Guas, Juan. Saint Pol-de-Léon (Francia), 1430 – Toledo, 1496. Arquitecto.
Arquitecto español del período final del gótico, de origen bretón, principal artífice en Castilla del estilo “isabelino” en la arquitectura, combinando los elementos flamígeros noreuropeos, con los netamente mudéjares de raíces andalusíes. Según Azcárate, nació en Saint Pol-de-Léon (Bretaña), pequeña localidad del norte de Francia, siendo sus padres el pedrero Pedro Guas y madame Brígida Tates, su mujer.
En los años de su niñez, tuvo ocasión de conocer y probablemente experimentar el fuerte impulso en la construcción de iglesias de estilo gótico flamígero que tuvo lugar en su tierra, a partir del fin de la Guerra de los Cien Años y con ello la recuperación final de la unidad francesa. Se desconoce todo lo referente a sus años juveniles, pero no es arriesgado suponer que se formaría en el trabajo de la piedra en algún taller de los muchos que hubo en aquellos años en las fábricas de las iglesias de su tierra, desarrollando las técnicas del diseño flamígero y la escultura borgoñona.
Tal como informan ciertos contratos que firmó, no sólo era arquitecto, sino también escultor, aunque se cree que su dedicación principal fue el proyecto de las trazas de los edificios e incluso de los elementos arquitectónicos, aisladamente considerados, como retablos, portadas, claustros, etc...
Se sabe que su padre, Pedro Guas, trabajaba en las obras que se realizaban en la catedral de Toledo, formando parte de un equipo de canteros y tallistas flamencos, llamados probablemente por el arzobispo Juan de Cerezuela al principio de su pontificado (1434-1442) para intervenir en la construcción de la capilla funeraria de su hermanastro Álvaro de Luna —el valido del rey Juan II— y que sería la primera obra de estilo flamígero que se realizó en Castilla.
Este equipo de artistas y escultores noreuropeos fue el núcleo fundacional de la escuela toledana que impulsó y desarrolló el que se llamaría “estilo hispano- flamenco”, del que Juan Guas sería uno de los principales representantes. Al principio, fue sólo un aprendiz, que en 1453 consta que ganaba 15 maravedís diarios a las órdenes de Hanequin de Bruselas, trabajando en la puerta de los Leones (portada exterior e interior del transepto sur). Es esta puerta una de las joyas de la sede toledana, en la que se pone de relieve que los trabajos de este equipo de flamencos en decoración arquitectónica y en escultura eran de una calidad y finura de diseño desconocido hasta entonces en las construcciones góticas castellanas, lo que explica la rápida aceptación que tuvieron y los llamamientos que recibieron algunos de sus miembros, especialmente los más destacados. El lenguaje decorativo y escultórico de esta obra toledana es el mismo que se desarrollaba por entonces en Flandes, y en Borgoña y cuyas características principales eran una escultura naturalista cuyo iniciador fue Claus Sluter, y una rica ornamentación floreada muy bellamente esculpida.
En 1458 figura Juan Guas con la categoría de maestro, y al finalizarse en 1465 la obra de la puerta de los Leones se va a integrar en la vida española, comenzando una ejecutoria profesional en que alcanzó las más altas cimas, creando un estilo propio y novedoso, de gran éxito entre los poderosos de la época, que rivalizaban en hacerle encargos para sus palacios. Al estilo flamígero que ya habían implantado en el área toledana sus compañeros más veteranos Hanequin de Bruselas y su hermano el maestro Egas Cueman, añadió Juan Guas los componentes mudéjares que hicieron inconfundible su arquitectura, que se manifiesta principalmente en las fachadas en los edificios civiles que realizó, como el palacio del Infantado (Guadalajara), el castillo de Manzanares el Real, el del duque de Alba en Alba de Tormes (Salamanca) y la Hospedería Real de Guadalupe y otros dos no documentados todavía pero de los que no faltan críticos que piensan que son de su mano: la torre de Juan II del Alcázar de Segovia y el palacio de Jabalquinto en Baeza (Jaén).
