Ayuda

Juan de Colonia

Biografía

Colonia, Juan de. ¿Colonia? (Alemania), c. 1410 – Burgos, 2.I.1479 ant. Arquitecto.

Maestro de cantería de origen alemán, nacido probablemente en Colonia, llegó a Burgos con el obispo Alonso de Santamaría, que lo trajo a la vuelta de su estancia en el Concilio de Basilea, el año 1440. Con evidente rapidez, consiguió asentar su prestigio profesional en Burgos, y con él una sólida posición económica y social. Contrajo matrimonio con María Fernández, posiblemente hija del maestro de cantería Martín Fernández, que fue maestro de la catedral, y tuvo seis hijos, dos de ellos igualmente fueron maestros de cantería, Simón y Diego. En 1449 aparece como “maestro de la Catedral”, es decir, encargado de su conservación y ejecución de cuantas obras menores eran necesarias, con salario fijo cada año, cargo que desempeñó hasta su muerte. El desahogo económico que disfrutó se muestra en que, en 1454, compra una tierra de cinco fanegas pagando por ella 2.700 maravedís, cantidad considerable en aquellos tiempos.

Con el tiempo llegó a tener varias casas en Burgos, compradas o tomadas a censo del cabildo catedralicio si bien siempre residió en unas casas sitas en la Coronería, frente a la puerta de dicho nombre de la catedral, proporcionadas por el mercader Maluenda, su gran protector en Burgos.

Su venida a Burgos se explica debido a la idea del obispo Santamaría de hacer obras que dieran fuste a la catedral burgalesa. El prelado, como consecuencia de su asistencia al Concilio de Basilea, visitó una amplia zona de Alemania y de los Países Bajos admirando sus edificios religiosos y, en ellos, sus capillas y torres y, al igual que ocurriera con Mauricio constructor de la catedral gótica de estilo francés, Alonso de Santamaría fue movido por todo lo visto a embellecer ciertas partes de la catedral burgalesa que presentaban un aspecto anodino, sin expresión. No se trataba de alterar ni sustituir nada de lo existente, sino de completarlo, algo que requería tener muy claras las ideas de lo que se pretendía hacer. Las ideas de Alonso de Santamaría eran diáfanas, como lo eran sus sueños y su demostrada convicción de que se sueña en un día y se tardan siglos en hacer realidad lo soñado, siempre que se cuente, además, con la persona capaz de hacerlo. Juan de Colonia fue, en un dualismo tantas veces repetido en la historia, el autor de lo ideado por el obispo Santamaría.

Y, con toda seguridad, ambos supieron, según demuestra su absoluto respeto a lo anteriormente hecho, que no se trataba de terminar algo inacabado, sino de completar, perfeccionando y dando un nuevo aire, ciertas partes de la catedral. Operación que, en definitiva, resultó ser la construcción de una nueva catedral superpuesta a la anterior. Actuación en virtud de la que, completada por otras posteriores, hoy se puede admirar una primera catedral gótica, inspirada en modelos franceses, embellecida por otra catedral gótica, de clara inspiración germánica, que lucen sin discrepancia alguna. Alonso de Santamaría soñó, ideó y costeó el inicio y primeras obras del proceso, que Juan de Colonia se encargó de construir.

La idea inicial del obispo Santamaría fue que Juan de Colonia convirtiera los cuerpos de las torres, que ofrecían una geométrica sosería en el escaso desarrollo de su alzado, en cuerpos que destacaran del conjunto por su ligereza y sentido vertical, siguiendo el modelo de lo visto en el Norte. Así lo hizo el arquitecto y con esta obra comenzó un tiempo que, sin duda, es el más brillante de la historia de la arquitectura burgalesa y, con todas las reservas que se quieran, uno de los más destacados de la arquitectura española. Debido a que, al mismo tiempo, Juan de Colonia con las agujas, además de hacer visible el sueño del obispo Alonso y de iniciar la transformación de la catedral en una nueva realidad, dejó sentadas las bases estéticas y técnicas para la brillante arquitectura religiosa y civil que, unida a la escultórica iniciada y asentada por Gil de Siloé, centraría la actividad artística del foco burgalés durante la segunda mitad del siglo XV y todo el siglo XVI, convertido en centro director del arte castellano del momento.

