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Francisco Giralte

Biografía

Giralte, Francisco. ¿Palencia?, c. 1510 – Madrid, 1576. Escultor español discípulo de Alonso Berruguete, que desarrolló su trabajo en el entorno de Valladolid y Madrid.

A pesar de que se desconozca su lugar de nacimiento, es muy posible que éste se localizara en Palencia o en sus inmediaciones, ciudad en la que instalaría su primer taller independiente. Por otra parte, quizás sus orígenes haya que buscarlos en alguna familia de escultores de origen franco-flamenco, tan frecuentes en Castilla, conociendo a otros artistas como Giralte de Bruselas, cuyo apellido delata su procedencia. En cuanto a las fechas de nacimiento, por las declaraciones derivadas de los pleitos y por otras pistas cronológicas, pueden establecerse aproximadamente entre 1505 y 1510, formando parte del taller de Alonso Berruguete en 1532 y declarándose que era anciano en el instante de su muerte, en 1576.

Desde los primeros intentos de repertorios biográficos y en la historiografía más clásica, Francisco Giralte siempre ha ocupado una posición esencial en el elenco de los maestros dedicados a la disciplina escultórica. Su proximidad formal a Berruguete y su obra en la madrileña capilla del Obispo le proporcionaron un justificado halo de fama y habilidad, obligando a reparar en él todos los estudios relativos a la escultura del siglo xvi y a los artistas que la protagonizaron. A las aportaciones de Ceán Bermúdez o Gómez Moreno se unen más recientemente propuestas sistematizadas sobre su evolución formal, ligadas a la obra documentada y atribuida, como la afrontada por Parrado del Olmo, que proporciona un alcance mucho más profundo sobre la personalidad del escultor en su contexto histórico y estilístico.

El papel de Francisco Giralte en la formación y evolución de la escultura castellana es esencial para entender el cruce de influencias y el asentamiento de formas y escuelas concretas en los dos centros fundamentales de la mitad norte peninsular, Valladolid y Madrid. Su primera andadura en la órbita de Berruguete, recién llegado de Italia y con un estilo de acusada personalidad, condujo a una transformación radical en el radio de acción de la escultura que se practicaba en el amplio arco geográfico de la antigua diócesis palentina. Totalmente deudora de los modelos consagrados en el último gótico burgalés, de una notable fuerza expresiva, la escultura en Palencia va a tomar el camino de las novedades marcadas por Berruguete, en buena parte gracias a la actividad desarrollada por Giralte.

La relación existente entre Valladolid y Palencia, cabeza ésta de la diócesis, pero capital aquélla en lo administrativo, judicial y económico, hizo que la primera andadura de Giralte se desenvolviera entre ambos lugares. A pesar de existir constancia de su taller en Palencia entre 1532 y 1535, las vinculaciones con Berruguete son constantes y documentadas desde etapas anteriores. Entre ellas, quizás, la más sobresaliente sea su presencia con el maestro, colaborando en los trabajos de la sillería coral de la catedral de Toledo, contratada en 1539 y una de las obras magnas del Renacimiento hispano por lo que tuvo de alarde y de competencia entre Berruguete y Vigarny. En Toledo permanecerá hasta 1541, siendo considerado como el más brillante componente del taller de Berruguete, junto a su compañero Juan de Villoldo.

En su taller de Palencia acomete a continuación algunas de las obras retablísticas más definitorias de su estilo, en las que tiene un especial protagonismo el diseño arquitectónico. Entre las distintas obras documentadas y atribuidas en el entorno, destaca el retablo de la iglesia parroquial de San Pedro en Cisneros (Palencia), en el que debió de empezar a trabajar a partir de 1542, convertido en la prueba evidente de su dependencia del magisterio berruguetesco. No en vano, la conservación de este conjunto ha contribuido a la reconstrucción histórica del procedente de San Benito el Real de Valladolid, hoy en el Museo Nacional de Escultura, que Berruguete llevaba a cabo a partir de 1526 y de cuyo diseño deriva la obra de Cisneros con notable fidelidad.

En Valladolid recibe el encargo de realizar un retablo para la capilla del doctor Corral en la iglesia de la Magdalena, hacia 1547, que expresa una aportación novedosa a la traza de este género de obras, rompiendo con esquemas tradicionales y aportando soluciones formales de gran finura y de un acusado manierismo. La escultura se trata con una esforzada adaptación al marco, en un relieve prolijo y minucioso con un dominio lineal del volumen, que es lo que caracteriza su producción.