En 1459, contrae matrimonio en Torrijos con Marina Álvarez, fecha en la que ya tenía bienes en las cercanías de Toledo por un valor de 1.000 florines de oro. Al iniciarse el último tercio del siglo xv (en 1465 se había terminado la obra de la puerta de los Leones), Guas salió de Toledo (donde, a pesar de todo, siguió manteniendo su residencia principal) para trabajar en otros encargos que le llegaban desde diversos puntos de Castilla. El más antiguo de esos encargos que existe documentado es la portada principal de la catedral de Ávila, en la que trabajó dos años a partir de 1461. Lo primero que se hizo fue trasladar la portada original, llamada “de los Apóstoles” —gótica del siglo xiv—, a la fachada norte, a la altura del segundo tramo del cuerpo de naves contando desde el crucero, y en ella Guas hizo únicamente el arco carpanel que soporta el tímpano. A continuación, se labró una portada nueva, que por el exterior fue increíblemente rehecha en el siglo xviii con un resultado poco afortunado, que es el que ahora puede contemplarse.
Se sabe que muy pronto se aproximó al entorno real, y que en enero de 1472 se entrevistó con la infanta Isabel, futura reina de España. Los encargos se suceden a partir de esa fecha, que coincide con su nombramiento como maestro mayor de la catedral de Segovia, cargo que ejercerá entre 1473 y 1491 (la mayor parte de su vida activa) y que compatibilizará con toda clase de encargos. Según Azcárate, en este período se formó en su entorno un importante plantel de pedreros que difundirían su estilo por toda Castilla. En el mismo año 1472 interviene en la obra del monasterio del Parral en Segovia, que Juan Pacheco, el marqués de Villena, valido del rey Enrique IV, consiguió que le cediera el Monarca para su propio enterramiento. Las trazas de la iglesia las hizo el segoviano Juan Gallego, y Guas se encargó de realizar la cabecera. Colaboraron con él su compañero del equipo de Toledo, Martín Sánchez Bonifacio y Pedro Polido, un cantero local. En esta iglesia, muestra ya Juan Guas su valía como arquitecto, contribuyendo a la creación de un modelo de templo llamado “tipo Reyes Católicos”, que en adelante será muy seguido en monasterios de jerónimos y dominicos. El Parral tiene una sola alta nave de cuatro tramos, cubiertos con bóvedas estrelladas (cerradas por Juan de Ruesga) con capillas laterales, y una hermosa cabecera formando cuatro espacios perfectamente integrados y compuestos por la capilla mayor, el crucero elevado y dos cortas alas a ambos lados del mismo. Se cree que Guas no intervino en la escultura del Parral, ni en la interior (claramente documentada), ni tampoco en la exterior (portada inacabada de los pies), que por su hechura similar a la de la puerta de los Leones de Toledo, podría más bien corresponder a Martín Sánchez Bonifacio.
La catedral de Segovia era por entonces un templo románico que años más tarde (en la Guerra de las Comunidades) sería gravemente dañado y demolido para levantar, ya avanzado el siglo xvi, el que hoy existe y es el orgullo de la ciudad. Para ese viejo templo románico es para el que construyó Juan Guas un claustro de líneas escuetas y bella factura, con amplios ventanales de diseño flamígero ortodoxo, en el que no mostró todavía ninguna licencia como las que se permitiría más adelante, en la madurez de su estilo personal. Sus piedras fueron desmontadas en 1524 y trasladadas a la actual catedral donde se rehízo el claustro. También trabajó Guas por aquellas sus primeras andaduras en el monasterio del Paular, obra de Juan II para la Orden de los cartujos. Allí hizo otro claustro de mayor superficie en planta que el de la catedral, pero de arquitectura más modesta como correspondía a la sobriedad de la regla cartuja. El profesor Azcárate hace ver en la portada que comunica la catedral de Segovia con el claustro (y también en las dos que tiene el vestíbulo del Parral), las formas a las que Guas va a ser tan adicto en adelante, con utilización de sinuosidades en las molduras de contorno, como más claramente se aprecia en la portada del monasterio de la Santa Cruz, también de Segovia, donde está documentada la actuación de ciertos colaboradores suyos.