La necesidad de considerar la obra de Juan de Colonia, al menos durante su primera etapa en Burgos, unida a la personalidad del obispo Alonso es manifiesta, una vez más, en la construcción de la que sería la primera capilla funeraria construida en la catedral de Burgos. Obra que no supone la creación de dicho tipo de capilla, ni siquiera en el ámbito burgalés, en el que desde años antes se estaban construyendo recintos funerarios destinados a enterramientos familiares en monasterios e, incluso, iglesias parroquiales. La importancia de la construcción de la capilla de la Visitación radica en ser la primera levantada en la catedral para uso de un particular, aunque éste fuera el obispo, especificación funcional como lugar de enterramiento y, como consecuencia obligada, la definición de un espacio diferenciado, anejo pero no formando parte del propiamente catedralicio. Cesión de sitio, cambio de espacio y función que, sin duda, debe apuntarse en el haber del obispo Santamaría como mecenas en la idea y patrono en la dotación y ejecución de una obra que tendría importantísimas y fecundas consecuencias artísticas y de todo tipo en la catedral y el resto de los templos, que se prolongarían a lo largo del tiempo, hasta finales del siglo XVIII, no tanto por sus características artísticas como por la novedad que supuso su construcción en la catedral.

La capilla de la Visitación ofrece una clara fragmentación en altura al estar formada por dos espacios de diferente nivel, cada uno cubierto con bóveda estrellada.

Juan de Colonia no llegó a definir en esta capilla un ámbito único, como será habitual en construcciones posteriores en las que la altura compite o supera claramente al resto de las dimensiones. Su mérito radica en la solución adoptada para regularizar el espacio de esa zona de la catedral, que supondría el inicio de una nueva concepción de la planta de la catedral, mediante la reutilización de espacios.

Tarea con la que abrió el camino a la conversión del interior catedralicio en el que hoy puede verse. Planta y espacio conseguidos mediante la construcción de las diversas capillas laterales de variadas plantas y estructuras, levantadas en sustitución de los reducidos espacios, más bien cubículos, que se habían ido aparejando entre los pilares de las naves laterales para alojar altares dedicados a diferentes santos, hechos a lo largo del tiempo, fruto de la devoción de los canónigos y hechos y mantenidos a su costa. Sustituciones que dieron lugar a cambios importantes, cuyo primer ejemplo se encuentra en la obra de la capilla de la Visitación, mediante la cual Juan de Colonia regularizó la planta de esa parte de la catedral derribando una capilla dedicada a Santa Marina, que sobresalía del muro y ocupaba parte del crucero, y transformando el tramo correspondiente del claustro antiguo.

