según las constituciones últimas de N. SS. Padre Benedicto XIV, Pamplona, 1571 (Madrid, Oficina de Antonio Muñoz del Valle, 1756 y 1766; Lisboa, 1757); El ayuno reformado según práctica le la primitiva Iglesia por los cinco Breves de nuestro Santísimo Padre Benedicto XIV, Obra histórica, canónico-médica [...] con noticia particular de los privilegios que aun después de los Breves gozan en España los soldados, y una disertación histórica, médico- chymica, physico-moral del chocolate y su uso después de los nuevos preceptos, Pamplona, Pasqual Ibáñez, 1754; El penitente mal preguntado del nombre y lugar de la habitación de su cómplice, según las Bulas de N. SS. Padre Benedicto XIV, Madrid, 1766 (Madrid, Imprenta Real, 1768); Tratado sobre el probabilismo [atrib. por Beristáin, cit. por A. Pérez Goyena en Ensayo de Bibliografía Navarra [...], vol. IV, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 1951, pág. 11]; Memorias históricas de Tudela, Tudela, 1906-1908, 2 vols. (ed., pról. y notas de J. R. Castro, Pamplona, 1956); La corona real de Navarra, s. l., s. f.; Sobre las notas del Venerable e Illmo. Sr. Dn. Juan de Palafox a las cartas de Santa Teresa de Jesús, s. l., s. f.

 

Bibl.: M. Giménez Fernández, “El concilio IV provincial mejicano”, en Anales de la Universidad Hispalense, año I, n.os 1-3 (1939), págs. 203-325; A. Pérez Goyena, Ensayo de Bibliografía Navarra, Pamplona, Institución Príncipe de Viana, 1951; J. R. Castro Álava, “Fray José Vicente Díaz-Bravo”, en J. v. díaz-Bravo, Memorias históricas de Tudela, op. cit., 1956; J. R. Castro Álava, Autores e impresos tudelanos, siglos xv-xx, Pamplona, Gómez, 1963; G. Porras Muñoz, Iglesia y estado en Nueva Vizcaya 1562-1821, Pamplona, Universidad de Navarra, 1964; J. Goñi, “Díaz Bravo, José”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, págs. 259-260; J. Smet (OCarm.), Los carmelitas. Historia de la Orden, trad. de A. Ruiz Molina, vol. V, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1995, págs. 230 y 305; B. Velasco (OCarm.), “Obispos carmelitas en América”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CXCV (1998), págs. 442-449.

 

Balbino Velasco Bayón, OCarm.

 

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