No hay constancia documental alguna de que Juan Guas trabajara en el Alcázar de Segovia, lo que ya es extraño teniendo en cuenta lo que informa el cronista Mosén Valera de que Enrique IV —que sería Rey hasta 1474— “fortificó maravillosamente el alcázar e hizo encima de la puente del una muy alta torre labrada de masonería, e hizo un fosado muy fondo, picado en la misma peña” y que los garitones y los remates góticos de diseño borgoñón que dicha torre ostenta se hicieron en tiempos de los Reyes Católicos.
Con estos datos a la vista, y sobre todo con la singular estética de la famosa torre de Juan II a la que se está haciendo referencia —de indudable genialidad—, hay que pensar en la autoría de Guas, que podía haber dado en Segovia el primer paso hacia la fama como arquitecto, logrando una bellísima composición a base de la combinación de elementos góticos con los mudéjares, que más tarde llegaría a prodigar, progresivamente abigarrados, en obras sucesivas.
En 1475 compra una casa en Toledo (en la colación de San Lorenzo), que va a ser su residencia habitual, y comienza el período de las obras civiles, con la construcción del palacio del Infantado en Guadalajara y la terminación del castillo de Manzanares al pie de la sierra de Madrid, encargos ambos que le llegaron de parte de miembros de la familia de los Mendoza, mecenas indiscutibles del arte de la época. En estos dos edificios está perfectamente clara la personalidad de Juan Guas como arquitecto y las líneas conductoras de su obra plástica, en la que tanto influirían los edificios mudéjares de ladrillo que inundaban las calles toledanas por donde él pasaba a diario en sus años de formación. Particularmente serían temas suyos recurrentes las decoraciones geométricas (“sebkas”), las arquerías de coronación y los “mocárabes”, elementos que en sus obras se alternan con otros de la decoración gótica flamenca, como los arcos conopiales y los mixtilíneos de curvas y contracurvas, así como el genuino entrelazado de líneas que dio nombre a la ornamentación flamígera. Sus novedades no afectaron a la concepción general de los palacios que hizo, que era la tradicional de pabellones rectangulares en torno a patios, sino más bien a su ornamentación, en la que mostró su maestría no tanto en los elementos ornamentales —que también— como en la composición de los mismos, creando fachadas muy originales y de fuerte expresividad.
Las obras del Castillo de Manzanares se comenzaron en 1475. Fueron promovidas por Diego Hurtado de Mendoza y Figueroa, primer Duque del Infantado, y que no pudo verlas concluidas. Fu su hijo primogénito, Iñigo López de Mendoza, (II Duque del Infantado), quien las finalizó bajo la dirección del arquitecto Juan Guas, autor del Palacio del Infantado, de Guadalajara. Guas realiza una coronación del castillo y sus torres de esquina de lo más abigarrado en su decoración, en la que utiliza, como dice Chueca, “las cornisas estalactíticas, el enriquecimiento de las superficies con elementos en relieve (medias esferas) y otros detalles isabelinos”, todo como vestidura de una galería formada con arcos conopiales extraordinariamente ornamentados.