La construcción de la capilla funeraria del obispo Alonso de Santamaría, terminada el año 1446, tuvo que simultanearla con el trabajo de hacer las agujas de coronamiento de las torres que, de acuerdo con todos los datos, se comenzaron el año 1442. Actuaciones totalmente distintas en su origen y desarrollo, por cuanto la primera requería serios conocimientos constructivos y una no muy abundante capacidad de diseño, en tanto que las agujas, sin detrimento de los obligados conocimientos técnicos, exigían un riguroso sentido de las proporciones y una singular inventiva creadora, porque el problema a que debió enfrentarse no era sólo el de completar las torres, sino hacerlo de tal forma que su alzado y forma pudieran formar un conjunto armónico con el cimborrio que, sin duda, entraba también en el proyecto de transformación de la catedral del obispo mecenas. Para ello, no bastaba con limitarse a copiar a secas ni siquiera a imitar, dando ciertos toques personales a la obra, los agudos pináculos que remataban las torres de las iglesias germánicas, que habían despertado la admirada emulación del prelado, sino que era imprescindible hacer un estudio de conjunto, considerando en último extremo el efecto visual que ofrecería una revolucionaria panorámica de la catedral —la que sigue produciendo en cada contemplador— en la lejanía y a cualquier distancia, incluida la más próxima, que a su vez obligaba a una estricta consideración de cada detalle. Problemas que Juan de Colonia resolvió, según es lógico pensar, de manera plenamente satisfactoria, aunque la visión actual que ofrecen las agujas y el cimborrio no es la misma que su origen por cuanto se añade a ellas, sobre todo en la lejanía y la media distancia, la capilla del Condestable y, por añadidura el cimborrio no es el mismo, diferencia que no se sabe hasta qué punto llega, incluso aunque se cree que el actual, levantado en el siglo xvi, responde en general al tipo del primero y es semejante a él en la concepción del volumen y los efectos decorativos.

Se ha escrito mucho, y siempre con admiración, de las agujas burgalesas levantadas por Juan de Colonia.

Adjetivo que no se emplea como resultado de una aldeana visión admirativa, ni como juego de palabras, sino con la honrada convicción de que el germano hizo todo lo que su genio le dictó y sus conocimientos hicieron posible para lograr algo semejante en la idea e, incluso, en la forma, a las conocidas agujas alemanas, pero de tal modo que, al mismo tiempo, fueran claras las diferencias desde la base hasta al vértice. El cuerpo piramidal octogonal de cada aguja no arranca directamente del remate o zona de cubierta de la torre correspondiente, sino que sobre ésta, como en la catedral de Brisgau, así como en las de Ratisbona y Ulm de construcción más tardía, se levanta un cuerpo octogonal, en el que se abre una puerta, que sirve de alto basamento a la aguja, y es poco visible al quedar disimulado por la balaustrada con la que se remata el paramento de la torre. Igualmente es de origen alemán el balconcillo, próximo al vértice del remate de cada aguja, cuya más que probable inspiración encontró Juan de Colonia en los que presentan las agujas de la catedral de Eslingen. Balconcillos, que sin discutir su origen nórdico, ofrecen un especial aire de musulmana españolidad, porque aun carentes de otra función que la decorativa semejan el assoma o lugar destinado al almuecín en el alminar de una mezquita.

Sin merma alguna en la admiración, no conviene insistir en exceso en la filigrana de los transparentes, de distinto dibujo en cada tramo, por cuanto en realidad se contempla una obra rehecha el año 1905, en su totalidad en lo referente a la aguja del Norte y, en gran parte, en la Sur, sin contar con anteriores reparaciones que necesariamente han modificado no tanto su dibujo y aspecto cuanto el personal e inefable toque de obra personal de Juan de Colonia y sus oficiales.

Cambios que inevitablemente ocasionan diferencias, que no es posible apreciar debido a la distancia desde la que se contemplan, pero cuya existencia debe servir para hacernos más prudentes y sagaces cuando se presenta la ocasión de nuevas intervenciones de restauración o simple conservación.

Durante el período que transcurre entre los años 1447 y 1454, la actividad de Juan de Colonia, aparte de su dedicación a las agujas catedralicias, no es conocida con precisión, por lo que los autores se mueven en el terreno de la hipótesis, impreciso con harta frecuencia cuando se basa en el estilo personal mediante análisis formal partiendo de las obras documentadas, y claramente movedizo cuando se apoya no tanto en dicho criterio como en la importancia de la obra que, por ello, se piensa no pudo salir de otra mano que la del mejor de los artistas del momento. Tal es el caso de la atribución que se ha hecho a Juan de Colonia de la autoría de la iglesia del monasterio de San Pedro de Cardeña, sin otro fundamento que el de su categoría, así como su imposible intervención en la iglesia del convento de Nuestra Señora de la Merced de Burgos, al estar documentada como obra de fines del siglo xv. Por el contrario, el desconocimiento de datos documentales y la total desaparición de los conventos de San Pablo, cuya iglesia costeó el obispo Pablo de Santamaría y, en especial, el de San Ildefonso construido por Alonso de Santamaría, nos impiden afirmar o negar su posible intervención, más que probable en el segundo caso.

