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Bernardo Rotella

Biografía

Rotella, Bernardo. Borines (Asturias), 29.VIII.1700 – Cabruta, Bolívar (Venezuela), 20.I.1748. Jesuita (SI), misionero, superior y cartógrafo.

Ingresó en la Compañía de Jesús el 28 de septiembre de 1723, en el noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid). Apenas empezado el noviciado, fue enviado al Nuevo Reino de Granada, en la expedición (1723) del padre Mateo Mimbela (1663-1736), quien residió en Europa entre 1721 y 1723 como procurador de su provincia. Al embarcar en 1723 es descrito como “hermano, escolar, de edad de 23 años, mediano de cuerpo, blanco y rubio”.

En esta expedición también iba Manuel Román (Olmedo 1696 - Venezuela, 1766), explorador y cartógrafo, e íntimo amigo de Rotella. Arribaron a Cartagena de Indias el 19 de febrero de 1724. Concluyó su noviciado en la ciudad de Tunja en 1725 y en la Universidad Javeriana de Santafé de Bogotá estudió tres años de Filosofía y uno de “Casus Conscientiae”, siendo ordenado sacerdote el 18 de septiembre de 1729 en la citada Santafé de Bogotá (Colombia).

Tras una breve estancia en San Miguel del Meta, como ayudante de Manuel Román, partió (noviembre 1731), junto con el provincial José Gumilla (Cárcer, Valencia, 1686-Los Llanos, Venezuela, 1750), en una expedición aguas abajo del Orinoco, hacia la Guayana, para explorar el establecimiento de misiones en el bajo y medio Orinoco. Con la llegada de Rotella en 1730, Román pudo dedicarse a ampliar el radio de acción en el mundo sáliva en el área del Bichada (1731-1732). De 1731 a 1736, Rotella desarrolló una gran actividad junto a Gumilla para la afirmación de las reducciones jesuíticas a lo largo del Orinoco medio y bajo. A comienzos de 1732, entró en tierra guaiquerí y fundó el poblado de la Concepción, a orillas del río Uyapi, donde también se concentraron indios mapoyes y otomacos. En 1735 estaba de misionero en San Ignacio de Guamos.

A través de su correspondencia (1730-1740), puede apreciarse el bandolerismo de los indios caribes, una verdadera amenaza para las misiones, sobre todo entre 1734 y 1735, cuando los cinco poblados indígenas establecidos por los jesuitas, estuvieron a punto de desaparecer. El año 1733 estuvo dedicado por Rotella a contrarrestar las invasiones caribes. En 1734 inició una nueva acción con los guamos y guires de Curiquima. En 1735 tuvo que retirarse con los guamos, pues, acusado por las autoridades españolas de introducir contrabando de telas, fue desterrado de la Orinoquia (1736-1739), tiempo aprovechado por Rotella para hacer su tercera probación (31 de julio de 1736 en Pararuma, Bolívar) y trabajar luego en los Llanos. Para defenderse redactó su Justificación que presenta el P. Bernardo Rotella, misionero de San Ignacio de Guamos, a la Real Audiencia del Nuevo Reyno contra imputaciones y testimonios que se han levantado por el socorro que ha pedido para los pobres indios maltratados por los caribes (1736).

De regreso en la Guayana denunció a los corsarios portugueses que, aliados de los caribes, apresaban indígenas reducidos y los esclavizaban. En 1739, propició un éxodo de sálivas en busca de un lugar más seguro y fortificado. Con la venia del gobernador de Cumaná y protegido por un grupo de hombres armados, Rotella y sus indígenas navegaron por las riberas del Orinoco, hasta establecerse en el peñón de Marumaruta, donde Rotella fundó Cabruta (20 de enero de 1740), en el sitio donde Juan de Ochoa Gresala y Aguirre había fundado en 1648 Nueva Cantabria, y con ello consigue una relativa pacificación de las misiones que vivían en continuo sobresalto por las incursiones caribes. Una lamentable disputa entre jesuitas y capuchinos puso en peligro la recién fundada misión, que éstos pretendían desalojar por tratarse de indios fugados de sus misiones capuchinas. A esto se sumó la retirada (1742-1743) de algunas familias españolas asentadas inicialmente en el lugar, lo que causó pesimismo entre los jesuitas. Desde 1745 superior de la misión en sustitución de su amigo el padre Román, trató de organizar los pueblos del alto Orinoco y entablar paces con los guaypunabis. Falleció, entre otras causas, por los muchos disgustos y sinsabores provocados por la fundación de Cabruta, que llega a dibujarse como un lugar estratégico para la defensa de Caracas y del Nuevo Reino de Granada.

