Merino Villarino, Fernando. Conde de Sagasta (I). León, 1860 – 1.VII.1929. Político de la Restauración y empresario.
Hijo del farmacéutico y político leonés Dámaso Merino, su trayectoria en el Partido Liberal vino determinada por su matrimonio con la hija mayor de Práxedes Mateo Sagasta, Esperanza, lo que a la postre le permitió usar iure uxoris el título de conde de Sagasta, creado en 1904 para honrar la memoria del prócer fallecido. Ello le convirtió, en vida del político liberal, en íntimo confidente suyo, en su intermediario para los contactos con Cánovas y en una figura de peso dentro del partido, aunque también contribuyó a esto último el muy duradero control que ejerció sobre buena parte de los distritos leoneses, comenzando por el de La Vecilla, por el que salió elegido diputado en 1891, derrotando al canovista Antonio Molleda.
Ése fue el inicio de una carrera parlamentaria ininterrumpida, obteniendo en total diecinueve actas, en su mayor parte por el distrito citado, aunque también por los de Riaño y León. Con anterioridad había sido diputado provincial, cargo en el que se estrenó apenas tuvo la edad legal. En tres ocasiones resultó proclamado por el artículo 29.
Desde sus comienzos políticos manifestó un gran interés por la prensa, por motivos primordialmente clientelares, pero también económicos. Así, y por lo que se refiere al ámbito leonés, fundó junto con su padre El Alcázar, en 1889, y estuvo estrechamente relacionado con otros periódicos posteriores que se movían dentro de la órbita del liberalismo provincial, como La Montaña, El Heraldo de León o León de España.
Ya en Madrid, ayudó al conde de Romanones a fundar El Diario Universal, en 1902, y fue uno de los promotores del llamado “Trust de la Prensa”, en 1906, pasando a presidir, dos años después, la Federación de Fabricantes de Papel. Dicha faceta empresarial la completó Merino con muy variadas inversiones en otros campos, que se apoyaban en una fortuna personal muy estimable: en las listas de crédito de la sucursal leonesa del Banco de España aparecía clasificado, en 1904, en la categoría más elevada, con un límite de 250.000 pesetas. Lo que se conoce de su carrera en este plano, le muestra como uno de los artífices de la primera industrialización leonesa, participando en el período finisecular en la creación de todo un conjunto de empresas en ramos como la química (Sociedad Leonesa de Productos Químicos), el papel (Papelera Leonesa), transporte (Castilla y León, S.A.), la energía eléctrica (Sociedad Electricista de León y Compañía Eléctrica de Villada), minería del carbón (Hullera Leonesa), productos farmacéuticos (G. F. Merino e Hijo), entre otros. En estas empresas, Merino figuró a menudo acompañado de sus amigos políticos: Romanones, Ángel Galarza, Leopoldo Cortinas, Modesto Franco o Mario Fernández de las Cuevas.
En la complicada e irresuelta sucesión de Sagasta al frente del Partido Liberal, Fernando Merino destacó como una figura de relieve con la que los aspirantes hubieron de contar. En vista de ello, fue solicitado por Moret en 1902, quien valoraba su prestigio al representar la herencia política de su suegro. Pero también por Canalejas, que aproximadamente por esas mismas fechas buscaba aliarse con Montero para socavar las posibilidades de Moret. En 1903 suscribió una carta, junto con Romanones y otros parlamentarios, a Moret, Montero Ríos y Vega de Armijo, en la que les pedían que aceptaran la celebración de una asamblea que acabara de una vez por todas con la cuestión del liderazgo.
Ciertamente, el control que ejercía sobre un pequeño grupo de diputados que podía ser imprescindible para lograr —o desbaratar— una mayoría reforzaba su importancia en el seno del liberalismo. Ese peso en el partido explica que Merino desempeñara importantes cargos, como los de subsecretario de Gobernación, en 1898, y gobernador del Banco de España, en 1906, cargo este último para el que fue nombrado por Amós Salvador, sobrino de Sagasta.
Fue precisamente como representante de la tradición fusionista por lo que Canalejas le encargó la cartera de Gobernación en su primer Gobierno, formado en febrero de 1910. Le cupo entonces organizar las elecciones legislativas de mayo de dicho año, aplicando por vez primera la Ley Maura de 1907, en la que fueron proclamados ciento diecinueve diputados por el artículo 29, de ellos, siete en su provincia natal.
El problema más serio que tuvo que afrontar fue la huelga minera de Vizcaya, iniciada en julio de 1910, que no pudo resolver, pese a sus esfuerzos de mediación y a su desplazamiento a Bilbao. Ello supuso su salida del Gobierno, siendo reemplazado por el también leonés Demetrio Alonso Castrillo.
Aunque Merino había estado siempre muy cercano al conde de Romanones, lo cierto es que en 1913 se sumó a la disidencia liberal, que había aflorado con motivo del debate sobre las mancomunidades. En dicha coyuntura, fue el animador de un manifiesto firmado también por Moret y García Prieto, en que pedían la apertura de las cámaras, pese a que Romanones intentó frenarle ofreciéndole la alcaldía de Madrid.
Pese a un acercamiento momentáneo entre ambos, recompensado con el Gobierno civil de dicha provincia, las relaciones empeoraron con motivo de las elecciones de abril de 1916, cuando Merino quiso hacer una demostración de poder en sus feudos de León, presentando frente a García Prieto a candidatos en los encasillados y derrotó a Gumersindo de Azcárate en la capital leonesa, lo que constituyó un gran escándalo político. Ello evidencia que Merino actuaba con una creciente independencia en este último tramo de su vida política, aunque siguió ocupando importantes cargos: en 1923, siendo presidente del Consejo de Estado, le sorprendió el golpe de Primo de Rivera.
En su vertiente empresarial experimentó algunas dificultades, que le llevaron ante los tribunales por impago de créditos para sostener sus fábricas, lo que no pudo solventar mediante el recurso al Banco de España, que le denegó un préstamo de un millón de pesetas. Estos reveses económicos, sumados a otros problemas, le llevaron a quitarse la vida en 1929.
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Rafael Serrano García