Cueman, Egas. Bruselas (Bélgica), p. t. s. XV – Toledo, 18.IX.1495. Escultor hispanoflamenco.
Egas Cueman pertenece a una familia de arquitectos y escultores flamencos, llegada a Toledo a mediados del siglo xv. La primera generación está encabezada por Hanequín de Bruselas, reconocido arquitecto del foco toledano, con quien se formó Egas, y a los que acompañó un tercer hermano, también artista pero menos conocido, Antón Martínez de Bruselas.
Los Egas introdujeron el estilo flamenco en la Península, fundiéndolo con rasgos propiamente hispanos y configurando el conocido como hispanoflamenco, vigente en la segunda mitad del siglo xv, especialmente durante el reinado de los Reyes Católicos, si bien con diferentes talleres y escuelas que crearon un panorama complejo. Así, en la zona de Toledo destacaron tres escultores diferentes: Sebastián de Almonacid, Rodrigo Alemán y Egas Cueman. Las personalidades de los miembros de la familia Egas han estado algo confusas, pues sobre todo Cueman aparece citado de diferentes formas en la documentación: maestro Egas, Egas de Bruselas o Egas Cueman. Su labor fue fundamentalmente de escultor.
Empezó colaborando en las obras arquitectónicas encargadas a su hermano, para posteriormente enlazar su trabajo en otras junto al arquitecto y escultor Juan Guas, también procedente de una familia del norte de Europa y formado igualmente en el taller de Hanequín. Y al mismo tiempo realizó algunas piezas escultóricas contratadas por él mismo, fundamentalmente en el monasterio de Guadalupe.
Su estilo, naturalista, se caracteriza por las formas angulosas suaves, sobre todo en el plegado de las vestiduras, el sentido pictórico, la minuciosidad y, en general, la buena calidad de las piezas.
Al poco tiempo de su llegada, entre 1454 y 1457, trabaja en la sillería de coro de la catedral de Cuenca, hoy conservada en la colegiata de Belmonte. A pesar de algunas transformaciones realizadas poco después de su terminación, debidas al aumento de número de canónigos, es el primer ejemplo de una larga serie de sillerías de coro hispano-flamencas realizadas en la Península. En la documentación sobre ella aparecen citados los dos hermanos, pero casi con seguridad su realización se debió en exclusiva a Egas. Está compuesta de sillería alta y baja, con grandes tableros de rica iconografía sobre personajes del Antiguo Testamento, santos y escenas bíblicas. Se caracteriza por las figuras angulosas y la riqueza pictórica, sobre todo en los paisajes, propias del estilo flamenco.
En esos mismos años colabora con su hermano Hanequín en la Puerta de los Leones de la catedral de Toledo, donde además trabajan Juan Alemán y Francisco de las Cuevas. En ella, Egas realizó, según consta documentalmente, tres apóstoles y cuatro historias de ángeles, si bien su labor debió de ser más amplia; al respecto existen diferentes teorías, según los autores.
Quizás Cueman intervino también en algunos de los sepulcros de la capilla del condestable Álvaro de Luna, en la catedral de Toledo, en concreto en el de Juan de Cerezuela, el de Pedro de Luna y el del hijo del maestre, Juan de Luna (muerto en 1456), y además en el sepulcro de Juan Martínez de Contreras (fallecido en 1453), en la capilla de San Ildefonso.
Igualmente se le han atribuido otros sepulcros toledanos, aunque al parecer se deben a artistas de su taller o de su círculo, como ocurre con el de Inés de Ayala (monasterio de Santa Clara de Toledo) o el de Constanza de Castilla, conservado hoy en el Museo Arqueológico Nacional, en Madrid.
Esto muestra que debió de contar con un taller bastante amplio, por lo que en ocasiones es difícil saber si las esculturas se deben a su mano. Así podría intervenir en conjuntos especialmente ricos en escultura, sobre todo en proyectos arquitectónicos.
