Bruselas, Hanequín de. ?, p. s. XV – 1475 ant. Arquitecto.
Arquitecto flamenco, introductor en el área toledana de Castilla, del estilo gótico flamígero en la arquitectura.
Se le menciona por primera vez en 1448 como maestro mayor de la catedral de Toledo, cuando dirigía las obras del cuerpo de remate de campanas de la torre principal. Pero Hanequín llevaba años en Castilla como responsable de un grupo familiar de canteros y entalladores flamencos, la mayoría poseedores de una depurada técnica de esculpir aprendida en sus lugares de origen. El grupo lo constituían, además de él, sus dos hermanos Egas Cuman y Antón Martínez de Bruselas, el primero de los cuales fue un gran escultor y el segundo, aparejador de obras, y lo completaban Pedro Guas y su hijo Juan, este último futuro prestigioso arquitecto artífice del estilo llamado “isabelino”. De la investigación llevada al efecto por el profesor Azcárate se deduce que los más que posibles comitentes de este equipo de artistas flamencos fueron el arzobispo Juan de Luna (o de Cerezuela) y su hermano, Álvaro, el famoso valido del rey Juan II, que serían por ende los responsables de la introducción del arte flamígero en el área toledana, un estilo que por entonces se desarrollaba esplendorosamente por el norte y centro de Europa y por Inglaterra, país este último en el que presumiblemente había nacido, con obras como el gran ventanal de la fachada occidental de la catedral de York, cuya tracería pétrea de líneas sinuosas data del año 1338.
En 1438, y a consecuencia de un rayo, se produjo un incendio en la torre más alta del palacio de Escalona, que era del condestable Álvaro de Luna. Era ésta una fortaleza de grandes dimensiones, situada en una eminencia del terreno, en la margen derecha del río Alberche, y en el camino que unía Toledo con Ávila.
El castillo era la residencia permanente de la mujer y los hijos del condestable, que paraba en ella esporádicamente, como lugar de descanso en las campañas que hacía siguiendo a su Rey, guerreando a uno y otro lado de las tierras castellanas. El incendio del castillo fue tan grande que, según el cronista de Álvaro de Luna “[...] avían estado tres días más de mil omes en matar el fuego” y se lamentaba de ello porque, según decía, “[...] la cual casa el Condestable había fecho, e era la mejor que en España se fallaba”.
No tardó el condestable en ordenar la reconstrucción de su castillo-palacio, con introducción de mejoras en la ornamentación dañada, de la que lo más valioso eran las techumbres mudéjares. Aunque no está documentado, parece indudable que en esa reconstrucción intervinieron los artistas flamencos que —como se verá a continuación— trabajaban para él con gran brillantez en su capilla funeraria de Toledo, y al frente de ellos estaba, Hanequín de Bruselas. En 1448, terminada la reconstrucción, el condestable dio grandes fiestas y torneos en honor del Rey en su renovado palacio, para conmemorar los triunfos militares que ambos habían logrado sobre los nobles levantiscos que —junto con los infantes de Aragón— no paraban de hostigarles en aquellos años.
Es un hecho probado que, en 1432, se empezaba a construir en la cabecera de la catedral de Toledo la capilla funeraria de Álvaro de Luna (capilla de Santiago), que es una de las primeras de las que los nobles castellanos se construyeron para su enterramiento a lo largo del siglo xv, con gran pompa y esplendor tanto en dimensiones como en riqueza ornamental. El modelo más utilizado fue el de planta ochavada, y en él lucían extraordinariamente las altas bóvedas estrelladas, puestas de moda por los ingleses en capillas y salas capitulares. Así se hizo en la capilla de Álvaro de Luna, cuyas obras se realizaron cuando Alvar Martínez era maestro mayor de la catedral toledana, y se finalizaron en 1440, fecha en que se produjeron en Toledo unos disturbios y la capilla de Santiago fue asaltada y dañada. Pero la intervención en ella del maestro Hanequín es cosa indiscutible, dada la decoración flamígera que la caracteriza, tan diferente a la que por entonces se hacía en la catedral, representada por la también capilla absidal de San Ildefonso, vecina de la de Santiago, y anterior en el tiempo, también ochavada pero de una arquitectura mucho más sobria. Son particularmente destacables las tracerías ornamentales —proyectadas presumiblemente por Hanequín— a base de gabletes y pináculos que adornan los paños de las paredes y los nichos funerarios, y los de los tres arcos de entrada que comunican con la girola, que son calados y de una extraordinaria calidad de ejecución.