La coronación del castillo de Manzanares va a ser muy querida del maestro, y aparecerá en muchas de sus obras civiles, entre las que destaca el palacio del Infantado en Guadalajara, que vio Jerónimo Münzer en su viaje de 1495 aún no terminado, y le hizo escribir “creo que en toda España no existe palacio semejante a este, por su grandeza y su profusa decoración de oro”. En la galería de coronación de este palacio añade Guas otro de sus elementos predilectos, cuyo origen parece estar en la arquitectura militar: los “púlpitos” decorados profusamente, que utiliza a modo de balcones y que ya estuvieron presentes en las bases de las torrecillas de coronación de la torre de Juan II en Segovia. Mucho se ha opinado por los críticos de arte sobre las posibles fuentes de inspiración que tuvo Guas, insistiendo mucho (Azcárate, Chueca) en la mezcla entre lo mudéjar y lo gótico flamígero. Pero tampoco se podría descartar el impulso veneciano, donde los arquitectos del mismo siglo xv lograron piezas como el Palazzo Ducale, en el que lo flamígero se hace tan imaginativo como en el Infantado de Guadalajara, o en el Jabalquinto de Baeza, tres edificios contemporáneos en los que se manejan por igual elementos muy similares, aunque obviamente con distinto sentido compositivo. Sobre la posible influencia italiana, Azcárate realizó un estudio de las fachadas cubiertas con cabezas de clavos de piedra tan del gusto de Guas, y que también están presentes en dos famosos edificios de Salamanca y Segovia. La filiación de Guas como arquitecto de Guadalajara se puede leer en una inscripción de los arcos del patio principal que reza “fizieron Juan Guas e maestre Egascoman”, creyéndose que el segundo fue el autor de los elementos escultóricos y ornamentales de los ricos interiores (bases de techumbres, chimeneas, etc...) desgraciadamente destruidas en la Guerra Civil de 1936-1939 y en las que destacaban por su extraordinaria riqueza el Salón de Linajes, el Salón de los Salvajes, el Salón de los Cazadores o el Salón de los Consejos. Sin embargo, el espléndido patio sí parece obra de Guas: se compone de dos pisos de arcos mixtilíneos, totalmente labrados con leones, grifos y los blasones familiares de la casa de los Mendoza, sobre columnas de fustes helicoidales, sustituidos inexplicablemente —con posterioridad— en planta baja por otras de tipo toscano. Este palacio se finalizaría en 1483.
También en Guadalajara se construía en diciembre de 1486 otro palacio fastuoso, para otro ilustre miembro de la familia Mendoza: el “Gran Cardenal de España”, Pedro González Mendoza, que en 1495 fallecía en él, para ser enterrado en el túmulo que se mandó labrar en la capilla mayor de la catedral de Toledo.
De ese palacio hizo el viajero Münzer —que lo visitó el mismo año en que murió el cardenal— una detallada descripción, y se vació en elogios sobre su hermoso claustro de dos pisos, sus artesonados, todos diferentes “con diversos colores mezclados con azul”, para terminar diciendo: “Creo que en el mundo no hay casa más espléndida”. Nada se sabe sobre quién fue el artífice de este otro palacio desgraciadamente desaparecido, pero dada la fama que Juan Guas tenía por entonces, en el cénit de su carrera, y el hecho de estar trabajando en el del Infantado en la misma villa, y que construía en aquellos años el propio hermano de Pedro, no es arriesgado suponer que fue él mismo quien lo realizó también.
La fachada principal del Palacio de Jabalquinto de la ciudad de Baeza no está documentada como de Juan Guas, pero hay pocos expertos que duden de su autoría, o de un seguidor o alumno muy próximo y dirigido por él. El propietario fue Juan Alfonso de Benavides Manrique, señor de Jabalquinto y pariente cercano del rey Fernando el Católico. El interior del edificio corresponde a otra época posterior, y tanto el patio como la escalera son piezas renacentistas, así como la galería que constituye el piso alto de la fachada.
Los elementos ornamentales que enriquecen esta fachada parecen claramente de la mano de Guas, flanqueada como está por dos fuertes columnotas cilíndricas, rematadas en lo alto por sendos púlpitos decorados, un modelo que se repite en la obra de Guas desde el castillo de Manzanares hasta el crucero de San Juan de los Reyes, pasando por la capilla de San Gregorio de Valladolid. Toda la fachada está igualmente decorada con cabezas de clavos pétreos y con ornamentación flamígera.
Los trabajos de Juan Guas van a culminar con el encargo más importante de su vida: el que recibió de los Reyes Católicos para construir en Toledo una iglesia conmemorativa del triunfo en la batalla de Toro contra el rey de Portugal. La iglesia que se comenzaría en 1477, se llamaría San Juan de los Reyes, y sería sin duda la obra más emblemática del artista, la que le dio fama imperecedera, y en ella colaboró con maese Enrique, su compañero de trabajo en la puerta de los Leones de Toledo, al que se le suelen atribuir las decoraciones escultóricas de la cabecera.