Sin embargo, la iglesia del monasterio de San Juan de Burgos, arruinada y de la que sólo existen los muros, no ha merecido la asignación de su autoría, que se muestra con evidente claridad en los escasos elementos conservados. Autoría que, además, avala el hecho de que la iglesia fue costeada por Alvar de Santamaría, hermano del obispo Pablo de Santamaría y tío del obispo Alonso de Santamaría, y construida precisamente durante estos años oscuros en la biografía del artista. Intervención que, con toda probabilidad, hay que atribuirle por lo que muestra la ampliación de la iglesia del monasterio de San Juan de Ortega, donde el escudo del obispo Alonso campea en las claves de las bóvedas mostrando su mecenazgo.

La intervención de Juan de Colonia en la cartuja de Miraflores parece que se inició antes del año 1454, en que comenzó la construcción de la iglesia, en obras sin valor artístico. El año citado se le encargó la edificación del templo, sobre el que se ha debatido ampliamente el posible origen del modelo seguido por el artista, que se considera fue la cartuja de Dijon; tema que se cree secundario por cuanto en todas las iglesias cartujanas se encuentran, con mayor o menor fidelidad expresiva, el concepto de jerarquización funcional del espacio, seguido con todo rigor por los monjes e impuesto al arquitecto correspondiente, mediante el cual cada parte, como se ve en la iglesia de Miraflores, se destina a una función acorde con la del grupo de participantes. De este modo, el espacio acoge, con la debida jerarquía, el altar con el retablo y los sepulcros de los reyes, el coro de monjes ordenados, el de monjes barbudos y, separado por una reja del resto de la iglesia, el espacio destinado a los fieles. Pero Juan de Colonia, siguiendo las instrucciones, sólo hizo el espacio, con la única nave que ni siquiera acabó, siguiendo las instrucciones monacales.

El ambiente, con su culminación en el presbiterio no es creación suya. Las obras se desarrollaron con gran lentitud, de modo que ni siquiera se había terminado la iglesia en 1465, cuando se interrumpió toda actividad.

Tiempo excesivamente largo para un edificio cuya construcción no exigía los cuantiosos medios que otros coetáneos.

Lampérez asigna a Juan de Colonia la renovación del triforio de la catedral de Burgos, hecha durante el tiempo del obispo Acuña, cuyo escudo es visible en varios lugares como prueba de su mecenazgo; basa la atribución en el carácter de la decoración, más sencillo y severo que el que caracteriza a Simón de Colonia, hijo de Juan, al que la mayoría de autores atribuyen esta obra, opinión que compartimos.

Poco después de iniciada la obra de la Cartuja, Juan de Colonia dedicó su trabajo a la que, sin duda, puede quizá considerarse su obra maestra: el cimborrio de la catedral de Burgos. Valor que se le otorga, incluso aunque no se conserve nada de ella, ni siquiera se sepa con precisión cómo era. Como tampoco se sabe con precisión cuál fue la fecha de comienzo de la obra, que se sitúa hacia el año 1470. Con el nuevo cimborrio, que es de suponer sustituyó a otro de traza más sencilla y menor alzado, acaso al estilo del que vemos en la iglesia del monasterio de Las Huelgas de Burgos, el obispo pensaba rematar la nueva catedral, mediante un cuerpo que en el exterior hiciera juego con las agujas y, en el interior, creara un luminoso espacio vertical que prolongara los de la nave mayor y el crucero. La traza y alzado, incluida la bóveda calada, la decoración y su simbolismo quizá no se apartaran mucho de cuanto ofrece el cimborrio actual. En 1480 se terminó de construir y, poco después, se manifestaron las primeras quiebras que, a pesar de cuantos esfuerzos se hicieron, acabaron con la ruina del cimborrio.