De los mismos años es la capilla bautismal, también de la catedral de Toledo, situada en el claustro y adosada a uno de los arcos por su parte exterior, en la que lucen elementos decorativos del mismo tipo que los de la capilla de Álvaro de Luna. El arco del claustro que forma el ingreso al recinto de la pila bautismal tiene inscrita una pantalla de piedra labrada por los flamencos del grupo de Hanequín de Bruselas (que tuvo que hacer las trazas correspondientes), y cuenta con un arco central apuntado como los de los nichos sepulcrales de la capilla de Santiago, adornado en su intradós con los mismos florones y coronado por un gablete también floreado y de lados curvilíneos. El conjunto se completa con figurillas de santos con doseletes y bordeados de pináculos.
Por último, y también en la misma catedral, es preciso mencionar varias obras menores realizadas en ese período por el mismo grupo de Hanequín, entre ellas el enterramiento del arzobispo Juan Martínez de Contreras en uno de los paños de la capilla ochavada de San Ildefonso, y la entrada a la capilla de San Juan Bautista, una de las que contornean la girola, por su lado meridional.
En 1448 ya consta Hanequín de Bruselas como maestro mayor de la catedral de Toledo, y en esas fechas se encarga de hacer, como jefe del equipo de flamencos, el remate de la torre, cuyo estilo flamígero quedó claramente acreditado en el resultado de la obra, que completaba así los trabajos del maestro Alvar Martínez quien realizó el cuerpo principal de la torre. Éste se hallaba formado por un cuerpo prismático de planta cuadrada con contrafuertes doblados en las esquinas, desde la imposta blanca del zócalo hasta la cornisa de piedra blanca, realizado en su totalidad entre 1425 y 1440. Hanequín proyectó para esta torre un remate de gran esbeltez y elegancia, formado por un cuerpo central prismático de piedra oscura con ocho lados, adornados con gabletes y contrafuertes, de piedra blanca, escalonados en cada una de las ocho esquinas y rematados por pináculos floreados, todo lo cual formaba un conjunto de silueta cónica apuntando hacia el cielo, que culminaba con un chapitel piramidal de pizarra con tres pisos de adornos de hierro. Todo en esta obra responde a la plástica flamenca que tan bien conocían sus artífices.
Terminada felizmente en 1452 la obra de la torre, el equipo de canteros flamencos pasó a trabajar en la llamada puerta del Sol o de la Alegría, que correspondía al testero meridional del transepto catedralicio y que hoy se conoce como “puerta de los Leones”, debido a las cuatro pequeñas esculturas de piedra que rematan la verja que protege por fuera la portada. Por entonces era ya arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo de Acuña —también deudo de Álvaro de Luna y sobrino suyo—, y él sería el que encargara al maestro Hanequín la ejecución de las obras. Según se deduce de un apuntamiento del archivo de la catedral en el que se dice que en esa obra “se repararon y adobaron ciertas imágenes de las antiguas”, allí debía de existir una portada anterior que merecía, a juicio de los capitulares, ser mejorada o incluso sustituida. Parece que esto último es lo que se hizo, Hanequín concibió la arquitectura del conjunto, tanto por la cara externa de la catedral, como por el interior. La portada exterior se desarrolla en profundidad entre dos grandes contrafuertes que flanquean el testero del ala del mediodía del transepto, con un diseño de arcos apuntados con tres calles de archivoltas al estilo gótico tradicional.
Su originalidad estriba en la zona central rehundida, extraordinariamente rica en su modelación espacial, con un sistema complejo de bóvedas de nervios que parece estar inspirado en la famosa “Puerta Dorada” de la catedral de Praga (su equivalente posicional en planta a la de los Leones de Toledo), en la que el imaginativo arquitecto Peter Parler había roto todos los esquemas góticos tradicionales casi ochenta años antes.