En el templo lució Guas sus mejores potencialidades como arquitecto, mostrando los conocimientos que tenía de la construcción basilical con bóvedas de complejas nervaduras, concibiendo una iglesia de características semejantes a la del monasterio del Parral, de una sola nave, pero con el añadido de un soberbio crucero con cúpula elevada y linterna que enriquece extraordinariamente el conjunto. Tanto la iglesia como el claustro de dos pisos presentan un catálogo completísimo de elementos ornamentales, obtenidas tallando y trepanando la piedra, y cantidad de esculturas de una inmejorable calidad, en la misma línea de la emblemática Puerta de los Leones, en la que años atrás trabajara el equipo completo de flamencos.
La década de los ochenta es la de mayor actividad de Juan Guas, que simultanea su labor como maestro mayor de la catedral vieja de Segovia, con toda clase de encargos particulares situados en lugares alejados unos de otros. En 1483, trabaja con el maestro Egas Cuman en el trasaltar mayor de la catedral de Toledo, lo que se documenta por el asiento de cobro del mismo que consta en el correspondiente libro de Actas del Cabildo. Se trata de una exuberante pantalla de piedra esculpida que cierra la capilla mayor de la catedral por la parte interior de la girola. Las dos “costaneras” rectas correspondientes a la zona del coro estaban realizadas desde el siglo xiv y marcaban la pauta escultórica, si bien es obvia la diferencia de estilo que existe con la obra de Guas y maese Egas.
Ellos hicieron la parte de la Epístola, mientras Martín Sánchez Bonifacio labraba la del Evangelio. La obra —ordenada por el cardenal Mendoza— se compone de tres tramos verticales articulados por columnillas que tienen intercaladas figuras de santos, y en los fondos hay tracería flamígera en la parte baja y relieves escultóricos en la alta, rematado el conjunto por una crestería de nichos con más esculturas. Los escudos del cardenal y del reino de España fueron sobrepuestos al final y están policromados.
Entre 1487 y 1489, realiza Guas con Juan de Talavera la capilla del colegio de San Gregorio en Valladolid, obra en la que pueden observarse las mismas delicadezas escultóricas que en San Juan de los Reyes, y los elementos característicos de su obra como son las tribunas (o púlpitos) de exquisita labra del coro, semejantes a las de los pilares del crucero de la iglesia toledana.
La Hospedería Real de Guadalupe (demolida en 1856, tras un lento y progresivo abandono y ruina), era otra de las obras predilectas de la reina Isabel, que calificaba de “mi paraíso” al famoso convento extremeño. Parece que la Hospedería (que estaba en las proximidades del monasterio, en un paraje al parecer delicioso) competía en riqueza de ornamentación interior con el propio palacio del Infantado, y los Reyes gustaban de alojarse en él en temporadas, a partir de la inauguración que tuvo lugar poco antes de la rendición de Granada, desde donde llegaron el 20 de junio de 1492 para reponerse de las fatigas de la campaña que se finalizaría aquel mismo año, en otoño. El viajero Münzer también la visitó y la calificó de “magnífico palacio de los reyes de Castilla con fuentes delante y con estancias exquisitamente preparadas, en las que vimos a unos servidores de la reina guardando muchas arcas de los reyes y muchos papagayos de colores [...] y que estaban esperando al rey y a la reina”.
En 1491 volvió Juan Guas a Toledo como maestro mayor de la catedral, cargo que asumió a la muerte de su amigo Martín Sánchez Bonifacio, y a él debió corresponderle —según Chueca Goitia— la terminación de la catedral en la que se terminaron de cerrar las últimas bóvedas de los pies del cuerpo de naves en el año 1493, bajo el mandato ya del cardenal Mendoza.