Egas Cueman se casó en la década de 1450 con una toledana, María Gutiérrez, con la cual tuvo varios hijos, entre los que destacan los continuadores del linaje artístico familiar: Antón (fallecido c. 1531) y Enrique Egas (muerto en 1534).
En 1458, Egas comienza su labor en el monasterio jerónimo de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres), con el que tendrá una gran vinculación. El 5 de noviembre de ese año firma un contrato para la realización del sepulcro de Gonzalo de Illescas, una de las grandes personalidades del siglo xv: sexto prior del monasterio extremeño —tras el padre Cabañuelas, ambos retratados por Zurbarán para la famosa sacristía cacereña—, consejero y confesor de Juan II desde 1453 y obispo de Córdoba.
El sepulcro, realizado en alabastro, responde básicamente al contrato conservado. Se representa al finado revestido como obispo y en posición yacente sobre una alta cama, en cuyo frente aparece una decoración con arquerías goticistas que cobijan en el centro a un ángel con el escudo del prelado, y a los lados unos leones con filacterias, en las que debería poner: “Aqui yase el muy reverendo yn xpo. padre e sennor don fray gonzalo de yllescas obispo de la muy noble cibdad de cordoua e del consejo del rey nuestro sennor prior que fue deste monasterio el qual fallescio en tal logar de tal dia de tal mes e en el año”; y en los extremos, san Agustín y san Jerónimo.
Se sitúa en una especie de capilla abierta en el ángulo sudeste del claustro, adosado a la pared, y con una bóveda decorada con ángeles que recuerdan a la sillería de coro de Cuenca. Destaca la gran finura con la que está labrada, especialmente las vestiduras del obispo, que simulan un brocado.
La presencia de Egas Cueman en Guadalupe hizo que interviniese en otras obras: así, en 1467, firmó el contrato definitivo, aunque ya con anterioridad debió de estar en tratos, para realizar el sepulcro de Alfonso de Velasco y su esposa, Isabel de Cuadros, en la capilla de Santa Ana. Se ha conservado la documentación contractual y sus dibujos del proyecto, por los que se conoce perfectamente cuál era el proyecto original, si bien modificado por algunas desavenencias entre ambas partes, que hicieron además que la terminación de la obra se alargase hasta 1476.
Realmente, lo realizado por Egas afecta a toda la capilla. En el muro del evangelio adosó un arcosolio con decoración goticista y una hornacina ocupada por la Virgen con el Niño en la parte superior, mientras que en el frontal del sepulcro aparecen los escudos de los finados, enmedio de una decoración vegetal. En el interior se disponen las efigies orantes, en postura genuflexa, uno de los primeros ejemplos de una tipología funeraria que tuvo como precedentes los desaparecidos sepulcros de Álvaro de Luna en Toledo y el de fray Lope de Barrientos conservado en Medina del Campo, y que posteriormente logró tanto éxito como lo muestra el de la cartuja de Miraflores. Además, en el fondo del nicho se representó, de una forma muy naturalista, una puerta con arco conopial por la que se asoman dos pajes.
Hacia la mitad de la capilla se encuentran dos ángeles de piedra, de gran tamaño, que portan escudos de madera, vestidos con cota de malla y capa. Además, Egas modificó las claves de las bóvedas e introdujo un zócalo pintado en el que se repiten los escudos de los patronos de la capilla.
Todas las figuras se caracterizan por su gran finura, monumentalidad y naturalismo.
En el Monasterio de Guadalupe, Egas debió de realizar también algunas obras desaparecidas, como el sepulcro del caballero Fernando Álvarez de Meneses, padre de Juan de Meneses, obispo de Zamora, que quizás era de madera y fue realizado hacia 1468.
También se le han atribuido unos grupos escultóricos para el rezo del Vía Crucis en las esquinas del claustro mudéjar, que fueron realizados entre 1475 y 1483. Se trataba de representaciones de la Crucifixión, el Descendimiento, el Santo Entierro y la Resurrección, pero de ellas sólo quedan algunas piezas, todas con las mismas características: altorrelieves, con la parte posterior sin devastar, con plegado anguloso en las vestimentas, que permite adjudicar su realización a Egas.
