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Buenaventura Hernández Sanahuja

Biografía

Hernández Sanahuja, Buenaventura. Tarragona, 30.V.1810 – 9.XI.1891. Arqueólogo e historiador.

Nació en el seno de una familia de artesanos. Su padre tenía un negocio de pasamanería y velos, y su madre provenía de una familia de doradores y pintores.

Al ser el primogénito y morir su padre, heredó el negocio y se casó con Teresa Borrás, hija de una familia de drogueros y confiteros. Hernández tuvo una escasa formación académica. Cursó Latinidad y Humanidades en el seminario conciliar de Tarragona, pero lo que verdaderamente encaminó su futuro hacia la arqueología fue su contacto con el arquitecto y escultor Vicente Roig, profesor de la Escuela de Dibujo y Náutica de Tarragona, quien además le enseñó Dibujo y Pintura. Su afición por la numismática le llevó a ser propietario de una interesante colección de monedas, y en marzo de 1845 entró a formar parte de la Sociedad Arqueológica de Tarragona, sociedad privada constituida el 24 de septiembre de 1844 como reacción a la creación de la Comisión de Monumentos de Tarragona, el 10 de agosto de 1844. Su vocación no sólo abarcó la numismática y, a pesar de ser autodidacta, su gran disposición al trabajo, su espíritu de superación y una gran capacidad de observación le permitieron superar sus carencias formativas. Gracias a ello fue uno de los primeros en España en comprender y aplicar el método estratigráfico en el que se basa la arqueología moderna: su dibujo de la estratigrafía de la zona de la cantera del puerto de Tarragona es uno de los más antiguos ejemplos de utilización del método estratigráfico científico en la historiografía española.

Esta cantera se había excavado para obtener la piedra necesaria con la que reconstruir el puerto de la ciudad. El filón propicio más cercano al puerto resultó ser la elevación rocosa sobre la que se asienta la Tarragona romana. La cantera se convirtió en un polo de especuladores en antigüedades que las adquirían a los presidiarios y empleados que trabajaban en la obra. Esta actividad resultaba insufrible para Hernández, que veía en aquellos materiales objetos de estudio y no mercancía. En efecto, la falta de espíritu científico de muchos de sus contemporáneos era una de las cosas que más exasperaban a Hernández, y quizá fuera su desesperación al verla y la impunidad con la que se estaban saqueando los materiales encontrados en la cantera uno de los motivos que le indujeron a su más que probable participación en el fraude del “sarcófago egipcio”, la falsificación más célebre de la arqueología catalana y tal vez de la española. Exactamente el 9 de marzo de 1850, durante las obras de desmonte que se realizaban en la cantera del puerto, Juan Fernández de Velasco, funcionario de aduanas, “presenció” cómo los presidiarios encontraban los restos de un “sarcófago egipcio”. Al respecto, Hernández envió a la Real Academia de la Historia (RAH) un primer informe manuscrito conjeturando la existencia de una civilización egipcia primitiva en España. Este informe le valió su entrada en la RAH como correspondiente el 19 de septiembre de 1851 y a instancias de la RAH, el Gobierno decidió practicar una información oficial que incluía las declaraciones juradas de Hernández Sanahuja y Fernández de Velasco sobre dichos hallazgos. En 1852 Fernández compró un terreno vecino a la cantera con la intención de excavar en él, y Hernández y Fernández volvieron a encontrar más “antigüedades egipcias”, lo que provocó finalmente que, a instancias de la RAH, el Gobierno permitiese a Hernández excavar en la cantera del puerto. En 1853 la RAH envió a su anticuario Antonio Delgado a comprobar la veracidad de los hallazgos y el 19 de marzo de 1853, en presencia de Delgado y otros personajes notables, se encontraron nuevos restos de carácter “egipcio”. Tras el informe de Delgado se nombró en 1853 a Hernández inspector de antigüedades de Cataluña y Valencia y miembro supernumerario de la Comisión de Monumentos de Tarragona. Estuviera o no implicado Hernández en el fraude, lo cierto es que tras la falsificación todos los problemas de saqueo que tanto denunciara entraron en proceso de solución, pues una Real Orden (RO) de 16 de junio de 1852 obligaba a depositar en el Museo Arqueológico todos los objetos encontrados en la cantera del puerto, pues, como Hernández mismo llegó a decir: “Tarragona iba perdiendo cada vez más su importancia histórica [...] pero es de esperar que los últimos descubrimientos la harán recobrar de nuevo sus antiguas glorias”. Con su nuevo cargo de inspector de antigüedades Hernández comenzó una encomiable labor de excavaciones y restauraciones de monumentos tanto en Tarragona capital como especialmente en los monasterios de Poblet y Santes Creus. La Revolución de septiembre de 1868 trajo novedades y entre sus primeras disposiciones, la Junta Revolucionaria de Tarragona destituyó a Hernández de su cargo de inspector el 15 de octubre de 1868, suprimiendo el 26 de octubre la Comisión de Monumentos de Tarragona y dejando a la Sociedad Arqueológica de Tarragona como única salvaguarda del patrimonio tarraconense. El 19 de octubre de ese año, la Junta Revolucionaria nombró como nuevo inspector de antigüedades al canónigo Juan Bautista Grau Vallespinós (más tarde obispo de Astorga), entonces presidente de la Sociedad Arqueológica Tarraconense. También (y esa era la prisa por eliminar al inspector legítimo y a la Comisión de Monumentos), la Junta decretó la demolición de las murallas de Tarragona. En esos momentos se sitúa la corta discusión mantenida por Hernández con el pleno de la Junta Revolucionaria de Tarragona acerca de dicho asunto: “Cuando se publicó en los periódicos que la Junta Revolucionaria había resuelto derribar las murallas, me presenté a la Junta dicha a preguntar si la orden de derribo comprendía también las murallas antiguas y a la vez [...] me dijeron a coro, TODAS, y yo les contesté, VEREMOS”. La llegada de las elecciones devolvieron el cargo a Hernández y la Comisión de Monumentos volvió a la actividad, por lo que las murallas se salvaron y permiteron a Tarragona poder gozar en la actualidad del título de Patrimonio de la Humanidad. La carrera de Hernández como inspector acabó en 1873, cuando se suprimió su cargo y él ingresó en el cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Fue directorconservador del Museo Arqueológico de Tarragona, al que legó a su muerte su colección numismática y cerca de ochocientos objetos romanos. Gracias a su enorme producción bibliográfica y a su control sobre las antigüedades de Tarragona, se relacionó con numerosos personajes de la época y escribió numerosos artículos en diarios de Tarragona, Reus, Madrid y Barcelona. Fue miembro de número o correspondiente de numerosas academias, entre las que destacan: RAH, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Academia de Geografía y Arqueología del Príncipe Alfonso, Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, Anticuarios de Roma, Real Academia de Heráldica Italiana, Academia de Pisa, Instituto Arqueológico de Roma, Anticuarios de París, Sociedades Económicas de Amigos del País de Tarragona y Barcelona, Comisión de Monumentos de Tarragona y Sociedad Arqueológica de Valencia.