Por lo que se refiere a la portada interior, presumiblemente también concebida por Hanequín, su desarrollo es totalmente plano y carece, por tanto, de la plasticidad de la exterior. En el siglo xvi sufrió una profunda reforma para dar lugar a la instalación de un órgano, con lo que su parte alta central quedó alterada, trasladándose el conjunto escultórico a la puerta de Santa Catalina, que da paso al claustro, y en la que ha quedado desfigurada y desmochada en varios de sus elementos escultóricos. En la obra de la puerta de los Leones trabajaron para Hanequín sus familiares los Cuman y el escultor Juan Alemán, que labró la parte más importante de las imágenes de piedra, entre las que destaca por su belleza el “árbol de Jessé” del tímpano interior. Se sabe que en 1463 las imágenes de la portada exterior estaban ya esculpidas y entregadas a la fábrica de la catedral.
En 1454 (6 de marzo) consta un acuerdo del Capítulo de la catedral de Cuenca, referente a la ejecución de un contrato anterior firmado por Hanequín de Bruselas y su hermano el maestro escultor Egas Cuman, para realizar la sillería del coro. Y fue este último el que llevó a cabo la obra, puesto que él era el escultor y no su hermano. La sillería —que representa escenas bíblicas y de la Pasión del Señor— fue trasladada posteriormente a la colegiata de Belmonte (Cuenca), donde se encuentra en la actualidad. El acuerdo de referencia es el testimonio de que Hanequín era el jefe del grupo de artistas inmigrantes que habían llegado con él, encabezaba los contratos de los encargos que suscribían y distribuía luego los trabajos entre los que consideraba más aptos para realizarlos.
Es sabido que el marquesado de Villena era uno de los señoríos más importantes de España en el siglo xv, y en tiempos del rey Enrique IV era su titular Juan Pacheco, y un hermano suyo —Pedro Girón— era el gran maestre de la Orden Militar de Calatrava. Uno y otro quisieron enterrarse a tono con la categoría que juzgaban haber tenido en vida, y ordenaron construir sendos monumentos funerarios fastuosos. El marqués construyó la iglesia del Parral en Segovia, en cuya capilla mayor fue inhumado, y el maestre de Calatrava lo hizo en el castillo que la Orden tenía en la antigua línea fronteriza con al-Andalus. En su testamento de 1466 dejó constancia de su propósito, refiriéndose a su capilla funeraria: “[...] la cual mando que se faga y acabe por la via e manera [que] yo lo tengo ordenado e mandado e igualado con Maestre Hanequín de que esta la raçon en los libros de mi facienda”. La capilla que Hanequín construyó para el gran maestre en el castillo de Calatrava la Nueva estaba adosada a la iglesia románica del siglo xiii de tres naves y cabecera tripartita que los monjes-soldados levantaron en el interior del castillo, pero de ella no queda ni el menor vestigio.
Sin embargo, en una comunicación de Vicente Castañeda a la Real Academia de la Historia en 1928 se transcribía una antigua descripción muy minuciosa de el que se resume a continuación: la capilla estaba realizada con materiales nobilísimos, combinando los fondos de alabastro blanco con elementos de color negro, como unas columnas de mármol cuyas basas y capiteles eran también de alabastro, con rica ornamentación vegetal esculpida. También eran de alabastro las bóvedas, adornadas con figuras de ángeles de medio relieve y escudos de Girones con lazos y labores “que le ocasionan mucha perfección”. Las paredes llevaban un zócalo seguido de piedra negra y encima “una faja del mismo color llena de labor, escudos y ramos”. La planta de la capilla era, al parecer, poligonal de varios lados, pero “aobada” (se entiende ahuevada o elíptica) y tenía en su cabecera oriental un altar elevado sobre gradas con una imagen de la Virgen con el Niño. Y el gran sepulcro de Pedro Girón, que Azcárate interpreta que había de ser como una réplica de la tumba que en la cartuja de Chapmol se mandó hacer el gran duque de Borgoña, Felipe el Atrevido, obra del gran escultor Claus Sluter. Como ésta, la del maestre de Calatrava tenía una base y una tapa de una sola pieza cada una de mármol negro, y el cuerpo central de piedra blanca o alabastro labrada profusamente “con figuras de caballeros y religiosas de la Orden, y en las cuatro esquinas ay cuatro figuras de dos tercios de alto de cuatro ángeles con escudos de Girones en las manos”. Por último se describe la figura yacente del maestre “de un alabastro tan elegido y primoroso que por parte se transparenta en algún modo [tan claro es]”.