Todavía en ese mismo año de 1493, construía Guas en Alba de Tormes un palacio para los duques de Alba, otra de sus muchas obras desaparecidas y del que nada se conoce. Hizo testamento en 11 de octubre de 1490, en el que afirma ser “maestro mayor de las obras de mis señores los Reyes Católicos don Fernando y doña Ysabel”, para él el distintivo de mayor gloria de su vida. Y hasta tal punto fue esto cierto, que llegó a crear un estilo propio de arquitectura, único en su época, que lejos de conocerse con su propio nombre, se conoce con el de la Reina a la que sirvió.
Finalmente falleció en 1496, pero antes de morir quiso dejar constancia de su ayuda a la parroquia de la que fue feligrés: la de San Justo, vieja iglesia de los tiempos de la reconquista, situada en un barrio vecino de la sede toledana, donde vivieron tradicionalmente los servidores de la catedral, uno de los cuales fue Guas. Y fundó en ella una capilla (una inscripción en caracteres góticos que corre por toda la base de su bóveda, reza así: “Esta capilla mandó fazer el onrado Juan Guas”), que, afortunadamente, ha llegado a nuestros días, pese a la remodelación de que fue objeto la iglesia primitiva en el siglo xviii. En su sencilla portada está presente la huella personal del arte de Guas, y en lo alto, su escudo familiar, por el que se ha supuesto su origen bretón. Pero el mayor tesoro de esta capilla para la historia, es la valiosa pintura mural en la que figura como donante el propio maestro, junto con la mujer y sus dos hijos pequeños.
La razón de la fama de Juan Guas hay que buscarla en las características de su estilo, creando una imagen novedosa, especialmente en sus obras civiles, tomando ideas de aquí (mudéjares) y de allá (flamígeras y prerrenacentistas italianas) para el singular tratamiento ornamental de sus fachadas y de sus patios.
Pero también en las monumentales composiciones de sus iglesias —verdaderos museos escultóricos— y unas y otras causaron la admiración de sus contemporáneos.
Obras de ~: Maestro mayor de la catedral de Segovia, 1473- 1491; con M. Sánchez Bonifacio y P. Polido, Cabecera de la Iglesia del monasterio del Parral, 1472 (atrib.); Claustro de la catedral de Segovia, s. f.; Claustro del monasterio del Paular, s. f.; Torre de Juan II, Alcázar de Segovia, s. f. (atrib.); Castillo de Manzanares el Real, desde 1476; con E. Cueman, Palacio del Infantado, Guadalajara, hasta 1483; Capilla del colegio de San Gregorio, Valladolid, 1487-1489; Hospedería Real, Guadalupe, hasta 1492 (desapar.); Maestro mayor de la catedral de Toledo, 1491-1496; Palacio de los duques de Alba, Alba de Tormes (Salamanca), 1493 (desapar.); Maestro mayor de los Reyes Católicos, hasta 1496.
Bibl.: J. Münzer, Viaje por España y Portugal, 1494-1495 (Madrid, Polifemo, 1991); M. de Asúa y Campos, El Castillo del Real de Manzanares, Madrid, Bernardo Rodríguez, 1915; F. de B. San Román, “Las obras y los arquitectos del Cardenal Mendoza”, en Archivo Español de Arte (AEA) (Madrid), 1931; J. M. Azcárate, “Sobre el origen de Juan Guas” y “El supuesto Bonifacio Guas”, en AEA (1949); La fachada del Infantado y el estilo de Juan Guas, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Diego Velázquez, 1950; L. Torres Balbás, Arquitectura gótica, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, t. VII, Madrid, Plus Ultra, 1952; A. Durán Sampere, Escultura gótica, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, t. VIII, Madrid, Plus Ultra, 1952; J. M. Azcárate, La Arquitectura gótica toledana en el s. xv, Madrid, CSIC, Instituto Diego Velásquez, 1958; S. García y F. Trenado (OFM), Guadalupe, historia, devoción y arte, Madrid, Católica Española, 1978; F. Chueca Goitia, La catedral de Toledo, León, Everest, 1981; J. M. Azcárate, Arte de la Prehistoria al Renacimiento, Madrid, Fundación Juan March, 1982 (col. Tierras de España); F. Chueca Goitia, Historia de la Arquitectura Española, t. I, Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 2001.
Juan Gómez y González de la Buelga