Su vida fue una constante lucha, como demuestran los numerosos informes, relaciones y cartas enviados a las autoridades. Por ejemplo, el Informe enviado al P. Provincial del gran peligro en que se hallan los misioneros y nuevos cristianos de perder sus vidas a manos de los caribes (1734) o la Relación de la entrada que han hecho los bárbaros caribes en las colonias de San José de los Otomacos y San Ignacio de los Guamos por los años 1734 y 35 con gran pérdida y devastación de aquellas reducciones. Los esclavistas portugueses le ocasionaron bastantes disgustos: Relación que envía a Madrid al P. José Gumilla de los daños causados por los portugueses del Marañón en las tierras de indios del Orinoco para que la presente al Consejo de Indias en nombre de los Misioneros (1739).

Fue un buen lingüista, pues dominó las lenguas achagua, otomaca y caribe. Su admirable mapa de la Guayana, probablemente elaborado en 1748, definió con mayor precisión el contorno de la región y, corregidos antiguos errores, estableció criterios definitivos para la cartografía futura de Colombia y Venezuela.

Su mapa del Orinoco es el primero que recoge el brazo del Casiquiare después del viaje del padre Manuel Román en 1744, y el que consagra el origen no andino del gran río venezolano.

El P. Bernardo Rotella, casi un desconocido en nuestros días, hoy es recordado por ser el autor de un Mapa de Guayana que permite colocarlo como protagonista en el proyecto geopolítico y geo misional jesuita de revalorizar la Orinoquia. El mapa abarca casi toda la parte septentrional de América del Sur, desde la isla de Trinidad y hasta Portovelo [Panamá] al norte, llegando hasta el curso del río Amazonas por el sur. Por el oeste incluye territorios de las actuales repúblicas de Colombia y Ecuador y, por el este, la fachada atlántica desde Trinidad hasta la desembocadura del Amazonas. ¿Es el mapa de Rotella una copia del mapa extraviado de su amigo Manuel Román? No se sabe con seguridad, pero, sin duda, recogió las concepciones geográficas del hecho por el descubridor en abril de 1743, en compañía de siete jesuitas que se habían embarcado con él en Sevilla, en enero de ese mismo año.

Rotella es uno de los más destacados jesuitas que contribuyó al poblamiento y evangelización de la Venezuela profunda (los territorios de los ríos Casanare, Meta y Orinoco), suerte de territorios interiores extensos no explorados, donde trabajaron intensamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII. La nueva política misional impulsada por la corona española descansó sobre la base de un sistema mixto de empresa evangelizadora y escolta de soldados mediante las llamadas “entradas”, con el objetivo fundamental de recoger a los indígenas dispersos por la amplia geografía de las provincias y reducirlos a poblado, en una, si se quiere, forma de sustitución de la conquista guerrera por la espiritual. La corona delegó en el misionero la colonización de esos espacios, sustituyendo el religioso al gobierno civil. Prosperaron entonces los pueblos de resguardo de indígenas y los hatos de comunidad, asistidos por la fuerza militar. El rey patrocinó directamente las iniciativas misioneras y los religiosos se afanaron para que sus misiones quedaran bajo la égida del Patronato.

La natural y ansiada expansión de la Compañía en suelo venezolano, buscando la Orinoquia y las regiones norte y sur del Meta, se vio entrabada por los gravísimos problemas inherentes a las distancias y los formidables accidentes geográficos que median entre las hoy repúblicas de Colombia y Venezuela; y por la dependencia impuesta por el centralismo de las autoridades del Nuevo Reino de Granada, tanto civiles como jesuíticas. Además de misionar y fundar varios pueblos, nos dejó una útil labor geográfica y cartográfica realizada, en la que también participaron destacados ignacianos, como Matías de Tapia, Juan Capuel, José Gumilla, Manuel Román, Agustín de Vega y Felipe Salvador Gilij, el más conocido de todos. Estos jesuitas dieron a conocer por vez primera la provincia de Guayana desde un punto de vista científico y al Orinoco como la arteria vital que daría vida a toda la unidad territorial de sus vertientes.

No tiene nada de extraño que los misioneros jesuitas intercambiaran sus experiencias y conocimientos, producto de sus largos años en el Orinoco y que acordaran plasmarlas en el papel. Román regresó en 1745 de su viaje por el río Negro a través del Casiquiare y su descubrimiento lo reflejó Rotella en su mapa. Los dos amigos sumaron información ofrecida por los indígenas, por los portugueses y por supuesto, la correspondiente a la cartografía jesuita previa a 1744. Según Dionis Ríos, Román aportó información del Alto Orinoco, del río Negro y de Casiquiare. La correspondiente a los Llanos del Casanare y Meta, hasta Santa Fe, pudo provenir de fuentes documentales y cartográficas de la Compañía. Rotella, por su parte, fijó la región del lago Parima, el nacimiento del Orinoco y los ríos Mazaruni, Cuyuni y Esequibo, más los afluentes del Amazonas, por su margen izquierda, desde el río Negro hasta la desembocadura de aquél en el Atlántico. La mayor parte de la información recogida - la más abundante - provino de los indígenas.