Por esas mismas fechas y también en Valladolid surge un conflicto en torno a la realización de una de las obras más señeras en la escultura de toda la decimosexta centuria, que tiene a Giralte como coprotagonista. Se trata de la realización del retablo mayor de la iglesia vallisoletana de Santa María de la Antigua, hoy en la catedral de la ciudad, que Juan de Juni había contratado en 1545. Al plantearse que el pintor local Antonio Vázquez se encargara de la policromía del conjunto, a lo que Juni se negó, se consideró la posibilidad de que los trabajos de traza y escultura fueran acometidos por Giralte, entablándose así un largo litigio del que Juni salió victorioso en la sentencia definitiva de 1550. Las probanzas del pleito con las declaraciones de los diferentes artistas que se posicionan de una u otra parte suministran un verdadero caudal de información sobre la vida artística del siglo xvi, de un valor excepcional.

Pero el pleito de la Antigua y la victoria de Juni tienen una trascendental importancia en el panorama de las tendencias escultóricas de su tiempo y desencadenan unas consecuencias definitivas para el futuro profesional de Giralte. De alguna manera en este conflicto se enfrentaban dos corrientes estilísticas diferentes con ramificaciones hacia cuestiones de mera influencia geográfica. Por una parte se disponía la escuela derivada del mundo berruguetesco capitaneada por Giralte, quien venía a ocupar el lugar que el maestro había dejado libre con su traslado hacia el área toledana. Giralte y los escultores de su escuela, querían seguir ostentando la primacía en Valladolid, incluso desde su asentamiento palentino, que era su lugar de trabajo tradicional.

Por otro lado, la autonomía que iba ganando Valladolid, a pesar de la dependencia eclesiástica de Palencia, que no cristalizaría hasta finales de siglo con la creación de una diócesis independiente, tenía en la figura de Juni el adalid de unos nuevos planteamientos. La concepción volumétrica y arrolladora de su escultura, las novedades estilísticas y el absoluto dominio de la materia, así como la ruptura de los diseños arquitectónicos de los retablos, suponían una baza de extraordinario interés.

La pérdida del juicio de la Antigua y el predominio de lo que significaba Juni en Valladolid provocaron la retirada de Giralte hacia Madrid, donde iba a desarrollar una actividad que terminó por consagrarlo como uno de los grandes maestros de su tiempo. El taller palentino fue heredado por su cuñado Manuel Álvarez, formado también en la misma escuela de Berruguete, y Giralte se centró en la obra del retablo y los enterramientos familiares del obispo placentino, Gutierre de Carvajal y Vargas, en la iglesia madrileña de San Andrés. Contratado con anterioridad, existe certeza de que el escultor es vecino de la villa desde 1550, instalando su taller en las casas que adquiría en la Carrera de San Jerónimo.

El conjunto de la llamada capilla del Obispo pone de manifiesto la propia evolución del artista y define los rasgos de su forma de trabajar en plenitud. En el retablo, diseños de extremada movilidad, ruptura de líneas, monumentalidad y horror vacui se combinan en el interior de una arquitectura oculta por el ornamento, con la que se viene a cerrar toda una tradición hispana con muestras de cuidada habilidad. Los rasgos de acusada y dinámica expresión, tanto en la escultura de bulto como en los relieves, son herencia de los moldes de Berruguete tratados ahora con un carácter más monumental, que constatan la influencia recibida de las creaciones de su rival Juan de Juni.

Mientras que los sepulcros de los padres del obispo responden a un esquema más sencillo, aunque con su estructura prácticamente oculta bajo una decoración profusa, el mausoleo del comitente adquiere unas enormes dimensiones tratándose con una notoria preferencia. En el contexto de un meditado programa iconográfico, el escultor se esfuerza en la organización de las esculturas, en su dinamismo y en el esmerado trabajo de la técnica del relieve, hacia unos planteamientos de mayor elegancia, en la línea de un manierismo que se hace más sereno.

Desde su taller madrileño, y con la obra magna de la iglesia de San Andrés como aval seguro, Giralte extiende sus trabajos hacia un entorno que reclama los resultados de un maestro de su habilidad, en Pozuelo de Alarcón, Ocaña y otros lugares en los que desgraciadamente no ha permanecido su huella. En 1565, y en compañía del escultor toledano Juan Manzano, firma el contrato para el retablo de la iglesia de San Eutropio de El Espinar (Segovia), que se conserva in situ. Sin olvidar la fecha de inicio, se observan en la obra los cambios que la propia moda había experimentado en estos últimos años y que obligaban a Giralte a adaptarse a las nuevas necesidades. La llegada de las influencias romanistas a través de la actividad de Gaspar Becerra y de su actividad en la Corte iban a ser definitivas y a condicionar un cambio de estilo.

La estructura del retablo de San Eutropio, en el que se combina la escultura y la pintura, que más adelante realizará Sánchez Coello, es buen ejemplo de esta transformación. Sin olvidar los esquemas anteriores, Giralte trabaja un diseño más depurado en cuanto a las formas, empleando recursos utilizados por Becerra, que proporcionan al resultado final un efecto de mayor monumentalidad. La fórmula escultórica también sufre el mismo proceso de rigor en la forma, de sencillez en la disposición y en el plegado hacia esquemas que se encuentran más en la onda de lo que se reclamaba y que estaban resolviendo artistas de mayor alcance, como Pompeo Leoni, cuya influencia se acusa en la obra del período final de Giralte. El hecho documentado de la existencia de una traza del mismo Giralte para el retablo mayor de las Descalzas Reales de Madrid, que terminaría haciendo Gaspar Becerra, pone de manifiesto la aceptación de las novedades que imponía la nueva moda, frente a la habilidad de los maestros del llamado ámbito plateresco.

Pocas son las noticias conocidas de su vida personal. Es muy probable que en Palencia, y después de 1547, contrajera matrimonio con Isabel del Castillo. Los hijos del matrimonio debieron de fallecer antes que el padre, pero los que ambos cónyuges aportaron al matrimonio, fruto de relaciones anteriores, Jerónimo y Francisco, aprenden el oficio de escultor, trabajando en el taller paterno.

Por otra parte, la figura de Giralte encaja con la personalidad del artista que paulatinamente iba logrando una posición consolidada en la España del momento. Los abundantes testimonios documentales que giran en torno a sus trabajos, a través no tanto de los contratos como de los pleitos que protagonizó por los asuntos más diversos, son elocuentes por sí mismos, presentando a un personaje orgulloso y amante de su profesión. Su obra, en continua evolución desde su primera andadura, es expresión patente de su paulatina adaptación a las necesidades que imponía un cambio en el lenguaje desde Berruguete hacia el romanismo, pasando por Juan de Juni.

 

Obras de ~: Trabajos en la sillería, catedral de Toledo, 1539- 1541; Retablo de San Pedro, Cisneros (Palencia), 1542; Retablo del Doctor Corral, Valladolid, 1547; Retablo y sepulcros de la Capilla del Obispo, Madrid, 1550; Retablo de San Eutropio, El Espinar (Segovia), 1565.

 

Bibl.: J. A. Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, vol. II, Madrid, Viuda de Ibarra, 1800, págs. 195-198; J. Martí y Monsó, Estudios histórico-artísticos relativos principalmente a Valladolid, Valladolid-Madrid, L. Miñón, 1898-1901; “El retablo de la iglesia de San Pedro en la villa de Cisneros, obra de Francisco Giralte”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, t. II (1905-1906), págs. 421-424; M. Gómez Moreno, La escultura del Renacimiento en España, Barcelona, Gustavo Gili, 1931; E. García Chico, Documentos para el estudio del arte en Castilla, T. segundo. Escultores, Valladolid, Seminario de Arte y Arqueología, 1941; A. Martín Ortega, “Datos sobre Francisco Hernández y Francisco Giralte en Madrid”, en Boletín del Seminario de Arte y Arqueología (BSAA), t. XXIII (1957), págs. 65-75; “Más sobre Francisco Giralte, escultor”, en BSAA, t. XXVII (1961), págs. 123-130; J. M. Caamaño Martínez, “Francisco Giralte”, en Goya, 76 (1966-1967), págs. 230-239; F. Portela Sandoval, La escultura del Renacimiento en Palencia, Palencia, Diputación Provincial, 1977; M.ª T . Sánchez Trujillano, “Nuevas atribuciones a Francisco Giralte”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. 81, n.º 2 (1978), págs. 435-441; J. M. Parrado del Olmo, Los escultores seguidores de Berruguete en Palencia, Valladolid, Universidad, 1981; VV. AA., El retablo y la sarga de San Eutropio de El Espinar, Madrid, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1992; M. Estella Marcos, “Francisco Giralte entre Berruguete y Juni: sus contactos con Vázquez en Toledo y con Leoni en Madrid”, en Archivo Hispalense, t. 82, n.º 249 (1999), págs. 201-230.

 

Manuel Arias Martínez

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