Tras esa relación con Guadalupe, y en algún momento compaginando otros trabajos, Egas Cueman establece una colaboración estrecha con Juan Guas, el arquitecto favorito de Isabel la Católica.
Como maestro mayor de escultura, aparece en la documentación relativa al Monasterio de San Juan de los Reyes (Toledo), levantado para celebrar la victoria en la batalla de Toro por los Reyes Católicos, que eligieron como su arquitecto a Guas, que compartió la labor con Egas Cueman entre 1479 y 1485. El edificio debía servir al mismo tiempo de templo funerario para la dinastía, si bien no debió de ser del total agrado de la reina Isabel, por la conocida frase que pronunció al ver las obras: “Esta nonada me habeys fecho”.
En él destaca especialmente la riquísima decoración, sobre todo de las puertas, en la zona del crucero de la iglesia y en el claustro, con una enorme variedad de temas: heráldicos, vegetales, santos y figuras fantásticas, en las que debió de intervenir un gran número de colaboradores, siempre bajo la dirección de Egas y de Guas, dejando patente su capacidad, ya que no se separa de otros conjuntos realizados por ambos maestros.
A partir de 1483 trabajan de nuevo juntos en el Palacio del Infantado de Guadalajara. Se trata del mejor edificio de carácter civil de finales del gótico que ha llegado hasta nuestros días. Juan Guas aparece como arquitecto y responsable del proyecto, pero Egas debió de ser el encargado máximo de toda la decoración.
En ella deja muestra de su saber hacer, con una enorme finura, pero también con una imaginación en cuanto a formas y temas de acuerdo con el gusto de Guas. En él se puede destacar especialmente la utilización como motivo decorativo del tema del salvaje, que tanto éxito tuvo a fines del siglo xv y principios del xvi.
Además, Egas y Guas colaboran, entre 1485 y 1492, en el trasaltar mayor de la Catedral de Toledo. Probablemente Egas se encarga de dar las trazas de las escenas evangélicas que van desde la Anunciación a la Presentación en el Templo, correspondientes al lado de la epístola. En ellas se aprecia el horror vacui que lleva a una decoración exuberante, de enorme efectismo.
A partir de la terminación de dicha obra, poco más o menos, Egas Cueman quedará vinculado estrechamente con la catedral toledana, ya que desde 1493 tiene el título de “aparejador vitalicio”, con un salario anual de 3.000 maravedís. Sin embargo, debía de ser entonces muy mayor y estar incapacitado para el trabajo. Apenas uno o dos años después debió de fallecer, ya que el citado cargo pasó a manos de su hijo Antón el 18 de septiembre de 1495.
Pero la dinastía familiar continuó con sus hijos, especialmente Antón y Enrique Egas, o incluso enlazando con otros grandes artistas, como fue el caso de una de sus nietas, que en 1510 se casó con el arquitecto Alonso de Covarrubias.
Obras de ~: Sillería de coro de la catedral de Cuenca, Cuenca, 1454; Escultura de la Puerta de los Leones de la catedral de Toledo, Toledo, 1452-1465; Sepulcros de la capilla de Álvaro de Luna, catedral de Toledo, 1452-1465; Sepulcro de Fray Gonzalo de Illescas, monasterio de Guadalupe (Cáceres), 1458; Sepulcro de Alonso de Velasco e Isabel de Cuadros, monasterio de Guadalupe (Cáceres), 1467-1468; Decoración escultórica del monasterio de San Juan de los Reyes, Toledo, 1479; Decoración escultórica del palacio del Infantado, Guadalajara, 1480-1483; Paños del lado de la epístola del trasaltar de la catedral de Toledo, Toledo, 1493.
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Patricia Andrés González