Esta capilla pudo ser la obra más espectacular de Hanequín de Bruselas, cuya desaparición tanto hay que lamentar. Y en las esculturas hay que ver la mano primorosa de su hermano maese Egas Cuman, aunque tal cosa no esté hasta hoy documentada.
Pedro Girón y su hermano, Juan Pacheco, promovieron también la realización, en la iglesia-colegiata de Belmonte, de los sepulcros de sus padres y abuelos, lo que el primero anunció al fundar una capellanía en dicha iglesia en su testamento de 1466. Los sepulcros se instalaron en cuatro de los paños de la capilla mayor, que es de planta centrada y hexagonal. Están en lo alto a uno y otro lado del altar central, en forma de nichos profundos y con la ornamentación flamígera tan característica de Hanequín de Bruselas, semejantes a las de los sepulcros de los familiares de Álvaro de Luna en la capilla de Santiago de la catedral de Toledo.
Todavía en 1465 era Hanequín maestro mayor de la catedral. Debió de fallecer antes de 1475, cuando lo era ya Martín Sánchez Bonifacio. El arte del maestro bruselés fue importante para España, por ser el principal introductor del estilo flamígero, que en toda el área toledana tendría cantidad de seguidores, y son muchas las muestras que de él existen por sus villas y pueblos.
Obras de ~: con A. Martínez, Capilla funeraria de Álvaro de Luna de la catedral, Toledo, 1440; Capilla bautismal en el claustro de la catedral, Toledo, c. 1440 (atrib.); Reconstrucción del castillo-palacio de Álvaro de Luna, Escalona, Toledo, c. 1440- 1445 (atrib.); Maestro mayor de la catedral de Toledo, 1448; Cuerpo de remate del campanario de la catedral, Toledo, 1452; Director de obras de la puerta de los Leones, catedral de Toledo, 1463; Capilla funeraria de Pedro Girón, castillo de Calatrava la Nueva, Ciudad Real, s. f. (desapar.).
Bibl.: Crónica del Condestable D. Álvaro de Luna, ed. de J. Miguel de Flores, Madrid, Imprenta de Antonio de Sancho, 1784; G. Rubio e I. Acemel, El Maestro Egas en Guadalupe, Madrid, Sociedad Española de Excursión, 1912 (Colección Sociedad Española de Excursiones, XX); V. Lampérez y Romea, El castillo de Belmonte (Cuenca), Madrid, Sociedad Española de Excursión, 1917; A. González Palencia, “La Capilla de D. Álvaro de Luna en la Catedral de Toledo”, Archivo Español de Arte (AEA), (1929); M. Sánchez-Gabriel, “La sillería del coro de la Colegiata de Belmonte”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arquitectura, t. 5 (1936- 1939), págs. 21-34; J. M.ª de Azcárate, “El Maestro Hanequín de Bruselas”, AEA, t. XXI (83), (1948), págs. 173-188; L. Torres Balbás, Arquitectura gótica, Madrid, Plus Ultra, 1952 (col. Ars Hispaniae); J. M.ª de Azcárate, La Arquitectura gótica toledana en el siglo xv, Madrid, Instituto Diego Velázquez, CSIC, 1958; F. Chueca Goitia, La Catedral de Toledo, León, Everest, 1981; J. M.ª de Azcárate, Arte de la Prehistoria al Renacimiento, Madrid, Fundación Juan March, 1982 (col. Tierras de España); F. Chueca Goitia, Historia de la Arquitectura Española, t. I, Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 2001.
Juan Gómez y González de la Buelga