 

Obras de ~: Resumen histórico-crítico de la ciudad de Tarragona desde su fundación hasta la época romana, con una explicación de los fragmentos del sepulcro egipcio descubierto en 9 de marzo de 1850, Tarragona, Imprenta de José Antonio Nel·lo, 1855; con J. M.ª de Torres Sedó, El indicador arqueológico de Tarragona. Manual descriptivo de las antigüedades que se conservan en dicha ciudad y sus cercanías, con designación de los puntos donde se encuentran y ruta que debe seguirse para recorrerlos con facilidad, Tarragona, Imprenta Puigrubí y Aris, 1867; Historia del Real Monasterio de SS Creus, su fundación, progresos, ruina y restauraciones verificadas hasta el presente, Tarragona, Imprenta Viuda de Tort e Hijos, 1886; Historia de Tarragona desde los más remotos tiempos hasta la época de la restauración cristiana. Editada, anotada y continuada hasta nuestros días por Emilio Morera Llauradó, Tarragona, Tipografía Adolfo Alegret, 1892; con A. del Arco y Molinero, Catálogo del Museo Arqueológico de Tarragona con la clasificación hecha por [...], Tarragona, Tipografía Adolfo Alegret, 1894; A. J. Soberanas Lleó y M. J. Massó Carballido, Bibliografía impresa de B. Hernández Sanahuja, Tarragona, Institut d’Estudis Tarraconenses Ramón Berenguer IV, 1992.

 

Bibl.: A. Ruiz Cabriada, Bio-bibliografía del Cuerpo Facultativo de Archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, 1858-1958, Madrid, Junta Técnica de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1958, págs. 462-465; VV. AA., Homenatge a Bonaventura Hernández Sanahuja. Un home per a la Història, Tarragona, Museo Nacional Arqueológico, 1992; J. Remesal Rodríguez, A. Aguilera Martín y Ll. Pons Pujol, Comisión de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Cataluña. Catálogo e Índices, Madrid, Real Academia de la Historia, 2000, passim.

 

Antonio Aguilera Martín

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía