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José Malcampo y Monge

Biografía

Malcampo y Monge, José. Marqués de San Rafael (VI), conde de Joló (I) y vizconde de Mindanao (I). San Fernando (Cádiz), 13.I.1828 – Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), 23.V.1880. Político y marino.

En varias y reputadas obras, el lugar de su nacimiento se hace radicar también en Sanlúcar de Barrameda, contra la prueba testimonial de su partida de nacimiento obrante en la parroquia fernandina de San Pedro y San Pablo (Libro de Bautismos, n.º 29, fol. 48v.). Perteneciente a la nobleza titulada, después de la primera enseñanza y los estudios medios cursados en un colegio de Cádiz, no pudo ingresar en la Escuela Naval de su ciudad natal por haberse clausurado en los primeros años de la década de 1830. De ahí que, al igual que otros grandes marinos de su generación —por ejemplo, Cástor Méndez Núñez—, no fuese guardia marina sino “aventurero”, esto es, aspirante a oficial enrolado para hacer su aprendizaje naval en una unidad cualquiera de la desastrada Armada anterior a las grandes reformas de Francisco Armero y del marqués de Togores. Tras servicios rutinarios prestados en los mares de tres continentes y haberse afiliado a la Masonería como otros muchos de sus compañeros, su primer gran hecho de armas fue en el archipiélago filipino, bajo las órdenes de Cástor Méndez Núñez, comandante de la fragata La Valiente, en la arriesgada toma de la cota o castillo de Pagagután, en la que fue gravemente herido (abril de 1861).

Alcanzados todos los grados por méritos de guerra, era el comandante de la fragata Zaragoza que, revistada en las costas de Guipúzcoa pocos días antes del estallido de la Revolución de septiembre de 1868 por la reina Isabel II, a la que refrendó su fidelidad personal e institucional, partió a continuación hacia Cádiz para unirse a los sublevados y ponerse a las órdenes de su amigo Juan Bautista Topete, al que convirtió en mentor y guía por los caminos de la política.

Brigadier y jefe de escuadra una vez triunfante el pronunciamiento de septiembre contra Isabel II, comandante general del apostadero de La Habana (otoño de 1868), contraalmirante (1869) y senador del reino en 1871, ese mismo año alcanzó la Presidencia del Consejo de Ministros sin ninguna experiencia política previa, sólo con el aval de su amadeísmo declarado e incondicional. En realidad, tan súbita e inesperada designación se debió a oscuras razones nacidas de las intrigas y disensiones entre las propias fuerzas sostenedoras de la Monarquía democrática. El veto de Ruiz Zorrilla para que su correligionario y antaño gran amigo Práxedes Mateo Sagasta le reemplazase al frente del Gobierno, acusándolo de deslealtad y de ocultos deseos de poner término a la legislatura, con el fin de buscarse una amplia mayoría en las nuevas Cámaras, motivó que el Monarca acudiese a la formación de un típico gabinete de transición (del 5 de octubre al 21 de diciembre de 1874) a la espera de que el prohombre soriano quitase su veto al político riojano; sino que la tramitación de la maniobra parlamentaria fue complicada y muy embrollada, con final imprevisto. Sin mayoría propia, “Malcampo fue derrotado en el Congreso. Suspendiéronse las sesiones.

Realmente no sabía qué hacer Don Amadeo y conservó en el poder al ministerio derrotado; mas pronto echó de ver en su manual de rey constitucional perfecto que debería volver a las Cortes a recibir de ellas nuevas luces para el ejercicio de su prerrogativa; y fue conocida, y por su buena doctrina alabada, una carta que don Amadeo dirigió al presidente del gobierno consignando que únicamente dado el estado de fraccionamiento y exaltación de los partidos había firmado el decreto de suspensión de sesiones. Sin duda el monarca tenía motivos para creer que en tan breve plazos esos defectos habrían desaparecido; pero Malcampo, que estaba bajo el peso del voto de censura recibido, pensó de otro modo y presentó su dimisión” (Marqués de Lema, 1927, I: 403-404).

Ministro de Marina y aún de Estado si bien este cargo a título meramente provisional, Malcampo conservó la primera cartera en el gabinete presidido por Sagasta, que reemplazara al suyo. Postura en cualquier otra situación que no fuera la de un soldado con actuación pública sólo debida al principio de la obediencia castrense y a la fidelidad institucional, aunque su adscripción a la Masonería jugara también, en un ambiente impregnado por su ideario, un papel tampoco nada desdeñable. En todo caso, el 26 de mayo de 1872 terminaba el corto tránsito del marino gaditano por las esferas del poder gobernante. Retraído en su oficio durante la Primera República, saldría de su retiro al ser requerido por Topete para solicitar del titular de Marina el mando de la represión naval del cantón de Cartagena, demanda denegada de forma destemplada. Con el régimen establecido tras el pronunciamiento del general Pavía (3 de enero de 1874), otra vez su figura volvería a cotizarse en las altas instancias madrileñas.

Así, el 15 de abril del citado año recibía el nombramiento de capitán general y gobernador general de las islas Filipinas. Familiarizado con su geografía, gentes y problemas, muy pronto —mediados de junio— asumió con ilusión y plenitud su grave responsabilidad en una coyuntura en la que las corrientes proindependentistas adquirían un impulso decisivo en la onda de la revuelta de Cavite de un bienio atrás.

De filiación en su casi totalidad masónica, el nuevo dignatario se vio en la paradójica tesitura de insistir para que el delegado local del Gran Oriente Español impidiera la inscripción en las logias de los profesionales indígenas por miedo a su proselitismo emancipador.

Como ésta, otras medidas decretadas por Malcampo descubrieron una pesarosa desmaña política al reforzar la división y antagonismo entre la población autóctona —más de seis millones— y la Administración —poco más de veinte mil—. Más feliz, empero, se reveló la vertiente puramente militar de su tarea. La fuerza expedicionaria que comandara personalmente para reprimir las revueltas del archipiélago de Sulú en febrero de 1876, concluyó con la expugnación de Joló y la capitulación de sus defensores musulmanes, viéndose con ello constreñido el sultán a firmar un tratado de paz. De resultas de su victoriosa campaña, al marquesado de San Rafael —en el que había sucedido por vía colateral por extinción de la familia Vago—, uniría en el verano de 1876 los títulos de conde de Joló y vizconde de Mindanao por concesión del rey Alfonso XII. Dimitido en las postrimerías del mencionado año, el 20 de febrero resignaba el mando del archipiélago en manos de su sucesor, el general Domingo Moriones, marqués de Oroquieta.

Estuvo casado con la gaditana Manuela Matheu González de Quevedo, a la que dejó viuda en 1880. Su hijo Juan Malcampo y Matheu sucedió en las mercedes paternas.

 

Obras de ~: et al., Memoria de la expedición a Joló llevada a cabo, en febrero de 1876, por el Marqués de San Rafael, gobernador general de las Islas Filipinas, Manila, 1 de diciembre de 1876 (ms. en Biblioteca Nacional de España, MSS/22890).

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, Exps. personales, HIS-0415-02; Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 61 n.º 8, 62 n.º 8, 67 n.º 6.

C. Torres, Relación de la expedición a Joló, en 1876, al mando del Almirante y Gobernador de Filipinas, D. José Malcampo y Monge, 1876 (en Biblioteca Nacional de España, ms. MSS/23153); J. Monterio Vidal, Historia de la piratería malayo-mahometana en Borneo, Mindanao y Joló, Madrid, Librería Tello, 1888; M. de Lema, De la Revolución a la Restauración, Madrid, Ediciones Voluntad, 1927, 2 vols.; J. Cervera Pery, Marina y política en la España del siglo xix, Madrid, Editorial San Martín, 1979; A. A. Molina, Historia de Filipinas, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1984, 2 vols.; A. R. Rodríguez González, Política naval de la Restauración (1875-1898), Madrid, Editorial San Martín, 1988; J. Cervera, Juan Bautista Topete: Un Almirante para una revolución, Madrid, Ministerio de Defensa, 1995; H. Franco Castañón, Los apostaderos y estaciones navales españolas en Ultramar, Madrid, Empresa Nacional Bazán de Construcciones Navales Militares, 1998; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 634-637.

 

José Manuel Cuenca Toribio