Rotella y sus correligionarios nos dejaron una nueva perspectiva económico-misionera cuyo centro de gravedad estaría en Santo Tomé de Guayana y en Trinidad. Aportaron ideas fundamentales de la geografía de Venezuela, particularmente de la Orinoquia, que influyeron poderosamente en el célebre Tratado de Límites Hispano-Luso de 1750. Sin duda, la moderna cartografía del Orinoco comienza con Manuel Román, la ratifica su amigo Bernardo Rotella y luego la propia Corona española a través de la Expedición de Límites.

 

Obras de ~: Mapa de la Región Orinoco-Amazonas, repr. en J. del Rey Fajardo, “Apuntes para una Historia de la Cartografía jesuítica en Venezuela”, en separata del Boletín Histórico, Caracas, Fundación John Boulton, 1963, orig. en Museo Naval (Madrid), Carpeta pequeña, 1745-1748 y en A, Caulin, Historia de la Nueva Andalucía, est. prel. y ed. crít. de P. Ojer, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1966; en J. del Rey Fajardo, “Apuntamientos sobre la lengua otomaca”, en Misiones Jesuíticas en la Orinoquia (1625-1767), vol. I, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1992, págs. 600-602.

 

Bibl.: F. S. Gilij, Saggio di Storia Americana ossia storia naturale, civile e sacra dei Regni e delle provincie Spagnuole di Terraferma nell’America meridionale, vol. I, Roma, 1780 (trad. española, Ensayo de historia americana, vol. I, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1965, págs. 69 y ss.); P. P. Barnola, “Los jesuitas en Venezuela. Nueve interesantes documentos”, en SIC, 4 (1940), pág. 32; D. Ramos Pérez, El Tratado de Límites de 1750 y la Expedición de Iturriaga al Orinoco, Madrid, 1946; J. A. de Armas Chitty, “Romance de un héroe”, en Retablo, Caracas, Ministerio de Educación Nacional, Dirección de Cultura, 1950, págs. 117-122; J. Rivero, Historia de las misiones de los Llanos de Casanare, y los ríos Orinoco y Meta, escrita el año de 1736, Bogotá, 1956; J. M. Pacheco, Los jesuitas en Colombia (1567-1767), vol. III, Bogotá, Editorial San Juan Eudes, 1959-1989, pág. 572; P. Ojer, “El mapa de la Guayana del P. B. Rotella”, en SIC, 25 (1962), págs. 489-492; J. del Rey Fajardo, “Apuntes para una Historia de la Cartografía Jesuítica en Venezuela”, op. cit.; J. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos en Venezuela, Caracas, 1966-1975, vol. I, pág. 349, vol. II, pág. 427, vol. III, pág. 387; J. González, Catálogo de mapas y planos de Venezuela, Madrid, 1968; J. Gumilla, Escritos varios, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1970, pág. 338; J. del Rey Fajardo, Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1974, págs. 485-487; D. Ramos Pérez, Estudios de Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1976, pág. 799; P. Ojer, Las misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1990; J. del Rey Fajardo (ed.), La pedagogía jesuítica en Venezuela, San Cristóbal, 1991, 3 vols.; M. A. Donís Ríos, “La cartografía jesuítica en la Orinoquia”, en Misiones Jesuíticas en la Orinoquia (1625- 1767), vol. I, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1992, págs. 785-840; D. de Barandiarán, El Orinoco amazónico de las Misiones Jesuíticas, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1992; M. Lucena Giraldo, Viajes a la Guayana Ilustrada. El hombre y el territorio, Caracas, Banco Provincial, 1999 (col. V Centenario); A. de Vega, Noticia del principio y progresos del establecimiento de las missiones de gentiles en el río Orinoco por la Compañía de Jesús, est. intr., de J. del Rey y D. de Barandiarán, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000; M. Viana, “Rotella, Bernardo”, en Ch. E. O’Neill (SI) y J. M.ª Domínguez (SI) (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús. Biográfico-Temático, Roma- Madrid, Institutum Historicum, S.I.-Universidad Pontificia Comillas, 2001, págs. 3418-3419; M. Donís Ríos, Historia territorial y cartografía histórica venezolana, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2010; La Provincia de Guayana para mediados del siglo XVIII. Una visión a través del mapa del P. Bernardo Rotella, S.J., Caracas, Academia Nacional de Historia, 2013; “El aporte jesuítico a las ideas geográficas de Venezuela”, en Montalbán: Revista de Humanidades y Educación, 46 (2015), págs. 106-160.

 

Antonio Astorgano Abajo