Mientras duró, fue la obra de Juan de Colonia que mayores alabanzas obtuvo.

Una faceta poco conocida de la actividad de Juan de Colonia es la de su intervención “en el arreglo de las conduziones de agua de la fuente de Santa María”. Trabajo que, al menos, desarrolló en dos ocasiones, los años 1458 y 1468, y que no añaden nada a su categoría artística. Su interés radica en que tal tipo de obras exigía una sólida formación, que no poseían más que un corto número de maestros de cantería, los más destacados, que en el caso de Juan de Colonia pueden explicar las soluciones adoptadas en algunas de sus obras, incluida la del cimborrio en la que, sin duda, calculó con evidente error la resistencia de los pilares.

La última intervención que se atribuye a Juan de Colonia se relaciona con la capilla de la Concepción de la catedral de Burgos, actuación que algún autor limita a la redacción del proyecto, sin intervenir en su construcción, que realizó su hijo Simón de Colonia.

En verdad, es harto improbable que Juan de Colonia interviniera en algún aspecto de la erección de la capilla, por cuanto ni siquiera tuvo ocasión para ello por el escaso tiempo transcurrido entre el 17 de septiembre de 1477, día en que el cabildo acordó la cesión de los terrenos al obispo Acuña para levantar la capilla, y el día final de dicho año, el 31 de diciembre, en que parece que ya había muerto el arquitecto, según prueba el hecho de que el cabildo, en su reunión del 2 de enero de 1479, acordó adjudicar a otra persona “las casas que vacaron de maestre Juan”.

 

Obras de ~: Capilla de la Visitación, catedral, Burgos, 1440- 1442; Agujas de las torres, catedral, Burgos, 1442-1458; comienzo de Cartuja de Miraflores, Burgos, 1454; Iglesia del monasterio de San Juan, Burgos, c. 1455; Iglesia del monasterio de San Pedro de Cárdena, c. 1460; Cimborrio, catedral, Burgos, c. 1470; Capilla de la Concepción, catedral, Burgos, c. 1477.

 

Bibl.: R. Monje, “La Cartuja de Miraflores”, en Semanario Pintoresco Español (1842), págs. 313-314 y 321-323; V. Lampérez y Romea, “Juan de Colonia. Estudio biográfico-crítico”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones (Valladolid), 1 (1904), págs. 351-356 y 403-415; C. Justi, “Estudios de arte español. Los maestros de Colonia en la catedral de Burgos [...]”, en España Moderna, Madrid (1914), pág. 311; F. Tarín y Juaneda, La Real Cartuja de Miraflores, Burgos, s. f.; T. López Mata, “La Capilla de la Visitación y el Obispo D. Alonso de Cartagena”, en Boletín de la Institución Fernán González (BIFG) (Burgos), VII (1947), págs. 632-643; L. Huidobro Serna, “El arte isabelino en Burgos y su provincia”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, IX (1950-1951), pág. 554; M. Martínez Burgos, “En torno a la catedral de Burgos. II. Colonias y Siloes”, en BIFG, IX (1950-1951), págs. 144- 163; S. Andrés Ordáx, “Gótico hispanoflamenco (Siglo xv)”, en Historia de Burgos. II. Edad Media (2), Burgos, Caja de Ahorros Municipal, 1987, págs. 126-170; (coord.), Castilla y León. La España gótica, Madrid, 1989; A. C. Ibáñez Pérez, “Actividad artística en el monasterio de San Juan, 1450-1600”, en El monasterio de San Juan de Burgos. Historia y arte, Burgos, Instituto Municipal de Cultura, 2000, págs. 285-334.

 

Alberto C. Ibáñez Pérez

Personajes similares